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Las bondades del trabajo asalariado: legitimación y alternativa

Fuentes: Rebelion

La necesidad de tiempo de trabajo aplicada a la producción de riqueza cada vez es menor, y su venta tenderá a abaratarse hasta niveles hoy impensables


Estamos tan inmersos en la mentalidad mercantilista, que la obligación de trabajar ocho horas diarias se contempla por casi todos los trabajadores como un derecho, repitiendo estos -y también los no inmersos en el mercado laboral-, hasta la saciedad, la argumentación implantada por los cantores del sistema y por todos los medios de desinformación.
No solo estos integrantes, mas o menos conscientes, del fortalecimiento deldesarrollo del sistema, son los que loan las inmensurables bondades del trabajo, sino que el desarrollo de esta idea se generaliza hasta en amplios círculos de la autodenominada izquierda alternativa, «porque sino -afirman erróneamente- seria impensable el mantenimiento del Estado» -capitalista- y los pobrecitos asalariados no contarían con su capa protectora y no sabrían que hacer con el aumento del tiempo libre.
Ni los mas afamados economistas precursores de la economía política clásica, o/y de los clérigos protestantes del siglo XIX hubieran podido hacer una mejor defensa de la necesidad de ser explotados, pero más les valdría -a estos supuestos alternativos-, si de verdad quieren o desean una sociedad mejor, dar alternativas -como deberían hacer si hicieran honor a su apellido-, alternativas al tiempo de trabajo y al reparto del trabajo, así como a la remuneración del mismo.
La gravedad de la situación se incrementa por la inanidad en que se entra por la aceptación de la doctrina basada en la supuesta inviabilidad de políticas económicas y sociales no seguidoras de las imposiciones de la imperante globalización económica sustentada en estados cooperantes con sus deseos.
Esta doctrina -solo es viable la economía de mercado, y como mejor funciona esta, es en su aplicación más liberal-, es asumida también como «natural» por las gentes que están sufriendo dicha imposición, legitimación altamente peligrosa, ya que en unos momentos en que la producción de la riqueza esta cada vez menos relacionada con el uso de la fuerza de trabajo, este es un posicionamiento que solo puede llevar a engrosar sin resistencias, las fila de los pobres y excluidos
Lo dicho en el párrafo anterior, no es solo una critica al seguidísimo en cuanto a la economía de mercado, sino el reconocimiento de que ya que estamos asistiendo al inicio de una época en que la necesidad del trabajo humano como formador de la riqueza, se esta no solo poniendo en duda, sino viéndose como una aportación cada vez más innecesaria.
Es verdad que después de siglos de apoyatura ideológica, el trabajo, la necesidad interiorizada del uso por parte del trabajador del tiempo de trabajo, ha recreado en este una forma de vida en cuanto a su posicionamiento con respecto a él, y de él con todas sus interrelaciones sociales, llevándole hasta el subjetivismo de culpar del problema social del paro a los afectados por el mismo, a los sujetos que han sido excluidos, desechados por el sistema.
Pero la realidad que cada día se impone con mas crudeza, es que la venta masiva de la fuerza de trabajo será cada día menos apreciada, por lo que la mayoría pasara a incrementar la economía sumergida de los misérrimos servicios como mano de obra, no ya barata, sino miserable, y una minoría conservara sus empleos a cambio de la alineación más brutal, del no-pensamiento.
Ya que históricamente no hemos sido capaces de luchar por mejorar la calidad de vida reivindicando menos horas de trabajo, escogiendo el camino único de una mayor remuneración de las mismas, hoy nos vemos abocados al reparto del
trabajo. Es el momento de reivindicar el ocio y una redistribución más social de la riqueza producida y acumulada.
La biosocialización del trabajo La infelicidad del trabajo se ha reideologizado hacia una relación sentimental positiva que exige la obligación de trabajar todos, sustentada esta ideología por y en los denominados partidos de trabajadores y los sindicatos que reflejan fielmente en su estructura las relaciones jerárquicas y productivas impuestas por el sistema imperante del que forman parte, esto es; elites y población, dirigentes y dirigidos, poder y obediencia. Esta reideologización ya esta implantada sociobiologicamente en Europa y en todo el llamado Occidente desarrollado, dando lugar a una relación producción-reproducción en la que no solo se producen mercancías o servicios durante X horas al día y acabada la jornada laboral se empiezan otra serie de relaciones, sino que todas las relaciones en este mundo laboral -cognitivas, afectivas, relacionales-, están dirigidas e interconectadas por la interiorización de la primacía de esta misma interconexión en la que se antepone a todas las demás relaciones la social-económica, incluso a la reproducción de la mercancía humana, condenada asimismo, desde su inicio, a reproducir este biopoder.
Esta realidad no tiene por que convertirse en una verdad milenaria, ya que dependerá de resistencias y apoyaturas, como toda relación social, y por esto mismo, la primera resistencia es empezar a separar y diferenciar lo que es unanecesidad para casi todos -trabajar-, de la persona como ser. En otras palabras, y recurriendo al dicho popular; trabajar para vivir, no vivir para trabajar.
El trabajo se relaciona históricamente con la coerción social, y ontológicamente con el utensilio utilizado para aplicar físicamente la coerción, por lo cual, podemos afirmar que no se parte de una relación entre personas libres y en igualdad de condiciones, sino precisamente desde su contrario, la servidumbre y la esclavitud.
Necesidad de trabajar

