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La segunda vuelta y la renovación democrática en Brasil

Fuentes: Carta Maior

Traducido del portugués para Rebelión por Marga Durán

El resultado de la primera vuelta indica que toda nuestra militancia política, del PT y de todos los partidos aliados, tendrá, tendremos que luchar para garantizar la continuidad de la revolución democrática en la evolución de Brasil, eligiendo a Dilma contra Serra. El Gobierno de Lula puso en marcha esa revolución, después de las elecciones del 2002. Hasta ahora no ha sido un proceso sencillo. Tampoco lo será en adelante. Sin embargo es una revolución inédita en Brasil pero que si sigue adelante puede asegurar la construcción de una nación, no sólo poderosa económicamente, como ya lo somos, sino también y sobre todo, una nación justa, que modifique nuestras tradicionales estructuras dirigidas a la concentración de la renta y a la desigualdad, todavía de una de las mayores del mundo. Una nación que democráticamente incorpore en profundidad la presencia del pueblo brasileño, que piense en él, que piense en el desarrollo siempre en razón de la mayoría y no dirigido a atender los intereses de una minoría. Por todo esto, será esencial que nos pongamos todos en juego, insistiendo en la importancia de llevar adelante la revolución.

Esa revolución, que será larga, ya quebró algunos paradigmas. El primero de ellos, quizá, el de imaginar el glorioso día de la revolución, como muchos de nosotros imaginamos que debería acontecer, el día en el que se establecería el paraíso, y las antiguas estructuras se desmoronaran como por encanto. No pensábamos a largo plazo. No pensábamos como Gramsci en la guerra de posición. Imaginábamos siempre la guerra de movimiento, la conquista del Palacio de Invierno. Abogábamos, muchos de nosotros, por el corte abrupto, súbito, la toma del poder, la dictadura del proletariado, y entonces, todo se haría, con violencia, si fuera el caso, y sin democracia. Bajo la democracia, entonces llamada burguesa, no sería posible promover transformaciones en la vida del pueblo.

El gobierno de Lula probó lo contrario. La guerra de posición, si me permiten la metáfora, fue caminando y promoviendo conquistas extraordinarias. Y esas conquistas tuvieron siempre en cuenta las necesidades, los derechos de nuestro pueblo más pobre. Después de Vargas, este fue el primer gobierno que pensaba nuevamente en el pueblo brasileño más pobre, y el gobierno de Lula, para ser verdadero fue mucho más amplio en el esfuerzo de garantizar la presencia del pueblo brasileño y, se insistía, en el pueblo más pobre, en la dinámica del desarrollo del país, en Celso Furtado, que siempre es bueno recordar a los grandes pensadores, y Celso es uno de los mejores. Aquí, la revolución democrática derrotaba a otro paradigma – el paradigma tecnócrata y con origen en las clases dominantes, de que primero era necesario crecer para después distribuir la renta.

No seamos injustos, Vargas pensó en un proyecto de nación y desarrolló económicamente el país a base de la idea de la inclusión de los trabajadores urbanos, y no sería justo decir, a la FHC, que toda aquella experiencia debería negarse bajo el rótulo simplista del populismo. El gobierno Lula, no lejos de la revolución democrática, fue mucho más lejos, y por eso incorporó a la vida, a la ciudadanía aproximadamente a tres millones de personas, retiradas de la miseria absoluta, retiradas de la condición del no ser. Incorporó con medidas públicas atrevidas, enfrentando el apetito de la gran burguesía, de las clases dominantes, y hasta los preconceptos del izquierdismo infantil que no acepta la mejoría de las condiciones de vida del pueblo sino por el proceso de corte abrupto, como si ese corte fuese posible en las condiciones brasileñas. Y mientras eso no se hace, esa izquierda permanece inmovilizada. La idea, tan acariciada por la izquierda, de la creación de un mercado de masas se concretó con el gobierno de Lula, con la revolución democrática en marcha.

Claro que esas transformaciones, efectuadas por las políticas públicas en marcha, que van desde la Bolsa Familia a la recuperación del salario mínimo y pasan por la Luz para Todos, por el Pronaf, por el Prouni, por recordar algunos aspectos de esas políticas, que se hicieron a base de la extraordinaria valentía y determinación del presidente Lula, y también de su fantástica capacidad de negociación. Y Lula, aquí, rompía otro paradigma nuestro, de la izquierda: el de que todo se conquista por la confrontación. Lula lo aprendió, en la vida sindical y después llevó esa enseñanza a la política, que siempre es mejor una buena negociación que una huelga. Que la huelga por la huelga no interesa. En la política, nunca perdió el rumbo, nunca dejo de mirar hacia los más pobres, en ningún momento. Pero supo dar un paso adelante, dos atrás, después tres adelante, teniendo como objetivo la mejoría de las condiciones de vida de nuestro pueblo.

