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La Seguridad Energética y el Futuro Inmediato

Fuentes: Rebelión

Epílogo del libro: «El Petróleo en Oro y Negro», Dr. José Luis Pinedo Vega, de próxima aparición.

La disputa por los recursos petroleros fue una constante a lo largo del Siglo XX, y el Siglo XXI despunta preñado de conflictos y contradicciones que tienen como una de sus causas principales la creciente demanda, la inminencia del agotamiento de los yacimientos en explotación y su reemplazo insuficiente con descubrimientos de nuevas reservas. Más aun, actualmente asistimos a la agudización de la competencia global por las fuentes de hidrocarburos, misma que ha puesto al orden del día la cuestión de la seguridad energética para los países, tanto consumidores como productores.

El vector energético constituye un eje fundamental de la política exterior de los países de mayor peso económico y político, sean éstos importadores o exportadores de petróleo. Tal es el caso de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Rusia, China, Inglaterra, la India, los países miembros de la OPEP, Noruega, Mexico, y otros. Los países exportadores diseñan sus políticas económicas con base en presupuestos alimentados por cuantiosos ingresos petroleros, y conceptos tales como reservas probadas, volúmenes de producción, exploración de nuevos yacimientos, etc., figuran entre sus indicadores centrales. A su vez, los países altamente consumidores de petróleo, a través de sus compañías petroleras buscan denodadamente el control seguro y continuo de los yacimientos internacionales, especializándose además en el procesamiento de la materia prima y en el desarrollo de las costosas tecnologías que requiere el sector.

El impacto del factor petrolero en el sistema geopolítico mundial responde a causas geográficas, económicas, y militares. Geográficas: a) se trata del recurso natural más demandado por la economía mundial, cuyas reservas probadas, a diferencia del carbón mineral y el gas natural, son las más limitadas; b) la mayor parte de éstas se concentran en unas cuantas regiones, y sólo algunos países son autosuficientes; c) la ausencia de reservas importantes en los territorios de los principales países consumidores deriva en una aguda disputa por el control de los yacimientos. Económicas: a) hoy por hoy es imposible el desarrollo de la economía y la civilización sin el petróleo; b) el sector petrolero es, sino el más, uno de los negocios más rentables, así se trate de una empresa privada, estatal, o bien de todo un Estado que sustenta su desarrollo económico, estabilidad política y social en los ingresos del petróleo; c) el sector petrolero es inherentemente internacional, y las empres as petroleras actúan en todos los países del planeta, realizando sus transacciones conforme a su propia lógica e intereses particulares; d) sensibilidad de la economía mundial a las variaciones en los precios del petróleo. Militares: como fuente de combustibles el petróleo constituye un recurso estratégico; b) como instrumento de presión y amenaza, el petróleo es utilizado no sólo como objetivo de programas geopolíticos, sino también como instrumento de su realización (innumerables experiencias, exitosas y fallidas, dan testimonio de la utilización del factor energético para resolver conflictos internacionales), de ahí que la mayoría de regiones exportadoras y los corredores del transporte del petróleo se caractericen por conflictos recurrentes; d) el interés generalizado de todos los países por la seguridad y la estabilidad en el suministro de los hidrocarburos, así se trate de países productores o consumidores, poseedores de grandes reservas o privados de ellas; e) la segu ridad energética en general, y la seguridad de la esfera del petróleo en particular, constituye un componente fundamental de la seguridad global.

La influencia decisiva del factor petrolero en el diseño y la instrumentación de la política exterior de cada país -y de esta manera en todo el sistema de relaciones internacionales y en la seguridad global y regional- depende directamente de su capacidad para garantizar el suministro de ese estratégico recurso energético. Entre los criterios que determinan el grado de capacidad de un país para garantizar el suministro de petróleo figuran: el volumen de las reservas, la extracción y su costo, el grado de autosuficiencia, el número de abastecedores, la situación geopolítica y el grado de riesgo político en las regiones de producción y transporte, así como el poderío geopolítico. Desde esta perspectiva, y a partir del análisis de este libro, es factible establecer la siguiente tipología de países:

