Recientemente Iñaki Gil de San Vicente ha estado en Venezuela. Una Venezuela que vive una situación convulsa desde hace tiempo. En esta entrevista se tratarán en profundidad los diferentes elementos que operan en la realidad venezolana además de señalar las enseñanzas que se pueden extraer para la realidad vasca de todo ello. Borroka garaia da! […]
Recientemente Iñaki Gil de San Vicente ha estado en Venezuela. Una Venezuela que vive una situación convulsa desde hace tiempo. En esta entrevista se tratarán en profundidad los diferentes elementos que operan en la realidad venezolana además de señalar las enseñanzas que se pueden extraer para la realidad vasca de todo ello.
Borroka garaia da! -¿Cómo le explicarías a un vasco o vasca común y corriente lo que está pasando en Venezuela y en qué le afecta?
Iñaki Gil de San Vicente -Muy fácil: durante veinte años el pueblo venezolano ha realizado 25 elecciones de todo tipo, supervisadas al milímetro y con lupa por diversos organismos internacionales y por la misma oposición legal en Venezuela. Jamás se ha podido demostrar una mínima trampa. De esas 25 elecciones, el chavismo -que luego intentaré explicar qué es- ha ganado nada menos que 23, y ha perdido sólo 2: la de 2007 para aprobar la nueva Constitución, y la perdió por muy poco; y la de 2015 para el parlamento, que ganó la derecha. Ninguna elección para la presidencia las ha ganado la derecha, todas las han ganado Chávez o Maduro, y ahora mismo Nicolás Maduro es el presidente elegido en 2018 en elecciones libres muy supervisadas internacionalmente.
Previamente, en 2017 el chavismo ganó las elecciones a la Asamblea Constituyente. Los resultados son incuestionables: el chavismo tiene un mayoritario apoyo popular demostrado durante veinte años en los que ha ganado el 92% de las elecciones, y el 100% de las presidenciales. Pero hay más, dado que ha fracasado la maniobra de la «ayuda humanitaria» alrededor del 23 de febrero de 2019, podemos decir que desde 2013 el imperialismo ha fracasado en los seis intentos golpistas, guarimberos, que ha realizado. Es otra constante que hay que reivindicar con fuerza. Además, casi estamos ya en condiciones de añadir una derrota más a esas seis dado que ahora mismo todo indica que el pueblo, sus clases trabajadoras, están derrotando tal vez el peor ataque sufrido desde 1998 como son los atentados terroristas a la red eléctrica, ataque mucho más grave que el paro petrolero de 2002-03. Las victorias sobre el imperialismo desde 2013 son tanto más significativas porque se realizan tras el asesinato de Chávez: se aseguraba que el pueblo se hundiría al faltarle el presidente, pero no ha sido así.
Estos solos datos, tendrían que ser suficientes para acallar toda crítica, más aún, para acallar toda duda sobre la legitimidad popular del proceso bolivariano. ¿Por qué entonces el imperialismo quiere derrocar a Maduro y apoderarse de Venezuela? Básicamente por cuatro razones: una, porque necesita vitalmente quedarse con sus ingentes recursos; dos, porque la caída de Venezuela será la brecha por la que entrar en Cuba, en Nicaragua y más adelante en Bolivia, controlando así toda Nuestramérica; tres, porque además necesita destruir todo ejemplo de que es posible aplicar una política estatal e internacional diferentes a la neoliberal e incluso contraria en algunos asuntos vitales para los EEUU; y cuatro, porque tienen que aniquilar cualquier memoria o recuerdo tanto de la esencia antiimperialista del ideario democrático burgués de Bolívar en su momento como sobre todo su rabiosa actualidad, ósea, destruir para siempre la estrategia de la Patria Grande tal cual sebe ser en el siglo XXI.
¿En qué nos afecta la agresión a Venezuela? La respuesta más fácil e inmediata es decir que nuestro internacionalismo nos lleva a ayudar a Venezuela, y que nos afecta por eso. Es verdad, pero es la verdad más superficial y limitada. Además de esto, lo cierto es que el ataque a Venezuela, que su lucha por mantener su independencia, es parte de nuestra lucha por conquistar nuestra independencia socialista. La burguesía vasco-española, el PNV y UPN, y la vasco-francesa también, tienen intereses económicos y sociopolíticos muy fuertes en Venezuela. Aumentar la explotación del pueblo venezolano supone el fortalecimiento de su poder en Euskal Herria y contra el pueblo trabajador vasco. Desde los ’50 del siglo XIX, el internacionalismo marxista sabía perfectamente que el saqueo colonial reforzaba el poder burgués en la metrópoli, por eso planteó que la mejor forma de hacer la revolución en Inglaterra era independizando previamente a Irlanda, y con algunas diferencias formales eso mismo sucedía con Polonia.
Una Venezuela socialista daría un impulso tremendo a la revolución mundial y vasca, y debilitaría fuertemente al imperialismo y a las burguesías que explotan en Euskal Herria. Además de esto, el PNV sobre todo perdería uno de sus anclajes de alienación ideológica más fuerte: el mito de la tarea «civilizadora» del colonialismo vasco en Nuestramérica a las órdenes del imperio español, que sirve para justificar la estrategia del «pacto con la corona española», la del «pacto foral» mediante el que la incipiente burguesía vasca intensificó su acumulación originaria de capital saqueando Nuestramérica y Filipinas, además de ayudar a masacrar a los Países Bajos, sin olvidar la explotación interna de la fuerza de trabajo autóctona. Demostrar que esto es mentira, que la burguesía vasca tiene las manos ensangrentadas y se enriqueció expoliando a las órdenes del imperio español y francés, es construir la historia materialista de la lucha de clases en Euskal Herria, sin la cual no es posible elaborar la urgente teoría marxista vasca, como veremos.
Es esta experiencia histórica la que, además, enseña que «nuestra» burguesía está dispuesta a todo también aquí para mantener su propiedad privada, es decir, mantener su dominación de clase sobre el pueblo trabajador del que ella cree ser propietaria delegada por el imperialismo franco-español, al igual que la marioneta Guaidó delira creyéndose «presidente» de Venezuela designado por el imperialismo. Tenemos que hacernos la pregunta: ¿acaso podemos creer que quienes desean imponer un régimen de terror en Venezuela en beneficio propio, no serán capaces de endurecer al máximo las represiones en «su» país, contra «su» pueblo, cuando vean en peligro su dominación? La desfachatez del PNV al facilitar que criminales neofascistas venezolanos vomiten su odio de clase en Euskal Herria, nos vuelve a enseñar la naturaleza de este partido y de la burguesía a la que representa, cuestión decisiva a la que volveremos.
BGD! – Los medios occidentales hablan mucho de la pobreza y la situación humanitaria en Venezuela. ¿Están exagerando? Otros sectores la minimizan. ¿Cuál es la situación real de la clase trabajadora venezolana?
