La universidad venezolana desde sus tiempos fundacionales allá por la colonia, nació con el estigma del parasitismo, pues su función primigenia fue producir ideología y formar el funcionariado que reclamaba el pacto colonial. Por esta época el aparato productivo del cacao y del café, movido por la mano de obra esclavizada, para nada necesitó de […]
La universidad venezolana desde sus tiempos fundacionales allá por la colonia, nació con el estigma del parasitismo, pues su función primigenia fue producir ideología y formar el funcionariado que reclamaba el pacto colonial. Por esta época el aparato productivo del cacao y del café, movido por la mano de obra esclavizada, para nada necesitó de los saberes universitarios de las máximas casas de estudios coloniales.
Este divorcio ancestral de la universidad criolla con respecto a las actividades económicas, se prolongó durante todo el siglo XIX, pues, nuestra formación social siguió anquilosada en las relaciones de producción precapitalistas, donde el factor productivo fundamental era la tracción de sangre humana. La preeminencia que alcanzó la economía cafetalera en la decimonovena centuria no reclamó los saberes de la raquítica universidad nacional de estos años. La universidad venezolana liberal y positivista continuó parasitando de la renta diferencial agraria que producían el cacao, el café y la exportación de ganado. Estaba tan alejada esta universidad de las labores productivas de los campesinos y artesanos venezolanos, que por esta época nació en el imaginario popular un proverbio que decía así: «suerte te de Dios que el saber nada te vale», creencia popular que se proyectó hasta mediados de la vigésima centuria. Esto significaba que la educación formal no constituía un elemento a tener en cuenta en la reproducción de la fuerza de trabajo de aquella sociedad atravesada por la miseria económica. En este orden de ideas la Universidad del Zulia creada en 1891, fue cerrada por Cipriano Castro en 1903, con el argumento de que estaba graduando muchos profesionales que no encontraban empleo en la Venezuela de principios del siglo XX; sus instalaciones fueron asignadas a un cuartel militar.
Con el advenimiento de la explotación petrolera, el país comenzó a cambiar aluvionalmente en todos los órdenes de la vida, acicateado por la generosa renta petrolera, apropiada por el país desde los días aurorales de esta actividad productiva. Sin embargo, la gran fractura histórica que significó el paso de la Venezuela rentista agraria a la Venezuela rentista petrolera, se produjo a a espaldas de la universidad criolla. No se necesitó el conocimiento de nuestras vetustas y atrasada Casas Superiores de Estudios para sembrar de taladros partes del territorio nacional. Todo el conocimiento científico-tecnológico y gerencial fue traído por el capital imperialista arrendatario. Sólo el trabajo simple asalariado y la cuota de empleados fueron ofertados por el mercado laboral venezolano. En este orden de ideas, la universidad pública siguió siendo parasitaria, pero ahora de la renta petrolera.
A partir de 1936, cuando se hizo evidente que se necesita la modernización del aparato del estado para poder abrirle cauce a la extensión territorial de la economía capitalista, enquistada en los campos petroleros, los gobiernos van a comenzar a asignarle a la universidad nuevas responsabilidades: la formación del funcionariado para la concreción de un aparato de estado burgués y del personal calificado para las actividades económicas no-petroleras, sin perder de vista su ancestral función de aparato ideológico del capital. La idea de sembrar el petróleo, más la Reforma Petrolera de 1943 que llevó la renta hidrocarburera a niveles siderales, legitimaron el nuevo rol de la universidad pública venezolana. Siguiendo esta tónica, el primer gobierno adeco (1945-1948) reabrió la Universidad del Zulia y la dictadura pèrezjimenista creó la Universidad «Católica Andrés Bello».
Con la transferencia del pre capitalismo agrario al capitalismo rentístico (concreción social de la siembra del petróleo), la universidad, sí bien formó recursos humanos para esta atípica acumulación de capital, continuó divorciada del aparato productivo, pues, la llamada sustitución de importaciones, se llevó a cabo con los aportes cientìfico-tècnicos de las empresas trasnacionales, obtenidos en las universidades de los centros del sistema capitalista mundial. Durante el puntofijismo, la universidad creció cuanticualitativamente, pero cumpliendo una función esencialmente distribucioncita de la renta petrolera. Sin duda ella fue una maquinita de crear los llamados grupos medios de la actual sociedad venezolana. Hoy nuestras universidades públicas siguen siendo parasitarias y formando un recurso humano con título universitario pero sin esperanzas de emplearse ni en el sector público, ni en el aparato económico de la nación.
