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Las armamentistas y el negocio de la guerra

Fuentes: IAR Noticias

La vinculación y los negocios de la administración Bush con los tres grandes contratistas de armas del Complejo Militar Industrial norteamericano, las empresas Lockheed Martin, Boeing y Northrop Grumman

En su último informe Project on Government Oversight (POGO, Proyecto de Supervisión Gubernamental), un grupo con sede en Washington que vigila el gasto militar, señaló que, entre enero de 1997 y mayo de de 2004, sólo 20 grandes proveedores recibieron más del 40 por ciento de los 244.000 millones de dólares en contratos del gobierno federal estadounidense.

Entre los consorcios que se benefician en primer lugar de esta práctica tolerada se cuentan Lockheed Martin, que emplea a 57 ex altos funcionarios estatales; la gigante aeroespacial Boeing, con 33; Northrop Grumman, contratista de la Fuerza Aérea, con 20; Raytheon, con 23, y General Dynamics con 19.

En los últimos años se acentuaron los casos de altos militares y funcionarios de la administración estadounidense que luego de abandonar sus cargos pasan a desempeñarse como ejecutivos o lobbistas de los grandes proveedores privados, sobre todo en el ramo de las empresas armamentistas del área de Defensa.

Según un artículo del investigador estadounidense William D. Hartung en el año fiscal 2002, los tres más grandes fabricantes de armas recibieron un total mayor a los 42.000 millones de dólares en contratos del Pentágono, de los que Lockheed Martin obtuvo 17.000 millones, Boeing 16.000 millones y Northrop Grumman 8.000 millones.

Los tres grandes consorcios armamentistas obtuvieron jugosos contratos y ganancias del proyecto espacial de Bush para colonizar la Luna y enviar una misión tripulada a Marte, que son la punta de lanza de una nueva carrera armamentista en el espacio.

Los tres grandes consorcios armamentistas (Lockheed Martin, Boeing, y Northrop Grumman) tienen conexiones con otras numerosas fuentes de contratación federal para todo, desde seguridad aeroportuaria hasta vigilancia doméstica, en nombre de lo que hoy la Casa Blanca nombra GWOT (Global War on Terrorism), guerra global contra el terrorismo.

El presupuesto total de 20.000 millones de dólares que Lockheed Martin recibe anualmente es más de lo que se gasta en un año promedio en el más vasto proyecto de bienestar social federal, el programa de asistencia temporal a familias necesitadas (Temporary Assistance for Needy Families), destinado a familias que viven por debajo de la línea de la pobreza.

El consorcio Boeing fabrica el equipo de ataque directo conjunto (JDAM, por sus siglas en inglés), herramienta que puede convertir bombas «estúpidas» en «inteligentes». El JDAM se utilizó en tan grandes cantidades en las guerras de Irak y Afganistán que la compañía tuvo que activar turnos duplicados de fabricación para cumplir con la demanda de la fuerza aérea.

En la política de desarrollo nuclear de Bush, Lockheed Martin es uno de los que mejor se posicionan en la grilla de negocios.

La corporación cuenta con un contrato por 2 mil millones de dólares anuales para impulsar los Sandia National Laboratories, una instalación de diseño e ingeniería de armas nucleares con sede en Albuquerque. Lockheed Martin trabaja también en sociedad con Bechtel para desarrollar el Nevada Test Site, enclave donde se somete a prueba las armas nucleares mediante explosiones subterráneas.

Estos contratos fueron posiblitados por Everet Beckner, ex ejecutivo de Lockheed Martin, que dirige el complejo de armas nucleares de la National Nuclear Security Administration (dependencia de seguridad nuclear nacional).

Northrop Grumman también juega en grande en el área de buques de combate, pues son de su propiedad los astilleros de Newport News, en Virginia y Pascagoula, en Mississippi.

Los tres consorcios también obtienen fabulosas ganancias del proyecto de Bush para colonizar la Luna y enviar una misión tripulada a Marte, que conforman la base de la nueva carrera armamentista en el espacio.

Boeing y Lockheed Martin son las mejor posicionadas en el campo de un espacio exterior militarizado debido a los fabulosos contratos relacionados a lanzamientos espaciales, así como con el área de satélites y misiles, amnteniendo ambos consorcios una sociedad para operar la Alianza Unida del Espacio (United Space Alliance), empresa conjunta a cargo del lanzamiento de los transbordadores espaciales.