IGSV – Hay pobreza y escasez que llegan a ser graves en un país inmensamente rico en recursos: el salario básico, por ejemplo, no cubre ni remotamente muchas necesidades, incluso la del transporte y de compra de repuestos de bienes de primera necesidad. Todo esto es verdad, pero conviene saber que además de lo que veremos a continuación, solamente en mayo de 2018 las sanciones yanquis bloquearon 9 millones-$ para tratar a 15 mil pacientes de hemodiálisis. También en ese mes, Colombia bloqueó 400 Tm de alimentos que debía llegar al país. Por ejemplo, en agosto de ese año, Brasil dejó de pagar 40 millones-$ que debía a Venezuela aduciendo las sanciones internacionales. Estos dos escuetos ejemplos están tomados de una brillante investigación de Pascualina Curcio que recomiendo (http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/03/20/impacto-de-la-guerra-economica-contra-el-pueblo-de-venezuela/) Dos días después, se ha sabido que el banco de inversión Citigroup roba 1.35 mil millones-$ a Venezuela y se ha confirmado que el Banco de Inglaterra retiene 1.2 mil millones-$ venezolanos. Es la burguesía opositora la que presiona al imperialismo para que no se devuelva ese total de 2.55 mil millones-$ al pueblo venezolano (http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/03/21/citigroup-roba-1-35-mil-millones-de-dolares-en-oro-venezolano-a-pedido-de-guaido/)
Tendremos que tener siempre presente el bloque criminal formado por la burguesía venezolana y el imperialismo desde al menos 1930, porque de lo contrario no entenderemos nada de nada. Dicho esto también hay que hablar de las dificultades innegables en amplias franjas del pueblo trabajador, sobre todo en las zonas donde las organizaciones populares de izquierda chavista o no chavista, no se han desarrollado todavía lo suficiente, o donde se han debilitado, como para poner en acción los programas de toda índole que desarrolla el gobierno, pero que se retrasan, se aplican mal y tarde, o no se aplican tanto por las enormes dificultades de la guerra económica a la que nos hemos referido en primer lugar, como por las corrupciones varias que logran derivar las ayudas hacia empresas privadas, al mercado negro, que multiplican los precios y/o que las venden en Colombia en donde la depauperación, el empobrecimiento y los precios de los bienes básicos son mayores que en Venezuela. En las grandes ciudades, en donde el chavismo popular y la izquierda no chavista están más asentados, el empobrecimiento es menor por la vigilancia de las clases explotadas.
También hay que tener en cuenta el sabotaje planificado y casi impune de las grandes distribuidoras que practican toda serie de trucos y trampas para desorganizar el reparto, disparar estratosféricamente los precios, crear incertidumbre … y multiplicar los rumores y noticias falsas, mentiras, que oficinas especializadas cuelgan en las redes sociales a cada segundo. No debemos olvidar tampoco la existencia de sectores sociales enriquecidos -boli burguesía- interesados en que se mantengan niveles de corrupción estructural que tienen su origen sociohistórico en la naturaleza dependiente, no productiva y rentista del capitalismo venezolano desde su independencia, naturaleza agudizada aún más desde que se descubrieron y empezaron a explotar los hidrocarburos a comienzos del siglo XX, y recrudecida desde los años ’30 y en especial con la II GM.
El ataque eléctrico es otro un ejemplo de cómo el imperialismo utiliza en su provechó la mezcla explosiva de la corrupción con las dificultades creadas por la guerra económica: desde tiempo se sabía que el sistema eléctrico se estaba derritiendo por la falta de mantenimiento y que el propio Chávez había dedicado una gran inversión para modernizarlo. El imperialismo ha atacado por esta brecha buscando múltiples objetivos: paralizar la economía, las telecomunicaciones, los servicios, la llegada de agua potable, la defensa, los transportes, los surtidores, la vida cotidiana, etc., y también pudrir las crecientes reservas de alimentos que se conservan en cámaras, sobre todo en hospitales y escuelas. La burguesía ha utilizado el terrorismo eléctrico para subir astronómicamente los precios de los bienes básicos, y también para argumentar que Maduro en concreto y el chavismo en general han fracasado en garantizar lo esencial de un Estado moderno: la energía eléctrica.
Debajo de esta crítica late la tesis de que Venezuela debe «abrirse» al mercado internacional para recibir capitales que la modernicen, lo cual exige acabar con el chavismo. Otro tanto sucede con el guerra de la salud en la que los ataques aumentan en la medida en que aumenta la resistencia venezolana: tras el fracaso de la campaña de la supuesta «ayuda humanitaria», los EEUU ayudados por la Unión Europea han bloqueado 5000 millones-$ destinados a medicamentos; anteriormente, el Estado español había paralizado en el aeropuerto de Barajas 200.000 dosis contra la diabetes y otros medicamentos para la tensión arterial, devolviéndolos a Qatar, su origen. Aun así, ahora Venezuela ya puede producir el 70% de los medicamentos que necesita.
Este ataque va unido a un endurecimiento generalizado del cerco económico y de las amenazas de toda índole que también buscan que la gente, asustada, acapare lo que pueda para así vaciar las estanterías dando la sensación de desabastecimiento total. Pese a todo, Venezuela avanza en la soberanía alimentaria: ya produce la mitad del arroz que consume, y prácticamente la totalidad de hortalizas, verduras, etc.; también avanza en la producción avícola y ovina, más lentamente…, y ha establecido alianzas con otros Estados, algunos de ellos subimpierialistas interesados en debilitar a los EEUU.
Parte del cerco económico tiene como objetivo arruinar a sectores de la boli burguesía que el espionaje yanqui cree que son los más oportunistas y corruptos, quitándoles sus cuantiosas riquezas depositadas en bancos extranjeros para obligarles a pasarse al imperialismo. A la vez, a estos y a otros grupos se les ofrece el Estado español como «exilio de oro» para que traicionen a su país. Naturalmente, la «democrática España» obedece al amo yanqui. Hasta ahora, las deserciones militares han sido realmente mínimas, y la huida del país ha sido fundamentalmente de la burguesía alta y media más reaccionaria, y de los sectores populares alienados que ella controla políticamente, aunque bastantes de estos últimos están volviendo al descubrir la realidad del capitalismo circundante a Venezuela. Evaluando todo esto, el Departamento de Estado yanqui incrementa los ataques económicos y plantea ya ir directamente contra las empresas que se nieguen a obedecerle. Realmente, a los EEUU le es indiferente una Venezuela totalmente arruinada con tal de poder estrujarla hasta la última gota, como a un limón: sabe que siempre habrá una burguesía que le facilite la represión necesaria cumpliendo las órdenes de la Oficina de Colonias.
Mucha gente se pregunta cómo y porqué resiste Venezuela teniendo en cuenta todo lo que estamos viendo. La historia nos enseña que los pueblos y las clases explotadas tienen una enorme capacidad de resistencia cuando luchan por la libertad alcanzada tras muchos esfuerzos. Las conquistas sociales enormes no se lograron sin costos de miles de vidas humanas asesinadas en los años anteriores al triunfo de Chávez; y las asesinadas por tiradores desde azoteas, por sicarios, por el terrorismo… sufrido desde entonces. La presión popular también logró en parte que se mantuvieran las ayudas públicas desde 2014, una vez que se cayeron los precios internacionales del crudo, y protesta cada vez más pero teniendo claro en qué lado de la barricada está, y lo ha demostrado tanto con decididas abstenciones electorales de advertencia, como con movilizaciones ingentes en defensa de lo logrado, sin olvidarnos de la incipiente autoorganización de la izquierda que critica sin paliativos al chavismo corrupto que incluso le reprime, pero exige avanzar decididamente en el objetivo marcado por Chávez en 2012 de Comuna o Nada.
