A principios de mes se celebró el encuentro «Intelectuales, democracia y socialismo: callejones sin salida y caminos por recorrer». Uno de sus organizadores fue Juan Carlos Monedero, responsable de formación del Centro Internacional Miranda. Apenas se abrió el derecho de palabra, con la propia intervención de Monedero, surgió la autocrítica más profunda que se ha […]
A principios de mes se celebró el encuentro «Intelectuales, democracia y socialismo: callejones sin salida y caminos por recorrer». Uno de sus organizadores fue Juan Carlos Monedero, responsable de formación del Centro Internacional Miranda. Apenas se abrió el derecho de palabra, con la propia intervención de Monedero, surgió la autocrítica más profunda que se ha hecho filas adentro, es necesario aclararlo del proceso bolivariano.
Intelectuales que no tienen ningún reparo en manifestar su apoyo al presidente Chávez, pusieron el dedo en la llaga en temas tan apremiantes como la conformación del Psuv (visto como instrumento de la revolución), la gestión gubernamental, el modelo económico y la participación popular, entre otros. El balance es una radiografía que muestras aciertos y fracasos, sin atenuantes. Las críticas más acérrimas llovieron desde el chavismo, en especial sobre lo que Monedero denomina como un «liderazgo acomodaticio», funcionarios «que no resisten una auditoría».
Pero esto es el mero síntoma de una enfermedad, cuyo pronóstico es reservado. «La revolución bolivariana está en una encrucijada», sentencia Monedero. Los cinco fantasmas de la cultura política del país (ver registro verbal) generan, precisamente, ese tipo de liderazgo. ¿Qué significa esto? «Los diferentes niveles del país, en lugar de hacer el esfuerzo de buscar sus soluciones, esperan que sea el liderazgo del Presidente el que baje esas soluciones. Que resuelva todo y quedan las preguntas ¿dónde están los documentos teóricos de la revolución bolivariana?, ¿dónde están las diferentes sensibilidades ideológicas? Es un problema terrible».
En el seminario hubo coincidencia en tres puntos. Uno, «la importancia del liderazgo del presidente Chávez». Dos, «el flaco favor que le hace a Venezuela una oposición, cuyo único objetivo es regresar al pasado». Tres, «los enormes logros del proceso bolivariano». Si bien el liderazgo del Presidente resultó «crucial para superar el callejón sin salida de la IV República, ahora resulta necesario impulsarlo hacia otro momento para que este proceso pudiera seguir avanzando.
Lo que buscamos es empoderar al pueblo y que el Presidente lidere ese empoderamiento».
Las críticas no se hacen desde las filas del chavismo sino desde los medios de comunicación tradicionales, cuyo interés no es señalar errores y claroscuros ideológicos, sino poner de manifiesto el empantanamiento.
El Presidente fue la principal virtud, junto con el pueblo, que ha permitido el advenimiento de la V República. De lo que se trataba es que no se convierta en un vicio y por tanto ese liderazgo, tan relevante, hay que repensarlo en otra dirección, porque la propia fuerza de Chávez ha generado lo que yo llamo ese liderazgo acomodaticio. Decía Ludovico Silva que si los loros fueran marxistas, serían marxistas ortodoxos.
Creo que podemos decir que si los loros fueran chavistas serían chavistas ortodoxos. Por fortuna el Presidente es el primer heterodoxo del país. Esa fortaleza genera problemas que podemos identificarlos en tres áreas: el consejo de ministros, la Asamblea Nacional y el Psuv, que en mi opinión, creo que no terminan de funcionar.
¿A qué problemas se refiere?
Si ministros, diputados o cuadros del partido renuncian a disentir con el Presidente, si renuncian incluso a ser abogados del diablo, no se están ganando el sueldo. Si el consejo de ministros calla hasta que el Presidente baje línea, si la Asamblea Nacional hace algo similar, al igual que el Psuv no se está ayudando al Presidente para que mande obedeciendo.
Al presidente Chávez le encanta bajar línea. Es el primero que le pide al TSJ que `actúe’. Es el primero que le pide a la Asamblea Nacional que apruebe una ley.
Es el retrato hablado de lo que usted menciona. ¿Cómo se supera eso?
