1. Chávez, Simón Rodríguez y Napoleón Bonaparte Hugo Chávez se ha puesto a la cabeza de la Revolución Mundial al definir como una necesidad teórica-práctica mundial la «invención del socialismo del siglo XXI», es decir un socialismo «ambientado al nuevo siglo». Con este pronunciamiento el Presidente venezolano trasciende el Proyecto Histórico del Libertador y se […]
1. Chávez, Simón Rodríguez y Napoleón Bonaparte
Hugo Chávez se ha puesto a la cabeza de la Revolución Mundial al definir como una necesidad teórica-práctica mundial la «invención del socialismo del siglo XXI», es decir un socialismo «ambientado al nuevo siglo». Con este pronunciamiento el Presidente venezolano trasciende el Proyecto Histórico del Libertador y se acerca al Proyecto Histórico mundial de su maestro: Simón Rodríguez.
El carácter de clase del proyecto de Simón Bolívar reflejaba la programática más avanzada de la burguesía europea progresista, proyectada con un alcance subcontinental y configurada, como destacaba Andrés Bello en su momento y como decía el Partido Comunista Colombiano en 1980, «con las esencias de la América en marcha». Se trataba de la liberación anticolonial de América Latina y del Caribe y la integración de sus fragmentos liberados en una gran república progresista.
Simón Rodríguez compartía ese proyecto de transición regional-anticolonial, pero le agregaba una dimensión universal y estratégica: la liberación de la humanidad a través del socialismo. El proyecto burgués regional era el único posible en su momento, mientras que el proyecto socialista era utópico, es decir irrealizable. Hoy día, las dos dimensiones coinciden en el Nuevo Proyecto Histórico (NPH) del Bloque Regional de Poder Latinoamericano (BRPL) y del «Socialismo del Siglo XXI».
Realidad virtual estratégica y realidad presente como status quo y potencial, coinciden. Doscientos años después de Don Simón Rodríguez, el Angelus Novus de la historia finalmente logra plegar sus alas para detenerse ante la tragedia de la humanidad e intervenir en remedio de las víctimas de la civilización del capital, y, en particular, del «pequeño genero humano» latinoamericano.
En este gran drama histórico, Hugo Chávez no solo trasciende el alcance geopolítico de la praxis de liberación de Simón Bolívar, sino actúa, objetivamente —en otro proyecto de clase y con otros medios— a semejanza de Napoleón Bonaparte. Bonaparte era el «gerente del espíritu mundial» decía el genio filosófico de G.W.F. Hegel. Pero en su lenguaje teologizante, «espíritu mundial» era un código para «burguesía mundial» y en este sentido, el francés no era más que el Comandante en Jefe de los intereses conjuntos de las nacientes burguesías del mundo.
Bonaparte figuraba como la espada regional de la burguesía francesa en el centro de poder del sistema mundial de su tiempo, Europa Central. Fue por ese entorno que trascendió el papel nacional-regional francés-europeo para convertirse en espada de la burguesía mundial en su lucha global contra todos los sistemas de producción precapitalistas.
Chávez ha sido, hasta ahora, la espada regional de la liberación anti–monroeista de la América Meridional. Pero, con su pronunciamiento a favor de la construcción del «socialismo del siglo XXI», su Nuevo Proyecto Histórico asume la dimensión del de Simón Rodríguez, de la liberación de la humanidad desde la perspectiva de una sociedad sin clases, es decir, de una democracia real-participativa postcapitalista. El «espíritu mundial» deja de ser, por lo tanto, burgués y en una hermosa aurora se convierte en sujeto autodeterminado de la sociedad postburguesa.
2. Chávez y Marx
Dentro del sangriento caos de la disolución feudal nacieron los jacobinos franceses. Y mientras cortaron las cabezas de la nobleza con el invento «humanizador» del Doctor Guillotine, le pusieron una cabeza propia al movimiento antiglobalizador-feudal de su tiempo: Libertad, Fraternidad, Igualdad. De esta manera salió de las tinieblas del génesis un sol orientador que se convirtió en centro de gravedad del nuevo orden social burgués; que reorganizaba todos los elementos del antiguo régimen y los elementos emergentes en una nueva civilización: la democracia burguesa-capitalista. Napoleón fue su primer ejecutor.
Apenas sesenta años después, los excluidos del nuevo orden burgués encargaron a Karl Marx y Friedrich Engels la elaboración de una nueva teoría para la humanidad que fuera capaz de iluminar el camino hacia una sociedad sino oprimidos, ni opresores. Nació el nuevo sol de la emancipación, el «Manifiesto Comunista», la cabeza teórica de un torso de miles de millones que sin los «ojos de la razón» (Hegel), la teoría científica-crítica, no tenían esperanzas de subvertir e invertir al perverso mundo del capital. Lenin fue su primer ejecutor.
Con la muerte de Lenin, el sol de Marx y Engels entró tempranamente al atardecer. Con Stalin se apagó y sus sucesores no supieron encontrar el nuevo camino en la oscuridad. Sin los «ojos de la razón», los líderes de la Unión Soviética erraron el camino. La grandiosa obra, hecho con el esfuerzo sobrehumano de un grandioso pueblo, colapsó ignominiosamente. La humanidad oprimida volvió a ser torso, sin cabeza teórica ni práctica para la ofensiva final.
La larga noche de la teoría revolucionaria antiburguesa duró tres lustros hasta que el revolucionario Hugo Chávez la rehabilitó públicamente y le devolvió su status emancipador, no solo en defensa de la humanidad, sino en pro de su liberación definitiva. Es en ese sentido que se justifica la frase, «La Revolución Mundial pasa por Hugo Chávez».