Para ganar el combate político que vivimos en Venezuela, y lograr la construcción de la patria socialista, debemos comprender -necesaria y obligatoriamente- que toda lucha de clases se sustenta en la lucha ideológica. En lo que Fidel Castro llamó hace pocos años la Batallas de las Ideas. En la creación, pues, de toda una cultura […]
Para ganar el combate político que vivimos en Venezuela, y lograr la construcción de la patria socialista, debemos comprender -necesaria y obligatoriamente- que toda lucha de clases se sustenta en la lucha ideológica. En lo que Fidel Castro llamó hace pocos años la Batallas de las Ideas. En la creación, pues, de toda una cultura subversiva, contrahegemónica, o una contracultura, como lo planteara Antonio Gramsci cuando intentaba sustentar ideológicamente la lucha política que lideró en Italia. (Recordemos que Gramsci fundó revistas, periódicos y lideró toda una actividad intelectual de agitación para lograr la liberación cultural del proletariado italiano y europeo).
Se debe generar un debate ideológico que ayude a fortalecer y elevar la conciencia revolucionaria de los venezolanos que creemos en el socialismo como camino para lograr la elevación intelectual y espiritual de nuestro pueblo, o de aquellos que creemos en el comunismo, si lo prefieren.
Esta lucha de clases, este combate de las ideas, esta subversión cultural, esta guerra de guerrillas ideológica, debe identificar, primero que todo, al enemigo histórico del comunismo: al capitalismo. En todas sus formas, olores y colores. Debemos identificar las medias tintas y enfrentarlas con ideas, desmantelar el discurso de los que dirigen el Estado burgués que hoy se resiste a morir en Venezuela, denunciar la alianza de los sectores «revolucionarios» con la burguesía nacional y el capital internacional, a los sectores reformistas que pretenden cambiar todo para que todo siga igual, a los dirigentes del «proceso» que años atrás fueron de Acción Democrática (AD), COPEI, Movimiento Quinta República (MVR) y hoy están en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), y otras instancias de poder como ministerios, gobernaciones, alcaldías y demás instituciones y empresas del Estado venezolano. Debemos comprender nuestro pasado reciente, nuestra historia, para verificar que todo, a pesar de los intentos enorme que hace el Gobierno nacional, sigue igual. Que la cultura adeco-copeyana sigue intacta. Que AD fundó en Venezuela una filosofía política que alimentó las instituciones públicas y privadas del país, es decir, el pensamiento filosófico del venezolano, nuestro imaginario social, que no somos más que una nación que adquirió el capitalismo como modo de vida, pero con una versión caribeña y folclórica.
Hace pocos días, el escritor mexicano Fernando Buen Abad escribió una crítica sobre la Cumbre de Ministros de los Países no Alineados en materia de Comunicación, celebrada en Margarita. Tema que justamente entra en sintonía con la lucha de clases (armada con ideas), con la crítica para identificar los disfraces y las mentiras. En el debate ideológico que necesitamos para saber qué queremos y cómo lo conseguiremos. Socialismo o capitalismo, no hay otro camino posible, lo demás son eufemismos que permiten los reacomodos fáciles de los viejos modelos políticos, sociales y económicos (esclavismo, positivismo, colonialismo, funcionalismo, liberalismo y neoliberalismo) que siguen generando pobreza en el mundo.
«Nada ‘nuevo’ habrá si no es Socialista -dice Buen Abad-. La ‘»Guerra Mediática’ que agudiza sus agresiones contra los pueblos no admite eufemismos ni admite reformismos. No hay ‘nuevo orden’ posible mientras el orden superior sea impuesto -directa e indirectamente- por el capitalismo y mientras la legislación burguesa en materia de mass media sea reino administrativo de burocracias, sectas o mafias de intelectuales mansos. El capitalismo… maquilla sus vicios más viejos y se prepara para cometer las atrocidades más insospechadas haciéndolas invisibles con ayuda del aparato ideológico burgués inoculado por (con) sus medios alienantes».
