El pasado 1 de abril, el diario Le Monde tomó una instantánea del cambio en el clima general en torno al comercio mundial de armas, publicando una investigación que comenzaba con la historia del grupo bancario sueco SEB, conocido en el mundo de las finanzas por intentar vincular sus inversiones al cumplimiento de normas medioambientales, sociales y de gobernanza.
El año pasado, el banco sueco anunció que los fondos gestionados por su equipo de Gestión de Inversiones dejarían de invertir en empresas que obtuvieran más del 5% de su facturación de la industria armamentista. Evidentemente, esas buenas intenciones no previeron la guerra en Ucrania y el cambio de tendencia general que se ha producido con ella.
Recientemente, el banco ha manifestado que «la grave situación de seguridad y las crecientes tensiones geopolíticas de los últimos meses -que han culminado con la invasión rusa de Ucrania- han puesto este asunto en primer plano desde el punto de vista de la política y han dado lugar a un cambio de posición entre algunos de los clientes de la empresa de fondos». Así, el grupo sueco ha decidido volver a autorizar la inversión de sus fondos en el sector de defensa, a partir de este mes.
Su motivación es especialmente llamativa: afirman que las inversiones en la industria armamentista, antes rechazadas por razones éticas, son ahora «de importancia clave para mantener y defender la democracia, la libertad, la estabilidad y los derechos humanos».
Armin Papperger, director general de Rheinmetall, uno de los principales fabricantes de armas de Alemania, también se quejó hace unos meses de la reticencia de los fondos de inversión a trabajar con su empresa. «Invierten mucho menos dinero en nuestra industria, o no lo hacen», confesó Papperger a la revista de negocios Wirtschaftswoche.
Y entonces llegó la guerra. Tres días después de la invasión rusa de Ucrania, el canciller alemán Olaf Scholz destinó 100.000 millones de euros al gasto militar y planeó aumentar el presupuesto de defensa a más del 2% del PIB. El banco alemán Commerzbank anunció que destinaría capital a la industria armamentista. Alemania ha decidido comprar aviones F-35 Stealth (precio de catálogo: 80 millones de dólares por aparato). Los fabrica Lockheed Martin, gigante mundial del sector, cuyas acciones se elevaron a un máximo histórico de 469 dólares el 7 de marzo (el martes cotizaban sólo un poco por debajo, señal de que la tendencia positiva continúa). En noviembre, una acción valía 327 dólares: un aumento, por lo tanto, de más del 43,4% en sólo 120 días.
También en Francia, hasta hace poco, existía una tendencia a la desinversión en la industria armamentista. Entre las causas de esta tendencia a la baja se encontraban la presión de la opinión pública y el revuelo en torno al sucio negocio de la guerra de Yemen, que había hecho aún más impopular el negocio de las armas. Sin embargo, el martes, un editorial de Le Monde sostenía que, en materia de armamento, Francia debería seguir asimismo el ejemplo del primer ministro italiano Mario Draghi y «satisfacer la demanda de armas de Ucrania».
El hecho de que el contexto haya cambiado lo ha señalado también -con satisfacción apenas disimulada- el responsable de asuntos económicos de la Asociación de la Industria Aeroespacial Francesa, Guillaume Muesser. «La invasión de Ucrania supone un punto de inflexión», declaró Muesser. «Significa que la guerra sigue a la orden del día, a nuestras puertas, y que la industria de defensa resulta enormemente útil».
Giuliano Santoro, periodista del diario “il manifesto”, ha trabajado también para otros medios, como el semanario “Carta” o la revista “Micromega”. Es autor de libros sobre el cine de George Romero y los Sex Pistols, de un volumen de viajes por Calabria y una guía de la Roma rebelde, así como de varios ensayos sobre Beppe Grillo y el Movimento 5 Stelle.
Texto original: https://ilmanifesto.it/in-borsa-le-armi-tornano-di-moda-ce-la-guerra-siamo-ancora-utili
Traducción: Lucas Antón
Fuente: https://sinpermiso.info/textos/las-armas-vuelven-a-ponerse-de-moda-en-bolsa