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La revolución persigue a sus herejes

Fuentes: Poder 360°

El corazón intelectual del socialismo del siglo XXI discutió en público las debilidades del proceso chavista. La crítica puso en jaque al Centro Internacional Miranda, el think tank del gobierno, contra el que parece imponerse la vieja práctica de matar al mensajero.

Las oficinas del Centro Internacional Miranda están en el pent house del edifico Anauco Suites, un hotel de espacios desgastados que pertenecía a la cadena Hilton. Y no se trata de un emplazamiento casual. «Aquí se ha concentrado a un núcleo importante de la materia gris venezolana, ha venido gente muy cercana al Presidente», explica Juan Carlos Monedero, un profesor español que funge como anfitrión de los amplios y silenciosos salones del piso 20, frecuentemente visitado desde 2005 por un grupo de intelectuales locales y foráneos que simpatizan con el proceso liderado por Hugo Chávez. Solían ser los invitados VIP del gobierno, los consentidos, los encumbrados, hasta junio de este año, cuando un foro convocado -aparentemente- para la libre discusión de ideas, los llevó al paredón de la crítica oficial.

«Intelectuales, democracia y socialismo», fue el nombre del encuentro que abrió la controversia. Tres palabras que no parecen invocar delito alguno, pero suficientes para levantar una polvareda de comentarios y sospechas. La razón fue simple: los 30 ponentes invitados, precisamente los miembros del centro más cercanos y fieles, estaban allí para pensar de manera crítica y desmenuzar los errores en los que, durante diez años, ha incurrido la revolución bolivariana. Nombres importados como Michael Lebowitz, Marta Harnecker, Eva Golinger y Juan Carlos Monedero, y venezolanos como Luis Brito García, Vladimir Acosta o Víctor Álvarez pusieron en evidencia las coordenadas donde se localiza el epicentro del pensamiento crítico chavista.

En honor a la verdad, los cuestionamientos que se oyeron no sorprenderían a ningún venezolano acostumbrado a vivir en la sociedad petrolera del último siglo. La mayoría se quejó de que dentro y fuera del gobierno socialista persista la cultura rentista, el clientelismo, la burocracia, el centralismo y la corrupción; muchos se opusieron al partido único, pero quizás el verdadero pecado, aquello que más conmoción causó, fue la intención de alertar sobre el peligro que representa el «hiperliderazgo» del Presidente.

El dueño de esa frase fue Juan Carlos Monedero, un profesor de la Universidad Complutense de Madrid que llegó a Venezuela invitado por Chávez en el año 2005. «Yo era asesor del coordinador general de Izquierda Unida en España, Gaspar Llamazares, cuando ocurrió el golpe de estado de 2002. El partido condenó los acontecimientos y se generó un acercamiento con este proceso, porque, la verdad, antes Venezuela no nos interesaba tanto.»

Monedero conoció a Chávez en Madrid, justo cuando dejó de trabajar con IU. Y admite que se acercó al mandatario cuando se enteró de quiénes eran sus enemigos. «Inicialmente era antichavista, pero al ver que sindicatos corruptos, la patronal, el Vaticano y Estados Unidos se aliaron contra él, supuse que Chávez debía ser alguien interesante. Fue allí cuando me ofrecieron venir a asesorarlo y descubrí que Venezuela es una trinchera, tienes que ponerte en uno u otro lado».

No fue Monedero el único que criticó durante aquel foro del 2 y 3 de junio que aquí «una persona lleva el país ella sola». También el historiador Vladimir Acosta, un hombre que ha dado un respaldo total al proceso, cuestionó que «un dirigente (chavista) no se atreva a pronunciarse por nada antes de que Chávez lo haga» y sugirió la necesidad de que exista una dirección colectiva, un equipo, «para que no sea sólo el Presidente el que opine». Y entre otras muchas reflexiones, hasta el título de la presentación de Marta Harnecker, la chilena que defiende los procesos castrista y chavista en todas las esquinas del continente, advertía que «el Estado debe facilitar y no suplantar el poder popular».

Para muchos fue una sorpresa que el Centro Internacional Miranda organizara un encuentro crítico para evaluar las luces y las sombras del proceso revolucionario, así que desde ese día, sus directivos se instalaron en el centro del debate nacional de prensa, radio y televisión. Hasta el canciller Nicolás Maduro entró en la polémica y cuestionó el flaco favor que, supuestamente, habían hecho a la revolución.

