Muchos analistas consideran que la Unión Europea (UE) ha jugado un triste papel durante el conflicto entre Rusia y Ucrania al seguir las exigencias de Washington para cerrar económica y financieramente al gigante euroasiático en su intento por debilitarlo, lo que hasta el momento no le ha dado resultado.
Europa se unió al carro estadounidense de apoyar a Ucrania e imponer extorsiones a Moscú (llamadas eufemísticamente “sanciones”) y esas medidas le está provocando su propio debilitamiento económico, además de divisiones internas dentro del bloque.
Mientras varias naciones europeas y hasta el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Joseph Borrel, insisten en llevar al máximo las extorsiones y desligarse del petróleo y gas rusos, otros apuestan por mantener los suministros de combustible de esa nación pues si eliminan esos abastecimientos sus gobiernos y pueblos sufrirían enormes dificultades.
Sun Keqin, investigador de los Institutos de Relaciones Internacionales Contemporáneas de China, explicó recientemente que si Europa continúa con las políticas de sanciones y apoyo a Ucrania, «se lastimará más y los países europeos estarán aún más divididos».
Y es que uno de los peligros para Europa de fomentar la crisis en Ucrania le conllevará a perder por completo su autonomía de seguridad y pasar a “depender totalmente del paraguas de Estados Unidos”.
Desde que el presidente Vladimir Putin anunció comerciar los combustibles solo en rublos, debido a las numerosas medidas coercitivas impuestas por Occidente a su país, las contradicciones dentro de la Unión Europea se agudizaron.
Washington, con una política totalitaria imperial, presiona para que no se le compre a Moscú los hidrocarburos con rublos porque fortalecería esa moneda, pero muchos europeos ya se sienten con la soga al cuello si no aceptan esas condiciones.
Como consecuencia directa, si ellos compran el gas estadounidense a precio mucho más elevado, además de aumentar la dependencia económica y política que ya padecen de Washington, los consumidores sufrirían las consecuencias y le quitaría competitividad a las empresas y productos de la Unión Europea.
Estudios realizados por organismos financieros indican que al dispararse los precios por déficit de energía, la producción de fertilizantes, vidrio, siderurgias y otros, en diferentes países de la Unión se ha ralentizado o detenido como ha ocurrido en España, Francia, Italia y Austria.
Por ejemplo, en Italia se elevaron los costos de producción de vinos en un 35 % por el corcho, tapa, etiqueta, botella y transporte marítimo y de carretera.
En el Reino Unido el precio de un plato de comida con pescado blanco, que se importaba de Rusia, aumento en 38 %.
Compañías que exportaban mercancías a Rusia también han sufrido pérdidas como los calzados italianos, los vinos españoles, las cervezas alemanas.
Desde hace décadas, gas y petróleo del gigante euroasiático han estado presente en toda la vida de la sociedad europea y se usan en las industrias, fábricas, calefacción, viviendas, oficinas, transporte y telecomunicaciones.
La suspensión del abasto, solo del gas ruso, le representaría a la Unión una pérdida de 300 000 millones de dólares.
Solo por las amenazas de ruptura total del suministro de los hidrocarburos provenientes de Rusia, nueve miembros del bloque han visto cómo la inflación les está ocasionando graves problemas.
Los más afectados han sido Estonia con 19 %; Lituania (16,8%); Bulgaria (14,4 %); la República Checa (14,2 %); Rumania (13,8 %); Letonia (13 %); Polonia (12,4 %) y Eslovaquia (11,7%).
Las contradicciones comienzan a aflorar pues según la red financiera Bloomberg, el número de empresas europeas compradoras de gas, bajo las condiciones rusas se ha duplicado.
Ya son 20 las compañías europeas que han abierto cuentas en Gazprombank JSC para poder pagar el gas en rublos y otros 14 clientes solicitaron la documentación necesaria para proceder a la apertura, o sea, están desechando las directrices de Washington y de Bruselas opuestas a esa forma de pagos.
Mientras tanto, Moscú está ampliando su comercio de combustibles hacia la región de Asia pacífico donde existe una enorme demanda.
Muchos especialistas indican que si Europa Occidental persiste en no comprar los hidrocarburos rusos, tendrá que enfrentarse a una crisis de 10 años en materia de energía, alimentos, refugiados e inflación, lo cual puede producir una agitación social en sus naciones, y hasta una división en el bloque, ya de por sí resquebrajado.
Cara le esta costando a Europa Occidental seguir ciegamente las orientaciones de la Casa Blanca.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.