Es consensual entre nosotros los marxistas que las relaciones que los hombres mantienen entre sí en el los procesos de producción y circulación de los bienes en determinada sociedad son las que condicionan las prácticas políticas y culturales en esta sociedad. Así, una formación social es capitalista en el largo plazo si su economía es […]
Es consensual entre nosotros los marxistas que las relaciones que los hombres mantienen entre sí en el los procesos de producción y circulación de los bienes en determinada sociedad son las que condicionan las prácticas políticas y culturales en esta sociedad. Así, una formación social es capitalista en el largo plazo si su economía es capitalista, o sea, si los bienes son ahí producidos en la cualidad de mercancías y bajo relaciones de producción en la que unos pocos hombres se adueñan del fruto del trabajo de muchos otros hombres a través en una relación institucional productiva de trabajo asalariado, a su vez garantizada por la institución-madre de este sistema de producción: la propiedad privada de los medios de producción. Y, para la manutención de estas instituciones fundamentales, se hace presente una fuerza política represiva con capacidad garantizar la reproductibilidad cotidiana de aquellas instituciones – el estado.
Igual, la cultura dominante en esta sociedad fatalmente será una cultura que haga la legitimación de una – tan mentirosa cuanto absurda – diferencia esencial entre los hombres de modo a sustentar la moralidad de la opresión y da explotación. Ente las instituciones productoras y legitimadoras de la ética da dominación de clase se encuentran, conocemos, la iglesia, la escuela y, hoy, los medios de comunicación social.
Todo eso – tema que necesita ser muy estudiado y profundizado hoy en Venezuela, pero no aquí en una publicación destinada a los temas políticos de emergencia concreta en las luchas de clases – es para decir que Venezuela no es aún un país socialista: su economía no es socialista, su estado no es socialista. En cuanto a la cuestión cultural, los marxistas no seducidos por las especulaciones gramscianas tenemos conciencia, en Marx, que los cambios culturales decisivos solamente pueden ser operados por iniciativas políticas de un proletariado en situación histórica de clase dominante, o sea, por un estado socialista del proletariado como tarea inescapable y esencial en el proceso de construcción de la sociedad comunista. No que no se pueda hoy, aún en la sociedad capitalista, trabajar por el fortalecimiento de manifestaciones y tradiciones culturales libertarias propias del proletariado en una línea de acumulación de fuerzas de este proletariado para la conquista revolucionaria del poder político/implantación de su propio estado encargado, incluso, de aquella transformación cultural general en dirección al comunismo.
Que se tenga muy claro: no se trata de ninguna, absolutamente ninguna, disminución del mérito histórico del bolivarianismo el afirmarse, como lo hacemos, que Venezuela no es un país socialista – aún. Todo lo contrario. Los trabajadores y sus aliados de todo el mundo estamos plenamente convencidos que la epopeya capitaneada por el comandante Hugo Chávez Frías instaló la Venezuela en el punto más alto en el escenario mundial de las luchas del proletariado por su liberación. Aunque – desde una rigurosa conceptualización marxista – sea más adecuado decirse que tenemos en Venezuela un gobierno socialdemócrata radicalizado en un país aún capitalista, es decisivo reconocer, decir y hacer presente en nuestros análisis y en nuestra estrategia, que la lucha heroica de Chávez abrió caminos a la lucha revolucionaria directa del proletariado, antes que nada llamando a este proletariado a que tomara el poder en sus manos. Chávez en nada y para nada fue ‘prudente’ y a nadie pedio permiso para abrir aquellos caminos al proletariado.
Toda la discusión con respecto a las relaciones entre política y economía en la revolución proletaria puede ser pensada en el interior de la histórica polémica revolución x reforma. En Marx la ecuación es clara: en la era de la revolución socialista, el proletariado conquista el poder político a través de un acto revolucionario de destrucción del estado burgués y simultanea instalación de un estado proletario para – a partir de eso – operar la substitución de las instituciones económicas burguesas por instituciones socialistas, lo que significa la estatización inmediata de los grandes medios de producción e distribución, urbanos y rurales, nacionales y multinacionales. La pequeña propiedad tendrá que ser extinta procesualmente. Estas son las líneas centrales de la propuesta marxista, expuesta de manera indiscutible y más directa en su conocido trabajo Crítica al Programa de Gotha, criminalmente ocultado por aquellos que, diciéndose marxistas, adoptan e proponen estrategias gradualistas.