El presidente Chávez ha comprendido la actual guerra de las ideas, que permitiría al pueblo venezolano desmitificar al Estado burgués, comprender cómo la propiedad privada genera exclusión y pobreza, cómo la empresa privada explota a los trabajadores y enriquece a las clases dominantes, cómo los medios de difusión masiva alienan y pretenden controlar nuestras vidas y voluntades (medios que se comportan como empresas privadas: dominación y obediencia). No es casual que Chávez, hace tres semanas, retomara la idea de construir una escuela de formación de cuadros que nos permita formar a nuestros militantes en todas las áreas: política, ideológica, militar, ética, comunicacional… En fin, formar militantes en lo político y en lo ideológico, sobre todo en lo ideológico. Por eso la cita que hacemos de Buen Abad, porque es uno de lo pocos que defiende la idea de formar internacionalmente una escuela de militantes para la comunicación socialista, comprendiendo, por supuesto, que esa militancia debe tener una fortaleza ideológica que le permita identificar cualquier paradigma que vaya en contra de la dignidad humana, en contra del socialismo. Una militancia capaz de crear su propio mensaje, de desmontar la guerra mediática dirigida por la prensa mundial en contra de los pueblos del mundo. Una escuela de cuadros políticos, ideológicos y comunicacionales que nos permita ganar la lucha política por el socialismo. El Presidente Chávez comprende esta necesitad… sin embargo todo sigue igual en algunas mentes retrógradas y reaccionarias, o como Chávez llamó: en las oligarquías bolivarianas, que pretenden usufructuar la voluntad popular.
Hoy tenemos una experiencia que tímidamente apunta a lo que Fernando Buen Abad viene señalando desde hace unos años: una escuela de formación de cuadros llamada Escuela del Poder Comunal Salvador de la Plaza , integrada por unos 500 miembros de los consejos comunales y de las comunidades más pobres del estado andino de Mérida, en Venezuela. A través de este espacio se pretende elevar la conciencia revolucionaria del pueblo, de entregarles herramientas teórico prácticas en lo político, ideológico y comunicativo para establecer una nueva cultura política y comunicativa, para permitir la participación política de las mayorías, para fortalecer la conciencia de clases, y sobre todo para construir un imaginario social que nos permita reconocernos como pueblo con identidades multiétnicas, alejado de toda pretensión unidimensional, como de hecho nos han sometido.
Sin embargo, siempre es necesaria la pregunta: ¿qué tan preparados estamos para ello? ¿Habrán comprendido los funcionarios de gobierno su papel histórico ante el país? ¿Están concientes de la lucha de clases que debemos consolidar para barrer con cualquier modelo político o filosófico que pretenda perpetuar la pobreza, la dominación, y la exclusión de los pobres del mundo? El panorama se dibuja un tanto difícil: la revolución Christian Dior, la de la elegancia, el derroche, la apariencia de muchos de nuestros funcionarios de gobiernos, de los «líderes de la revolución», el «quítate tú pa’ ponerme yo» es lo que predomina, la dedocracia termina imponiendo la directiva del PSUV hoy, y mañana a los «candidatos de la revolución» para las elecciones regionales. Corre peligro cualquier posibilidad de construir el socialismo. ¿Estamos conciente de ello?
Cual si se tratara de la Francia de Luis XVI, los líderes que dirigen el «proceso» repiten: «El Estado soy yo». Y con ello pretenden borrar cualquier crítica seria. No faltarán, por supuesto, los dedos que me señalen como escuálido; pero, aclaro, no soy ni escuálido ni chavista, soy marxista de formación y creo en el socialismo y en comunismo. Si no comprendemos las desavenencias que estamos viviendo hoy perderemos toda posibilidad de participación política conciente, de exaltación de los principios de todo revolucionario: de respetar la alteridad y la comunicación como espacio para fortalecer nuestra identidad como pueblo, de buscar o consolidar una filosofía del amor, del bienestar social y espiritual de todos, y no una filosofía de la muerte, de la exclusión, del «cállate, aquí mando yo». No, camaradas, el Estado no son ustedes. Las prebendas son para los cadáveres políticos que medraron a la sombra de la doctrina del «disparen primero y averigüen después», para los puntofijistas de ayer que hoy visten de rojo. ¿Por qué asustarnos cuando afirmamos que el pueblo debe necesariamente entender de pensamiento político, ética política, ética ecológica, comunicación y periodismo, investigación? Seguro los burócratas de oficio -que sobran-, los mediocres políticos de profesión, y los pequeños burgueses de esta «revolución» temen a cualquier propuesta seria que apunte a una escuela de formación de cuadros políticos, de militantes del socialismo ideado por Marx, sobre todo porque se le enseñe al pueblo Ética y Pensamiento Político, comunicación y periodismo, porque se caería abajo la Revolución Christian Dior que a poco se va imponiendo en Venezuela.