Dos jóvenes cineastas cubanos hurgan en la idiosincrasia de su pueblo con su ópera prima documental titulada «Camaleón», en la que revelan la complejidad de un entramado social matizado eventualmente por el mimetismo. Con sus propios escasos recursos, Liván Magdaleno y Abel Raymond, los directores de la cinta, recorrieron La Habana cámara en mano y […]
Dos jóvenes cineastas cubanos hurgan en la idiosincrasia de su pueblo con su ópera prima documental titulada «Camaleón», en la que revelan la complejidad de un entramado social matizado eventualmente por el mimetismo.
Con sus propios escasos recursos, Liván Magdaleno y Abel Raymond, los directores de la cinta, recorrieron La Habana cámara en mano y ensamblaron un material de 19 minutos, donde evidenciaron múltiples y contradictorios discursos.
Aunque en entrevista con IPS descartaron un enfoque político en la obra, sino esencialmente una introspección psicosocial en el cubano de los años 90 y comienzos del siglo XXI, reconocen haber hallado formas de camuflaje en la sociedad isleña.
Magdaleno enfatizó que «el documental no está sustentado en bases políticas, sino fundamentalmente en los aspectos de la idiosincrasia del cubano», que por su formación histórica de varias culturas «le es fácil asimilar diferentes aportes».
El título del audiovisual es una metáfora que alude a la capacidad de enmascaramiento del reptil camaleón, fácil de encontrar en los campos de la isla, aseguró durante la conversación el joven realizador.
Reflejamos «la manera de simular, de camuflarse que utiliza el cubano para aparentar una cosa que puede ser o que tal vez no es» dijo, para afirmar a continuación que «en ese juego de la simulación, de la apariencia, es que se esconde toda la información del documental».
«Camaleón» combina el testimonio de cinco especialistas en sociología, filología, antropología y de dos sacerdotes, uno católico y otro de la religión afrocubana, e imágenes de la vida en las calles habaneras llenas de propaganda política oficial.
Raymond ejemplificó que «uno de los carteles que aparece en el documental dice ‘Fuertes en todos los frentes’, cosas como ésas que para nada tienen que ver con lo que realmente sucede aquí».
Añadió que «en las vallas del discurso oficial está más que clara esa simulación, y eso aparece en el documental todo el tiempo», pues se proyecta «un esquema que existe que todo está bien por aquí, pero realmente el cubano sabe que no es así».
En opinión de Magdaleno, «es una característica que asume el cubano: aparenta ser un país muy grande o que es una gran potencia ante la amenaza de un gran país, que en este caso puede ser Estados Unidos».
Abundó que «es la manera que busca de simular o de esconderse tras una máscara, pero no necesariamente a partir de la política, sino desde la proyección social, cultural».
Raymond coincide con este punto de vista, que no se detiene en la simulación política, pues abarca «desde la gente cómo camina, cómo se mueve, lo que dice, cómo gesticula, para dar otra idea de lo que realmente uno es» en este país.
Los creadores manejan con amplitud el refranero popular cubano, el cual a veces fija estereotipos inexactos, como el que señala «se ríe de sus desgracias y cuando no llega se pasa».
Igualmente recorren desde el cartel propagandístico hasta el que recuerda la religiosidad de esta isla, como el que reza en un terreno baldío «No arrojar brujería, PNR (Policía Nacional Revolucionaria)», prohibición a depositar ofrendas de la religión afrocubana.
La impronta religiosa en la sociedad cubana consume una buena parte del material audiovisual, porque, según Raymond, » todo ese proceso de simulación y apariencia en la religión se vivió muy claro».
Magdaleno agregó que, «durante el proceso revolucionario, mucha gente enmascaró su religiosidad, aunque después de los años 90 esto cambió y de ahí el boom religioso que se dio» a partir de esa década.
Lo que algunos estudiosos identifican como la despenalización de la conciencia religiosa comenzó en el país a partir de 1991, con la admisión de religiosos en el Partido Comunista y la restitución del carácter laico al estado en 1992.
«Camaleón» es un documental crítico con la realidad de la isla, pese a lo cual los realizadores no se preocupan por una reacción adversa de las autoridades, puesto que aseguran ajustarse a la verdad.
«No estamos diciendo ninguna mentira ni mucho menos es lo que está sucediendo, y es bueno, pienso yo, que seamos críticos con nosotros mismos, porque si no, nunca seremos capaces de superar los problemas que tenemos», razonó Raymond.
Aunque resulta un tema que desagrada al gobierno cubano, el propio canciller Felipe Pérez reconoció en diciembre de 2005 ante el Parlamento que los cubanos no debían «ignorar» ni «subestimar que también entre nuestras filas, en las filas de nuestro pueblo, hay simulación, hay apatía, hay modorra».
Magdaleno, por su parte, puntualizó que una conclusión esencial, derivada de este audiovisual, radica en que el mestizaje cultural que dio origen a la identidad nacional aún no ha concluido.
«El cubano no está ni más ni menos por encima de otro pueblo, sino que es parte de todo un proceso de la neotransculturación, que no es estático y continuamos recibiendo aportes» procedentes de diferentes partes del mundo, precisó.
Otro detalle significativo de «Camaleón» es que constituyó la tesis de grado de Magdaleno y Raymond, ambos recién graduados del Instituto Superior de Arte de La Habana en las especialidades de sonido y edición, respectivamente.
Desde julio, fecha de conclusión del audiovisual, a la fecha, sus realizadores acumulan ya un premio y una mención en la categoría de documental en el festival nacional Cine Plaza de la capital cubana, e iguales galardones en este mismo apartado en otro concurso cinematográfico de la provincia de Camaguey.
Quizás el mayor reto para los dos jóvenes cineastas sea la concreción de una próxima obra que ya tienen en mente, pero que no saben cómo podrán enfrentar por las dificultades para filmar de forma independiente.
«Cada vez hay más obstáculos, uno de ellos es la filmación, casi no se puede salir a la calle con una cámara a filmar porque tienes que tener un permiso» otorgado por alguna institución pública, expuso Raymond.
Magdaleno añadió que «el cineasta tiene preparación técnica, y tiene voluntad de hacer obras, pero desde el punto de vista económico es difícil» por los costos, aunque la «técnica digital ayuda».
La paradoja estriba en que los jóvenes no aspiran a presupuestos abultados. La realización de «Camaleón» ascendió a poco más de 200 dólares luego de unas dos semanas de rodaje y edición. (