El pasado viernes 24 la revista Veja editó un número especial. Para el momento no era posible realizar campaña electoral. La portada de esa edición fue realizada usando las figuras de Dilma Rousseff y Lula da Silva, bajo el título que ambos sabían de la corrupción en Petrobras, según señaló Alberto Youssef, financiero que se […]
El pasado viernes 24 la revista Veja editó un número especial. Para el momento no era posible realizar campaña electoral. La portada de esa edición fue realizada usando las figuras de Dilma Rousseff y Lula da Silva, bajo el título que ambos sabían de la corrupción en Petrobras, según señaló Alberto Youssef, financiero que se encuentra preso imputado de lavado de dinero y varios otros delitos. Fue un golpe artero contra la candidata del PT. El caso Petrobras fue la denuncia que los grandes medios de comunicación usaron como ariete contra Dilma en los últimos días de campaña. Ya se sabe, denuncias sin pruebas y el uso de un zángano dispuesto a todo con tal que le reduzcan la pena a la que seguramente será sentenciado.
El sábado 25 este mismo personaje, Youssef, hubo de ser llevado a un centro asistencial pues presentaba problemas de salud. Inmediatamente fue puesto a correr el rumor que había sido envenenado. Los dedos acusadores señalaban de nuevo hacia Dilma.
Fueron acciones políticas, sin lugar a dudas, preparadas con el objetivo de dañar la candidatura de Dilma. ¿Lo hicieron? Probablemente sí. Quizás a ello pudo deberse que una ventaja de cuatro puntos se haya visto reducida a la mitad.
Ni Lula ni Dilma se plantearon la polarización de Brasil. En sus gobiernos se adelantaron políticas de equidad sin confrontar demasiado con los poderes fácticos. Esa no polarización fue rota por los enemigos del PT y de Dilma. Lo hicieron en las protestas antes del Mundial y el propio día de la inauguración de aquel torneo en el cual cubrieron de improperios y cuanta grosería se les ocurrió a la Presidenta.
Durante la campaña electoral, los grandes medios continuaron con la descalificación, al punto que la Presidenta tuvo que reaccionar ante tantos improperios. Lo de Veja fue la última acción de este tipo unas horas antes que saliera electa.
Dilma hizo un llamado a la unidad y al diálogo. Es su mano tendida para que la polarización no se profundice. Está claro que en un ambiente de confrontación social el PT conservaría la mayoría y quizás la ampliaría, los pobres en Brasil aún son muchos. Pero eso haría que la economía de su país se derrumbara. De allí a que extienda su mano sin renunciar a la lucha de ideas que plantea al anunciar su disposición a impulsar una reforma política previa consulta al pueblo.
Reitera el carácter democrático del esfuerzo que están llevando a cabo. Se hacen cargo que han alcanzado la victoria por un pequeño margen, lo cual plantea grandes retos hacia adelante. Uno de ellos continúa siendo el sacar de la pobreza a millones de brasileños que se encuentran sumergidos en ella. Para ello es imprescindible que la riqueza petrolera recién descubierta pueda ser explotada por una Petrobras con decisiva participación del Estado. Esto ha sido anunciado por Dilma y refirmado por Lula. Ambos han señalado que ese petróleo será manejado por el Estado como garantía que sus beneficios impacten positivamente en la vida de los brasileños menos favorecidos.
Quizás a ello se debe la campaña tan dura contra la petrolera brasileña. Su descalificación puede estar buscando que sean otros quienes sean el centro del manejo de la riqueza petrolera. Veja (la revista) no cesa en su campaña, aún reconociendo el triunfo de Dilma, insisten en su denuncia.
Como sea, el proceso que recién culmina en Brasil no es más que el final de una batalla en una guerra que continuará y la cual espera ser librada desde el PT de manera inteligente y sin apresuramientos, conscientes que la tarea que tienen por delante cuenta con unos poderosos enemigos que no serán vencidos con discursos altisonantes, cargados de frases revolucionarias, sino con realizaciones que indiquen que la mayoría del pueblo no se equivocó al votar por Dilma.
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