La revolución de los barbudos bajados de Sierra Maestra se hizo más revolucionaria, si cabe la expresión, en Playa Girón. Al rechazar la invasión organizada por Washington, se proclamó la adhesión al socialismo.
Cosa extraña la revolución cubana, porque triunfó el 1 de enero de 1959 pero la fecha que más conmemora es la del 26 de julio, cuando en 1953 los revolucionarios encabezados por Fidel Castro asaltaron el cuartel Moncada, sin éxito en lo militar.
Y llegados al poder ese 1 de enero, se le adjudica igual o quizás mayor importancia histórica a tres días de abril de 1961, cuando rechazaron una invasión organizada por Estados Unidos. Fue en Playa Girón, entre el 17 y el 19 de abril, cuando las nacientes Fuerzas Armadas Revolucionarias en que había devenido el Ejército Rebelde de la Sierra Maestra, derrotó completamente a la Brigada 2506 organizada por la CIA.
Las FAR no actuaron solas. A su lado pelearon la Policía Nacional Revolucionaria y las Milicias Nacionales Revolucionarias. En éstas se encuadraban trabajadores, intelectuales, maestros, campesinos y muchos cubanos y cubanas que estaban dispuestas a defender la reforma agraria, las nacionalizaciones de empresas norteamericanas, ingenios azucareros y la obra martiana de la revolución.
Al principio la revolución cubana había sido visualizada por amplios sectores de la región, e incluso en EEUU, como obra de jóvenes románticos contra la tiranía de Batista. Había natural simpatía para con ellos. El problema fue cuando empezaron a limitar la gran propiedad agraria y entregar tierra a los campesinos, a limitar los alquileres urbanos y a recuperar empresas norteamericanas en el azúcar, el turismo y las telecomunicaciones. Allí Dwight Eisenhower empezó con las primeras medidas de bloqueo económico, limitando la compra del azúcar cubano y no enviando más petróleo crudo. Y peor aún, dio instrucciones a la CIA para preparar grupos de contrarrevolucionarios para derribar al gobierno donde tallaba Fidel Castro. No tan entusiasta, pero al fin imperialista, su sucesor John F. Kennedy y su secretario de Estado Dean Rusk siguieron con el plan diseñado por Richard M. Bisell, un directivo de la CIA de Allen Dulles.
Todo a traición.
El grupo expedicionario se entrenó en bases controladas por los norteamericanos en la Guatemala del derechista presidente Miguel Ydígoras Fuentes y en la base Happy Valley, en Puerto Cabezas, en la Nicaragua de Luis Somoza Debayle, de la triste dinastía de dictadores.
Luego de un intenso entrenamiento y tratando de aprovechar que Cuba estaba en una primera etapa -como toda inicial, caracterizada por el ensayo y error- los patrocinantes norteamericanos juzgaron llegado el momento de atacar. Y de Puerto Cabezas partió la Brigada 2506 con jefes anticastristas como José Pérez San Román, que se reportaban a militares norteamericanos y éstos a Kennedy-Rusk. Ocho barcos, entre ellos los buques escolta altamente artillados, Blagar y Bárbara J., con siete lanchas de desembarco, aviones de transporte y bombardeo que incluía pilotos estadounidenses y un calificado armamento con tanques, artillería y abundante parque, eran sus herramientas de destrucción. Unos 1.400 soldados pensaban desembarcar en la zona de Bahía de Cochinos, en Playa Girón y Playa Larga, en el sur de Cuba, para establecer una cabeza de playa. Lo más importante sería aguantar 72 horas y decir que habían instalado un «gobierno cubano democrático» que presidiría José Miró Cardona. Luego pedirían la ayuda de la Casa Blanca y el reconocimiento internacional.
El llamado «Operativo Pluto» empezó a fracasar con el bombardeo realizado el 15 de abril a tres aeródromos: Ciudad Libertad (La Habana), San Antonio de los Baños y Antonio Maceo (Santiago de Cuba). Es que los aviones atacantes estaban camuflados con insignias cubanas, en un acto de traición que Fidel Castro condenó como reiteración de lo sufrido por EEUU en Pearl Harbour. La incursión pudo destruir en tierra menos del 30 por ciento de los aviones cubanos; quedaba más del 70 por ciento, que viejo y todo daría una brava pelea. Así los pilotos cubanos abatieron a cuatro aviones enemigos, hundieron al buque Río Escondido e hicieron encallar al Houston, poniendo en fuga al Caribe y el Atlantic: Mientras, el portaaviones norteamericano Essex se mantenía vigilante en la zona, como admitiendo quién era el dueño de la Brigada.
Made in USA.
