Es un caso que caracteriza lo que ocurre en Latinoamérica. Una empresa brasileña de biotecnología desarrolló con éxito una vacuna contra el cáncer. La falta de recursos para financiar más investigación ha frenado su crecimiento. Ahora ha sido tentada por el gobierno sudcoreano para mudarse a esa nación, con todos los incentivos para generar conocimiento fuera de su país de origen.
Grupo Genoa ofrece nuevas esperanzas de sobrevivencia para enfermos de cáncer.
Hibricel, vacuna de células híbridas, desarrollada por el Grupo Genoa, de Brasil, es una de un puñado de fármacos contra el cáncer que se usan en todo el mundo. Su notable éxito en pruebas ha puesto a Genoa a la vanguardia de la lucha global contra la enfermedad.
Pero lejos de ejemplificar el estado de una boyante industria de biotecnología, Genoa es una de un reducido número de compañías similares en Brasil. Sus fundadores dicen que la empresa ha prosperado a pesar y no gracias al ambiente de negocios prevaleciente en el país. En efecto, tal es la ausencia de apoyo a las industrias de biotecnología que los administradores de Genoa piensan en trasladar por completo sus operaciones a otra parte.
Esta parece una opción extrema dadas las promesas que ofrece Hibricel. Como cualquier vacuna, funciona activando la acción del sistema inmune del cuerpo. Como indica L. H. Camera Lopes, fundador de Genoa, el cáncer crece cuando el sistema inmune lo deja. De manera simple, Hibricel es una combinación de células cancerosas del tumor de un paciente y de células del sistema inmune de una persona sana. El híbrido de células resultante se inyecta al paciente, cuyo sistema inmune las reconoce como amenaza y se dispone a atacarlas y también a otras células similares. El cáncer es destruido.
Hibricel no es una panacea. Constituye un tratamiento complementario a la cirugía y otros procedimientos. Las primeras pruebas clínicas se desarrollaron en 2003 en pacientes que estaban en etapas avanzadas de melanoma y cáncer de riñón. Entre quienes se sometieron a las pruebas, 71 por ciento experimentaron una estabilidad en su condición. Los pacientes tratados en etapas menos avanzadas del cáncer han mostrado respuestas aún más promisorias.
«Preparar una vacuna contra el cáncer no es sencillo», explicó Camera Lopes. «Otros grupos lo están intentando, pero somos los únicos con este grado de éxito.»
Tampoco ha sido fácil convertir a Genoa en éxito. El conjunto de los científicos disponibles para este tipo de empresas en Brasil es muy reducido, y esto no se debe a que no se formen excelentes científicos, sino a que muy pocos terminan ocupándose en negocios brasileños. Fabio Diogo, vicepresidente de Genoa, señala que sólo 15 por ciento de los científicos formados en el país y con un nivel de doctorado se emplean en la industria, comparado con 70 por ciento en Europa y 80 por ciento en Estados Unidos. Muchos de los mejores cerebros de Brasil se marchan al extranjero u optan por el trabajo académico en lugar de la industria.
El problema se agrava por la escasez de recursos para financiar el trabajo científico. «Hay incentivos del gobierno para la investigación en fundaciones y en universidades, pero no en el sector privado», indicó Diogo.
Genoa ha desarrollado sus propias soluciones. Comenzó a funcionar como el laboratorio clínico del Hospital Sirio Libanés de Sao Paulo, dirigido por Camera Lopes, uno de los más reconocidos patólogos brasileños. El laboratorio ha sido aislado en términos financieros del hospital desde 1977, cuando Camera Lopes asumió el control. Esto le permitió desenvolverse de modo independiente, vendiendo sus servicios a ése y otros clientes.
Para finales de la década de 1990 el laboratorio había crecido rápidamente y Camera Lopes decidió fundar una compañía de biotecnología.
Al laboratorio se habían aproximado sus propios investigadores y otros de fuera con proyectos para trabajar. Con la creación de Genoa se inició la investigación original de forma más definitiva y se diversificó hacia nuevas áreas. En 2003, Genoa se convirtió en una compañía de cuatro divisiones: Genoa Humana, Genoa Veterinaria, Genoa Agrícola y OncoCel, responsable de Hibricel.
Los productos de la empresa abarcan los marcadores genéticos para ganado, lanzados en septiembre. Mientras esos productos generan utilidades, Genoa ha recurrido a su propio capital, 4 millones de dólares invertidos por Camera Lopes y otros socios. Esto llevó a Genoa hasta la mitad de 2004. La empresa no dice cuánto más ha invertido desde entonces, cuando la producción de Hibricel se inició a mayor escala.
Genoa espera registrar 13 patentes para el final de este año. Pero Fabio Diogo lamenta que esto la coloque en el primer lugar de las empresas brasileñas en cuanto a patentes. Brasil registró solo 322 patentes en biotecnología humana y veterinaria el año pasado, comparado con 165 mil en Estados Unidos y 5 mil 600 en Sudcorea. «Hace 20 años, Brasil registraba más patentes que Sudcorea», señaló Diogo.
La diferencia entre estos dos países es el resultado de los incentivos gubernamentales, abundantes en Sudcorea y escasos en Brasil. Recientemente, Genoa fue visitada por una delegación del gobierno de Seúl. «Recorrieron la empresa, les gustó lo que vieron y nos invitaron a mudarnos allá. Luego propusieron los incentivos para hacerlo», recordó Diogo. Estos incluían la exención de impuestos durante 50 años y todos los salarios de Genoa cubiertos por ese gobierno durante 20 años. «No hemos dicho que no», indicó Diogo, con una sonrisa de indecisión.
Tal vez el mayor desafío para Genoa y firmas similares es crear el ambiente en Brasil en el que las compañías de biotecnología puedan prosperar. En tanto, en Europa las empresas comparten muchas veces el personal y las instalaciones con los departamentos de ciencia de las universidades, las compañías brasileñas son menospreciadas por el sector académico. «Tenemos que impulsar la transferencia de tecnología a los negocios», dice Diogo. Las relaciones de Genoa con el Hospital Sirio Libanés son ejemplo de cómo puede hacerse