Desde que en noviembre de 2008 Barack Obama se convirtiera en Presidente de los Estados Unidos, ningún líder político había levantado tanta expectación con su llegada al poder como François Hollande en mayo de 2012, cuando fue elegido presidente de la República Francesa. Con la llegada de Hollande se puso fin a 17 años de […]
Desde que en noviembre de 2008 Barack Obama se convirtiera en Presidente de los Estados Unidos, ningún líder político había levantado tanta expectación con su llegada al poder como François Hollande en mayo de 2012, cuando fue elegido presidente de la República Francesa.
Con la llegada de Hollande se puso fin a 17 años de presidentes de centroderecha en Francia, se asumió el control de la Asamblea Nacional, en el Senado se consiguió mayoría por primera vez en la historia, además los socialdemócratas controlaron casi la totalidad de los gobiernos regionales, las presidencias de los Departamentos y la mayoría de las grandes ciudades de Francia.
Las expectativas que generó François Hollande y el poder absoluto que tiene la socialdemocracia en Francia, se fundaron en torno al cambio e implantación de un programa de orientación izquierdista, en contraposición a la doctrina ideológica de la disciplina fiscal y la austeridad. Los deseos de renovación no quedaron exclusivamente enmarcados en Francia, sino que sirvieron para lanzar las campanas al vuelo por extensión en toda Europa. Desde otros ámbitos de opinión no se esperaban grandes cambios en la estrategia comunitaria, sino que fue visto de una forma más «realista» o «ilusionante», como un retorno al equilibrio necesario entre consolidación y crecimiento. Un ejemplo fue Christine Lagarde, que al día siguiente de que François Hollande ganara las elecciones, remarcaba la complementariedad entre estabilidad y crecimiento a la vez que restaba eficacia a la exclusividad de los «objetivos fiscales». Supuso un aire fresco que hacía pensar en el reequilibrio entre los mercados y el funcionamiento de las democracias.
Entre los triunfos que se le suscriben a Hollande a nivel europeo, han sido los de dotar de mayor peso en las negociaciones europeas a Italia y España; las presiones ejercidas a finales de mayo (y fallidas por el momento), para la emisión de deuda conjunta -Eurobonos-; también ha «conseguido» que Alemania acepte «algunas responsabilidades» en la crisis de la deuda, y por último se le hace meritorio en la cumbre de junio de la Unión Europea la petición de la unión bancaria, con el apoyo de Italia y España.
Pero como los más «excepticos» se aventuraron a predecir no ha significado ni siquiera un reequilibrio en las orientaciones de la política de planificación europea. Pero François Hollande se enfrenta a dos grandes retos: la gestión de la crisis en la zona euro y los desequilibrios económicos internos de Francia.
Francia con un desempleo del 10,2% de su población activa -más de tres millones de personas en una población de más de 66 millones-, tiene una deuda pública superior al 85% del PIB y una deuda externa -pública más privada-,que es la cuarta mayor del mundo. Un déficit fiscal superior al 4%, con déficit comercial en aumento, lo que le viene suponiendo una perdida de competitividad continuada respecto a Alemania, quien es su principal socio comercial -19% de las importaciones y 16 % de las exportaciones-.
Con el objetivo de reducir el déficit público al 3% del PIB en 2013, cuatro meses después de su llegada al poder, Hollande ha anunciado un recorte de 30.000 -35.000 millones € no previstos en sus promesas electorales. El objetivo de alcanzar el 3% de déficit se hará con aumentos de impuestos entre «los ciudadanos más pudientes» (los hogares que no alcancen los 26.420€ anuales quedarán exentos), además de «no aumentar un euro el gasto en ninguna partida salvo en Educación, Interior y Justicia», y el resto -10.000 millones-, lo aportarán «las empresas, especialmente las grandes, que no reinviertan sus beneficios».
También, y como medida estrella de su programa electoral, cumplirá la promesa de aumentar el tipo impositivo al 75% a aquellos que ganen más de un millón -de 2.000 a 3.000 personas- Aunque este anuncio no deja de ser una medida «moralmente» simbólica, en palabras del presidente francés, ya que las fortunas de la mayoría de los ricos no se someten al IRPF, sino que son ganancias que proceden del capital -dividendos en empresas o especulaciones financieras-.
En el anuncio que realizó el Presidente advirtió que se espera que el plan funcione en el curso de dos años. Por parte del ministro de finanzas francés Pierre Moscovici señaló que «volver al 3% es una forma de ganar soberanía» para liberar recursos de los costes de financiación y poderlos destinar posteriormente a crecimiento del país.
El ajuste presupuestario de 30.000 millones de euros, sin desmerecer un sólo euro de dinero público, es algo más que un recorte presupuestario -el recorte español para el periodo 2012-2014 será de 102.149 millones de euros-. Supone un nuevo movimiento en favor de la austeridad y la consolidación fiscal, un nuevo asalto en beneficio de la doctrina dominante y de las fuerzas del mercado, en detrimento de las democracias, el bienestar social y el progreso.
El escenario manda un nuevo mensaje, y aquellos que creían exclusivamente en las políticas de crecimiento que traería la coartada de Hollande como remedio de los males estarán deprimidos. Los segundos, que veían con buenos ojos el reequilibrio estabilidad/crecimiento que encontraríamos, tendrán que seguir esperando la otra cara de la moneda, que por ahora siempre sale cruz. Los terceros, los Kamikazes instalados en Bruselas, lo celebran, como por ejemplo el portavoz de Asuntos Económicos de la Unión Europea, que nada más anunciarse el recorte declaró:»saludamos el compromiso muy firme de Francia en materia presupuestaria y la confirmación sin ambigüedades de la intención del Gobierno de situar el déficit por debajo del 3% del PIB el año que viene, tal y como ha acordado con sus socios europeos», y finalizó en éxtasis con, queremos «medidas concretas» que se incluirán en el proyecto de presupuestos para 2013, previsto para antes de que acabe el mes. Y por último los «excepticos», pero estos siempre ganan.
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