El gobierno de Lula tuvo la valentía de colocar en la agenda política brasileña las cuestiones de la lucha por la igualdad racial, por la emancipación femenina, por los derechos humanos y por un medio ambiente equilibrado, temas queridos por una izquierda renovada y democrática. Temas de la revolución democrática. Recientemente, los derechos humanos, protegidos en el Plan Nacional de Derechos 3, sufrieron un bombardeo por parte de los sectores conservadores, como si ese plan fuera una iniciativa del gobierno, y no el resultado de una amplia y democrática conferencia nacional. Y hablando de eso, otro asunto en la agenda la agenda política por el gobierno de Lula fue la participación popular. Contribuyó decisivamente a la realización de conferencias nacionales que movilizaron a millones de personas y que contribuyen decisivamente para la elaboración de las políticas públicas del gobierno. En la democracia actual, se reclama el crecimiento de la participación directa. Ya no es posible pensar sólo en su carácter representativo.

Cuando hablo de la capacidad de negociación del Presidente Lula, no desconozco su osadía cuando es necesaria. Todos esos temas no son fáciles de presentar a la sociedad. Por ejemplo, cuando Lula va a una conferencia del LGBT, no sólo legitima el derecho a la diversidad sino que se enfrenta al pensamiento conservador, que todavía tiene fuerza en nuestra sociedad., Lula, aunque no ha tenido una formación clásica de izquierda, a lo largo de la vida y del gobierno, fue asumiendo posiciones de la izquierda contemporánea, tomando actitudes propias de una izquierda renovada. Ha sido durante el gobierno un extraordinario dirigente de la revolución democrática en curso, que ha enorgullecido a todos nosotros. Sobre todo porque, insisto, en ningún momento vaciló en la relación a la prioridad de las políticas públicas que deberían estar dirigidas, como lo estuvieron, a la mejoría de las condiciones de vida del pueblo brasileño.

Ese no es, como se sabe, como ya dije, un camino fácil. Llegar hasta ello exigió mucha lucha. Confieso que alimenté ilusiones de tener un debate de buen nivel sobre Brasil en esas elecciones. Especialmente porque miraba al pasado de Serra, e imaginaba que él intentase ser digno de ese pasado. Pienso en el pasado de la resistencia a la dictadura y de su papel como ex -presidente de la UNE. Hasta en su capacidad de formación intelectual. Me engañé. Serra asumió en  primer lugar posiciones propias de la extrema derecha, lamentablemente. Y escondió su programa neoliberal, como lo escondió el mismo Fernando Enrique Cardoso. Prefirió ser un udenista tardío, un Lacerda del nuevo milenio. Lacerda fue la tragedia, Serra será la triste, melancólica farsa.

Quién sabe, si en la segunda vuelta consiga establecer un debate de mejor nivel. Los medios de comunicación hegemónicos, otra vez, aquellos de las tres familias, o de las pocas, reducidas familias, han hecho lo que podía y lo que no podían para desacreditar a Dilma Rousseff, para presentarla como una candidata sin condiciones, intentando siempre envolverla en escándalos. Dilma creció durante la campaña, desarrolló su capacidad de argumentación, se enfrentó bien a su principal adversario. Presentó el programa de la revolución democrática, basada en lo que realizó el gobierno de Lula. Ahora hay que enfrentar la segunda vuelta con mucha firmeza. En dos elecciones demostramos nuestra capacidad. Y vamos también a demostrarla en las de este año.

La segunda vuelta permitirá una discusión más profunda del proyecto. Debemos decir que la revolución democrática debe caminar más. Siempre y siempre con base en la democracia, en la participación, cada vez más consciente de nuestro pueblo y no solamente en las elecciones pasadas, sino también en estas, siempre. Insistir en que nuestro proyecto pretende garantizar más y más, la distribución de la renta. Combatir la profunda desigualdad que todavía nos afecta. Ir hasta el fondo en la revolución educacional iniciada en los primeros ocho años. Asegurar el desarrollo sostenible. El crecimiento económico a tasas altas no puede embriagarnos y conducirnos a una política que no tenga en cuenta la importancia de la preservación del medio ambiente. Enfrentar a pecho abierto, con firmeza y capacidad, la cuestión urbana brasileña, especialmente en las grandes y medianas metrópolis, que condensan los principales problemas en nuestros días.

La segunda vuelta es otra elección, costumbre se dice, y con razón. No es seguro que los votos dados a Marina, incluso si eventualmente el PV vaya a apoyar a Serra, o si Marina también lo hiciese, se transfieran al candidato tucán. Seguramente, tales votos tienen una clara inclinación socialista, al menos una gran parcela de ellos. Y pienso que tienden a emigrar en su mayoría a la candidatura de Dilma. O dicho de otra forma, tienden a optar por la revolución democrática que está en marcha en Brasil. Claro que esto puede apenas expresar la opinión de mi pensamiento deseoso, y de alguna forma lo es. Pero también es parte del análisis de otras situaciones de segunda vuelta.

El pueblo brasileño pospuso su decisión, quien sabe si para valorar mejor el cuadro, como lo hizo en las elecciones de Lula. Y ahora, como actuó en relación a Lula, pienso en una segunda vuelta que también elegirá a Dilma para no perder todo lo que conquistó a lo largo de los ocho años del gobierno de Lula. Nuestra militancia sin embargo, sabe que deberá estar en las calles, defendiendo con toda firmeza nuestro proyecto, la revolución democrática que está cambiando la vida del pueblo brasileño.

Emiliano José es periodista, escritor, militante político, afiliado al PT.

Fuente original: http://www.cartamaior.com.br/templates/materiaMostrar.cfm?materia_id=17024