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La revolución bolivariana y la clase trabajadora

Fuentes: Rebelión

No cabe duda que Venezuela es diferente y que trata de proyectar esa diferencia fuera de sus fronteras. No cabe duda que la revolución bolivariana ha puesto al frente a unos hombres y mujeres que marcan ese contraste, y solo la puesta en escena señala esa disparidad. Es extraño acudir a un acto en el […]

No cabe duda que Venezuela es diferente y que trata de proyectar esa diferencia fuera de sus fronteras. No cabe duda que la revolución bolivariana ha puesto al frente a unos hombres y mujeres que marcan ese contraste, y solo la puesta en escena señala esa disparidad. Es extraño acudir a un acto en el que el embajador de un país presente a su ministro de Trabajo y que brille por su ausencia todo tipo de boato que suele caracterizar estos eventos. Es más chocante todavía que en ese mismo acto se presenten, uno al lado de otro, al Ministro de Trabajo y al Presidente de la Central de Trabajadores. Roza la inverosimilitud que el centenar de invitados sean sindicalistas, dirigentes obreros, de movimientos sociales y políticos… La única corbata que lució el acto fue la del señor embajador, circunstancias mandan, aunque también fue capaz de ‘romper el protocolo’ y lanzar un discurso muy poco diplomático en los espacios en los que debe estar acostumbrado a moverse.

Así se presentó el acto «La revolución bolivariana y los trabajadores» en el Centro de la Diversidad Cultural de Venezuela en Madrid el pasado lunes 16 de junio. En la mesa, Elio Colmenares, viceministro para Derechos y Relaciones Laborales del Ministerio del Poder Popular para el Proceso Social del Trabajo de Venezuela; Wills Rangel, Presidente de la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores y Trabajadoras de Venezuela; y Carlos López, Coordinador General del sector de Trabajadores Universitarios de la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores y Trabajadoras de Venezuela. Presentaba el acto Mario Isea, embajador de la República Bolivariana de Venezuela en España. Así, con todas las palabras… y no sobraba ni una.

La cercanía física e ideológica provocan cierta familiaridad y confianza y así, no se puede decir de otra manera, Mario hizo una presentación del acto enmarcándolo en otros procesos que en esos momentos se estaban celebrando y que eran trascendentales para América Latina. La victoria electoral de Santos en Colombia (el diplomático no hizo mención a las grandes diferencias en el pensar y en el hacer de ambos gobiernos) y la apuesta del pueblo colombiano por la paz, postura idéntica a la del gobierno revolucionario de Venezuela. La segunda, la reunión del G77+China y la declaración de Evo Morales en Santa Cruz donde fijaba el objetivo de la erradicación de la pobreza para la región para 2015, la lucha contra el cambio climático, la solidaridad con el pueblo argentino en su lucha por la recuperación de las islas Malvinas, contra el bloqueo al pueblo de Cuba y en apoyo del pueblo palestino.

Elio bromeó, al comienzo de su intervención, con las críticas recibidas en sus reuniones de la OIT en las que se encuentran permanentemente sentados en el banquillo de los acusados. Esta pequeña chanza sirvió para, ya en serio, explicar la poca gracia que hizo a esta institución internacional la aprobación de una Ley de Trabajo sin la consulta con la patronal; o las continuas revisiones del salario mínimo de trabajadoras y trabajadores sin concertarlo con los empresarios. Pero es que, desde la OIT veían con discrepancia e incredulidad que la Constitución bolivariana (y ahora si que se puso serio al mostrar el pequeño libro que la recoge) colocara el derecho al trabajo como centro y destinatario de las relaciones laborales por encima del derecho del capital, como se recogía hasta entonces y sigue en estos momentos en la gran mayoría de las legislaciones laborales del resto de países. La gran discrepancia venía dada por el redactado del artículo 1 de la «Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y Trabajadoras» (LOTTT) que colocaba el factor trabajo como productor de la riqueza y, por tanto, beneficiario primero; y que esta ley no hubiera sido consensuada con la patronal, algo impensable para el ministro que, si algo dejó claro, fue que jamás negociaría con el empresariado ningún derecho laboral. La incredulidad del organismo internacional venía dada por las continuas críticas a que era imposible llevar a la práctica el articulado de la ley, la utopía revolucionaria del derecho (con mayúsculas) al trabajo, algo que tras dos años de vigencia de la LOTTT y catorce de la Constitución no solo ha dado la vuelta en las expectativas de la clase obrera venezolana, sino también ha empezado a poner nervioso a la mismísima OIT.