Si desde algunos posicionamientos de la llamada izquierda se clama por eltrabajo a jornada completa, y que todo el mundo trabaje porque es la única manera de mantener un Estado que universalice los beneficios de la democracia(sanidad, educación, subsidios limitados, etc.), la alternativa mas clara no pasa precisamente por amenazar con no trabajar -amenaza siempre incumplida o limitada a un solo día- sino precisamente lo contrario, exigir que todo el mundo trabaje, pero que se trabaje muchas menos horas, actuación con la que los asalariados intermitentes y los posibles trabajadores expulsados del mercado laboral, podrán acceder a una continuidad laboral.
La propuesta anterior tiene un doble beneficio. 1) se libera a la población con trabajo estable de una parte de las horas de trabajo y por tanto de explotación, y 2) los expulsados de la sociedad -recordemos que unos de los motivos de exclusión social es la de permanecer parado durante un largo periodo de tiempo- pueden reincorporarse a su derecho -¡¡ A esto hemos llegado!!- a ser explotados con la consiguiente subida en los baremos de autoestima.
¡No es sostenible!, Dirán todos, ¡Si es sostenible!, contestamos. Incluso dentro de una economía de mercado, es posible redirigir las partidas macroeconómicas -si se desea verdaderamente-. Recordemos que un incremento en el numero de asalariados que pagan impuestos, cotizan y consumen mas, reporta un incremento en las arcas del Estado, situación fiscal que posibilita que las pequeñas empresas paguen menos tasas y potencien el empleo. Esta realidad económica se fortalecería con el incremento de la presión fiscal sobre la acumulación de riquezas, lo que permitiría complementar el menor tiempo de trabajo y la consiguiente caída de ingresos saláriales con la aportación estatal, a la vez que se posibilitaría una mayor contratación laboral.
Pero es que además, si no es sostenible usando ratios y ecuaciones de economía de mercado, realmente no es preocupante. Basta con aplicar un cambio en la elección en las prioridades de los presupuestos generales de Estado, en su asignación cuantica, para que por ejemplo, tengamos -pondremos uno de los ejemplos clásicos de la macroeconomía de mercado- menos cañones, pero más mantequilla.
Lo que esta claro, es que las leyes de competencia ínter capitalistas y el desarrollo de las innovaciones técnico-científicas llevan a una situación el que el aumento de la productividad implica un inexorable cambio de la fuerza de trabajo por el empleo masivo de capital objetivado científicamente. Esto es, la sustitución acelerada del hombre por la maquina..

