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La verdadera historia de la economía política reciente

Fuentes: Rebelión

Revisado por Caty R.

Todo comenzó con una realidad: la Revolución industrial.

Todo comenzó con una farsa: «la Economía es una Ciencia».

No hay razones para dudar de la postura moral consciente de Adam Smith y David Ricardo.

Lo que sí carece de garantías es la acción de sus pulsiones inconscientes.

El Reino Unido fue el primer país donde se desarrolló la Revolución industrial, precedida por la revolución agraria que había dejado un tendal de desocupados en el campo, y así pudo nutrirse de mano de obra barata, ya que existía una desocupación rampante.

Revolución industrial más mano de obra barata y abundante, más materias primas propias y de las colonias llevaron a algo muy simple: la sobreproducción.

¿Cómo colocar los excedentes?

El imaginario social llamó primero a Adam Smith y luego a David Ricardo. Smith tranquilamente, y de manera bastante amena, convenció a la gente de que había que especializarse y hacer una división del trabajo para ser más eficientes. Con su estudio en la fábrica de alfileres, si bien se trató de una inferencia inductiva, convenció a los estudiosos y a los políticos de que la división del trabajo y su consecuente especialización eran convenientes. No mintió, no engañó, pero ignoró dos factores importantes: Uno, si sólo hago una partecita de una pieza, la pieza no la hago yo y me siento ajeno al producto (alienación laboral ), el producto terminado no es sólo de mi producción porque únicamente aporté una pizca. Segundo, si me especializo en cortar las alas a las moscas y convertirlas en hormigas saltarinas, ¿quién me garantiza que podré triunfar en la vida con esa ocupación?Para rematarla apareció Ricardo con el que la conveniencia de la especialización pasó al ámbito internacional con su famoso «principio de las ventajas comparativas». Fue hábil pero falso, ¡nadie va a dejar de producir un producto en el que tiene ventajas absolutas para producir otro con mejores ventajas comparativas, porque no tiene experiencia, ni máquinas, ni mercado propio!… Va a seguir produciendo lo que tiene posibilidad de producir y ¡punto! En una economía de mercado no puedo obligar a los productores a hacer lo que yo quiera; así de simple.

Quizás ambos fueran honrados, pero da la extraña casualidad de que lo que ambos defendieron era ¡justamente! lo que le convenía al Reino Unido! He ahí el componente inconsciente.

Así que Argentina: ganado y trigo; Chile: cobre; Bolivia: estaño; Uruguay: ovejas… Y esa fue la división internacional del trabajo. El Reino Unido con productos de alto valor añadido, y el resto: materias primas, con escasísimo valor añadido. Para que no se les ocurriese tratar de ganar mucho con las materias primas, nada de monopolios. Varios países producían lo mismo para que si uno quería más de la cuenta, se pasaba al otro… Y además, ¿saben lo que es el «monopsonio»? Pues bien, existía el monopsonio de las materias primas que sólo se producía en un país o un par de países. En esa época se decidió quién sería rico y quién pobre.

El capitalismo comercial ya existía, entonces nació el capitalismo industrial.

Acumulación de la riqueza, expansión, crecimiento desmedido y sin límites. Smith apoyaba el comportamiento egoísta y la competencia como vías al óptimo social; el resultado lo puede predecir Perogrullo: unos pocos llenan sus bolsillos y la gran mayoría queda esclavizada, pero esclavizada peor que los primeros esclavos, pues ahora al esclavo no hay que cuidarlo ya que carece de valor económico, ¡nació el trabajador descartable!

Es bien sabido que la desesperación de la guerra genera grandes inventos; pues bien, la guerra estaba instalada con el nombre de Guerra Económica. Un lúcido estudioso llamado Karl Marx lo percibió y con su mecenas y colaborador Friedrich Engels, lo retrataron. El Manifiesto Comunista de 1848 aún sigue vigente.

¿Cómo vigente? ¿Y todo lo que pasó desde 1948 hasta 2008? Eso se llama: el eterno retorno.

Es cierto, muchas cosas pasaron, hasta se vivieron 27 años en lo que se llamó la época de oro del capitalismo (1945-1973).

