Como un gigantesco buque-tanque que enfrenta un mar plagado de icebergs, el sistema energético global parece haber comenzado a cambiar el rumbo. Pero la inercia en contra es enorme y en el cuarto de máquinas se resisten a reducir la velocidad. ¿Conseguirá el sistema transformarse, girar a tiempo y evitar la catástrofe? Mientras la burocracia […]
Como un gigantesco buque-tanque que enfrenta un mar plagado de icebergs, el sistema energético global parece haber comenzado a cambiar el rumbo. Pero la inercia en contra es enorme y en el cuarto de máquinas se resisten a reducir la velocidad. ¿Conseguirá el sistema transformarse, girar a tiempo y evitar la catástrofe?
Mientras la burocracia internacional del clima se prepara para iniciar a finales de abril las sesiones preparatorias de la Conferencia de Cambio Climático de Bonn en el marco del Acuerdo de Paris firmado en 2016, el consumo de combustibles fósiles en el mundo continua su imparable tendencia ascendente. Para evitar un daño irreversible al clima del planeta la economía global debe transitar a una matriz energética distinta, reduciendo drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). A pesar del notable avance de las energías renovables y la eficiencia energética en algunos países, esa transformación enfrenta enormes resistencias. Lo más importante es que la industria petrolera mantiene su posición hegemónica en el sector energético desde la inexpugnable trinchera tecnológica, política y financiera que ha cavado en el cuarto de máquinas del sistema capitalista desde hace más un siglo.