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Howard Zinn

La tradición militante

Fuentes: Ladinamo

Howard Zinn (Nueva York, 1923) es una figura crucial para comprender los movimientos de izquierdas estadounidenses del último medio siglo. Zinn nació en una familia de inmigrantes de clase obrera y participó como bombardero en la Segunda Guerra Mundial, donde pudo observar de primera mano los efectos de las primeras bombas de napalm. Tras la […]

Howard Zinn (Nueva York, 1923) es una figura crucial para comprender los movimientos de izquierdas estadounidenses del último medio siglo. Zinn nació en una familia de inmigrantes de clase obrera y participó como bombardero en la Segunda Guerra Mundial, donde pudo observar de primera mano los efectos de las primeras bombas de napalm. Tras la Guerra, cursó con éxito la carrera de historia y comenzó a enseñar en una universidad negra del sur de EE UU. No tardó en convertirse en una figura destacada del movimiento contra la segregación racial al tiempo que se incrementaba su prestigio académico como historiador, en especial, gracias a su celebérrima obra La otra historia de los EE UU. Ya en los años sesenta fue uno de los intelectuales más comprometidos en contra de la Guerra de Vietnam no sólo con sus escritos a favor de la desobediencia civil sino por su contribución activa a las movilizaciones. Tras más de treinta años dedicado a la enseñanza y la investigación, dejó la universidad y se dedicó plena y exitosamente a su carrera como dramaturgo, con obras como Emma o Marx en el Soho.

¿Cómo comenzó su trayectoria como activista?

Cuando tenía dieciocho años, justo antes de la Segunda Guerra Mundial, comencé a trabajar en un astillero y, junto con otros compañeros, organizamos un sindicato de trabajadores jóvenes. Posteriormente, en el sur de Estados Unidos, participé en organizaciones en contra de la segregación racial. Guardo un excelente recuerdo de aquella lucha y otro tanto puedo decir del movimiento contra la guerra de Vietnam.

En alguna ocasión, ha dicho que el voto es una de las formas de participación política más débiles. En su opinión, ¿cuáles son las formas fuertes de participación política?

La forma más plena de acción política es lo que Martin Luther King Jr. llamaba «acción directa no-violenta». Es decir, actuar directamente sobre la fuente de opresión. Las huelgas son acción directa, las sentadas para forzar que un dueño de una tienda sirva a todo el mundo de la misma manera son acción directa. Un asunto distinto son las tareas intelectuales que se desarrollan dentro de un movimiento y que, en mi opinión, se pueden resumir en dos aspectos. Por un lado, la comprensión de estructuras y procesos sociales complejos para después explicarlas al público no militante de una manera clara y, por otro lado, la reflexión crítica sobre los propios movimientos. No obstante, estos dos aspectos nunca están perfectamente equilibrados. Por norma general se da más importancia a la comprensión de las estructuras sociales, la reflexión crítica sobre los movimientos suele quedar en un segundo plano.

Para, en sus propias palabras, «precipitar el cambio social», usted ha utilizado el análisis de los hechos históricos y la escritura de ficción ¿Qué diferencias encuentra en el uso político de ambos medios?

Tanto la ficción como la historia pueden ser útiles políticamente. La ficción tiene la cualidad de prestar a las ideas una intensidad apasionada. En la ficción también se pueden imaginar otros mundos diferentes, cuando uno se ciñe a los datos no se puede permitir este tipo de imaginaciones. Por otra parte, al utilizar el arte con intenciones políticas siempre se corre el riesgo de incurrir en esquematismos. La mejor manera de evitarlo es buscar formas de expresión lo más humanas posibles, describir la realidad incluso si no se ajusta a lo que uno cree que debería ser y narrar a través de personajes y relaciones complejas.

Cuando habla de su implicación en la Segunda Guerra Mundial, suele decir que no era consciente de las atrocidades con las que estaba colaborando. ¿Cree usted que este es el caso de los soldados americanos en Irak?

En una situación militar es prácticamente imposible mantener una independencia de pensamiento que permita tomar la distancia suficiente para valorar moralmente lo que se está haciendo. Se está prisionero de un ambiente en el que se supone que sólo se debe obedecer órdenes. Es muy posible que en Irak los soldados estén cometiendo atrocidades sin valorarlas en términos morales.

¿Cree que hay que hacer un trabajo político especial para introducir nuevos puntos de vista dentro del ejército americano?

Sí, es una labor importantísima. No es fácil pero es factible, como demuestra el hecho de que de vez en cuando hay quien se rebela contra las órdenes de sus superiores. Hay que tener en cuenta que el acceso a fuentes alternativas de información es muy difícil para los militares pero no imposible. Durante la guerra de Vietnam se distribuyeron periódicos antimilitaristas en las bases militares.

En su trabajo como historiador usted ha intentado demostrar que hay una continuidad en las situaciones de injusticia y violencia que el mundo ha sufrido en los últimos siglos y una repetición de las justificaciones que los poderosos dan a sus atrocidades ¿Cuál es la razón de que la memoria política sea tan frágil en nuestras sociedades?

La memoria política es frágil porque necesita ser mantenida por el sistema educativo y los medios de comunicación, incluyendo las películas y la televisión. El pésimo trabajo de los medios cuando hablan de historia tiene unas consecuencias terribles. Y, sin embargo, creo que la buena acogida que ha tenido La otra historia de los Estados Unidos prueba que existe un amplio público interesado en recuperar esa memoria. Esto se vio de un modo particularmente intenso en los años sesenta, con el surgimiento de todos aquellos movimientos sociales. Había un vacío en la educación histórica americana y estos movimientos nos hicieron conscientes de ello y nos empujaron hacia un nuevo tipo de historia capaz de cubrir este hueco.