Al hacer su aparición en 1945 -aunque se gestó antes- una fuerza avasalladora, nacida de la comparación con la justicia social de la URSS y del sufrimiento de los soldados que volvían de la guerra, más la lucha de clases, -que en palabras de Cornelius Castoriadis [1]: «Si Marx se ha «equivocado» es porque en sus análisis «olvidó» la lucha de clases (aunque fuera su teórico), pero son las luchas obreras y populares las que han impuesto a los patronos el aumento de los salarios, creando así mercados internos de consumo que pudieran absorber la producción creciente de las fábricas capitalistas»-, llevaron al estado de bienestar en Europa y al New Deal en EEUU.

Pero como vimos, sólo duró 27 años. La semillita dejada por el seguramente actual residente en el infierno Friedrich von Hayek (1899-1992) con su obra «El camino de la Servidumbre» (1944) y su creación: la sociedad de Mont Pelerin [2] y la seducción que ejerció sobre la Dama de Hierro , tiraron todo a la basura. No tardó en seguirla Ronald Reagan y así hizo su aparición en el Nuevo Mundo el denominado neoliberalismo o pensamiento único.

Existen dos escritos, que son arte para mis ojos, que describen el neoliberalismo de manera clara, contundente y amena. El primero con el estilo de un historiador, el de Perry Anderson [3] y el segundo con el estilo de una socióloga Susan George [4].

Para seguir adelante, dejando aparte el deber de echarle una ojeada a los dos artículos citados, digamos que el neoliberalismo fue consecuencia de varios factores que hicieron decaer las ganancias de los capitalistas, el más citado es la crisis del petróleo de 1973 después de la guerra del Yom Kippur. Guerra que ganaron ¡oh, sorpresa!, los nazis de la era moderna, los israelíes (¿Cómo no van a ganar contando con el apoyo incondicional de EEUU, país «sabio y justo» que apoya el apartheid, el racismo, la locura de los que se llaman judíos pero que no, no son judíos practicantes porque nacieron matando… y desaparecerán matando?).

Los capitalistas aprovecharon lo que Jeremy Rifkin documentó más tarde (1995) en su libro «El fin del trabajo», que fue la desocupación incipiente que destrozó las conquistas sociales. Se volvió a la precariedad laboral, al final del poder de los sindicatos que compensaban la minusvalía del trabajador frente al capital. En pocas palabras, se volvió al capitalismo salvaje. A una división de la sociedad en clases perfectamente diferenciadas: los explotadores y los explotados.

Pero las crisis cíclicas del capitalismo siguen con la otra patología muy estadounidense de la explosión de las burbujas especulativas. Siempre me pregunto ¿Cómo el país con mayor cantidad de premios Nobel de Economía «olvida» y repite amplificada por la mundialización la locura de 1929? ¿Nadie se dio cuenta?

Las crisis cíclicas, pese a las políticas anticíclicas (que ya estudié de jovencito en la Universidad de Buenos Aires), son fácilmente explicables, no son un dogma marxista en absoluto.

Aprovecharé mis 44 años de docencia para explicarlas. Nos reunimos un grupo de hombres: algunos atléticos, otros menos fuertes y, por último, alfeñiques -por ejemplo ratas de biblioteca-, y empezamos una lucha de todos contra todos. Por un tiempo caerán algunos debiluchos, luego todos, a continuación los seguirán los menos fuertes y a la larga, naturalmente, vencerán los mejores atletas. En vez de personas piense en empresas y solito comprenderá cómo unos pocos serán los vencedores. El resto desaparece, los empleados de las empresas vencidas, en su mayoría, serán arrastrados por el desastre de sus amos burgueses. Los perdedores ya no tendrán ni empresas ni trabajo. Un resultado obvio es que caerá la demanda (¿con qué dinero comprarán mercancías los desocupados?) y los burguesitos fracasados ya no podrán comprar inmuebles ni objetos de lujo. Resultado, la recesión, ¿conocido, no?

Un amigo mío de años, Éric Toussaint, me pidió que tradujese un artículo escrito por él [5]. Con esto cierro mi reflexión. El artículo es contundente: ¡Capitalismo culpable!… Busquemos alternativas, les dejo el trabajo, no es difícil…

[1] http:// www.topia.com.ar/articulos/castoriadis.htm

[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Sociedad_Mont_Pelerin

[3] http://deslinde.org.co/files/Historia%20y%20lecciones%20del%20neoliberalismo.%20Por%20Perry%20Anderson.pdf

[4] http://www.ugt.es/globalizacion/susan1.htm

[5] http://alainet.org/active/27831〈=es

Guillermo F. Parodi es escritor, profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Este artículo se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la revisora y la fuente.