Los tres grandes, por medio de su influencia en todas las oficinas de contratación federal, tienen los contratos más jugosos en la llamada «Guerra contra el terrorismo Global» (GWOT) que abarca ventas de sistemas y armamentos de seguridad que cubren todo el territorio de EEUU y sus unidades de desplazamiento en el extranjero.

Al menos un tercio de los ex altos funcionarios públicos que desempeñan cargos ejecutivos en empresas proveedoras del gobierno ocuparon altos cargos que les permitían influir en las compras del Estado a las armamentistas.

Pentágono estadounidense

Por ejemplo, la nueva comisión presidencial encargada de redefinir la nueva colonización del espacio está dirigida por Edward Pete Aldridge, anterior subsecretario de Defensa para adquisiciones del Pentágono y miembro de la junta directiva de Lockheed Martin.

Por su parte, en la fuerza aérea el subsecretario encargado de adquirir bienes espaciales es Peter Teets, que antes se había desempeñado como jefe de operaciones de Lockheed Martin.

Cuando Bush asumió la primera presidencia se creó un organismo para asesorar la organización y el manejo de la seguridad en el espacio (Commission to Assess US National Security Space Management and Organization), que incluía representantes de ocho contratistas del Pentágono.

La comisión era presidida por Donald Rumsfeld hasta que asumió como secretario de Defensa. Desde entonces, Rumsfeld, ya instalado como jefe del Pentágono, acata e instrumenta las recomendaciones de dicha comisión (hegemonizada por los tres grandes contratistas) en relación a armamentos y sistemas de defensa.

Richard Perle, quien fuera secretario adjunto de Defensa bajo el gobierno de Ronald Reagan, (1981-1989) y miembro entre 1987 y 2004 de la Junta de Políticas de Defensa, la que presidió de 2001 a 2003, escribió un artículo en favor del trato para el Wall Street Journal, pero sólo después de que Boeing invirtiera 20 millones en Trireme, empresa de inversiones de Perle.

Amigo personal de Donald Rumsfeld, Perle es un destacado integrante del llamado lobby israelí del Pentágono sostenido desde la trilogía de poder del Pentágono conformada por el actual secretario de Defensa, el subsecretario Paul Wolfowitz , y Douglas J. Feith, el tercer funcionario en jerarquía del área. (Ver El lobby judío del Pentágono).

En el verano de 2003, Perle apoyó la adquisición de 100 aviones cisterna de Boeing, que finalmente se concretó por 27.000 millones de dólares. El año anterior, Boeing había prometido invertir 20 millones de dólares en la empresa de capitales de riesgo de Perle, Trireme Partners, señalan informes parlamentarios.

Por su parte, William D. Hartung, quien es investigador del Instituto de Política Mundial en la Universidad New School de Nueva York, señala que en el año 2001 Boeing patrocinó la comida anual del Instituto Judío de Asuntos de Seguridad Nacional, reducto neoconservador con el que tuvo vínculos cercanos el subsecretario de Defensa, Douglas Feith, antes de ingresar al gobierno republicano de Bush.

Los invitados de honor fueron los secretarios de tres ramas militares: Roche, de la fuerza aérea; el secretario de Marina, Gordon England (antes en la empresa General Dynamics), y el secretario del Ejército, Thomas White (antes en Enron). El anfitrión de la noche fue el jefe de la oficina de Boeing en Washington: Rudy de Leon.

Roche no tuvo pelos en la lengua para decir que parte del punto era arrojarle algo de dinero a Boeing para que se mantuviera saludable. Lo que ustedes y yo veríamos como «rescate» la gente del Pentágono le llamaba «mantener la base industrial para la defensa».

Otro ejemplo destacado es el de Darleen Druyun, quien supervisó y dirigió el programa de adquisiciones de armas de la Fuerza Aérea y luego atravesó la puerta giratoria para convertirse en subgerente general del departamento de sistemas de misiles de Boeing.

Las conexiones existentes entre la Casa blanca, el Departamento de Defensa (Pentágono) y las armamentistas son infinitas, y ocupan incontables capítulos de informes e investigaciones (parlamentarias y privadas) que ponen en evidencia la naturaleza capitalista de las operaciones militares de conquista que EEUU -tanto con administraciones republicanas como demócratas- realiza permanentemente por el planeta.