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La tez de la crisis

Fuentes: La Jornada

Existen teorías económicas que se resisten a morir. Aun estando en la más profunda bancarrota intelectual y con el valor de sus predicciones en cero, siguen caminando como los muertos vivos del vudú. Su relevancia empírica puede ser nula, pero se les sigue usando para justificar la política económica neoliberal. Son verdaderas teorías económicas zombi […]

Existen teorías económicas que se resisten a morir. Aun estando en la más profunda bancarrota intelectual y con el valor de sus predicciones en cero, siguen caminando como los muertos vivos del vudú. Su relevancia empírica puede ser nula, pero se les sigue usando para justificar la política económica neoliberal. Son verdaderas teorías económicas zombi (y responden a un nuevo acrónimo, TEZ).

El ejemplo más reciente es el reclamo para regresar a la austeridad fiscal y a las finanzas públicas sanas. En Europa y en Estados Unidos el coro de las posiciones conservadoras es unánime. Su mensaje central es sencillo: ya se ha intentado el rescate de la economía con un gigantesco estímulo fiscal y ahora es tiempo de dejar al sector privado hacer el resto. Ya sea que se piense que el estímulo fracasó, o que tuvo éxito pero ya dio todo lo que podía ofrecer, la conclusión es la misma: el déficit fiscal constituye un peligro mortal para la economía a largo plazo.

La narrativa se completa con varias referencias a la teoría económica neoclásica, en especial a la llamada equivalencia ricardiana. Según este principio (con raíces en la obra de David Ricardo) un estímulo fiscal no tiene ningún efecto porque los agentes prevén que el déficit deberá ser financiado posteriormente con un incremento de impuestos. Para prepararse contra esos gravámenes adicionales, los agentes ahorrarán los recursos que les llegan por el estímulo fiscal y la demanda agregada permanecerá sin cambios.

La narrativa conservadora continúa: el déficit puede cubrirse con endeudamiento del gobierno, lo que se supone conducirá a un incremento en la tasa de interés. Esto reduciría la inversión agregada y le quitaría oportunidades al sector privado para realizar inversiones productivas. El sector público estorbaría el buen desempeño del sector privado.

En síntesis, el estímulo fiscal es inútil o pernicioso. En Estados Unidos y Europa es claro para donde va esta peligrosa argumentación: aún en plena recesión, es mejor deshacerse del estímulo fiscal.

Pero la sencillez del mensaje oculta lo falaz del razonamiento que está basado en los supuestos de expectativas racionales y del ingreso del ciclo vital. Éstos son dos ejemplos de una pseudoteoría plagada de errores y simple tontería. Es una teoría zombi.

Según la noción del ingreso del ciclo vital, a los consumidores les gustaría mantener uniforme su plan de consumo a lo largo de su vida, y ahorrarán ahora el estímulo fiscal para poder cubrir los incrementos de impuestos que ellos saben vendrán en el futuro. Eso es absurdo, pues varios estudios muestran que los agentes sí gastan una parte del estímulo fiscal en una recesión (aún cuando aumenta la propensión promedia al ahorro). Detrás de esto se encuentra la muy desacreditada teoría de expectativas racionales (que le valió un premio Nobel a Robert Lucas), uno de los mejores ejemplos de la economía vudú.

Lo más importante es que este tipo de razonamiento ignora todo sobre la naturaleza del gasto público y de los flujos financieros en una economía monetaria moderna. Para empezar, una inyección de recursos en la economía tiene un efecto multiplicador, impulsa el crecimiento y mejorará la posición fiscal del gobierno: la recaudación aumentará y el déficit será menor. Si se complementa con políticas sectoriales bien diseñadas, puede promover cambios estructurales interesantes.

La idea de la equivalencia ricardiana descansa en una analogía equivocada entre las finanzas de una familia y el gobierno: la restricción de presupuesto de las primeras no puede equipararse a la de las finanzas públicas. Además, un incremento del déficit en Estados Unidos tiende a reducir la tasa de interés porque implica una fuerte inyección de reservas en el sistema bancario y eso deprime el precio de esas reservas de manera significativa.

Lo más importante es que la visión zombi descansa en la premisa de que en una economía existe un acervo fijo de ahorro para financiar la actividad productiva. Un vistazo rápido al funcionamiento de una economía monetaria moderna demuestra que el mundo no se mueve así. En su función de creación monetaria, los bancos no recurren a sus depósitos para hacer un préstamo; generan un depósito cuando hacen un préstamo.

La teoría económica zombi distorsiona la realidad. Esa es su función en la turbulenta guerra ideológica que encuadra la lucha por el poder. Los ejemplos que hemos mencionado arriba se relacionan con el episodio específico del debate sobre el estímulo fiscal en Estados Unidos y Europa. Pero esta batalla no debe confundirse con la guerra. En el fondo, la teoría económica zombi busca perpetuar el predominio de una estructura de poder depredadora. La tiranía del neoliberalismo es bien servida por esta teoría económica sin sustento racional. La crítica de esta teoría, y de todo el pensamiento económico, es una tarea indispensable en una transformación hacia una economía en la que realmente la responsabilidad social sea la prioridad.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/08/11/index.php?section=opinion&article=031a1eco 

rCR