Mucho se ha dicho y escrito sobre el referéndum que se celebrará en Venezuela el próximo 15 de febrero para modificar cinco artículos de la Constitución, con el simple objetivo de permitir que los candidatos a los cargos de elección popular (diputados, alcaldes, gobernadores y presidente de la República) puedan postularse sin que exista más […]
Mucho se ha dicho y escrito sobre el referéndum que se celebrará en Venezuela el próximo 15 de febrero para modificar cinco artículos de la Constitución, con el simple objetivo de permitir que los candidatos a los cargos de elección popular (diputados, alcaldes, gobernadores y presidente de la República) puedan postularse sin que exista más limitación para ejercer el cargo que la voluntad popular expresada en elecciones periódicas. De ser aprobada la enmienda en dicho referéndum, Venezuela pasará a tener simplemente un sistema similar al existente en España y en la mayor parte de las democracias europeas, donde la posibilidad de reelección popular no está sometida a un número determinado de períodos.
Recordemos que Felipe González llegó en cuatro ocasiones a ser elegido presidente del Gobierno de España, ejerciendo este cargo entre 1982 y 1996; al presentarse por quinta vez perdió frente a José María Aznar, quien le sucedió en el cargo. Igualmente el actual presidente de la Comunidad Autónoma de Andalucía, Manuel Chaves, continúa ejerciendo dicho cargo para el que fue electo por vez primera hace 18 años. El señor Chaves en las últimas elecciones autonómicas celebradas en el año 2006 ganó con mayoría absoluta. Podrán gustar al lector más o menos Felipe González o Manuel Chaves, pero ¿Quién se atrevería a decir que estos políticos españoles son dictadores sin legitimidad democrática? Tal aseveración sería una vil mentira ¿Por qué entonces se muestra la enmienda constitucional que va a decidir el pueblo venezolano mediante un referéndum como un abuso de poder, un atentado contra la democracia y el Presidente Chávez es calificado como un tirano?
Pues bien, los medios de prensa escrita de mayor difusión en España se han esforzado sobremanera por mostrar la enmienda a la constitución venezolana como un atentado contra la democracia y al Presidente Chávez como un usurpador de la voluntad popular. Valga ahora mencionar algunos ejemplos recientes de esta manipulación y deformación de la información, como lo fueron el editorial de El País, publicado el 9 de febrero con motivo del aniversario de una década de Chávez al frente de Venezuela, y en el se afirma sin base alguna en su subtítulo que «El proyecto socialista y bolivariano ha derivado en un régimen personalista y autoritario»; la noticia de ABC que el 28 de enero lleva por título «Chávez ganaría el referéndum para perpetuarse en el poder»; el artículo del consejo editorial de El Mundo donde se asevera que el Presidente Chávez «valiéndose de artimañas constitucionales» pretende «eternizarse en el poder»; por último mencionar también la entrevista realizada por La Vanguardia al dirigente opositor Yon Goicochea que selecciona como título la cita «no podemos permitir un rey en Venezuela».
Pareciera entonces que los mencionados diarios españoles están realizando ingentes esfuerzos por crear la falsa matriz de opinión de que el referéndum del próximo domingo es para establecer una reelección indefinida, violándose el derecho de los lectores de estos diarios de recibir una información veraz, pues en Venezuela las «reglas de juego» siguen ajustándose perfectamente a la democracia y todo está definido en la Constitución y las leyes.
Pero junto a la supuesta restricción de las libertades democráticas en Venezuela, se iniciaron otras campañas de desprestigio contra el Gobierno bolivariano durante las últimas semanas. De ellas la más grave y con mayor repercusión internacional ha sido calificar al Gobierno chavista como antisemita tras el asalto a una sinagoga de Caracas. Este fue sin duda un acto deplorable, pero muchos medios nacionales y extranjeros señalaron inmediatamente que el hecho fue responsabilidad del Gobierno de Chávez, llegando a haber manifestaciones de protesta contra Venezuela frente a la sede de la ONU en Nueva York. En estos días se ha detenido a una docena de personas involucradas en el crimen, y parece bastante claro que el asalto de la sinagoga fue motivado por el robo de objetos de valor que allí se encontraban y que los mensajes racistas que los delincuentes dejaron por todo el edificio tenían la finalidad de confundir a las autoridades. Hasta el momento, aunque el caso ha sido resuelto, nadie se ha retractado de las acusaciones de antisemitismo vertidas sobre el presidente Chávez.
El terrible resultado de esta guerra mediática en contra de la imagen del Presidente Chávez y sus políticas, es que hoy día se le considera como el líder internacional peor valorado por los españoles, según se desprende del barómetro del Real Instituto Elcano realizado a finales del año 2007. Si los españoles conocieran la realidad de Venezuela de una manera objetiva y no a través del deformado prisma de estos tendenciosos medios, la percepción sería otra completamente diferente y con seguridad muchos apoyarían y/o respetarán el genuino proceso de transformación social que estamos viviendo los venezolanos. Tal y como ocurre con la gran mayoría del pueblo de Venezuela, que ha dado su confianza al Presidente Chávez siempre en democracia y plena consciencia.
Los pueblos del mundo, incluyendo el español, serán testigos de excepción este domingo cuando se desarrolle este democrático referendo en el que los venezolanos, soberanamente, sin injerencias, decidirán ampliar sus derechos políticos y avanzar hacia la democracia directa, una democracia real, una democracia que se profundiza día tras día. Es comprensible, sin embargo, desde la lógica del poder y las leyes del capitalismo, que el fin de la tergiversación mediática se deba al temor que existe en los grandes centros de poder económico – político del planeta, vistas las transformaciones estructurales, pacíficas y democráticas que están multiplicándose en nuestros países. Esa guerra comunicacional patrocinada por los grandes concentradores del capital y la esperanza, buscando desprestigiar los procesos democráticos que se adelantan en Nuestra América, es una reacción hasta natural de los poderosos, que saben que de replicarse en sus países procesos similares, implicaría el final del gobierno de los pocos y el ejercicio del poder popular de sus pueblos, la justicia social y el fin de sus groseros privilegios.