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Las almas muertas

Fuentes: ClubOrlov

Traducción de Susana Merino

Semana a semana a una mayor cantidad de personas les resulta evidente que el crecimiento económico ha terminado. El desarrollo económico basado en el viejo modelo que el secretario general, Ban Ki-moon definió recientemente como el «pacto suicida global» está realmente condicionado por los límites de los recursos naturales del planeta: energía, tierra cultivable y agua sobre todos los demás, agravado el conjunto por los desastres meteorológicos cuya frecuencia va en aumento debido a la rápida desestabilización del clima global.

Desde la crisis financiera de 2008 apenas evitada, los indicadores de crecimiento económico global han sido, en el mejor de los casos, débiles, cuando no negativos, si no hubiera sido por el excepcional incremento de la deuda pública y por las agresivas maniobras financieras realizadas por los bancos centrales europeos y estadounidenses. Estos métodos demostraron ser eficaces hasta un cierto punto. Desde hace algún tiempo está claro «que hemos llegado a un punto en el que los beneficios de la expansión de la deuda se están reduciendo: una ulterior expansión de la deuda pública reduce el PIB en lugar de aumentarlo. Tal vez el próximo paso sea entender que la deuda pública está fuera de control: seguirá aumentando, tanto si se disminuye el gasto público como si se aumenta. De esto se desprende que los días del gobierno están contados, pero pocos están preparados para dar ese salto.

Frente a este panorama de estancamiento económico, de decadencia y de deuda financiera solo un sector está viviendo su edad de oro: Silicon Valley está de nuevo en la cresta de la ola y las primeras colocaciones en el mercado de los nuevos artilugios tecnológícos van viento en popa. La creación de redes sociales y la informática móvil están creciendo, tanto es así que algunos dicen que serán las que sacarán de la crisis a la economía global. Según otros, en cambio, este segmento industrial continuará siendo siempre muy pequeño para compensar las carencias de la economía global tradicional. Pero lo que ninguna de las dos partes llega a comprender es esto: el mayor predominio permanente de la realidad virtual y de las redes sociales en la vida cotidiana conducirá a una progresiva disminución del peso de la economía real (para quienes sobrevivan y que tengan a su disposición una conexión a internet) En síntesis lo que ofrecen estos productos es evasión. En un mundo con recursos en tren de agotamiento, donde nuestro fragmento de realidad disminuye día a día, no puede maravillarnos que la realidad física no alcance a satisfacernos. Pero gracias a estos nuevos, rutilantes y manuables aparatos electrónicos, el de ahora en más insatisfactorio mundo real puede ser dejado de lado y reemplazado por una versión de la sociedad más limpia, vivaz y esplendorosa, en la que pequeños avatares difundan sus mensajes. En el mundo virtual no hay cuerpos sudorosos, charlatanerías insoportables, solo una suave, pulcra y atrapadora experiencia virtual.

Durante un viaje, en hora pico, en el metro de Boston, pude verificar cuánto llegan a ocultar a la gente estas personales prótesis electrónicas mentales la vista de sus compañeros de viaje, llegando a asumir cada vez el aspecto de una chusma embrutecida cada vez con más personas en estado de evidente ansiedad. Concentrando toda su atención en esas pequeñas pantallas, se le ahorra también al pasajero la visión de nuestra deteriorada y ruinosa infraestructura urbana. Y como si para ellos el mundo físico verdaderamente no existiese, por lo menos los tiene sin cuidado, Y como había comprendido Horacio hace ya más de dos mil años «Naturam expellas furca, tamen usque recurret» (Aunque eches a la naturaleza por la fuerza, ella siempre volverá).

Si ignoramos al mundo físico, la economía real -ésta que de hecho da de comer a la gente, la protege y le permite desplazarse sobre la tierra- se contrae y decae, el resultado inevitable será que cada vez mayor cantidad de estos ciber-viajeros con sus aparatos se verán expulsados de la red, desaparecerán y morirán con apenas un tweet que comunique su partida.