El divorcio ancestral de la universidad con respecto al aparato productivo, pudiera ser una de las determinantes a la hora de explicar, la poca contribución de nuestras Casas de Estudios Superiores, en relación al develamiento científico de la Cuestión Petrolera en su dimensión histórico-económica, durante los primeros sesenta años de actividad hidrocarburera nacional. Hasta finales de los años setenta del pasado siglo, los aportes de la economía política petrolera criolla emanados de nuestras universidades, fueron epistemológicamente raquíticos. Tanto nuestros estudiosos izquierdista como los socialdemócratas y socialcristianos, no fueron más allá de un sólo llantén nacionalista, por las pretendidas pérdidas económicas del país en materia petrolera; siendo el malo de la película, el imperialismo rapaz que se llevaba el lomito petrolero y nos dejaba la osamenta pelada. Los estudiosos de esta temática durante estos años fueron cautivos de los dictados de la Segunda y de la Tercera Internacional de Trabajadores que con toda su carga manualezca y permeada por el paradigma económico neoclásico, estuvieron impedidos de dar una respuesta científica-económica al problema petrolero del país. La
Universidad Central y la Universidad del Zulia fueron las que liderizaron estos cánticos petroleros nacionalistas. El salmo nacionalista se sintetizaba en que el país era inmensamente rico, pero el imperialismo petrolero se llevaba el excedente económico y por tal circunstancia, éramos un país subdesarrollado. Este cántico se reforzó con los aportes de la llamada Teoría de la Dependencia de orígenes cepalinos. Los epígonos de este discurso nacionalista fueron hombres como Salvador de La Plaza, Carlos Irazábal. Juan Pablo Pérez Alfonso, Domingo Maza Zavala, Héctor Malavé Mata, Armando Córdoba, Francisco Mueres, Gastón Parra Luzardo, Rafael Zanoni, Eduardo Acosta Hermoso, Leonardo Montiel Ortega, Domingo Alberto Rangel, Luis Cipriano Rodríguez, Juan Bautista Fuenmayor, entre otros.
A principios de los años ochenta, en la Universidad de Los Andes se va a producir una ruptura epistemológica en la economía política petrolera hecha en Venezuela. De la mano de Bernard Mommer y de Asdrúbal Baptista, nació un nuevo discurso petrolero que nos dio luz sobre el origen y el destino de la renta petrolera de la que se apropiaba el país desde los años veinte. Mommer desde la economía política de Karl Marx y Baptista desde la economía política clásica, han echado a andar el conocimiento petrolero por nuevos y fecundos rieles, enterrando todo el discurso nacionalista anterior, matizado de retórica marxista. Las categoría «renta del suelo» y «capitalismo rentístico», hicieron su aparición en la nueva economía política petrolera gestada en la Mérida universitaria, dándole sustancia al nuevo episteme económico. Otros pensadores como Alí Rodríguez Araque y Carlos Mendoza Potella han acompañado a los dos investigadores que iniciaron la renovación de la economía política petrolera en estas latitudes. El origen y el destino del ingreso petrolero nacional comenzaron a aclararse, dándosele solución de continuidad a todo el discurso ideológico petrolero que nos legaron los herederos de la Segunda y de la Tercera Internacional de Trabajadores.
La nacionalización petrolera de 1975 y la implementación del credo neoliberal como política económica en los años ochenta, hicieron que el canto nacionalista petrolero de nuestras universidades se apagara, fundamentándose tal apagón cognitivo en que si ya el petróleo era nuestro debido a la nacionalización, por consiguiente, ya no hacía falta seguir investigando la cuestión petrolera en su dimensión histórico-económica. Sin embargo, lo que se escondía bajo este argumento era la reprivatización la industria petrolera según la teología neoliberal, que por ser antinacional y antipopular, reclamaba el silencio petrolero de nuestras universidades.
Los aportes de Mommer fueron la base de sustentación de la nueva política petrolera (que liquidó en gran parte la agenda petrolera neoliberal de la Gerencia Meritocràtica de PDVSA), aplicada por el Comandante Chávez desde el mismo comienzo de su gobierno. La defensa a ultranza del petróleo como recurso natural fue la llave maestra de esta política; siendo su consecuencia principal la elevación de la renta petrolera percibida por el estado.
Paradójicamente, los éxitos en materia petrolera de la revolución Bolivariana no han sido acompañados por una difusión masiva de los aportes de Mommer y Baptista en nuestras universidades. Estos dos investigadores son unos grandes desconocidos por el profesorado y estudiantado universitario venezolano. En las universidades públicas que acompañan la Revolución Bolivariana como las que militan en la oposición son muy pocos los cursos de petróleo donde se estudia la obra de los dos personajes en referencia; En la UCV y en LUZ observamos intentos por estudiar el petróleo a nivel de postgrado. Pero hay cosas aún más grave, hay universidades rojas -rojitas que tiene la carrera de economía y no estudian la cuestión petrolera nacional, en consecuencia gradúan economista analfabetos en materia petrolera.
En el Plan de la Patria 2013-2019 que nos legó el Comandante Supremo se encuentra el objetivo de convertir a Venezuela en una potencia petrolera; Sin embargo, con una universidades dándole la espalda a la historia y a la economía política petrolera no creemos que tal objetivo se concretice. Lo más dramático es que nuestro país está condenado a seguir viviendo del petróleo por los próximos treinta o cuarenta años y no estamos formando los profesionales que deben enfrentar desde el ministerio de petróleo, la apetencias del imperio y de la oligarquía criolla.
La propuesta socialista o la salida nacional-revolucionara pasa necesariamente por el dominio de la cuestión petrolera, y en este sentido la universidad pública tiene un gran deuda que saldar con el pueblo venezolano.
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