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La situación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible

Fuentes: Rebelión

A punto de cumplirse el primer año de la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, (Asamblea de las Naciones Unidas, septiembre de 2015) es un buen momento de revisión sobre cuál es su grado de cumplimiento y si forman parte de la agenda y prioridad de los gobiernos y si existen mecanismos internacionales de […]

A punto de cumplirse el primer año de la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, (Asamblea de las Naciones Unidas, septiembre de 2015) es un buen momento de revisión sobre cuál es su grado de cumplimiento y si forman parte de la agenda y prioridad de los gobiernos y si existen mecanismos internacionales de velar por su cumplimiento.

Creemos, como en tantas esferas de la política, que hay datos y opiniones contradictorias. Como los propios ODS. Éstos nacen forzados entre la comprensión de que los antiguos Objetivos de Desarrollo del Milenio tenían una visión (y su proyección) de ricos a pobres, de ‘norte a sur’ insuficiente en un mundo global e interdependiente, donde lo que se hace (y cómo lo hace) en un territorio afecta (positiva o negativamente) a otro territorio. Pensemos en el ciclo del agua y su disponibilidad en cuencas que afecten a varios países, por ejemplo. Por lo tanto, los ODS han tenido un planteamiento ambicioso, universal, para todos los países y de mutua exigencia. Pero de la filosofía a su plasmación en el texto o en los indicadores de medición de resultados que informarán sobre el cumplimiento de los objetivos, hay un trecho.

Los ODS han nacido con una contradicción insuperable. Se plantea la prosperidad universal como resultado exclusivamente del crecimiento económico, que a su vez, se entiende como más bienes, más producción,… Por supuesto hay párrafos para todos los gustos y muy deseables que se pueden entender como que el resultado final es de una botella medio llena. Pero las contradicciones e insuficiencias no se limitan a si existe el dilema ‘bienestar’ universal versus ‘crecimiento’ en un planeta finito. Ya en una conferencia inmediatamente anterior a la aprobación de los ODS hubo otra conferencia en paralelo sobre financiación al desarrollo. En Addis Abeba se entendió que el comercio era el motor de la riqueza, la movilización de recursos financieros nacionales la gasolina junto a las inversiones privadas exteriores y donde las remesas o las ayudas al desarrollo, el famoso 0,7, se mantenían para contentar a ‘todos’. Pero no se quiso hacer mención sobre los paraísos fiscales o de una autoridad internacional que tuviera como cometido la fiscalidad internacional. Y todos sabemos, desde Obama al último presidente de un país, que las multinacionales tienen más poder que los estados, planifican la producción y la forma de conseguirla a escala planetaria y que muchos de los textos de las conferencias internacionales tienen muñidores de ese ámbito. Y, mientras tanto, en este año la dinámica que está rigiendo el mundo es el crecimiento de la desigualdad o el pillaje de los recursos y una asimétrica distribución.

Pero también hay éxitos, y la burocracia funciona. Aunque para algunos pueda chocar este elemento, creemos que es un paso positivo que la maquinaria burocrática esté en marcha. Se celebró en Nueva York una conferencia de alto nivel sobre desarrollo y allí algunos países ofrecieron su plan de cumplir los ODS y modelos de organizarse para ello que han servido de contraste, reflexión y, hasta motivación para que otros países creen, mejoren o revisen sus actuaciones y sus modelos de participación. Va a haber en los próximos días en el seno de las Naciones Unidas una retahíla de discursos de los jefes de estado o de gobierno que se ‘retratarán’ sobre sus trabajos de cumplimentación o intentarán disfrazar sus olvidos. A finales de año, en Nairobi se podrá discutir nuevamente la eficacia de la ayuda en donde es difícil que eludan la responsabilidad de las multinacionales y los paraísos fiscales. Por otros motivos, hay acuerdos, aunque ya se verá su alcance, para suscribir por parte de otros países diferentes a la Unión Europea, Estados Unidos, China, Brasil,.. los acuerdos de París (voluntarios) para reducir la emisión de contaminantes a la atmosfera. Todo ello, puede servir para el trabajo y presión de las organizaciones populares para mejorar su incidencia social.

En nuestro país llevamos un año en blanco (es decir, en retroceso). No puede servir de excusa un gobierno en funciones. La maquinaria de la administración, pero también los grupos organizados podrían haber intentado -que no se ha hecho- tomar la iniciativa, de participación, consensos y redacción de planes, aunque sea en formato de estudios. Y tener estrategias, aunque fueran varias y contradictorias, para llevar a cabo los ODS junto a una agenda de participación para tener instrumentos de contraste y discusión con un futuro gobierno.

La situación de claroscuro sobre el grado de cumplimiento y las dinámicas para alcanzarlos van a mantenerse durante los próximos años. Pero depende, como siempre, de la capacidad de movilización intelectual (pensamos en otros indicadores de desarrollo y la capacidad de divulgarlos e imponerlos) y callejera para transformar buenos deseos en realidades. Porque si a todos nos compete este mundo, a todos nos compete dar soluciones y llevarlas a cabo.

Santiago González Vallejo es economista, Unión Sindical Obrera y relaciones Externas de SOTERMUN 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.