¿Qué nos puede contar del proyecto de filmar La otra historia de los Estados Unidos?

Durante varios años, las grandes cadenas de televisión -Fox y HBO- estuvieron considerando la posibilidad de hacer una película basada en mi libro pero abandonaron la idea. Ahora hay un proyecto para hacer unas series documentales sobre el libro que tiene muchas más posibilidades de éxito. Es un proyecto sin ánimo de lucro hecho por gente que cree en la idea del libro mientras que la Fox pensaba sólo en los beneficios que la adaptación podía reportarles.

En sus artículos usted parece muy interesado en señalar que no hay ningún problema en sentirse americano y no estar en absoluto de acuerdo con el capitalismo y sus guerras ¿Por qué tienen los estadounidenses tanto miedo a ser tachados de antiamericanos?

Porque les han engañado haciéndoles creer que ser americano significa apoyar al gobierno. No han aprendido el principio básico de la Declaración de Independencia de 1776, que dice que los gobiernos son artefactos creados por el pueblo para la consecución de la igualdad de derechos y de la libertad y para la búsqueda de la felicidad. Cuando los gobiernos no protegen estos derechos hay que expulsarlos. El sentimiento patriótico consiste en apoyar este principio democrático, no los edictos de un gobierno concreto. El gobierno y el país -su gente, sus ideales- no son lo mismo.

Howard Zinn en castellano

Nadie es neutral en un tren en marcha (Hiru, 2001)

Resulta francamente difícil encontrar una autobiografía en la que se describa en un tono tan encantador y lleno de modestia una vida tan virtuosa y repleta de logros. Zinn es la viva imagen del éxito, ya sea como encarnación del sueño americano -el hijo de unos emigrantes rusos que logra convertirse en un afamado profesor de universidad- o como abnegado militante respetado por sus compañeros. Y sin embargo, en su autobiografía, sus logros y sacrificios apenas son una excusa fugaz para tratar lo que de verdad le importa: la lucha, la batalla por la igualdad y en contra de la injusticia. Aún así, sus memorias están llenas de momentos emocionantes, divertidos o asombrosos como un piquete con Noam Chomsky por Washington o un vuelo a Vietnam del Norte en plena guerra para mediar en un intercambio de prisioneros.

La otra historia de los Estados Unidos (Hiru, 1999)

Un texto clave para entender las falsedades que encierra el imaginario (nunca mejor dicho) norteamericano y el modo en que los gobiernos de EE UU utilizan una versión tergiversada de la historia para justificar toda clase de atrocidades en medio mundo. Zinn repasa algunos episodios significativos de la historia de su país que la mitología oficial tiende a ocultar, desde Cristóbal Colón a Ronald Reagan. Pero, además, La otra historia de los EE UU pretende ser un depósito de utilidades intelectuales para los movimientos de izquierdas de todo el mundo: «Si la historia tiene que ser creativa -para así anticipar un posible futuro sin negar el pasado- debería, creo yo, centrarse en las nuevas posibilidades basándose en el descubrimiento de esos episodios olvidados del pasado en los que, aunque sólo sea en breves pinceladas, la gente mostró una capacidad para la resistencia, para la unidad y, ocasionalmente, para la victoria».

Marx en el Soho (Hiru, 2002)

Un error burocrático envía a Karl Marx al Soho de Nueva York, en vez de a su casa del Soho londinense. Marx se encuentra con un auditorio de norteamericanos del siglo XX ante el que no duda en volver a disipar la niebla de la ideología dominante. A Marx no le ha hecho ninguna gracia el estalinismo y, como era de suponer, no le gusta el capitalismo moderno, en el que ve una confirmación de sus pronósticos más pesimistas. Zinn hace contar a Marx varios episodios personales en los que dialoga sucesivamente con su hija Eleanor, con su mujer Jenny y, en este caso se pelea, con Mijail Bakunin. Cada uno de estos interlocutores representa un registro dramático diferente, utilizado para dinamizar el discurso de Karl y darle una traducción a los lenguajes de la falsa ingenuidad de Eleanor, del sobrio sentido común de Jenny y de la impulsividad libertaria de Bakunin. Para terminar, Marx da este consejo a los neoyorquinos: «Recordad, ser radical no es más que atacar los problemas por su raíz».

Emma (Hiru, 2001)

A través de varios episodios de la vida de la vida de la anarquista norteamericana Emma Goldman, Zinn trata temas clásicos de la literatura sobre la revolución: la solidaridad, la prisión, la lucha armada, la desobediencia civil y el oportunismo. Por otro lado, la figura de Emma Goldman es perfecta para hablar acerca de la íntima relación entre las luchas obreras y las luchas feministas a principios del siglo pasado y de la búsqueda, que adelanta los movimientos alternativos de los años sesenta, de una nueva cultura más acorde con la exigencia de libertad del movimiento anarquista. Todo ello dentro del marco histórico de una de las épocas más turbulentas que ha conocido Estados Unidos. Durante el período que va de 1880 a 1929 se produjo la mayor crisis de legitimidad que haya sufrido el capitalismo norteamericano: los grandes oligopolios, los delitos financieros, la llegada de millones de inmigrantes europeos, la militancia revolucionaria masiva y una brutal represión estatal y privada, conforman el contexto en el que se desarrolla Emma. El complemento dramático a Ragtime de Doctorow.