Luis Bonilla, director del centro, lo advirtió en sus palabras de bienvenida de aquel día: «el presidente Chávez concibió este espacio como de reflexión y debate, hoy hacemos honor a lo que ha sido una tarea pendiente del centro». Pero no logró contener las aguas.

La condena

«Es cierto que ha habido gente del Partido Socialista Unido de Venezuela o sectores de pensamiento como «El grano de maíz» -la columna de opinión del diario Vea- que dispararon duro contra el Centro», apunta Monedero, profesor a quien Bonilla agradeció su «papel destacado» en la organización del encuentro.

Precisamente, la crítica que más irritó a Monedero vino justamente del rotativo oficialista: «Fabrican encuentros de intelectuales cuyos pronunciamientos son confusos, dejando traslucir un cierto resquemor por el liderazgo de Chávez, que ellos denominan «hiperliderazgo». Sin duda, son chavistas sin Chávez, pero avergonzados de salir a la luz del día», publicó Vea el 23 de junio de 2009 en la columna por la que se expresa un grupo liderado por Antonio Aponte.

Al día siguiente Eleazar Díaz Rangel, director del diario Últimas Noticias, publicaba una carta que a su vez le envió Marta Harnecker, quien parecía ofendida por la reacción de algunos chavistas. En ella citó a Fidel Castro, para quien, según dice conocer, la crítica abierta es fundamental. «Nosotros confiábamos en la crítica y en la autocrítica, sí. Pero eso casi se ha fosilizado, porque las críticas suelen ser en el seno de un grupito; nunca se acude a la crítica amplia, la crítica en un teatro por ejemplo», le habría dicho Castro en alguna oportunidad.

Harnecker intentaba ir directo al fondo del problema. Y es que la molestia de los chavistas era que los comentarios se hubieran hecho en público. Aquello fue lo que llevó a denunciar a los directivos del Centro Internacional Miranda como contrarios a los intereses del proceso. Quizá el error fue permitir que al último piso del Anauco Suites llegaran ese día las cámaras de Venezolana de Televisión y el Canal I. Además, todos los discursos se incluyeron en el primer ejemplar de una revista de 315 páginas que editó el Centro y bautizó con el nombre de Comuna.

Monedero insiste que el debate debe ser abierto, porque el pueblo nota cuando algo no funciona. Pero parece haber perdido cierta inocencia. Ahora reconoce que cuestionar el «hiperliderazgo» del Presidente en televisión fue el equivalente a una herejía. Y está dispuesto a recibir castigo.

«Fue una constante del estalinismo ejecutar públicamente a los que establecían críticas, para que las personas sin ideas y sin propuestas pudieran presentarse como firmes defensoras del proceso. Si esta revolución se ha calificado de ‘bonita’, es porque superaba esos cuellos de botella propios del estalinismo. Estoy convencido de que el PSUV tiene la reflexión ideológica como una tarea pendiente, y es por eso que existe el riesgo de que personas con pocas ideas pretendan sustituir esa reflexión por el ajusticiamiento de los herejes. Así que esta revolución va a seguir siendo ‘bonita’ en la medida en que no pretenda sustituir la crítica por la ejecución contra aquel que se salga de cualquier línea oficial», advirtió.

Línea directa

Fue el propio Presidente el que le puso nombre al Centro Internacional Miranda, y es él quien designa y remueve a los directores. Así lo asomó Luis Bonilla, su máximo vocero, en una entrevista publicada en la página web chavista aporrea.org. «Chávez ha hecho un esfuerzo significativo por reivindicar el pensamiento de Miranda porque para él es el venezolano más universal que estuvo en tres revoluciones: la americana, la francesa y la norteamericana. «Por eso le pareció importante que un centro que tenía como eje la colaboración internacional tuviera ese apellido».

Esa fue la orden que recibió Haiman El Troudi, quien trabajaba como secretario de Chávez en su despacho cuando en marzo de 2005 instaló el Centro. La idea central era reunir allí a todos los intelectuales de izquierda que venían a Venezuela atraídos por las simpatías que les causaba el proceso. El Troudi comenzó en ese mismo instante a buscar aliados para desarrollar el pensamiento socialista de la revolución. Un año después Chávez lo nombró ministro de Planificación, el máximo cargo económico del gobierno.