Trabajo y acumulación
Participamos en y de, una sociedad sustentada por un sistema (economía de mercado), en la que una mínima ética ni se entiende ni se quiere saber que significa. Esta es una situación constatada que se repite en todos los sectores de la sociedad, en todos sus estamentos y en todos sus representantes. El banquero y la multinacional o transnacional, no solo
desvían dinero hacia sí, sino que se lo lleva a paraísos fiscales para no tener que participar en el sostenimiento de ese sistema que lo esta enriqueciendo.
Estamos en una situación tan amoral y corrupta, que -por ejemplo-, el mismo obrero de la construcción, que trabaja desde hace décadas a destajo en un vano esfuerzo de incremento de consumo y pequeña acumulación, que ha tirado los
precios que recibía por su fuerza de trabajo, tiene actitudes xenófobas y racistas hacia sus compañeros inmigrantes (sobre todo si son «moros» o negros), cayendo además en un nacionalismo vergonzante e interesado, ya que el posicionamiento mas extendido entre los trabajadores de todos los sectores es la exigencia de que el reparto del cada vez más escaso trabajo solo debe detentarse por los nativos de la nación.
Estas realidades, unidas a muchas otras, nos lleva a su vez a la incidencia en la sociedad de una de las premisas triunfadoras del sistema. Una realidad sistémica en la que la población tiene interiorizada la primacía del trabajo en si, como portador de libertad y desarrollo humano que nos ha llevado a una situación en la que los propios niños desde su más tierna infancia, se ven regulados por los relojes y por los horarios que dirigen casi todas las acciones diarias, sin tener en cuenta las necesidades y voluntades que encorseta, para que en un futuro mas o menos cercano, formen parte integrante de una población a la que se pueda incluir en la noria del trabajo asalariado -solo si las necesidades de producción lo demandan-, e implicar subsumidamente a las generaciones venideras en un futuro de trabajo y reproducción de la fuerza de trabajo.
En una sociedad en la que el culto al trabajo esta tan interiorizado que un parado pasa a ser un excluido, no solo económico, sino social, uno de los frentes a los que se debe de prestar especial atención, es este. El trabajo ha existido y acompañado al hombre desde que existe el poder, pero esta comprobación histórica no tiene porque convertirse en una afirmación de su continuación inamovible como si de una ley científica se tratara.
Hacia el ocio

La imposición por todos los medios y formas de fuerza, de la figura del trabajo, es la historia de la modernidad. Históricamente no fue el deseo de bienestar lo que obligo a la población al trabajo asalariado, sino las necesidades de ingresos de los estados absolutistas, no fue el deseo de una vida mejor lo que llevo a millones de pobladores de África y América a la esclavitud, sino el deseo de los menos numéricamente, pero los más poderosos económica, militar y políticamente, de acumular riqueza a costa de los demás y sin importarles nada más que ellos mismos.
Pero la necesidad de tiempo de trabajo aplicada a la producción de riqueza cada vez es menor, y su venta tendera a abaratarse hasta niveles hoy impensables para la mayoría, esa misma mayoría que actualmente casi idolatra al trabajo como un fin, y para la cual, todas sus relaciones -incluso las biológicas- las basa y determina sobre la base de este.
Si hicieron falta siglos para adiestrar a la humanidad «desarrollada» en el «derecho» al trabajo, en hacer creer que la lucha era entre el capital y el trabajo y no la del libre desarrollo del individuo enfrentada a la imposición de la «necesidad» de acumular, no va a ser tan prolongada la necesidad de adaptarse al ocio, no porque la multitud lo asuma y lo desee, sino simplemente porque habrá menos tiempo de trabajo disponible y dedicará (aunque sea de forma obligada) menos tiempo suyo a trabajar