El proletariado venezolano, el campesinado, la mujer trabajadora, lo población originaria, tiene más información de lo que se cree o se miente porque, de hecho, Venezuela es uno de los países con más libertad de expresión del mundo. El pueblo sabe por qué ha habido un drástico bajón en sus condiciones de vida -como lo sabían las y los cubanos en el período especial, por ejemplo-, y ha experimentado ya parte de lo que le espera si la burguesía conquista el poder entregando el país al imperialismo. Saben que la burguesía tiene planes salvajes de privatización, de supresión de ayudas, de subida de precios de alquiler de viviendas, y sabe por experiencia que el fascismo de las guarimbas no duda en quemar vivas a personas…
BGD! -Proceso bolivariano, revolución bolivariana, comuna o nada, progresismo…, ¿Qué tipo de proceso o desarrollo político es el actual de Venezuela?
IGSV – Los procesos pre-revolucionarios son fases relativamente largas en las que se agudiza la lucha de clases, de modo que, si este avance no es aplastado por la represión preventiva, o desviado e integrado por el reformismo en un nuevo orden estable y nueva explotación disfrazada por la democracia burguesa, si esto no se produce, puede irrumpir una crisis revolucionaria que siempre es más corta, intensa y dura ya que su desenlace en victoria proletaria o victoria burguesa determina lo que sigue. Ocurre muy frecuentemente, que los procesos pre-revolucionarios son vencidos, desactivados e integrados por la burguesía mediante una política múltiple que combina la represión preventiva de la izquierda, las promesas reformistas y algunas concesiones sociales al pueblo -que le son arrancadas cuando se despista-, más el soborno y cooptación de sectores político-sindicales y culturales de izquierda que son integrados en el sistema, y una intensa guerra psicológica de creación y manipulación del miedo.
Saber cuándo comienza una fase pre-revolucionaria y sus altibajos, exige integrar en la dialéctica de las contradicciones capitalistas de un país concreto el peso de la geopolítica imperialista y de las estrategias militares en liza, como mínimo. Partiendo de aquí, estaremos en mejores condiciones para impulsar el avance al momento crítico de la revolución, momento que siempre es más corto, duro e intenso, porque durante su decurso cuando la revolución puede acabar con la propiedad burguesa de las fuerzas productivas, con su Estado, con su ejército, debilitando profundamente al patriarcado, etc.; o pueden acabar en una aplastante derrota obrera y popular, en una victoria burguesa, que imponga otra época de explotación tras una sangría más o menos atroz de la izquierda. Son feroces luchas de clases abiertas e inciertas porque su resultado depende más que nunca antes del nivel de conciencia autoorganizada del proletariado como clase que dirige al pueblo trabajador en su complejidad. Y dentro de esa autoorganización son igualmente decisivas las organizaciones revolucionarias que al coordinarse entre ellas y asumir una misma estrategia y dirección consensuada democráticamente forman eso que se llama «partido» u organización de vanguardia, sin más precisiones ahora.
En Venezuela se empezó a gestar un proceso pre-revolucionario en la segunda mitad de la década de 1980 en respuesta a las medidas austericidas de 1983 impuestas para compensar el descenso del precio del crudo. Es así que estallaron insurrecciones masivas en Guarenas y en Caracas en 1989, ahogadas en la sangre de miles de muertos y desaparecidos. Pero la izquierda revolucionaria aún no se había recuperado del final de la lucha guerrillera en la década del 1970, siendo muy débil su raigambre en un proletariado y campesinado golpeados con extrema dureza por el neoliberalismo. La antorcha la cogió el complejo movimiento bolivariano dirigido por Chávez: su ejemplar comportamiento tras el pronunciamiento fallido de 1992 le granjeó la confianza del pueblo más machacado. Paulatinamente, Chávez fue aglutinando alrededor suyo una amplia y dispar alianza de fuerzas sociopolíticas unidas por un nacionalismo genérico que ya no aceptaba la subordinación a los EEUU de la burguesía rentista. La corriente más fuerte en esa alianza era la de Chávez: un movimiento nacionalista democrático-radical, no socialista, que quería aplicar a la Venezuela de 1999 el ideal justicialista y antiimperialista del Bolívar posterior a su visita a Haití en 1816.
Como sucede en tantos otros procesos pre-revolucionarios, o en casi todos ellos, existía una gran distancia entre el nivel de combatividad social desorganizada y la fuerza práctica de los grupos de izquierdas que, en buena medida, se vieron sorprendidos por la rápida aceptación del ideal bolivariano en el pueblo trabajador. Hasta entonces un Bolívar insustancial y momificado, incluso derechizado, había sido patrimonio casi exclusivo de las burguesías, mientras que las izquierdas seguían en buena medida atrapadas entre, por un lado, la eurocéntrica y errónea visión de Marx sobre Bolívar y, por otro lado, la débil integración del Bolívar auténtico en la dinámica de creación del marxismo de Nuestramérica que históricamente empezaba incluso antes que Mariátegui, lo que les exigía romper con el ruso centrismo etapista dominante en la III Internacional desde la segunda mitad de la década de 1920.
Antes de llegar al gobierno, Chávez insufló nueva vida al orgullo venezolano mediante la recuperación de Bolívar y un excelso programa de mejora del pueblo empobrecido coherente con ese orgullo bolivariano, cimentado en una ideología humanista. Ya en el gobierno organizó el debate público sobre la nueva Constitución, la primera sometida a votación popular, que proponía una Ley de Tierras odiada por la burguesía. Ganó e inmediatamente comenzó la presión para derrocarlo. En 2001 dictó la Ley de Hidrocarburos, inaceptable para los rentistas y los yanquis porque empezaba a asegurar la independencia energética del país y con ella multiplicaba la entrada de divisas petroleras directamente a las arcas públicas, lo que le permitía reducir la pobreza. El golpe de 2002, que causó centenares de asesinados y heridos, estuvo a punto de triunfar si no llega a ser por la respuesta popular, sobre todo de las mujeres trabajadoras que encabezaron la contraofensiva. La respuesta del imperialismo fue declarar el «paro petrolero» entre 2002 y 2003 organizado por la burocracia de PDVSA para hundir la economía y a Chávez.
