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Estados Unidos

La Reserva Federal perdió la fe

Fuentes: Prensa Latina

Como muchos esperaban y otros desaconsejaban, la Reserva Federal (FED), Banco Central de Estados Unidos, redujo los tipos de interés interbancarios de referencia, demostrando que además de haber perdido la fe en el control de la economía, ahora lo hace con la inflación, iniciando un tortuoso camino hacia la estanflación o estancamiento económico con inflación. […]

Como muchos esperaban y otros desaconsejaban, la Reserva Federal (FED), Banco Central de Estados Unidos, redujo los tipos de interés interbancarios de referencia, demostrando que además de haber perdido la fe en el control de la economía, ahora lo hace con la inflación, iniciando un tortuoso camino hacia la estanflación o estancamiento económico con inflación.

Pero lo más preocupante es que lo hizo de manera «agresiva» y la menos pronosticada o sea, con un bajón de medio punto y no de un cuarto, dejando los tipos de interés en el 4,75 desde los 5,25 por ciento en que los mantuvo durante un año.

Incluso hay quienes estiman que la FED continuará flexibilizando su política monetaria hasta dejar los tipos en el 4,25 por ciento en enero próximo.

Horas antes, el «gurú» de las finanzas y expresidente de la FED, Alan Greespan, había declarado que: la inflación será cada vez más difícil de contener. Los recientes encarecimientos de las importaciones chinas y las subidas de tipos de interés a largo plazo sugieren que el cambio está más cerca que lejos.

Afirmó que el Comité Federal de Política Monetaria de la FED puede contener la inflación entre el uno y dos por ciento, pero eso supondrá elevar los tipos de interés por encima del 10 por ciento, un nivel «desconocido desde los tiempos de Paul Volcker (su antecesor en la FED)», hace 20 años.

Agregó que si la FED adopta una política flexible, la inflación podría crecer desde un poco más del dos por ciento hasta una media de entre el cuatro y el cinco hasta 2030, y el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años crecerá al menos 8 por ciento, con el potencial de irse «significativamente por encima en breves períodos».

A ello se suman los pronósticos sobre la elevación de los precios del petróleo, que superaron los 80 dólares el barril y pudieran llegar a los 100 dólares. La última previsión es que alcancen los 85 dólares para finales de año con picos de incluso 90 dólares, debido al bajo nivel de reservas globales, según el banco de inversión estadounidense Goldman Sachs.

Por otra parte, las imparables inyecciones de divisas de los Bancos Centrales del G-7, que también equivalen a bajadas anticipadas y adicionales del costo del dinero (ya bajado anteriormente por la FED al disminuir los tipos de descuento interbancarios), contribuyen al «salvamento» de los responsables de la crisis hipotecaria y de créditos que están cayendo en bancarrota y a que prosiga la orgía neoliberal especulativa sin fiscalización Estatal.

Ben Bernake, presidente de la FED, evidentemente preparando a la opinión para justificar este proceder, había declarado simultáneamente con Greenspan que el crecimiento en las economías desarrolladas en años recientes ha incrementado la demanda de ahorro y contribuyó a subir las tasas de interés reales, además de la reciente elevación de las primas de riesgo debido a la volatilidad de los mercados.

Restando importancia a la enorme e irracional deuda externa de su país, dijo que en la actualidad no es una carga excesiva para la economía y que con el paso del tiempo, el déficit estadounidense en cuenta corriente se tornaría insostenible:

«El enorme déficit de cuenta corriente de Estados Unidos no puede persistir indefinidamente porque la capacidad de Estados Unidos para honrar los pagos de la deuda y la voluntad de los extranjeros para mantener activos estadounidenses son limitadas».

«Si los déficit en la cuenta corriente de Estados Unidos persisten en los actuales niveles, los inversores extranjeros eventualmente llegarán al límite de sus tenencias de dólares. En ese punto, a Estados Unidos le costaría financiar su deuda a un costo razonable»….

«El flujo de ahorros globales formado por el capital de las economías emergentes que se dirige a las más desarrolladas continúa, pero a medida que ese flujo se apaga, reduciéndose la oferta de capitales internacionales de las economías emergentes, las tasas de interés reales deberían subir».

Dos días antes de que Bernake hiciera estás declaraciones, La Comisión de Finanzas del Senado aprobó incrementar en 850 millones de dólares la deuda pública de EEUU, con lo cual la cifra alcanza los nueve mil 815 millones, y es el quinto incremento desde que George W. Bush llegó a la Casa Blanca en el 2001. La deuda federal total es de ocho mil 923 millones de dólares.

En septiembre del pasado año y desde finales de 2001, el déficit de cuenta corriente alcanzó 2,9 billones, la mayor diferencia de la que se guarda registro y contribuye directamente al total de la deuda externa en manos de no estadounidenses, que a finales de 2005 era de 13,6 billones o unos 119.000 dólares por cada hogar estadounidense y algo superior al Producto Interno Bruto.

Los inversionistas extranjeros asignan más del 80 por ciento de los 1,3 billones que el gobierno federal ha tomado prestado desde 2001 en bonos del Tesoro, para ayudar a pagar las exenciones tributarias, beneficios de salud y las guerras en Afganistán e Iraq.

En igual período, los extranjeros asignaron más de 700 mil millones a varias clases de valores nominados en dólares con respaldo hipotecario, brindando el financiamiento para que millones de estadounidenses compren nuevas casas u obtengan efectivo de sus viviendas existentes para gastarlo en bienes de consumo.

En el segundo trimestre del 2007 y última cifra publicada, el déficit en la cuenta corriente inexplicablemente disminuyó a 190 mil 800 millones de dólares. La deuda total de Estados Unidos cerró el pasado año con 48 billones de dólares y debe haberse incrementado sustancialmente en lo que va de éste, posiblemente por encima de los 50 billones.

Hasta ahora, como expresó Bernake, estos déficits han sido financiados por las inversiones extranjeras en activos estadounidenses, pero la flexibilización de los tipos de interés restan atractivo a los bonos del tesoro y disminuyen el diferencial de los tipos de interés con el resto de los países industrializados, lo que tiene el doble efecto de disminuir el flujo de capitales y devaluar el dólar, en especial frente al euro y la libra esterlina.

Para colmo, las grandes reservas de los llamados «mercados emergentes», sobre todo los «BRIC» (Brasil, Rusia, China e India), comienzan a ser diversificadas en detrimento del dólar y se dirigen también ahora a la compra o inversiones directas (EID) en las naciones de los países capitalistas desarrollados, que alarmados están recurriendo a medidas proteccionistas.

En lo que resta del año se comprobará el estado en que se encuentran las ganancias de las transnacionales dentro y fuera de Estados Unidos (donde desde hace algún tiempo están compensando las pérdidas), la elevación de los tipos de interés del resto de los Bancos Centrales y de las primas de riesgo, así como de las ventas de navidad, indicadores de cómo se comportará el consumo y la errática economía el año próximo.

En el corto plazo el efecto es psicológico, como ya se está reflejando en los mercados bursátiles, pero los movimientos de tasas no comienzan a surtir efectos reales hasta unos nueve meses después (para entonces la campaña electoral presidencial estará en su apogeo) y si los republicanos no logran crear un ambiente económico favorable temporal para el momento de la votación, ya se estará poniendo de manifiesto la inevitable estanflación.