Se supera saliendo de ese liderazgo acomodaticio. Insisto, el ministro que no disienta con el Presidente y con otros ministros, no se está ganando el sueldo. El diputado que no disienta con la presidenta de la Asamblea o con el Presidente, de manera que de ese debate dialéctico surja la mejor propuesta, no se está ganando el sueldo. El militante del Psuv, de cualquier batallón o de la dirección nacional, que no disienta o que silencie su voz alternativa, no se está ganando el sueldo y encima le están haciendo un flaco favor a Venezuela, porque el Presidente va acumulando responsabilidades, cada vez más, y al final dinamita lo que fue el corazón de este proceso. Es decir, mandar obedeciendo y de esa forma recuperar una forma de democracia que no existía y que enamoró y sigue enamorando a tanta gente, aquí y en América Latina.
Al escucharlo, uno piensa que la revolución bolivariana está en una encrucijada.
Sí, sí. Estoy de acuerdo.
¿O se retoma el camino o se llega al despeñadero?
Cuando uno mira la historia de las revoluciones, uno se da cuenta que se empezaron a pudrir cuando se frenó la crítica, cuando se silenció el debate. Yo he escuchado a guerrilleros decir que no tuvieron miedo cuando estaban en la montaña y que en cambio ahora se tientan la ropa antes de hablar en determinados lugares para que estos burócratas de la revolución no los perjudiquen. Si hago una comparación en seis años que llevo aquí, diría que la Lámpara de Diógenes era un programa ofensivo, La Hojilla es un programa defensivo.
Creo que es necesario recuperar la frescura que tenía el proceso revolucionario y que algunos vemos que se está perdiendo y está siendo sustituida por una burocratización, en la que hay un exceso de monólogo.
Si el disentimiento y la crítica no tienen una expresión, que además tenga utilidad, ¿usted cree que la figura del presidente Chávez va a permanecer incólume frente a los procesos políticos y sociales que se están dando?
Si en el seminario hablamos de hiperliderazgo es porque creemos que esa forma de ejercer el poder debilita al Presidente.
Estamos absolutamente convencidos de que la figura del Presidente es indispensable al día de hoy en la marcha de este proceso. De ahí mi enfado con aquellos que se acomodan a ese liderazgo, algo que me recuerda mucho a los extras de las películas, que se tapan el rostro para poder salir en más escenas. Son personas que se escudan en el portaviones Chávez para ellos no recibir ningún tipo de daño. Pero al final, como decía Fidel Castro, el presidente Chávez no puede ser el alcalde de todos los pueblos de Venezuela. Eso, por un lado, lo refuerza para tener el máximo poder, pero por otro lo deja absolutamente vulnerable.
En Cuba se demostró que hubo continuidad del sistema político a pesar del hiperliderazgo de Fidel Castro. Si aquí ocurriera algo similar, ¿qué pasaría?
Cuando el Presidente decide impulsar al Psuv, creo que hace una reflexión muy honesta y muy sincera que es precisamente esta: si yo falto este proceso se cae. Creo que el impulso de un partido de la revolución tenía esa angustia. La necesidad de blindar un proceso que es la garantía de que las mayorías de este país tengan esperanza, en caso de que el Presidente faltara. Creo que hay mucho por hacer. Hace unos cuantos años dije que el mayor éxito del presidente Chávez será cuando haya 100 personas que lo puedan sustituir sin ningún tipo de quiebra. Ojalá de esas 100 personas, 80 sean mujeres. Creo que es una asignatura pendiente. En 10 años, la revolución no ha hecho una escuela de formación ni de cuadros del partido ni de funcionarios del Gobierno.
¿El Centro Internacional Miranda no es eso?
No funciona como tal, tampoco ha tenido los recursos para hacerlo.
Formamos una cohorte, luego esa cohorte se mantuvo en la Escuela Venezolana de Planificación, pero con la rotación enorme que hay con los cuadros ministeriales en Venezuela, no hay continuidad al respecto.
Hay funcionarios que pasan de un ministerio a otro y se llevan consigo a un grupo de burócratas que los siguen fielmente como si se tratase de un ejército personal.
Esa es una señal de debilidad del Estado. Por otra parte hay ministros que llevan tanto tiempo en el Gobierno, que creen que el ministerio les pertenece, hasta el punto que cuando son relegados, exigen a quienes ellos creen que son sus fichas, que renuncien. Incluso cuando regresan, aquellos que no abandonaron el barco los han botado. No tiene sentido que en un mismo gobierno, un cambio de ministro implique la salida de 200 personas. Eso supone una discontinuidad que no se la podría permitir un país rico y yo me pregunto, ¿se lo puede permitir Venezuela? Toda transformación política supone una reinvención de la función pública. Es decir, salir del cuadro funcionarial del antiguo régimen y sentar las bases de un nuevo cuerpo funcionarial que sea leal con las nuevas formas constitucionales y la nueva lógica política. En Venezuela eso está pendiente.