I.- Países con muy bajo nivel de autosuficiencia y alto consumo de petróleo. En este grupo destacan Japón y la mayoría de los países de Europa Occidental (con excepción de Noruega, Gran Bretaña, y Dinamarca), que sin contar con importantes reservas de hidrocarburos mantienen un alto nivel de consumo y, por lo tanto, son altamente dependientes de suministros externos, provenientes principalmente de la inestable región del Medio Oriente. Estos países, por separado, tienen poco peso geopolítico y escasa capacidad para garantizar por sí mismos los suministros para cubrir sus necesidades, y sólo actuando en conjunto (como Unión Europea, por ejemplo) consiguen ejercer determinada influencia en los países productores y exportadores de petróleo. Por un lado, realizan importantes esfuerzos en el ahorro de energía, en el desarrollo de fuentes alternativas de energía y de tecnologías de bajo consumo energético, así como en el traslado de las industrias altamente consumidoras de hidrocar buros a otros países; mientras que por otro se esfuerzan denodadamente por diversificar los abastecedores y las vías de transporte (Noruega, Rusia, Norte y Occidente de África, etc.), todo ello con el fin de reducir su alta vulnerabilidad y dependencia energética. La política exterior de estos países tiende a ser más conciliadora y a evitar la confrontación directa con los países exportadores de petróleo, dando preferencia a mecanismos políticos, diplomáticos, y económicos para consolidar su presencia en las regiones productoras de hidrocarburos.

II.- Países con un alto nivel de consumo y un nivel relativamente alto de producción de petróleo. En este grupo destacan: Estados Unidos que importa más del 60% del petróleo que consume, la India (63%), China (30%), Brasil (25%). Si bien el nivel de dependencia energética de este grupo también es alto, los países que lo conforman gozan de una ubicación geográfica muy favorable que les permite tener un acceso diversificado, tanto a los yacimientos como a las vías de transporte del petróleo. Además, en el caso de Estados Unidos, su enorme poderío económico, político y militar le permite recurrir también a medidas de fuerza para garantizar los suministros necesarios. A su vez, China, la India, y Brasil, aunque en distintos grados, son potencias emergentes con una evidente vocación geopolítica.

III.- Países exportadores con un consumo relativamente alto de petróleo. La autosuficiencia de estos países se basa primordialmente en altos niveles de producción, pero sus reservas probadas no son tan grandes. Así por ejemplo, se calcula que al ritmo actual de extracción, Rusia y México cuentan con reservas probadas para 20 años aproximadamente, mientras que Gran Bretaña, Dinamarca, Indonesia, y Canadá para 10 años. Si bien estos países impulsan una política de acceso diversificado a los mercados, y cuentan con suficiente margen de maniobra para actuar en el mercado petrolero internacional, sus políticas rara vez suelen ser coincidentes, dada su distinta ubicación geográfica y diferenciado peso geopolítico.

IV.- Países con el más alto grado de autosuficiencia de petróleo. A este grupo pertenecen básicamente los países miembros de la OPEP, que se caracterizan por poseer enormes reservas, grandes volúmenes de extracción, el más bajo costo de producción, y por lo general inmediato acceso al mar para su transporte a los centros consumidores. Como grupo de países, tiene capacidad de influir decisivamente en el mercado petrolero internacional, y por sus considerables recursos financieros detenta una posición geopolítica nada despreciable. Paradójicamente, el núcleo de este grupo, ubicado en los márgenes del Golfo Pérsico, es geopolíticamente muy vulnerable. En efecto, como muestra la serie de conflictos ocurridos en las últimas décadas en esa región, el grado de concentración de las reservas petroleras en esa zona, la torna centro neurálgico de los intereses de las grandes potencias consumidoras. Noruega es un caso aparte; si bien por las dimensiones de sus reservas y los volúmenes d e extracción, también podría incluirse en este grupo, pero no así por los costos de extracción, dado que ésta se lleva a cabo en alta mar y mayormente en aguas profundas. Noruega es, además, ejemplo casi único de país exportador de materias primas, pero basado en un alto desarrollo tecnológico propio.

V.- Finalmente, los países con un bajo consumo de petróleo y diferenciado nivel de producción. Precisamente el bajo nivel de consumo les permite realizar exportaciones con un impacto relativo en sus economías. Tal es el caso de países como Angola, Mozambique, Gabón, Guinea Ecuatorial, Ecuador, Kazajstán, Azerbaiyán, Turkmenistán, etc. En este grupo se ubican prácticamente todos los países petroleros emergentes, cuyas reservas no han sido plenamente exploradas. Las grandes compañías petroleras de los países consumidores cifran en estos países la esperanza de nuevas reservas en tierra firme, de ahí su interés por asegurar su presencia en los nuevos yacimientos. La debilidad, fragmentación, e incapacidad de estos países para coordinar sus políticas los supedita a las oscilaciones del mercado petrolero internacional, y los priva de la posibilidad de influir en éste.