Un repaso de la historia laboral reciente del país puso de manifiesto la necesidad de unas reformas en un país en donde el capitalismo había hecho creer a la población en la economía de puerto, es decir, en donde la riqueza del petróleo hacía innecesaria cualquier otra actividad económica ya que todo se podía importar y comprar. De esa manera se desmanteló el tejido social de campesinos, pescadores, industria… para dejar todo en manos de los recursos naturales fósiles. Esa dependencia también trajo la dependencia del capital internacional, sobre todo el gringo, que lo adquiría a los precios que marcaban ellos. Y precisamente en ese sector fue donde la clase obrera fue forjándose hasta el estallido del año 89, en el llamado Caracazo, una revolución popular contra la política neoliberal. Especialmente gráfica fue la explicación de cómo se dividió el Ejército, no en un bando de izquierda y otro de derecha (que posiblemente hubiera llevado a una guerra civil) sino en un bando inferior y otro superior, uno de altos mandos, el otro de mandos medios y bajos. Y también muy elocuente la explicación al final del acto de Wills sobre las milicias y la necesidad de que el pueblo deba estar armado para defender las conquistas de la revolución.

La llegada de Chávez al poder fue el comienzo de una gran actividad legislativa, por supuesto la de la nueva Constitución, pero también otras como la LOTTT para las que se necesitó alrededor de 19.000 asambleas. Una ley que entiende el concepto de trabajo no solo como una relación entre trabajador/a y empresario/a sino como una relación social y donde todo el articulado viene avalado por la Constitución. O la nueva Ley de Hidrocarburos que fija como objetivo que las rentas petroleras sean las garantes de los derechos del pueblo y de la Seguridad Social. Una Seguridad Social, destacó Elio, que cubre en la actualidad las pensiones de 2,5 millones de personas y que incluye a, por ejemplo, amas de casa ya que la Constitución también entiende que el trabajo desarrollado por las mujeres para atender la familia es un trabajo productivo y contribuye al PIB nacional.

Merece la pena repasar algunos aspectos de esta ley, tan distinta, tan diferente a las leyes laborales de los ‘avanzados’ países occidentales, tan ocultada. Toda una articulación orientada a garantizar una vida digna para el trabajador/a y su familia y donde se establecen los permisos por maternidad, paternidad o descanso por lactancia; o el dedicado al pago de las prestaciones sociales donde se pasa a la categoría de trabajador fijo desde el primer mes de trabajo, o donde se prohíbe la subcontratación, donde se sanciona al patrón que realice un despido injustificado, donde se crea un Fondo Nacional de Prestaciones Sociales para garantizar la prestación al trabajador en caso de quiebra o cierre de empresas, donde se amplían los sueldos o los días de vacaciones; un artículo que establece que la ley debe humanizar el trabajo incorporando beneficios no remunerativos como centros de educación inicial, alimentación, gastos médicos, becas…; o la reducción de la jornada laboral estableciendo, incluso, como principio que debe disminuir progresivamente para avanzar hacia un mayor tiempo libre para el trabajador/a. Una ley, en definitiva, que favorece al trabajador por encima del empleador, con medidas de cárcel para el empresario que viole el derecho de huelga o cierre fraudulento de empresas, que prioriza los pagos salariales sobre cualquier otro compromiso de la empresa, que establece la libertad sindical o establece nuevas formas de participación y protagonismo colectivo de los trabajadores en la gestión de las empresas mediante la creación de los Consejos de los Trabajadores. En fin, cualquier parecido con el Estatuto de los Trabajadores y las múltiples mutilaciones que ha sufrido en el reino borbónico es pura fantasía.

Como comentaba al principio, resulta chocante observar uno al lado del otro al ministro de Trabajo y al líder sindical. Bueno, en realidad lo que resulta curioso es verlos de la mano defendiendo los derechos de la clase trabajadora. En el reino borbón estamos acostumbrados a verlos juntos justificando los recortes laborales. De esta manera, Wills saludó a los líderes sindicales presentes y destacó la buena relación con la clase trabajadora del estado español. Como representante sindical, destacó la importancia de la batalla en los centros de trabajo pero sin olvidar que la lucha también se debe dar en el ámbito político ya que es la manera de garantizar los derechos para todas y todos. La defensa de la Constitución bolivariana, en estos momentos, era la defensa de los derechos de la clase trabajadora.