Con la urgencia se implementaron las misiones, pero llega un momento en que las institucionalizas o se desploman, porque la mística no funciona de una manera permanente.
El partido se confunde con el Estado, con la sociedad, con las misiones, con los consejos comunales. ¿No es el cáncer que llevó a la tumba al socialismo del siglo XX?
Eduardo Galeano, que no pudo venir, me escribió hace un par de días felicitándonos por el seminario y el tono crítico del mismo. Recordándonos, además, que repetir el pasado sería el fin de la revolución bolivariana. Y que actos como el que organizamos en el CIM es una señal de que estamos aprendiendo de los errores. Venezuela no era un país que destacaba por sus movimientos sociales. No había un sistema de partidos políticos que permitiera articular a sectores críticos. Por lo tanto, las respuestas para cancelar la enorme deuda social tuvieron que impulsarse desde arriba. Pero no hay socialismo si no hay socialistas. Igual que no hay cooperativismo si no hay cooperativas. Ahora mismo, la revolución está en una encrucijada para no repetir los errores, por ejemplo, del PRI.
No nos vayamos a la URSS sino a un referente más cercano. El PRI (México) seguía llamándose Partido Revolucionario Institucional y desde arriba construyó sindicatos, organizaciones, redes sociales, pero que en el fondo eran todas formas burocráticas de control.
¿No le da miedo coincidir con Vargas Llosa, que caracterizó al PRI como la dictadura perfecta?
Venezuela puede aprender de esos errores y no repetirlos.
Por eso la crítica debe estar, ahora mismo, en el corazón del proceso.
REGISTRO VERBAL
Juan Carlos Monedero, en algo más de seis años, ha estudiado lo que en teoría marxista podría denominarse como la formación histórica y social de Venezuela. Al identificar las pulsiones que moldean el carácter del país, Monedero habla de «cinco fantasmas que siempre han revoloteado en su historia». En parte, la V República los «ha solventado parcialmente, porque siempre están ahí, dispuestos a regresar y todos confluyen en la figura histórica de un líder necesario». Por eso, el tema del liderazgo refiere a un nudo central de la democracia venezolana. Y eso es algo que se debería tener muy en cuenta.
El primer fantasma. La mentalidad rentista: que, de alguna manera, «hace descansar en la figura del líder la solución de todos los problemas». La imagen más acabada la transmitió el canal
8, «la señora que con un niño en brazos, decía: con Chávez, por fin, me ha caído mi chorrito de petróleo». Ese liderazgo, así entendido, infantiliza y por tanto no permite que el pueblo sea corresponsable de la marcha de su destino.
El segundo fantasma. El centralismo. «Es cierto que la descentralización se utilizó como palanca de penetración del neoliberalismo, pero centralizar todo en una persona es problemático.
Aquello que decía Robespierre, Rosa Luxemburgo y Trosky. El partido sustituye a la sociedad, el comité central al partido y el secretario general al comité central».
El tercer fantasma. El militarismo. «Con la unión cívico militar se ha dado un salto de gigante. Que en vez de fotos del presidente de Estados Unidos haya fotos del Che Guevara en los cuarteles es una esperanza. Pero el
militarismo vuelve a recurrir a la idea del comandante en jefe, que de alguna manera es quien solventa ese problema».
El cuarto fantasma. El clientelismo partidista, que de algún modo regresa: «ayer era adeco y hoy es del Psuv. Es un tremendo error. Los burócratas de la revolución creen que alguien les ha dado la orden de que si no se está afiliado al Psuv no se tiene el acceso a la ciudadanía. De ahí surge la idea, por ejemplo, de que consejos comunales y Psuv es lo mismo».
El quinto fantasma. Corrupción e ineficiencia. «Dos caras de la misma moneda. Es la ausencia de Estado. De hecho, Venezuela es el único país de América Latina que no tiene un Instituto Nacional de Administración Pública. Las cosas que tienen que ver con la administración pública están en una esquina del Ministerio de Planificación».