La idea fija de los presidentes de los cuatro países del Mercado Común del Sur (Mercosur) es lograr, a cualquier precio, la firma del tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, que se negocia desde hace dos décadas, lo que quedó en evidencia la última semana cuando Argentina asumió la presidencia pro-tempore del bloque regional que integra con Brasil, Paraguay y Uruguay.
Durante la 57 Cumbre de Presidentes del Mercosur, cónclave que se desarrolló de manera virtual, el bloque i reafirmó su máxima voluntad para materializar el acuerdo firmado en 2019, «instando a sortear los desafíos que han impedido la finalización de un proceso de más de 20 años de esfuerzo conjunto por un acuerdo amplio, equilibrado y ambicioso».
Voces disidentes
Los gobiernos del Mercosur desean arribar lo antes posible a un acuerdo aunque sea muy desventajoso. La prioridad de hacerlo ha sido sintetizada en 2018 por el canciller paraguayo Eladio Loizaga, “Como siempre digo, necesitamos dar una señal al mundo”, cuando se hacían públicas significativas manifestaciones de oposición a la firma del acuerdo por parte de centrales sindicales y entidades empresarias del Mercosur.
Sindicalistas y empresarios hicieron un serio llamado de atención por el secreto de las negociaciones, cuyos contenidos fueron puestos al descubierto solo por documentos filtrados (leakeados ), nunca confirmados ni desmentidos por los gobiernos (ver en detalle en https://archive.org/download/2a.RulesOfOriginNovember2017/All%20files.zip).
Se puso en evidencia que las preocupaciones no era debido solo a la magra y cada vez más retaceda cuota de exportaciones de carnes del Mercosur por el histórico proteccionismo agrario europeo, un tema recurrente de discusión habitual que deseaba ser presentado como “imagen de éxito” con modificaciones marginales (aumentar de 70.000 a 99.000 toneladas el cupo), sino por otras cuestiones mucho más sensibles que llevarían a ahondar asimetrías y desbalancearían aun más las relaciones con Europa.
Estas son desgravaciones arancelarias de productos industriales, liberalización de servicios, el monopolio de la propiedad intelectual, la flexibilidad de normas de origen, el alcance difuso del comercio electrónico, la apertura de las compras públicas, las reservas de indicaciones geográficas, entre otros.
Los gobiernos europeos reconocen con realismo que no siempre se puede tener como contrapartes gobiernos tan propicios a ceder casi todo a cambio de muy poco o promesas ambiguas de un futuro venturoso, cuando crecen las presiones proteccionistas tanto en Europa como a nivel internacional.
Un informe oficial del estado de situación de las negociaciones presentado por los representantes europeos en las negociaciones con el Mercosur dejaban dos años atrás la evidencia que las concesiones brindadas por el Mercosur son enormes y sustanciales, y que han ido creciendo significativamente de negociación en negociación.
En revisión
El acuerdo, que actualmente se encuentra en fase de revisión legal, enfrentó las adversidades propias de la pandemia del nuevo coronavirus, que han impedido avanzar en su definitivo cierre y puesta en ejecución, y ahora también afronta una economía global que vislumbra crecientes prácticas proteccionistas», sostuvo el economista Jorge Marchini.
La asociación estratégica entre Mercosur y la Unión Europea implica la integración de un mercado de 800 millones de habitantes, casi una cuarta parte del Producto Interno Bruto mundial, y con más de 100.000 millones de dólares de comercio bilateral de bienes y servicios, según datos oficiales.
«El mundo está viendo cómo sale de la pandemia, y la mayoría de los países con graves problemas de balanzas de pago están queriendo exportar más e importar menos. Esta tensión proteccionista puede ser alteradora», explicó el vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (Fila) a la agencia Xinhua.
«Pero además las relaciones de América Latina y Europa están desniveladas, hay una condición que tiene que ver con la incertidumbre de los precios de los ‘commodities’ (materias primas), hay también que observar lo que sucederá con los tipos de cambio y cómo queda la reestructuración de las relaciones con el exterior en particular de los periféricos por su alto nivel de endeudamiento público y privado,. después de superada la pandemia», agregó.
Desde el Poder Ejecutivo argentino se ha estimado -en forma optimista, pero sin explicar sus fundamentos- que el acuerdo Mercosur-UE generará un volumen de comercio anual de unos 100.000 millones de dólares. El convenio contempla eliminar los aranceles para el 93 por ciento de las partidas de clasificación arancelaria -aunque esta referencia puede ocultar que en el 7% restante se ubican los productos de mayor signficación potencial para nuestros países- que desde la región se hacen a Europa, a la vez que se otorga un trato preferencial para casi todo el siete por ciento restante.
Tras la revisión legal de al menos 10.000 posiciones arancelarias, según información oficial al momento de la rúbrica del convenio, el paso siguiente de este acuerdo será el de su aprobación en los parlamentos de cada uno de los países miembros de ambos bloques.
Sobre el actual período de revisión legal, Marchini apuntó a tensiones surgidas al calor de las negociaciones relacionadas con la entrada a Europa de productos agropecuarios latinoamericanos, y en el caso opuesto con el ingreso de textiles a Sudamérica, por referir algunos ejemplos.
«Algunos de los límites de la revisión son complejos, porque tienen que ver con productos que son de mucha significación, como los agropecuarios, que chocan con la defensa de la producción regional que hace Europa; el más notable es la carne, en el que existen diferencias en tanto Argentina supone ese mercado como una gran oportunidad», comentó.
De igual manera, Marchini indicó que las posiciones de algunos países europeos respecto al eventual impacto del acuerdo en el medio ambiente, «podrían volcarse a ser medidas proteccionistas que sean utilizadas luego como barreras para-arancelarias».
No obstante, el profesor de la carrera de Economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) consideró fundamental reconocer que «existen profundas asimetrías entre ambos bloques», todo lo cual debería ser evaluado a un nivel de detalle que reduzca las posibilidades de acentuar las brechas del desarrollo.
«Hubo información sobre el acuerdo que no se conoció por trabajarse de forma reservada, no se hicieron públicos los estudios de impacto, sector por sector, de cuál es el efecto que tendrá el acuerdo en el empleo, la actividad económica de los países, fueron temas que quedaron pendientes», dijo.
Pese a las complejidades del proceso, Marchini aseveró que los países hoy tienen una necesidad de «abrirse al mundo» para generar recursos para sus balanzas de pago, deficitarias por el contexto de la pandemia.
«Existen asimetrías de productividad, de condiciones de los productos, de escalas de producción, que colocan en una situación desventajosa a los países periféricos. Pienso que tiene que tratarse el tema de las diferencias para poder lograr que el acuerdo sea verdaderamente complementario y no que profundice las asimetrías», enfatizó el vicepresidente de la Fila.
Al momento del anuncio del acuerdo, el 28 de junio de 2019 en Bruselas, Bélgica, se conoció que la Unión Europea liberalizaría el 99 por ciento de las importaciones agrícolas del Mercosur, de las cuales el 81 por ciento gozará de una completa eliminación de aranceles, y otro 17,7 por ciento tendrá cuotas o preferencias fijas, excluyéndose sólo unos 100 productos del bloque suramericano.
Los temores de un acuerdo desnivelado es sintetizado claramente por un empresario textil argentino, Raúl Hutín: » un acuerdo asimétrico como éste es como si Boca o River jugasen de igual a igual con el equipo de trabajadores de nuestras fábrica».
Claudio della Croce, economista y docente argentino, investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)