Y esto es obviamente una vergüenza, una pérdida terrible e innecesaria para la comunidad de la Red. Es verdad que el agotamiento de los recursos no puede ser revertido como tampoco se puede evitar el catastrófico cambio climático. También es cierto que la economía global se desplomará y la gente morirá ¿Pero por qué debería morir con ella su perfil? Por lo menos eso parecería evitable. Dejar morir a los usuarios es negativo para sociedades como Facebook, Twiter, Google y muchas otras tecnologías calificadas según su cantidad de usuarios. Algunas de ellas podrán no producir demasiado en cuanto a su utilidad, pero si cuentan con millones de usuarios, su valor resulta más evidente. Pero si la economía tradicional continúa aislándose y sus clientes comienzan a caer como hojas en otoño, eso sería negativo para las empresas y obstaculizaría su futuro financiero. Si la economía encuentra un método compensatorio, los sectores industriales marcharán bien y su innovadora plataforma virtual podría contribuir además a conducir a la economía global fuera de su estancamiento y para seguir usando una metáfora náutica, hacer que llegue a las aguas menos profundas de la costa donde debería ser carenada y bien mantenida por los habitantes del lugar. Pero si tal cosa no sucede será entonces condenada. ¡Condenada! A los inversores no les gusta la palabra ¡»condenado»!

La solución es tan obvia como poco intuida y nos llega desde un clásico de la literatura rusa: «Las almas muertas» de Nicolas Gogol. Allí se narra la historia de un tal Chichicov, que viaja por la campaña rusa, visitando las propiedades y tratando de convencer a los propietarios de que le vendan las almas de sus campesinos. Una vez que Chichicov logra los certificados de los campesinos, Chichicov está en condiciones de utilizarlos como garantía para la obtención de préstamos para luego hipotecarlos, omitiendo obviamente el hecho de que aquellos ya están muertos. Del mismo modo la solución para las nuevas sociedades de las Redes sociales será en el futuro hacer palanca con los usuarios muertos. En suma seria una linda cosa de hacer: ¿por qué dejar que un perfil virtual muera con el usuario? A menudo esta muerte puede producir un verdadero shock en los demás usuarios, muchos de los cuales jamás vieron al difunto y a los que no les importa demasiado que sea o no una persona real. Hace un tiempo se decía que en internet nadie sabe si eres un perro: del mismo modo que tampoco deja que nadie sepa si estás vivo. Una sociedad que desembolsa centenares de miles de dólares en atender a enfermos terminales ¿porqué no usa una parte para el más allá virtual? Para aquellos que pasan gran parte de su vida en internet, una tecnología que prolongue la vida de sus perfiles más allá de la muerte física se trasformaría en una tecnología que. Por excelencia, prolongar la vida, es un digno homenaje.

El desafío es, desde un punto de vista técnico, notable pero no ciertamente insuperable. Por ejemplo, supongamos que tenemos un usuario muerto que amaba los gatos. Ahora bien, se sabe que cargar imágenes de gatos en el propio perfil es una buena manera de obtener puntos de karma. Si viviese nuestro difunto amante de los gatos hubiera respondido con un breve mensaje del tipo: «UR KITTEH RLY CUTE LOLZ» digitándolo probablemente en su «palm touch» Después de su muerte la misma respuesta sería realizada por un programa informático. Parafraseando a Descartes: «digito ergo sum«, he aquí un pequeño prototipo de programa cuya codificación me ha llevado como máximo uno o dos minutos:

Con un pequeño esfuerzo este código puede llegar a cubrir todas las demás aplicaciones del usuario aunque esté descansando en la eternidad naturalmente un método más actual sería hacerlo mediante un web service. Que naturalmente sería del tipo RESTful.

De este modo generar tweets, sms y postear comentarios y hasta crear blogs integros similares a los que el usuario vivo hubiera hecho, son desafíos técnicos absolutamente posibles de realizar. Un problema mucho más difícil de resolver sería mantener a nuestro difunto usuario actualizado sobre todos los nuevos e interesantes movimientos y modalidades que atraviesan raudamente la red a la velocidad de la luz. El «planking» es lo último que se ha puesto de moda.

Esto es el Planking Pero el «planking» a es cosa de la semana pasada , quién es «piola» hoy habla de «owling».

Esto es el «owling» Sin la actualización en las nuevas tendencias el perfil de nuestro muerto se volvería viejo e impopular. Pero tal vez sea así como debe ser: dejemos que los vivos aumenten su popularidad mientras dejamos que los difuntos sean poco a poco ignorados por los amigos y menos vinculados vayan deslizándose por el plano del olvido. Luego todo, todo lo que hacemos es ganar tiempo. Y por favor el que salga último cierre la «cloud» porque, ¿de qué sirve a los muertos que se hable de un planeta muerto?

Fuente: http://cluborlov.blogspot.com/2011/07/dead-souls.html