Superado el peligro, en 2004 Venezuela empieza a independizarse del control militar yanqui con el Plan de Defensa Nacional, en ese año Chávez gana el referéndum revocatorio y, junto con Cuba, impulsan el ALBA: plan estratégico que de triunfar segaría la yerba debajo de los pies económicos de los EEUU en Nuestramérica. En 2005 Chávez reivindica el socialismo y coordina la creación de Telesur con Cuba y otros países. Son los años de gloria, pero aunque en 2007 pierde por muy poco el referéndum de reforma de la Constitución en el sentido de acelerar su marcha al socialismo, se mantiene hasta 2009 ese socialismo que revindica las comunas, las recuperaciones de empresas, las cooperativas, que inicia nuevas «misiones», que ayuda a otros pueblos, que establece relaciones especiales con otros Estados que pueden abrir otra política internacional del crudo que enfurece a los yanquis y a las grandes petroleras occidentales, etc.
A finales de 2008 Obama llega a la Casa Blanca el imperialismo pasa decididamente al ataque. Al poco reactivará a la IV Flota comenzando el cerco militar a Venezuela. Para entonces ya afloraban las limitaciones del movimiento bolivariano: el aparato de Estado no había sido depurado sino reconvertido mediante altos sueldos para agilizar el reparto de las rentas petroleras entre el ejército, el partido, la nueva boli burguesía, las empresas y la banca aunque fueran notoriamente antichavistas, y el pueblo que recibía hasta ese momentos ayudas significativas. Lo peor era que con las dividas no se potenció la economía productiva, sino que se desviaron hacia los servicios, la transformación y ensamblaje de lo que se importaba del exterior, a costa de un endeudamiento creciente, mientras la corrupción ya estructural desde la dominación española, pudría ahora estamentos decisivos cercanos a Chávez, como se demostraría con el tiempo.
¿Sobre qué estrategia se sostenía esta práctica? Hemos dicho que hasta 2005 Chávez no asumió públicamente el socialismo, lo cual no quiere decir que todo el movimiento bolivariano se hiciera socialista al instante, y menos aún de un socialismo marxista, sin entrar ahora en esta definición tan abstracta. En 1996 el programa bolivariano centraba el desarrollo en el petróleo bien administrado lo que exigiría un sistema estatal no sujeto al imperialismo ni a la burguesía rentista y parasitaria. Desde 1999, ya con el gobierno sometido a las presiones golpistas que hemos visto arriba, van surgiendo tres grandes bloques de fuerzas dentro del movimiento bolivariano: la de izquierdas, comunera y socialista; la oportunista y burócrata que con la excusa de que hay que multiplicar la llegada de divisas suaviza los controles económicos, facilita la «iniciativa empresarial», etc., abriendo las puestas a la corrupción; y la del centro, que intenta armonizar a ambas, pero que va cediendo ante la cada vez más poderosa burocracia.
Chávez y su grupo debían moverse en ese laberinto buscando mantener una unidad cada vez más dañada por el ascenso de la boli burguesía, pero sin optar decididamente por la izquierda comunera: su idea de socialismo bolivariano aún no había superado del todo al humanismo abstracto anterior al gran impacto que le causó la respuesta popular de 2002-2003 y el aumento de la ferocidad imperialista. En 2009 hay un gran debate sobre la ya inquietante deriva burocrática que afecta a las instituciones, al partido y al sindicato, que se reinicia varias veces hasta 2011. Muy posiblemente fruto de estas agudas tensiones, de la certidumbre del retroceso económico, de las distancias que empiezan a separar al chavismo del pueblo, de la proximidad de las elecciones de 2012, de su propia autocrítica y del deterioro de su salud envenenada… el Chávez enfermo se lanza a la lucha desesperada y tras ganar las elecciones anuncia a finales de ese octubre que hay que dar un golpe de timón orientando el movimiento hacia el objetivo revolucionario de Comuna o Nada. Moriría a comienzos de marzo de 2013.
Cunde el desconcierto a pesar de que los más allegados estaban al tanto. El imperialismo cree haber asestado el golpe definitivo porque a la muerte de Chávez se le suma la falta de carisma de Maduro, las dudas en sectores militares, el agravamiento de la crisis mundial para la que el movimiento bolivariano apenas estaba preparada, los datos ya innegables de la corrupción estructural y, como efecto de todo ello, el intento victorioso de crear una oposición burguesa reaccionaria públicamente enfrentada al chavismo e impulsada oficialmente por los EEUU que mediante su portavoz más reconocido, Leopoldo López, sostenía en 2014 en la prensa yanqui que Venezuela era un «Estado fallido» que debía ser derribado para así modernizarlo mediante su integración en el capital financiero. Esta tesis será usada de nuevo en 2019 para justificar la «ayuda humanitaria» ante la incapacidad del gobierno, e inmediatamente después para ocultar el terrorismo eléctrico achacando toda la responsabilidad de los apagones a ese mantra de la incapacidad. Y a finales de ese 2014 los EEUU elaboran un plan de «defensa de los derechos humanos» en Venezuela.
Al poco, en marzo de 2015 Obama dicta la ley de «seguridad nacional» por la que Venezuela es declarada el peor enemigo de los EEUU, y en febrero de 2016 se elabora el plan «Venezuela Freedom-2 Operation». La internacionalización del ataque a Venezuela vuelve a demostrarse entre mayo y septiembre de 2016 cuando tres importantes bancos alemanes, norteamericanos y portugueses cierran o reducen al máximo sus negocios en el país, asestándole un duro golpe económico y propagandístico, y cuando los EEUU amenazan a los inversionistas del mundo que negocien las condiciones propuestas por Venezuela para canjear bonos de PDVESA. Se acelera la estrategia yanqui de acabar cuanto antes con el chavismo: en noviembre de 2016 la banca JP Morgan miente al decir que PDVSA no puede pagar una deuda, buscando el default venezolano; como la mentira no surte efecto en diciembre de ese año la empresa Crane Currency retarda todo lo que puede el envío de los billetes de bolívares que Venezuela le había encargado para, así, sumir al país en la falta de efectivo con la esperanza de provocar revueltas.
Mientras tanto, se tensan las relaciones entre los sectores trabajadores concienciados que presionan en la línea de Comuna o Nada, de recuperación de empresas, de cooperativas integrales, etc., y la cada vez más poderosa boli burguesía institucional que no duda en reprimir a los sectores más combativos de la izquierda que se resisten a devolver tierras y fábricas. Las razones son obvias: el pueblo trabajador sufre empobrecimiento mientras que las fracciones burguesas nadan en la abundancia. Viendo el espectáculo, la derecha quiere avanzar en su unidad y prepara la guarimba fascista de abril de 2017 convencida que, por fin, va a vencer. El desabastecimiento y la falta de dinero-papel empeora la situación, pero cientos de comités chavistas de base se esfuerzan al máximo para que sigan llegando las ayudas públicas. La crisis disminuye las divisas, pero el chavismo mantiene un mínimo de ayudas en especie, en subvenciones, en precios básicos, y el prestigio de Chávez y la astucia que Maduro demuestra poseer hacen el resto.