«Entre 2004 y 2005 el equipo que diseñó el centro estaba trabajando en Miraflores. Desde allí empezamos a presentar insumos de lo que debía ser el socialismo del siglo XXI -el término que Chávez había presentado al mundo en el Foro de Porto Alegre de 2005 y, a partir de entonces, su principal mensaje electoral-. Chávez es una esponja, así que también iba madurando algunas ideas en torno a ese concepto. Y llegó a la conclusión de que hay un elemento central para resolver los problemas de desigualdad de América Latina: hay que acabar con el capitalismo», explicó Monedero.

El Centro Internacional Miranda involucró, según Bonilla, a más de 600 intelectuales de todo el mundo. Monedero asegura que Eduardo Galeano, Noam Chomsky y Claudio Katz se mantienen en contacto e incluso apoyaron el último foro. «Sí, claro que hemos sido un think tank del gobierno, y por eso nos sentimos en la obligación de dar alertas tempranas. La propia derecha nos ha llamado el IESA de la izquierda y, la verdad, aunque el Presidente oye muchas voces, puedo asegurar que una de las que atiende es ésta», dice y sonríe.

Monedero hizo su tesis doctoral en Alemania con el propósito de evaluar por qué fracasó allí el socialismo, así que asegura sin cortapisas que el modelo debe construirse desde la superación de los errores del siglo XX y la crítica al autoritarismo soviético, chino y de los países del Este.

Niega además en forma tajante cualquier vinculación del Centro y del término socialismo del siglo XXI, con el intelectual alemán Heinz Dieterich, quien escribió un libro con ese título, pero hoy advierte sobre los problemas que enfrentará el proceso chavista. «Dieterich es un oportunista, jamás se dejó caer por el centro y redactó ese libro en 2003. Después lo reeditó en 2005 con un capítulo nuevo, en el que cae en el culto a la personalidad, cuando llegó a comparar a Chávez con Jesucristo y con Bolívar. Además le cambió el título, pero de allí a pretender por ello que ha inventado una cosa que moviliza a millones de seres humanos, me parece una arrogancia que sólo se le pudo ocurrir a un alemán».

Como académico, Monedero asegura que autores soviéticos ya hablaron del socialismo del siglo XXI, y menciona la compilación de Robin Blackburn, recogida en el libro Después de la caída, como un buen documento para leer sobre estas reflexiones. Pero, en síntesis ¿qué hay que aprender? «Pues la clave está simplemente en asumir que el socialismo no puede ser autoritario, no puede hacer muros para que el pueblo no salga, no puede basarse en un partido único, no puede confundirse con la estatización de la economía», apunta.

El diagnóstico

Monedero respira hondo y toma un minuto antes de responder a la pregunta de cómo avanza el proceso socialista en Venezuela. «Hablando en rigor, lo que se está haciendo es intentando sentar las bases para la transición al socialismo. Pero en Venezuela no hay socialismo. Muy al contrario, en estos 10 años ha aumentado incluso la proporción privada en la riqueza nacional. Aquí hay más capitalismo que hace 10 años en términos cuantitativos.

Víctor Álvarez, ex ministro y miembro del Centro, también criticó con dureza en el famoso foro que la economía venezolana se haya hecho más privada. Lo hizo con cifras, porque según él, el peso del sector privado en la generación del PIB aumentó de 64,7% en 1998 a 70,9% en 2008. Entretanto, los números del centro indican que la economía social pasó de 0,5% a representar 1,6% del PIB. «Un porcentaje ridículo», apunta Monedero.

¿Y qué pasó con el esfuerzo gubernamental por crear cooperativas, para dar inicio a un nuevo modelo? ¿Es posible que, en esta transición al socialismo, el Estado haya caído en la tentación de asumir el control total de las empresas? «Es un riesgo», dice. Pero para Juan Carlos Monedero, confundir el socialismo con el capitalismo de Estado es un error, porque no emancipa a los trabajadores, simplemente cambian de patrono. «Es verdad, que ese capitalismo de Estado puede permitir una redistribución de la renta que no logra el capitalismo a secas, pero eso no es el socialismo».

Un comercial que vio en la televisora estatal VTV le deja claro a Monedero que las cosas no van por buen camino. Dice que salía una mujer de piel oscura con un niño en brazos que decía: «con Chávez, por primera vez, me ha caído mi chorrito de petróleo». No le gusta el patrón, pero comprende que con tantos procesos electorales y una oposición acosando al gobierno, no había más remedio. Chávez, en estos años, no pudo romper con la lógica rentista, y el venezolano tampoco ha dejado de esperar que el Estado haga algo por él. «La quinta república ha caído en problemas de clientelismo», reconoce. Y asegura que el partido también tiene la culpa «porque no hay un Estado que trabaja sobre la ética pública, sino sobre intereses particulares». Así las cosas, tiene lógica el cartel que pende desde una de las paredes del centro: «El socialismo no cae del cielo».