Se enorgulleció de que en estos momentos el presidente de su país fuera un trabajador de Metro de Caracas, que el camino al socialismo se hubiera iniciado, que se hubiera establecido que al sector privado, aunque podía instalarse en la patria, no se le iba a permitir que se mantuviese para tener como único objetivo el aumento de su tasa de ganancias. Y que así como al pueblo se le había otorgado una serie de derechos también eran conscientes de las obligaciones que habían adquirido, una de ellas el aumento de la productividad, la otra la creación de las milicias obreras para la defensa de la patria y de sus recursos. Porque no solo se enfrentaban a los errores propios del proceso, un proceso, destacó, que han tenido que escribir desde la primera página y en el que han cometido grandes errores, como conseguido grandes logros. También se enfrentaban a los enemigos externos (el imperialismo yanqui) e internos (la burguesía apátrida que sigue manteniendo mucho poder y que cuenta con los grandes medios de comunicación).

Finalmente, Carlos explicó la última ofensiva contra los logros de la revolución. La muerte de Chávez y el ascenso de Maduro había sido el momento clave para la oposición pero su fracaso en las consultas electorales les había llevado a tratar de llegar al poder mediante el golpe ‘blando’ de los últimos meses en donde las clases más privilegiadas habían protagonizado las ya famosas guarimbas contra el gobierno y como el pueblo había salido a la calle para defenderlo. En estos momentos, tras el nuevo fracaso golpista, temían por el magnicidio que tratara de desestabilizar el país y tomar el poder por la fuerza.

Diversos saludos, intervenciones, explicaciones y demás siguieron por parte de los asistentes, algunos de ellos (en la modesta opinión del escribiente) algo extraños. Como extraño resultó el discurso partidista del compañero Cañamero o el tono mitinero del compañero Gordillo, cuando en la sala se encontraban militantes del amplio espectro de la izquierda y no eran precisamente los más adecuados para dirigirles las arengas desde un estrado. Pero, repito, es una opinión particular y tal vez residual ya que sus intervenciones fueron seguidas de sendas ovaciones. El resto, lo que se espera en un acto de este tipo: felicitaciones, saludos y reconocimiento a quien el momento impone reconocer, a los dirigentes de la revolución bolivariana y a su valiente pueblo. Desde el trabajador de Coca cola al representante de la Plataforma bolivariana de solidaridad con Venezuela; desde el compañero chileno que recordó a Allende al representante de la Federación Sindical Mundial que comparó los momentos actuales del estado español con los vividos en Venezuela en los años 90.

Pero fue Elio quien en su alocución final puso la guinda al acto en un alarde para combinar luchas sociales, luchas políticas, necesidad de una Constitución que garantice los derechos laborales, el carácter internacional de la lucha obrera, como remunerar el trabajo siempre bajo el prisma de otro tipo de remuneración, por ejemplo en especie, que evite la financiación indirecta del sector privado o las relaciones internacionales donde siguen proveyendo de petróleo a los enemigos de clase pero a un precio muy superior que, por ejemplo, al pueblo de Cuba, evitando de esa manera el enriquecimiento de los EEUU que revendían el producto al resto de países latinoamericanos. «Cuba sí paga el petróleo venezolano, y lo paga caro, pero con médicos», una frase que resumió no solo la idea que para la revolución bolivariana tiene la creación de la Patria Grande sino, sobre todo, un ejemplo práctico de lo que la Constitución y la LOTTT tratan de alcanzar: romper los moldes de intercambio que el capitalismo ha inoculado en los pueblos.

Una alocución final que este cronista se siente incapaz de resumir no solo por la solidez, contundencia y cuantía de sus argumentaciones sino también por el estado casi hipnótico que sus palabras causaron, no solo en mí, también en gran parte de la concurrencia. Una lección magistral de lo que hemos dado en llamar lucha de clases y que, solo por eso, mereció la pena acudir al acto preparado por la embajada venezolana en Madrid.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.