El Secretario General de la ONU Ban Ki-moon llamó este martes último en la conferencia de líderes en la FAO sobre Seguridad Alimentaria, a levantar restricciones como impuestos y control de precios, que han ayudado a provocar la mayor alza de precios de los últimos 30 años. Hace bien en citar ese período, aunque omite […]
El Secretario General de la ONU Ban Ki-moon llamó este martes último en la conferencia de líderes en la FAO sobre Seguridad Alimentaria, a levantar restricciones como impuestos y control de precios, que han ayudado a provocar la mayor alza de precios de los últimos 30 años.
Hace bien en citar ese período, aunque omite el cuadro completo. Esa alza de precios citada se produce como resultado de la crisis financiera de los años 70, que a su vez fue gavillada por el estallido del alza del precio del petróleo en los años 73 y 74. Esta crisis obligó a las instituciones de Brettonwoods y a las economías mayores como las de EEUU y el Reino Unido, a replantear el sistema de bienestar post crisis de 1929. Reducir el rol y el costo para el estado, y hacer que las personas tengan ingreso para «comprar su bienestar».
Como era previsible, el foco de la conferencia fue sobre impuestos, aranceles y comercio, que están más anclados en el efecto y no en la causa del problema. El diagnóstico de la conferencia señala que alrededor de 850 millones de personas están al borde de la hambruna, involucrando en la línea del frente a 22 países identificados en una situación de vulnerabilidad y de hambruna crónica.
El informe central señala una combinación de factores donde predominan los altos niveles de desnutrición sostenidos en alrededor de un 30 por ciento de la población, a lo que se agrega el hecho de que esos países son importadores de alimentos y combustibles.
Las propuestas claves de la conferencia parece un regreso a la década de los años 70 y 80, con paquetes de emergencia conteniendo desde la distribución directa de alimentos, el otorgamiento de subsidios para la compra, acciones específicas para la generación de ingresos, hasta los programas de alimentación especial para las escuelas, las mujeres embarazadas y el adulto mayor. La suma requerida es de 775 millones de dólares. También se cruza el tema de la propagación de los biocombustibles, forzando a los países embarcados en esta estrategia a suspender los subsidios que los multiplican.
La raíz del sistema
Los que planificaron la revolución económica de la década de los 80, que consistió en ajustar las economías con un foco en la privatización, la desregulación y la apertura a ultranza de los mercados, no previeron que 25 años más tarde el sistema tendría una crisis alimentaria global, que se reflejaría en los países más pobres ¿Está relacionada esa revolución con la actual crisis?
Claro que sí. Un sistema socioeconómico y político, basado en el consumo y el crecimiento, obsesionado con la dinámica de la función insumo-producto, no podía menos que estallar en la variable más sensible. Esa variable es la alimentación. Y en este sentido, es más que probable que la utilidad de este llamado mundial a preocuparse por los alimentos, apunte a redescubrir, o sacar de la tumba de los conceptos al tema de la nutrición propiamente tal y de cómo funciona el sistema alimentario.
En el año 1984 la UNICEF, la FAO y The London School of Hygiene and Tropical Medicine, produjeron un libro seminal titulado Nutrición y Desarrollo Agrícola. Su contenido es una visión anticipada de lo que sucedería 24 años más tarde con el sistema mundial de producción de alimentos, cuya falla radical es la premisa básica de la micro economía neo clásica sobre la cual se sostiene el sistema: «The more is preferred to less», o sea «Más es mejor». Este principio válido en teoría de precios, es letal en nutrición humana, particularmente en zonas de escasez crónica, con problemas de acceso a recursos básicos, y con agricultura subdesarrollada.
En el libro, cuyo contenido estuvo basado en investigaciones desarrolladas en India, y en discusiones de expertos multidisciplinarios en un taller de 15 días en el país asiático, – una matriz de experiencia en este campo-, queda claro que la conexión clave entre nutrición y agricultura no está establecida puramente a través del eje económico. El hambre y la desnutrición en sus causas es multifactorial, y entre las más claves se encuentran la desigualdad de acceso a recursos, la pobreza prolongada, y la discriminación social. Los cambios en el sistema de producción de alimentos, no solo no alteran positivamente estas condiciones, sino que las agravan. Los países pueden ser exportadores netos de alimentos e igualmente mantendrán zonas con riesgo de desnutrición crítica e inclusive propensa a exponerse al hambre.
El núcleo del problema, por una aplicación indiscriminada del principio «más es mejor», reside en que los requerimientos básicos nutricionales están asociados al metabolismo de cada persona y a su rendimiento ‘óptimo’. Es decir, el requerimiento nutricional (el consumo) basado en la ingestión de calorías, es desigual en cada persona, existiendo un mecanismo adaptativo del organismo para ofrecer el óptimo rendimiento. Así como existe una enorme carencia en la educación ecológica, en el campo nutricional esa carencia puede ser mayor. Curiosamente ambos campos están estrechamente ligados. El profesor indio P.V. Sukhatme, desarrolló prolongados estudios sobre el tema que son ya clásicos. En resumen: no hay que comer demasiado o más, para funcionar bien. Planteaba que la persona con un rango de ingestión de 1800 a 2000 calorías diarias, sería igualmente eficiente y productiva. El Dr. Gonzalo Donoso, un especialista chileno en nutrición de acreditada experiencia internacional, con realismo dice: «La tesis de Sukhatme no tiene viabilidad frente a los principios sobre los cuales se sustenta el crecimiento económico de la actualidad».
En la coyuntura global actual, cuando estalla esta crisis en el sector de los alimentos, es válido preguntarse si es una crisis de producción, acceso, y consumo, o más bien una crisis del sistema alimentario total, sobre el cual gravitan factores nutricionales propios, ecológicos, y de desarrollo. El alza en el costo de los alimentos no necesariamente debe desembocar en una crisis alimentaria y es más que probable que al revisar el problema con más profundidad, se observe que el asunto es más político que económico.
La raíz del problema generado con la revolución económica de los años 80, no es un problema solo de los 22 países que sufren de escasez crónica o propensión a la hambruna. Es un problema del sistema mayor, que es político: el sistema político no responde a las demandas del sistema económico.
Más que otra crisis con raíces económicas, podría verse como otro aspecto de la crisis del estado liberal que no se sustenta ni en el sistema económico, ni en el sistema político que debe hacerlo funcionar. La alimentación es el eslabón más delgado, mientras prevalezca el principio de que «más es mejor». Los países más vulnerables, también son el eslabón más delgado para detectar esa crisis en el sistema mayor. La ONU son todos los países del mundo, pero intrínsicamente los problemas del mundo son mas bien los problemas de los países más pobres y con mayores desventajas para revertir las bases del colonialismo. Si se revisa el mapa coloreado, las zonas rojas con escasez crítica prolongada, y propensión al hambre corresponden a zonas donde hasta hace poco existía un sistema colonial.