«Es verdad que hay gente dentro del gobierno que promueve el capitalismo de Estado. Es lo que hacen columnas como «El grano de maíz». Lo que sucede es que ese modelo instaura una ausencia de debate interno, un monopolio estatal de las principales empresas y un centralismo democrático. Creo que todo eso deriva hacia el autoritarismo».

Una visita al IESA

«A mí no me gusta hablar de nadie si no es frente a frente», dice el economista Pedro Palma, en el hilo telefónico. Se transa entonces por repetir lo que le dijo a Juan Carlos Monedero hace un par de semanas en una conferencia que éste aceptó dictar en el IESA, una de las escuelas de negocios más reputadas del país. «Le dije que teníamos muchos más puntos de coincidencia de los que él cree y celebré que encuentros como ese se realicen».

Miguel Ángel Santos fue el economista que lo invitó al instituto. La idea surgió de un inesperado encuentro de ambos en el café Arábica, al este de la ciudad, y la visita atrajo a toda la directiva de la escuela, así como a economistas de renombre como Asdrúbal Baptista, Pavel Gómez y Rosa Amelia González. «Me siento como una monja en un prostíbulo», habría dicho Monedero al llegar al working lounge.

«Juan Carlos ha dicho en el IESA muchas cosas interesantes», escribiría Santos luego de la conferencia. «Ha hecho énfasis en la falta de institucionalidad del Estado, de los políticos, los empresarios y la ciudadanía. En mi opinión, esa falta de institucionalidad le causó estragos a aquellos y se la causará también a estos. No distingue ideologías. Por otro lado, no hay nada en éstos diez años que revele algún esfuerzo u orientación por reforzar las instituciones».

De todas maneras, hay una brecha entre el Centro Internacional Miranda y el IESA. Para el primero, el capitalismo no es una alternativa. Pero a Santos le parece irresponsable arrastrar a una sociedad entera por una calle que nadie sabe a dónde conduce.
También del otro lado, los columnistas de «El Grano de Maíz» le reclamaron a los miembros del Centro (mencionaron en particular a Víctor Álvarez) su cuota de responsabilidad. «El Centro y estos políticos hasta ayer fueron impulsores de empresas de producción social, del híbrido capital-socialismo. Ahora aparecen extrañados de las consecuencias económicas de lo que ellos propiciaron», dicen.

En la entrevista, Monedero se sinceró en un detalle. «Ni en mi tesis doctoral, ni en Alemania aprendí lo que en Venezuela. Y me refiero a eso de que los debates teóricos no se pueden separar de las personas concretas que van a gestionar esos modelos. No sería nunca igual la dictadura del proletariado bajo la dirección del Che Guevara que si la dirigen Pedro Morejón y Dario Vivas», dijo.

Todo tiene su final

¿Se acabarán las críticas? Gente aliada al Centro Internacional Miranda pronosticó su cierre. Algunos aseguran que Luis Acuña, el ministro de Educación Superior, dejará de financiar sus actividades, y que la única tabla de salvación la ofreció supuestamente el ministro de Cultura, aunque jamás podrían aspirar a tener el mismo presupuesto.

«Es verdad que este debate generó respuestas de sectores estalinistas, que querían haber acabado con la pluralidad que representamos y buscaban el cierre del Centro, pero al día de hoy no hemos recibido ni siquiera una invitación del Presidente a callarnos la boca», afirma Monedero.

Otros insisten que la carta de Marta Harnecker logró tranquilizar a Chávez, pero más de uno les recomendó mayor prudencia. Para Monedero, la reflexión es urgente y lamenta que la directiva del PSUV los vea con una «mirada perpleja», porque cree que las bases le tienen a esa idea del debate abierto una enorme simpatía. «Las críticas van a seguir mientras estemos aquí, forman parte de nuestro compromiso. ¿Qué clase de asesores seríamos si sólo le dijéramos al Presidente lo que quiere escuchar? Caeríamos en el cuento del rey desnudo».

Fuente: http://www.poder360.com/article_detail.php?id_article=2895#