Como recientemente al ser descubierta la red tuitera ZunZuneo, para la promoción de la contrarrevolución en la Mayor de las Antillas, también la «Operación Pluto» trató de disimular la autoría norteamericana. Por eso el representante del imperio en las Naciones Unidas, Adlai Stevenson, declaró el 15 de abril que el bombardeo no era obra suya sino de «pilotos desertores» de esa isla. Sin embargo las pruebas de la intervención yanqui no dejaban dudas y el cubano Raúl Roa las presentó ese mismo día, toda una proeza de Cuba de dar esa batalla diplomática con tanta rapidez. En rigor estaba pautada una reunión de la entidad mundial para el 17 de abril, pedida por Roa para discutir las agresiones norteamericanas.
El bombardeo a traición permitió al diplomático hacer la denuncia en la misma jornada, o sea dos días antes del desembarco propiamente dicho en Bahía de Cochinos, que se produjo el 17 de abril. «Las tropas entrenadas por la CIA y por oficiales del ejército estadounidense durante varios meses en bases situadas en América Central había sido reclutadas por el gobierno de EEUU, quien además financió y organizó», escribió Hal Klepak, asesor del ministerio de Defensa de Canadá en su libro «Raúl Castro, estratega de la defensa revolucionaria de Cuba» (Le Monde Diplomatique). En este punto se remitió a la obra de Peter Kornbluh «Bahía de Cochinos Desclasificado, The secret CIA Report of the invasion of Cuba, 1998).
No solamente Fidel Castro y Cuba acusaron al mal vecino de ser el autor de la agresión. Autores varios han admitido tal verdad, casi de Perogrullo. El asistente de Kennedy, Arthur Schlesinger, escribió varios años después: «históricamente hemos desempeñado un doble papel en América Latina. Por tanto los latinoamericanos tienen una relación mezcla de odio y amor con EEUU. Responden cálidamente al Dr. Jekill, detestan y temen a Mr. Hyde. Bahía de Cochinos fue obra de Mr. Hyde». En realidad los cubanos tampoco temen ni a Hyde ni a Jekill, ni a los demócratas ni a los republicanos. Quieren vivir en paz con todos sus vecinos pero si no los aceptan, después de Girón saben que pueden vivir otros 53 años sin darse por vencidos.
Masas, unidad y liderazgo.
La invasión duró 66 horas entre el 17 y el 19 de abril, cuando los atacantes se rindieron en masa. Según el Miami Herald, recontra anti castrista, en un artículo de hace tres años, «la malograda operación dejó como saldo 104 muertos -incluidos cuatro pilotos estadounidenses- y más de 1.100 brigadistas presos. La mayoría de ellos tuvo que cumplir 20 meses de cárcel. Fidel Castro finalmente los entregó a sus familiares en diciembre de 1962, a cambio de comida y medicinas».
A propósito de ese canje entre los dos países, no se entiende por qué hoy EEUU no acepta un intercambio, entregando a los tres cubanos que mantiene desde 1998 en cárceles estadounidenses, y recupera a su espía Alan Gross, preso desde 2009 en La Habana.
Del lado patriota, las muertes y heridos fueron muchos. Juan Carlos Rodríguez, en su libro «Girón, la batalla inevitable» (2012), hace este inventario: «las bajas de las fuerzas revolucionarias en las 66 horas de batalla fueron 156 muertos y aproximadamente 300 heridos».
En ese trabajo de investigación histórica y en otros se aprecia la alta participación de la población cubana en la defensa de su revolución y en última instancia de ella misma. En ese 1961 se estaba haciendo la Campaña de Alfabetización con decenas de miles de maestros. Cuba no sólo derrotó a la contrarrevolución en Girón ese año sino también al analfabetismo, siendo declarado territorio libre de ese flagelo. A propósito, esa y otras ventajas de sus programas revolucionarios fueron con el tiempo compartidas con sus vecinos, como el «Yo Sí Puedo», «Operación Milagro» y la Escuela Latinoamericana de Medicina.
Del mismo modo, cuando la isla era invadida en Girón, muchos latinoamericanos llegaron para ofrecerse en su defensa, entre ellos el ex presidente mexicano Lázaro Cárdenas, corroborando la relación especial entre los dos países. A diferencia del imperio, que no daba la cara, el líder de la revolución se puso a la cabeza del plan para derrotar la invasión. El libro de Rodríguez cuenta que Fidel discutió con los otros dirigentes su derecho a tripular un tanque que iba a entrar en combate en playa Girón. Su condición de jefe que encabeza las tropas ya era conocida y allí se reafirmó. Lo nuevo y grandioso para la historia contemporánea fue que el domingo 16 de abril, al día siguiente del traicionero bombardeo y en la víspera de la invasión, el comandante en jefe proclamó el carácter socialista de la revolución. A los románticos de Sierra Maestra no sólo le habían crecido las barbas sino, sobre todo, las ideas, madurando al compás de las batallas martianas contra el imperio y con una mejor visión del mundo global donde les tocaba actuar.