La guarimba de abril de 2017 supera en inhumanidad todo lo visto hasta entonces, tanto que franjas de la oposición dudan en apoyarla y al final se echan para atrás al comprender que esa ferocidad les deslegitima ante el pueblo sino que también y sobre todo daña a sus negocios, algunos de los cuales son incendiados y otros saqueados, o ambas cosas, por los matones a sueldo reclutados muchos de ellos en bandas criminales y entrenados y armados por los servicios imperialistas que les pagan y surten de drogas, los menos son niñatos burgueses ansiosos por degollar chavistas. Son bandas fascistas como lo eran las camisas pardas y negras, los freikorps… o el lumpen armado por la burguesía francesa tan bien descrito por Marx.
La convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente para finales de julio de 2017 es la respuesta ofensiva, que no defensiva, ante ese nuevo ataque salvaje que deja en las calles restos calcinados de personas quemadas vivas. La victoria de Maduro es tremenda, y surge con ella una peculiar situación de doble poder, típica en esencia de todo proceso que avanza de su fase prerrevolucionaria a sus momentos críticos. La ley dialéctica de la unidad y lucha de contrarios vuelve a demostrar su potencia heurística, teórica y política ya que, por un lado de la unidad, surge esa Asamblea mediante la democracia popular directa contabilizada en votos, mientras que por el lado antagónico de la unidad de contrarios, se mantiene la Asamblea Nacional dominada por la reacción desde 2015, cuando el chavismo perdió aquellas elecciones, su segunda derrota entre las 25 realizadas en veinte años, como hemos visto al comienzo.
Peculiar forma de doble poder porque, en realidad, no están en peligro por ahora las bases de la explotación capitalista, de la propiedad burguesa, de su dictadura de clase disfrazada de «democracia». No lo están aún porque todavía Venezuela no ha avanzado hasta el momento crítico de negación revolucionaria del capital, sino que, con altibajos, se mantiene en una larga fase pre-revolucionaria minada internamente por la boli burguesía y atacada con furia creciente por el bloque burgués-imperialista. Por ahora, según sea la lucha de clase en su generalidad, fracciones de la boli burguesía optarán más o menos, o no optarán, por negociar con el imperialismo, sacrificando el movimiento bolivariano en su beneficio.
La ideología burguesa, sus «ciencias sociales», su economía política, su lógica formal…, son incapaces de entender qué son las complejas situaciones de doble poder, por qué surgen y qué líneas tendenciales abren dentro de la lucha de clases, sobre todo en los procesos de liberación de la nación trabajadora, que es el secreto que se esconde en el fondo de la revolución bolivariana como dinámica de contradicciones. La mayoría abrumadora del proletariado agrícola e industrial, muchos sectores de la pequeña burguesía e incluso de la boli burguesía institucionalizada impulsan la Asamblea Nacional Constituyente, aun conscientes de las diferencias entre ellos pero más conscientes de lo que les une frente al imperialismo.
Sobre todo, lo hacen las mujeres trabajadoras que, como en 2002 y en otros momentos decisivos, son la fuerza interna del chavismo que vuelve a ponerse en primera fila. Lo hacen porque saben por su experiencia diaria que de triunfar la reacción perderán para siempre los avances que han conquistado. Es cierto, y lo saben, que esas conquistas son aún limitadas, que el sistema patriarcal todavía es fuerte dentro del chavismo, que la dictadura patriarcal anclada en el irracionalismo y en el egoísmo de los hombres se resiste y siempre contraataca, y por eso votan a la Constituyente.
Nada más conocerse a primeros de mayo la propuesta de la Constituyente, el imperialismo lanza un nuevo ataque económico, pero ahora con las directrices descarnadas que le añade la Administración Trump: desde julio de 2017 hasta enero de 2018 cae sobre Venezuela un diluvio de medidas de asfixia y ahogo que abarca desde la prohibición de medicamentos hasta productos vitales como caucho, aceites especiales y repuestos de toda clase, pasando por las finanzas y cierre de cuentas corrientes extranjeras en el país, terminando en la imposibilidad de satisfacer la parte correspondiente de la deuda pública de PDVSA para romper así cualquier posibilidad de acuerdos con los acreedores.
En febrero de 2018 los EEUU reestructuran la ofensiva en el documento «Golpe maestro para acabar con la ´dictadura´ de Venezuela», mes en el que se extienden las sanciones de manera generaliza en múltiples ataques que van ampliándose hasta el presente, sobre todo desde enero de 2019 cuando Guaidó es «autoproclamado» por los EEUU presidente de gobierno fantasma sin un gobierno real que presidir. La dualidad de poder de la que hemos hablado antes se muestra ahora con el contraataque de la Asamblea Nacional reaccionaria, de la que Guaidó era presidente desde 2015. Los EEUU habían organizado la escena con varios meses de antelación, sabiendo que varios Estados peleles reconocerían a Guaidó
Dos legitimidades inconciliables enfrentadas a muerte y que tienen cada una de ellas sus tensiones internas. La dialéctica emerge de todas partes. En la Asamblea Constituyente las aguas están agitadas porque son de dominio público las críticas acertadas que izquierdas chavistas y no chavistas hacen a los sectores de la boli burguesía que quieren introducir medidas anti obreras «para superar la crisis», como si fueran los proletarios sus causantes. En la Asamblea reaccionaria hay fuertes líos porque el personalismo de los burgueses les lleva a enfrentarse por el reparto de la piel del oso mucho antes de haberlo cazado, porque ni siquiera se ponen de acuerdo en cómo cazarlo. Como sucede siempre, es la realidad la que ilumina las tinieblas: la tramoya sobre la llamada «ayuda humanitaria» alrededor del 23 de febrero de 2019 se derrumbó por sí misma en silencio y calma, y el terrorismo cibernético contra la red eléctrica demostró al menos cuatro cosas fundamentales en estos momentos:
Una, que el pueblo, el ejército, las fuerzas sociales, culturales e intelectuales del movimiento bolivariano tienen más autoconciencia y autoorganización para responder en situaciones críticas, de lo que esperaba la derecha, de lo que aseguraban los agoreros de toda calaña. Dos, que las instituciones del Estado y del gobierno empiezan a adquirir cierta efectividad y método para responder en esos momentos, no morder los anzuelos que se escondían en las promesas imperialistas y recomponer en menos tiempo de lo esperado una red eléctrica destruida por el terrorismo dirigido por el Pentágono. Tres, que además desde las bases bolivarianas que impulsan los dos puntos anteriores surgen críticas y denuncias constructivas sólidamente asentadas sobre las contradicciones internas y los ataques externos. Y cuatro, la hasta ahora debilidad estructural de la burguesía para provocar una insurrección contrarrevolucionaria, su incapacidad para unirse para un único mando.