Consideradas, pues, las relaciones generales y sistémicas entre economía y política, a partir de las formulaciones de Marx, frente a las conquistas históricas del proletariado venezolano con la implantación del bolivarianismo, ¿Cómo podremos pensar la aguda coyuntura actual de las luchas de clases en Venezuela? ¿Cómo se expresa esta coyuntura? ¿Cuál su grado de agudización? En términos más concretos y actuales: ¿Cuál es el significado político estratégico de la guerra económica desencadenada por la burguesía en contra el gobierno Maduro?
Hay una lección política de indiscutible actualidad: todos los cambios históricos, en todas las sociedades conocidas, tuvieron su momento más agudo en forma de crisis alimentaria. Así fue con el derrumbe del Imperio Romano, así fue en las revoluciones burguesas más típicas, como en Inglaterra y Francia. Robespierre comenzó a perder el poder – y la cabeza – cuando estableció un control de precios, sin darse cuenta, se puede suponer, de la dimensión de lo que hiciera. Igual, en todas los asaltos revolucionarios de la contemporaneidad, en las victorias y en la derrotas del proletariado, la crisis alimentaria fue el estopín de los desenlaces finales. Así en la Revolución Rusa, así en el golpe fascista en Chile del 1973.
No olvidemos que la burguesía instalada en Venezuela y el imperialismo ya habían desencadenado la guerra económica – sabotaje, especulación, acaparamiento etc. – antes de los comicios municipales del 8D. Significa eso que la estrategia electoral de la derecha ya hace parte de las armas secundarias y auxiliares de su arsenal contra-revolucionario. Significa que la burguesía ya decidió partir para el confronto directo. Es este, creemos, el significado general de la guerra económica burguesa. Sabemos que lo que interesa realmente a la burguesía y al imperialismo no son propiamente los productos de consumo alimentario de los venezolanos. Lo que quieren es el oro negro. Si fuera posible hacer un arreglo – se reduciendo la cuestión ad absurdum, como hacen los matemáticos, para efecto de raciocinio – en el que la burguesía en Venezuela daría todo sus bienes en cambio del petróleo esta sería una propuesta acatada de pronto por la derecha.
Obviamente que se tiene que adoptar reglamentos de emergencia – como por ejemplo la propuesta de la ALEM-Cifo de estatización del comercio exterior – y medidas judiciales y policiales en contra el saboteo económico. Pero seguro no es esta la cuestión que emerge como decisiva en escenario actual de la lucha revolucionaria en Venezuela. Para quitarle a la burguesía el arma del saboteo económico no es suficiente la punición puntual. Y muchísimo menos campañas de publicidad aconsejando al pueblo que compre solamente el necesario. De otro lado, no se puede acudir con soluciones de largo plazo a un problema de corto plazo, o sea, la propuesta de un gran plan de industrialización como respuesta a la guerra económica es un equívoco que desconoce da dimensión, el significado y, principalmente, la naturaleza política contra-revolucionaria de esta guerra.
Hay, por lo tanto, que desarmar a la burguesía. Concretamente, hay que estatizar la industria – agroindustria incluso – en Venezuela. Vivimos un momento en el que la economía se vuelve guerra. Esta estatización asume el carácter objetivo de una acción militar. A su vez, el factor militar es «la continuación de la política por otros medios». Aquí se impone una pregunta capital: ¿Quién puede y está dispuesto a llevar hasta sus últimas consecuencias la estatización atendiendo a su vocación histórica?
Respuesta: el proletariado. En política revolucionaria una línea de acción solamente es correcta si en presencia de las bases materiales de su ejecución. No, eso no es una obviedad. En realidad, constituye el parámetro que separa una acción política materialista, marxista, de las aventuras voluntaristas bien típicas de las propuestas pequeño-burguesas. Si hoy, ahora, proponemos que el poder en Venezuela pase a manos del proletariado es porque los trabajadores venezolanos ya construyeran los instrumentos de ejercicio directo de este poder: los consejos obreros ya comunales.
Es llegado, pues, el momento histórico. Cualquier aplazamiento resultará fatalmente en una igual histórica derrota de los trabajadores venezolanos y de toda Latinoamérica. La lucha de clases impone hoy, por lo tanto, como impostergable una única y sola consigna:
¡Todo poder al proletariado!
*Mlitante del Movimento Marxista 5 de Maio-MM5/Brasil