Quien observa un mapa casi de manera instantánea posa su mirada en el gigante sudamericano, atraído por su extensión territorial; mientras que la imaginación de no pocos vuela a las playas de Copacabana, al carnaval de Río de Janeiro o a la majestuosidad del Amazonas al oír hablar de Brasil. Sin embargo, la inmensa nación […]
Quien observa un mapa casi de manera instantánea posa su mirada en el gigante sudamericano, atraído por su extensión territorial; mientras que la imaginación de no pocos vuela a las playas de Copacabana, al carnaval de Río de Janeiro o a la majestuosidad del Amazonas al oír hablar de Brasil.
Sin embargo, la inmensa nación tiene una historia que duele ante la grandeza de sus tradiciones culturales más arraigadas.
Primero fueron los indígenas masacrados por los conquistadores, después los negros esclavos que regaron con su sudor cada tramo de tierra y, en luego las favelas, las drogas, la violencia, el hambre, la brecha abismal entre los más ricos y los más pobres.
Ese fue el panorama que encontró Luiz Inácio Lula da Silva cuando asumió el mando del país en el año 2003.
A partir de ese momento, la gestión del mandatario redundó en la emergencia de ese país como «potencia económica a nivel internacional», realidad que algunos quizá no auguraron, y motivo por el cual no pocos califican a Lula hoy como el mandatario más popular del universo.
Entre los logros económicos más significativos del otrora líder sindical destaca que el mercado brasileño se haya fortalecido, con un crecimiento anual del cinco por ciento que le ha permitido sortear la crisis global y lo incluye entre las ocho economías más poderosas y prometedoras del mundo.
Inversiones multimillonarias en el sector petrolero, significativos proyectos hidroeléctricos y en infraestructura vial, junto al cuadro saludable de la balanza comercial y de las reservas internacionales del país, son signos del buen tono de la economía doméstica, transcurridos los dos períodos de mandato de Lula (2003-2006 y 2007-2010).
Pero, a la hora del recuento a poco de entregar la presidencia, el próximo 1ro. de enero, a Dilma Rousseff, no pueden pasarse por alto sus logros frente a la enorme deuda social que heredó. Durante su ejecutoria, más de 25 millones de brasileños salieron de la pobreza extrema. Solo en 2010 el Gobierno de Lula generó más de 2 500 000 nuevos empleos, además de los beneficios aportados por la llamada «Bolsa Familia» a 13 millones de hogares pobres, entre otras iniciativas que han representado una clara mejoría en su lucha contra el hambre.
No ha sido menor su contribución al fortalecimiento de la unidad latinoamericana, con el apoyo a las iniciativas integracionistas que en los últimos años han visto la luz en la región. A su impulso, junto al fallecido ex presidente argentino Néstor Kirchner, a la Comunidad Sudamericana de Naciones que en el 2004 dio lugar a la UNASUR, se suman -por citar solo un ejemplo- estrategias encaminadas al intercambio basado en la complementariedad, como los 15 acuerdos firmados entre la brasileña PETROBRAS y su homóloga de Venezuela, PDVSA.
Como la mayoría de sus colegas conosureños, se opuso firmemente a la asonada militar en Honduras y, en septiembre último, al intento golpista en Ecuador.
Ha hablado de tú a tú con las potencias, pero sin olvidar que representa a las naciones del Sur. En recientes declaraciones en el Palacio del Planalto criticó la política de Washington hacia Latinoamérica e invitó al presidente Barack Obama a visitar las naciones del continente. «En Estados Unidos deben comprender la importancia de América Latina», insistió Lula, quien subrayó que se trata de «una región democrática», «de paz» y «sin bombas nucleares».
La asunción de Dilma -quien ha trabajado junto a él, codo a codo, en el Partido de los Trabajadores (PT), del cual también procede-, se considera garantía de la continuidad del mandato de Lula quien, precisamente, en su último encuentro oficial con la prensa, señaló como su victoria más relevante el cambio de conciencia entre el Gobierno brasileño y la sociedad, la confianza que experimenta el pueblo hacia la mandataria electa, y sin dudas, «la sensación del deber cumplido».
Fuente original: http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2010-12-29/la-sensacion-del-deber-cumplido/