Las cuatro lecciones sólo podían extraerse de las luchas reales, de los conflictos en la calle, sobre todo cuando circulaban -y circulan- toda serie de rumores sobre de contactos a múltiples bandas que confluyen, fundamentalmente, en cómo la boli burguesía estaría negociando diversas formas de rendición honrosa ante el imperialismo, sacrificando incluso a Maduro, rumores que no vamos a publicitar aquí porque muchos son parte de la guerra psicológica. Lo cierto es que, otra vez, Maduro ha tomado la iniciativa anunciando una profunda remodelación del gobierno porque todo indica que, tras las dos derrotas sufridas por el imperialismo en febrero y marzo, éste va a ampliar la guerra de 4ta generación. La remodelación ya ha sido aplaudida por sectores de la izquierda chavista que exigen profundos cambios que mejoren las condiciones del pueblo, tomen medidas radicales contra la guerra económica con «la declaración urgente de la moratoria de la deuda como estrategia de contraataque al bloque financiero internacional» y otras, así como una lucha implacable contra la corrupción (https://pakitoarriaran.org/articulos/la-guerra-de-4ta-generacion-y-la-dirigencia-que-requerimos)
De cualquier modo, la experiencia aconseja esperar a ver cómo evolucionan, confluyen o chocan entre en sí los varios niveles de compleja realidad venezolana: los sectores dentro del chavismo oficial incluidos los militares; las corrientes del chavismo popular, «bravío», y de las izquierdas que apoyan al chavismo de base siempre con críticas constructivas; y el desbarajuste histórico y permanente en el interior de la burguesía dependiente de los EEUU, sin olvidarnos de la evolución de las contradicciones mundiales que también influyen en esa realidad.
Todo parece sugerir que la situación del peculiar doble poder venezolano entre dos fuerzas inconciliables, oficialmente establecida con la victoria de la Asamblea Nacional Constituyente a finales de julio de 2017, puede estar llegando a su momento culmen. Un general yanqui ha dicho con sincera crudeza fascista que la mejor y más rápida solución es dándole un balazo a Maduro. No dice nada nuevo: un general guatemalteco educado en las Escuela de las Américas, dijo que la «paz» se ganaba matando al 30% de la población. Maduro, según esto, sería uno más dentro de ese 30% de la población venezolana.
Resumiendo: las especiales condiciones venezolanas, su particularidad con respecto a otros procesos y su singularidad determinada por sus condiciones sociales, económicas, geográficas y culturales…, nos obliga a recurrir a varios conceptos relacionados entre ellos para comprender lo que ocurre: sobre la base de una fase pre-revolucionaria se inició una «revolución bolivariana», es decir, una lucha de independencia nacional democrático-radical de un pueblo que ya era formalmente independiente pero que estaba explotado en la práctica por el imperialismo apoyado por el colaboracionismo de una burguesía rentista que había renunciado de facto a ser «burguesía nacional».
Tal cual fue pensada, la «revolución bolivariana» no buscaba el socialismo, sino que su ala más consecuente y lúcida, la representada por Chávez, fue comprendiendo su necesidad como única garantía real de lograr la verdadera independencia. Pero otras alas estaban atadas por intereses económicos y/o por un nacionalismo bolivariano no tan antiimperialista ni consecuente, ideológica y materialmente sujeto a la lógica burguesa. La debilidad de las izquierdas marxistas o anarquistas, y su incomprensión inicial del valor de la subjetividad antiimperialista del pueblo, o su desprecio mecanicistas a lo que no fuera occidental, dificultó mucho el rápido desarrollo del socialismo bolivariano basado en la esencia marxista liberada de sus errores eurocéntricos.
De esta forma, con parte del camino libre, fue creciendo también la boli burguesía que buscaba apropiarse de la mayor cantidad posible de renta petrolera, repartiendo algunas cantidades al pueblo y reduciendo el expolio del imperialismo y sus colaboracionistas. Así, la «revolución bolivariana» fue siendo suavizada a mero «proceso bolivariano», frenando las potencialidades emancipadoras de la primera. El sector nucleado por Chávez se percató de ello intentando dar «el golpe de timón» en 2012, citado arriba: el socialismo bolivariano retomaba los valores comunales de las resistencias de Nuestramérica, teorizados desde Mariátegui y practicados desde siempre.
BGD! -¿Qué puede hacer la clase trabajadora vasca que se opone al intervencionismo en Venezuela?
IGSV – En vez de hacer propuestas teoricistas, vamos a ver ejemplos prácticos. Uno de ellos es el de los derechos humanos concretos, no los de la abstracción burguesa que sólo justifica al imperialismo. La clase obrera vasca debe defender Venezuela porque así reivindica los derechos elementales también en Euskal Herria: vascas y vascos allí exiliados serán entregados al Estado español si gana el imperialismo, del mismo modo que los derechos del pueblo venezolano serán más atacados desde el exterior si aquí, en Euskal Herria, el pueblo trabajador no hace retroceder con sus movilizaciones al imperialismo anti venezolano de PNV-UPN-PSOE.
En el capitalismo actual, la mundialización de la lucha de clases es casi instantánea, a tiempo real, dependiendo de los husos horarios y de la capacidad de las izquierdas para extender en sus entornos de acción las lecciones que aprende de las luchas de otros pueblos que se han producido igual hace dos horas en el extremo opuesto del mundo, y viceversa, se comunica al resto del mundo lo que se está haciendo o acabar de hacer. Las sucesivas generaciones de marxistas ya fueron conscientes de esto desde que la industrialización acortó las distancias y los tiempo con la máquina de vapor, con el telégrafo y luego el teléfono, etc.
Un ejemplo, desde la primavera de 1992 el pueblo uruguayo se movilizaba en defensa de exiliados vascos cada vez más amenazados con la devolución al Estado español. La solidaridad internacionalista fue en aumento hasta que en agosto de 1994 la policía cargó contra una gran manifestación congregada delante de un hospital donde estaban varios refugiados vascos, generalizándose la represión que asesino a Fernando Morroni y Roberto Facal. El ascenso de la solidaridad uruguaya fue seguido con creciente simpatía vasca, y su trágico desenlace criminal generó para siempre una hermandad trabajadora entre ambas naciones.
Dos ejemplos, la recuperación de PDVSA por el pueblo de Venezuela gracias a la derrota que le infringió al imperialismo durante el paro petrolero de 2002-2003, fue aplaudida por el internacionalismo vasco, sabedor de que esa victoria reforzaba al pueblo chavista y también a Cuba y a la solidaridad que realizaba Venezuela con precios baratos de crudo a varios países, y a la vez debilitaba al imperialismo y por tanto a la burguesía vasca. En 2012 el gobierno argentino nacionalizó la petrolera YPF dependiente de REPSOL, multinacional energética que tenía entonces un pequeño accionariado vasco, pequeño para el gigante pero significativo para la burguesía vasca, que movilizó sus recursos estatales y autonómicos para presionar en contra del derecho incuestionable del pueblo argentino a recuperar sus reservas de crudo aumentando su soberanía energética. El internacionalismo vasco salió en defensa de Argentina y en contra de la burguesía del país, defensora a ultranza de sus negocios imperialistas.
Defender la independencia energética de un pueblo es lo mismo que defender sus servicios públicos, sus sistemas sociales, su lengua y cultura no mercantilizada, sus derechos colectivos, sus libertades concretas y sus bienes y recursos, en suma es luchar para que el pueblo obrero sea propietario colectivo de fruto de su trabajo, o sea, acabar con la propiedad capitalista. Es por esto que ninguna burguesía acepta o tolera por mucho tiempo el gasto social en beneficio del proletariado, gasto que el pueblo trabajador le ha impuesto a la fuerza, contra sus beneficios, mediante la lucha de clases.