La coyuntura actual, caracterizada por el alza continua de los precios de los hidrocarburos, es resultado de un prolongado periodo de insuficientes inversiones en exploración para reemplazar los yacimientos que se agotan con una explotación intensiva, derivada del aumento de la demanda. El impresionante crecimiento económico experimentado de manera sostenida por China en los últimos 25 años, y de la India más recientemente, países que cuentan con más de la tercera parte de la población mundial, se ha traducido en un incremento considerable de la demanda internacional de petróleo. Más aún, se prevé que dicha tendencia se mantendrá en los próximos años, al corresponder a China casi el 25% del aumento del consumo de petróleo en las próximas tres décadas. En efecto, según las proyecciones del Organismo Internacional de Energía, la demanda de petróleo pasará de 82 millones de barriles diarios en 2004 a casi 140 millones en 2030. Y de ese incremento espectacular en la demanda de hi drocarburos, sólo el 25% provendrá de los países avanzados, mientras que los países en desarrollo y mercados emergentes triplicarán el consumo de petróleo como resultado del crecimiento en los sectores comerciales y residenciales, y de la sextuplicación del número de propietarios de vehículos. De acuerdo con el FMI, con un PIB próximo a los 2,500 dólares per cápita, importantes segmentos de la población empiezan a comprar automóviles. Así, todo avance en la mejoría de los niveles de vida en los países en desarrollo y de mercados emergentes, se verá necesariamente acompañado de un aumento de consumo de petróleo. (FMI Boletín, volumen 34, No. 7, p. 108, 02.05.05).

Si a lo anterior se suma la emergencia desestabilizadora de lo que se ha dado en llamar terrorismo internacional, la coyuntura confluye con una variable de incertidumbre, conformándose así el ambiente ideal para todo tipo de apuestas especulativas. La desestabilización del mercado petrolero internacional se vuelve inevitable en un contexto en el que interfieren «agentes extraños» al sector energético, tales como el terrorismo (real y/o ficticio), que actúan de la mano de los intereses especulativos. Así, las recientes amenazas, atribuidas a al-Kaida (la organización más inasible y todopoderosa en la historia del terrorismo internacional -dicho sea de paso), de realizar acciones en instalaciones neurálgicas de la infraestructura petrolera de la región del Golfo Pérsico, con el propósito de «empujar» los precios del petróleo por encima de los 100 dólares por barril, puso al orden del día la seguridad energética. Pero no sólo de los países de esa región, sino y primordialmente de los países importadores. Curiosamente, como muestra el autor del libro, las compañías que explotan una buena parte de los recursos petroleros del planeta, y que se han visto beneficiadas por el alza de los precios, en su mayoría son de los países importadores, que en teoría son los primeros afectados. Este innegable intrincamiento de intereses tiende a profundizar la inestabilidad del mercado de hidrocarburos. De esta forma, el rezago en las inversiones del sector, el agotamiento de las reservas existentes, la ocupación militar de Irak y la resistencia a las tropas norteamericanas, el terrorismo internacional, y los intereses especulativos conforman la actual coyuntura del mercado petrolero internacional con una clara tendencia alcista en los precios de los hidrocarburos.

Los precios actuales del petróleo, por encima de los 55 dólares por barril crudo Brent de referencia en Europa, estimulan el desarrollo de tecnologías para el máximo aprovechamiento de los yacimientos en declive (recuperación secundaria), y a la explotación de yacimientos de difícil acceso (en alta mar, en el Océano Ártico, etc.), tornándolos rentables. Según estimaciones recientes, el 40% de las necesidades actuales de energéticos son cubiertas con el petróleo, el 26% con el carbón mineral, mientras que el 24% con gas natural. No obstante, se prevé que para 2010 el gas pasará a ocupar la segunda posición. De acuerdo con los especialistas, precios por encima de los 60-70 dólares conducirán inevitablemente a la intensificación de la búsqueda de sustitutos del petróleo. Ya sucedió en el pasado, cuando el petróleo reemplazó al carbón, y el desarrollo actual de la ciencia y la tecnología permitirá enfrentar con éxito el reto.

