A Delcy Rodríguez, con ánimo solidario… Después de la reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA quedó la sensación de que algo está fuera de lugar, no cuadra, es como si estuviera faltando algo. Es verdad que no recibimos la humillación y el silencio que se impone al vencido, pero tampoco logramos una victoria […]
A Delcy Rodríguez, con ánimo solidario…
Después de la reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA quedó la sensación de que algo está fuera de lugar, no cuadra, es como si estuviera faltando algo. Es verdad que no recibimos la humillación y el silencio que se impone al vencido, pero tampoco logramos una victoria para desgañitarnos de alegría. No se aprobó ningún apoyo al dialogo. Ese evento advirtió la urgente necesidad de revisar la nueva correlación política en América Latina y El Caribe. Resulta impostergable escuchar la verdadera campanada de la OEA.
Podemos vitorear que no se permitió la injustificada intervención de Henry Ramos Allup y hasta podemos celebrar que no se tomó una decisión sobre la activación inmediata de la Carta Democrática Interamericana. Eso no significa que el informe presentado por el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, haya sido engavetado y mucho menos enterrado. La verdad es que con este debate se abrió un proceso de consultas entre los 34 Estados miembros para convocar una nueva reunión donde se tomé una decisión. Almagro seguirá los lineamientos del Departamento de Estado de EEUU y acentuará acciones para lograr su objetivo. Comienza un torneo de presiones sobre los pequeños Estados del Caribe y negociación con las economías más solidas. Es imprescindible dejar a un lado las pequeñas distracciones politiqueras paras revivir nuestra audacia diplomática. Es necesario repensar nuestra política exterior en el contexto de una nueva realidad geopolítica.
Necesitamos redimensionar el discurso frente a la OEA. Salir de la simple descalificación de su Secretario General para expresar que se pretende restaurar el agotado «Ministerio de las Colonias» con la aplicación de la Carta Democrática Interamericana que no es más que un documento político para frenar cualquier proceso de cambio político y transformación social que ponga en peligro la desvencijada democracia representativa como soporte del agotado modelo neoliberal. La Carta Democrática Interamericana es una simple resolución administrativa, un documento político que no cumple con las exigencias de un Tratado Internacional bajo el rigor del derecho internacional público. Los efectos de la Carta Democrática Interamericana no tienen carácter vinculante y menos cuando se pretende utilizar como instrumento del «Derecho de Injerencia».
La votación para permitir el debate del «Informe Almagro» refleja una realidad que requiere atención política urgente. Surinam, Jamaica, Barbados, Belice, Bahamas y Guyana junto con Perú, Uruguay, Paraguay, Panamá, Guatemala, Méjico, Honduras, Costa Rica, Chile, Brasil, Argentina, Colombia, Canadá y EEUU conformaron un bloque de 20 países contra 12 que apoyaron la propuesta de Venezuela.
Observemos que 6 países de la Comunidad del Caribe (CARICOM) votaron contra Venezuela y se complementa con la abstención de Santa Lucia y Trinidad/Tobago. Por primera vez se rompe el bloque de la CARICOM cuando la integración latinoamericana y caribeña requiere una CARICOM fuerte y unida. Por otro lado, 9 países de la Unión de Naciones Suramericanas -UNASUR- acompañaron a Almagro en su propuesta de discutir un documento que abre un proceso para activar la Carta Democrática Interamericana contra Venezuela. Sólo Bolivia y Ecuador nos acompañaron. Que nadie se llame a engaño, esta votación tiene una trascendencia política muy fuerte. Denota compromiso con una irresponsable actitud que se oculta tras oscuras negociaciones y refleja un profundo cambio en la realidad geopolítica de la región. Necesitamos redefinir nuestros objetivos en este nuevo contexto porque nuestro dilema no se puede reducir a negociar o combatir, nuestra política exterior es más densa, compleja y efectiva.
En esa sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA se escuchó el tañido de una campana que advierte y exige respuestas inmediatas. La fractura de la CARICOM sería algo muy grave. Es parte del objetivo de la «Iniciativa de Seguridad Energética de la Cuenca del Caribe» (presentada por Hilary Clinton en Barbados, junio 2010) cuyo verdadero objetivo es la destrucción de PETROCARIBE y se reforzó con el documento «La Energía Incierta: La apuesta del Caribe con Venezuela» elaborado por David Goldwyn (ex funcionario del Departamento de Estado y delfín de Hilary Clinton, coordinador de la destructiva explotación petrolera en Angola y autor de la nefasta reforma petrolera en Méjico) para alimentar la «Cumbre de Seguridad Energética del Caribe» convocada por Barack Obama en enero del año pasado.
En esa sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA se puso en evidencia los resultados tangibles de un plan de desestabilización de la región y aislamiento de Venezuela para frenar el avance de una Revolución Inédita que puede exhibir logros sociales como base una independencia que ha impactado al mundo.
En definitiva, necesitamos redefinir elementos de nuestra política exterior porque allí está, en buena parte, la solución a nuestra realidad económica y política como Estado Soberano. No es tiempo de distraernos en celebraciones injustificadas. Aquí no hay victoria, estamos ante un gran desafío. En esta guerra pueden aparecer muchas maniobras de distracción. Almagro puede ser una maniobra de distracción. La Carta Democrática Interamericana representa el verdadero peligro aunque sus efectos no tengan carácter vinculante. Thomas Shannon expresa un ardid político que para algunos luce maravilloso y para otros representa una maliciosa jugada; corresponde a nuestros voceros de la política exterior desafiar la interpretación básica para trascender con una política que exprese mas audacia y menos inmediatismo.
En la OEA sonó una campana que advierte y convoca a reunificar esfuerzos que exigen nuevos encuentros, nuevos consensos sociales. A veces un poco de espíritu crítico puede ayudar a reconstruir la historia.
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