El capital vasco sabe de sobra que cuando Argentina y Venezuela recuperaron gran parte de su soberanía energética, se reforzaban los argumentos de las fuerzas populares que aquí exigían que se generalizasen los servicios colectivos, públicos, comunes, pero sobre todo a costo de la propiedad burguesa: que los paguen los que explotan, y que ese impuesto directo al capitalismo sea parte de una estrategia tendente a la propiedad socialista de las fuerzas productivas. Vemos así como las lecciones del internacionalismo proletario son inaceptables para el capital, y por qué la burguesía que explota en Euskal Herria necesita que sean derrotadas las clases trabajadoras en Venezuela y en Argentina, por ceñirnos a estos dos países. Por su parte, las burguesías de estos dos pueblos aplauden el neoliberalismo de su hermana de clase, la burguesía vasca.
Y por no extendernos, un ejemplo ejemplar, a finales de enero de 2019 el comité de empresa de la CAF pidió a la patronal que no licitase para la construcción de un tren en Jerusalén que reforzará la ocupación militar de Palestina. Este internacionalismo debe extenderse a la totalidad del movimiento obrero vasco, y también a los movimientos populares, culturales, etc., tanto directamente en sus áreas de militancia como indirectamente en el apoyo público a toda práctica internacionalista. Por poner una realidad inhumana: el capitalismo español gana 20 euros al segundo vendiendo armas que asesinan a miles de niños y niñas yemeníes; parte de esos 20-€/segundo ensangrentados acaban en la burguesía vasca: debemos impedirlo aunque ello suponga un choque creciente con «nuestra» clase explotadora y su Estado, y eso sin hablar ahora del imperialismo francés y la burguesía de Iparralde.
Esta misma lógica vale para Venezuela, y sobre todo nos lleva al nudo gordiano del internacionalismo en la mundialización de la ley del valor: no es posible llevar una política internacional que no sea continuidad de la nacional y/o estatal, y viceversa; por lo tanto, es imposible combatir al imperialismo en Venezuela o en otro lugar, sin a la vez atacar aquí, a las fuerzas imperialistas y a sus grupos de choque que intimidan, provocan, insultan, etcétera. Del mismo modo, proponer inútiles «diálogos», «negociaciones», «consensos»…, entre el imperialismo al ataque y el pueblo atacado, es la aplicación al exterior de la línea de «consenso» entre burguesía y proletariado que se practica en el propio país, y por experiencia histórica sabemos que tanto fuera como dentro el «diálogo» siempre favorece al explotador si la explotada no lo dirige ella misma en su beneficio con una estrategia revolucionaria orientada a acabar con la explotación.
Estos criterios son incuestionables y determinan toda solidaridad internacionalista por pequeña que sea: por ejemplo, las «ayudas» que el cooperativismo burgués de MCC Arrasate -hay un cooperativismo reaccionario y otro revolucionario, que no analizamos ahora- hace a otros pueblos son, según los casos, ayudas indirectas o directas a su clase dominante. MCC sólo quiere expandir sus negocios y beneficios cooperativos integrados en la mundialización del valor y del reparto de la plusvalía, mediante la integración de otras cooperativas burguesas en su red particular para, así, competir mejor en la lucha caníbal entre empresas burguesas, sean o no cooperativas. Además, si esa «ayuda» sirve para desactivar luchas revolucionarias, armadas o no, desintegrando a la izquierda como unidad estratégica, e integrando en el sistema político-económico burgués a sectores de su militancia, mejor que mejor porque, tal vez, doble sus negocios: lo que consigue con el reformismo y las concesiones del Estado opresor como agradecimiento. Este es el caso, por ejemplo, del papel de MCC en Colombia.
Uruguay, Argentina, Palestina, Yemen, Colombia…, la esencia de estos y otros ejemplos es igualmente aplicable a Venezuela, del mismo modo en que, lo universal de la revolución bolivariana es aplicable a estos pueblos en cuanto lucha antiimperialista que avanza con problemas al socialismo comunal, marxista. Y también ayudan a la lucha de clases en el imperialismo más desarrollado y criminal: la iniciativa de las masas de estos pueblos, la horizontalidad de sus autoorganizaciones, la fuerza de lo comunal en su memoria de lucha, su capacidad de aglutinamiento e integración de sectores sociales diversos…, estos valores -que no analizamos ahora en profundidad- son aplicables en su núcleo, en su universalidad, a las movilizaciones al alza en los EEUU, en la Unión Europea, en Euskal Herria.
BGD! -¿Cuál serían las enseñanzas políticas que se desprenden de Venezuela de cara al propio contexto político vasco?
IGSV– Como hemos visto, Venezuela intenta salvaguardar su independencia real, lucha para impedir que los EEUU la anulen de hecho aunque la mantenga en la ficción legal, formal, aceptada por los Estados fieles al imperialismo. En este sentido elemental, Venezuela posee poderes propios decisivos: sus inmensos recursos, que si bien están más o menos privatizados y hasta explotados por compañías extranjeras, aún no son propiedad absoluta el capital trasnacional que tiene su puño de acero en los ejércitos y leyes imperialistas, y su guante de seda en la «democracia» burguesa; también es poseedora de algo vital: un ejército propio y una doctrina de defensa que asume la centralidad del pueblo en armas; de igual modo, tiene medios públicos de concienciación, de cultura popular y de (re)creación de la identidad nacional relanzadas por Chávez e imprescindibles para la independencia socialista; también dispone por ahora de un apoyo internacional apreciable y fuerte en cuestiones centrales; y sobre todo, fundamentalmente, dispone de una base proletaria consciente y crítica -por ello doblemente valiosa- y de la ventaja por ahora de una burguesía rota en su unidad, podrida y corrupta en sí misma y entregada en cuerpo y en «alma», en la cartera, a la civilización del dólar.
Aquí hemos citado algunas garantías de Venezuela, y hemos visto que son inmensas las diferencias particulares y singulares con respecto a Euskal Herria. Es más, vista en su totalidad, es una diferencia cualitativa ya que Venezuela tiene su Estado nacional. Euskal Herria no lo tiene, peor, está ocupada por dos Estados, dividida en tres trozos y carente de una burguesía nacional en el sentido estricto del concepto, es decir, de una clase burguesa dispuesta a sacrificar su vida y su propiedad por la independencia real de su modelo de nación capitalista con un Estado de clase. Aun así podemos extraer al menos cinco enseñanzas que nos aporta Venezuela:
La primera, ninguna burguesía como unidad de clase se deja expropiar sin una desesperada resistencia en la que pide apoyo al imperialismo, cediéndole más o menos parte de sus beneficios con tal de mantener el resto, o sea, sacrificar algo para mantenerse en el poder de clase aunque sea bajo la dominación extranjera, dominación que será más o menos camuflada e invisibilizada con los medios de alienación de masas, y con la represión suave o salvaje del movimiento revolucionario. El sistema represivo, su doctrina y estrategia, será dirigido en lo esencial por el Estado ocupante que puede concederle a la burguesía autóctona sus propios instrumentos de control, vigilancia, represión y alienación, pero con dos exigencias: que sean inferiores en cantidad y calidad a los del Estado, y que siempre sean controlados y centralizados en lo estratégico y decisorio por el Estado ocupante.