Uno de los posibles sustitutos del petróleo podría ser creado por, las así llamadas, nanotecnologías, capaces de construir nuevas estructuras y sustancias por medio de la manipulación de los materiales a escala atómica y molecular. Los avances de las nanotecnologías pueden hacer rápidamente rentable la conversión del carbón y el gas natural en combustibles líquidos con ayuda de catalizadores. China, por ejemplo, está a punto de terminar la construcción de una refinería, en Shenhua, Mongolia Interior, para la producción de diesel con base a carbón equivalente a 50-100 mil barriles de petróleo al día, y a un precio entre 20-22 dólares por barril. Estados Unidos, Rusia, Alemania, y Australia, que cuentan con grandes reservas de carbón, dan puntual seguimiento a este proyecto, cuyo éxito tornaría autosuficientes en combustibles derivados del carbón a varias regiones del planeta, y haría rentable la explotación del 80% de las reservas no utilizadas de gas natural de la tierra. A simismo, las nanotecnologías prometen potenciar las fuentes alternativas de energía limpia: la Universidad de Lousanne, en Suiza, ha logrado adelantos significativos en la construcción de celdas solares que funcionan según el principio de la fotosíntesis de las plantas, lo cual permitiría su producción masiva a un bajo costo.

El desarrollo es impulsado por las contradicciones que, al llegar a su máxima tensión, desembocan en épocas de quiebra, y se resuelven en una u otra forma. Sin embargo, un proceso de esa envergadura y relevancia para la economía y política mundiales será largo y doloroso, con avances y retrocesos, toda vez que implicará la reestructuración y reconversión de la base tecnológica misma de la economía mundial. Si bien diferenciado, su impacto será generalizado.

Al mismo tiempo, los altos precios de los hidrocarburos propiciarán mayores inversiones en exploración y, por consiguiente, la incorporación de nuevas reservas, contribuyendo con ello a una cierta estabilización del mercado de hidrocarburos. De cualquier manera, es claro que actualmente los precios apenas se ubican en un rango que estimula el consumo racional y las inversiones en innovación tecnológica por parte de las empresas; y desde una perspectiva meramente sectorial, los precios altos son preferibles a los precios bajos que conducen al despilfarro y a la falta de inversión. Evidentemente, una subida repentina en los precios, para ubicarlos por encima de los tres dígitos, podría colapsar la economía mundial. Pero en una perspectiva a corto plazo, más que de un repentino agotamiento de reservas, un precio superior a los 100 dólares por barril se tornaría realidad como resultado de: 1) una continua caída del dólar (consecuencia de los serios problemas estructurales de la e conomía norteamericana -principal consumidor de petróleo en el mundo), y por lo tanto se trataría más bien de un alza nominal que real; 2) un desenfreno especulativo.

La historia humana da cuenta de tales desenfrenos. Recordemos, por ejemplo, la tulipán-manía que se desató en Holanda en los años cuarenta del Siglo XVII, las locuras del «Plan del Río Misisipi» y la famosa burbuja de los «Mares del Sur» en el Siglo XVIII (ver una excelente historia en: Extraordinary Popular Delusions & the Madness of Crowds, by Charles MacKay, London 1852); y en el Siglo XX, la estrepitosa caída de la bolsa de Nueva York, cuando el índice Dow Jones Industrial Average alcanzó primero los 381 puntos en octubre de 1929, para caer tres años después a tan sólo 41 puntos, las euforias bursátiles registradas en Nueva York en 1960, 1974… El mercado no tiene corazón ni razón, su fuerza es la codicia, y ésta es terca y desmemoriada. Como decía Marx en El Capital, al referirse con ironía al obrero que vende su fuerza de trabajo, «que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan».

Pero en una perspectiva de largo plazo, el Siglo XXI enfrenta ya el apremiante desafío de tornar realidad la clarividente visión del sabio ruso Vladímir Ivánovich Vernadski (1863-1945), quien vaticinara para finales del Siglo XX que la acción explotadora de la naturaleza por el hombre tendría graves consecuencias para la biosfera, de emprender la transición a la Noosfera, entendida como sistema que unifique, en dinámica armonía, la tierra, el cosmos, y el intelecto humano.