Que, como hemos dicho, no exista burguesía nacional vasca como unidad de clase, no quiere decir que no sea válida esa primera lección: dice que están condenadas al fracaso las creencias idealistas que imaginen la factibilidad de una estrategia larga que busque una sólida alianza interclasista al menos con la mediana burguesía. Suficientemente sólida como para aguantar las advertencias iniciales y las presiones ulteriores de la hermana burguesa mayor, avisos y chantajes de clase que precederán o se simultanearán con una represión casa vez más dura, con un ataque múltiple: desde huida de capitales, guerra psicológica y mediática, potenciación del terrorismo fascista por el Estado ocupante hasta juicios implacables por «rebelión».
La segunda, las fracciones más débiles de esa clase burguesa que no tiene identidad nacional vasca sino a lo sumo, autonomista y regionalista, es decir, la pequeña burguesía y algunos pocos de la mediana, pueden crear un movimiento independentista o pueden sumarse al creado por otras fuerzas, siempre que los dirijan ellas, siempre que obtengan algún beneficio socioeconómico y político, además de cultural, para el modelo de nación burguesa que les es propio.
La tercera, la necesidad de impulsar desde el principio una fuerza revolucionaria y una autoorganización del pueblo trabajador con su riqueza polifacética de movimientos específicos de autoorganización concreta; fuerza compleja homogeneizada alrededor de una estrategia de clase propia, independiente de los reformismos y de la política burguesa. No puede haber lucha por la independencia socialista, por la nación comunera, si no hay objetivos de clase propios con una estrategia independiente en todos los sentidos, desde el proyecto socioeconómico hasta el internacional pasando por las formas y contenidos democrático-socialistas embrionarios, siempre sujetos a los ataques represivos y a la cooptación y soborno corrupto inherentes a la sociedad burguesa.
En la medida en que esta necesidad se retrase, o se posponga, en esa medida la pequeña burguesía imprimirá sus intereses al proceso, desviándolo al callejón sin salida del institucionalismo tolerado por el Estado ocupante. Dado que se nos impide por la fuerza militar construir nuestro propio Estado, los intentos por crear dinámicas de contrapoder y doble poder puntual y operativo en áreas específicas, eran, son y serán boicoteados y torpedeados siempre y con cualquier motivo por esa pequeña burguesía: uno a uno, los sucesivos intentos que ha hecho la izquierda abertzale para crear esas instituciones han fracasado por la negativa del «aliado estratégico».
Incluso con su propio Estado independiente, la Venezuela chavista se enfrenta a serios obstáculos por el poder de obstrucción de las fracciones burguesas fieles a los EEUU, por los intereses corporativos y de casta de la boli burguesía, etcétera, de modo que el avance del bolivarianismo ha sido frenado desde su interior y desde el exterior aun disponiendo de un Estado independiente, como decimos. El peculiar doble poder de la unidad y lucha de contrarios -Asamblea Constituyente versus Asamblea reaccionaria- ejemplariza la lección que estamos exponiendo y añade dificultades mayúsculas a Euskal Herria si aquí no nos organizamos desde ahora en el camino de una superioridad aplastante y cualitativa sobre el modelo nacional de la pequeña burguesía «aliada estratégica», modelo que es burgués en su contenido y forma.
La cuarta, la revolución bolivariana, pese a sus primeras y lógicas indefiniciones de clase, sí tenía varios principios axiomáticos: uno de ellos era y es, seguirá siendo, el de la independencia armada como única garantía de supervivencia del Estado bolivariano. Este axioma se refuerza conforme se desarrollaba el socialismo comunero; las cooperativas populares en red, las recuperaciones de los recursos y bienes comunes en manos imperialistas, las inversiones masivas en una calidad de vida desconocida hasta entonces, las empresas públicas de comunicación internacional no mercantilizada; las estrategias de avance a la Patria Grande y de vertebración endógena y autocentrada de Nuestramérica rompiendo con los tentáculos imperialistas; las ayudas internacionalistas a otros pueblos que les ayudaban en sus resistencias al monstruo yanqui… La consigna de Comuna o Nada, exige de un pueblo en armas, un pueblo trabajador que se autoeduca en su derecho inalienable a la Rebelión -las insurrecciones masivas de 1989- y en su derecho/necesidad de la autodefensa en el presente y en el futuro.
Esta lección es universal desde la victoria de la propiedad privada y del patriarcado sobre la propiedad comunal y la mujer libre, desde el comunismo primitivo. Seguirá siendo de alcance universal hasta que surja el comunismo desarrollado. Pero por ahora sólo varían las formas sociohistóricas de su aplicación en lo particular y lo singular. Es tan obvia esta lección que únicamente puede ser negada por la irracional fe reformista en una inexistente bondad democrática del capitalismo y de los nacionalismos imperialistas que lo sostienen. La gran burguesía, el gran capital financiero-especulativo y ficticio, inhumano, si sabe por experiencia propia la objetividad de esta ley histórica que rige por encima y al margen de las subjetividades alienadas de sus peones reformistas. Por tanto, tener siempre en cuenta esta lección, organizarse para saber dominar en beneficio del pueblo y en contra del capital esta lección histórica es también una necesidad permanente, necesidad en el sentido marxista, por supuesto.
Y la quinta, el internacionalismo es consustancial a la revolución bolivariana, se mantuvo vigente cuando devino en proceso bolivariano y se reactivó con el socialismo comunero. En una primera fase su campo de acción fue Nuestramérica por razones obvias, pero fue extendiéndose en la medida en la que el antiimperialismo de Bolívar tenía que responder al imperialismo de comienzos del siglo XXI. El colonialismo existente en 1826 se dio cuenta al momento del peligro potencial del Congreso Anfictiónico de Panamá de ese mismo año, organizado por Bolívar, y no paró hasta hacerlo fracasar. Desde 1992, desde 1996, desde 1999 y desde 2002, por no extendernos, el imperialismo ha sabido del peligroso internacionalismo de la revolución bolivariana.
El internacionalismo vasco está aún a mil leguas del bolivariano en su dimensión comunera, pero debe ser consciente de que nuestro presente y futuro es inconciliable con el imperialismo en cualquiera de sus expresiones regionales: el franco-español, el europeo y el norteamericano que lidera a los demás. Por esto, sabe que es incompatible con la burguesía vasca, cuya génesis como clase explotadora es parte de la génesis de los imperios español y francés, del capitalismo comercial y colonial, de su fase industrial e imperialista, y de su actualidad de capitalismo financiero-especulativo y ficticio. Visto esto es urgente avanzar en el internacionalismo como campo de lucha independentista dentro del monstruo europeo, tarea imposible de resumir aquí.
Las cinco lecciones muestran la incompatibilidad entre el capital y el trabajo también en Euskal Herria.