La administración Kirchner cuestiona la especialización primaria que le toca a Argentina dentro del Mercosur, contradictoria con un país urgido por bajar la desocupación y la pobreza.
El rompecabezas del conflictivo vínculo comercial entre Argentina y Brasil no es difícil de armar. El Mercosur, que entró en vigencia hace una década, alentó una división «natural» de la producción a nivel regional. En ese reparto, Argentina disminuyó las exportaciones de manufacturas industriales con mayor valor agregado a Brasil, y en cambio aumentó las compras que más empleo local sustituyen. Simultáneamente, el comercio exterior argentino se volvió cada vez más «Brasil dependiente», mientras que el socio mayor diversificó notablemente los destinos de sus ventas y el origen de sus importaciones. Los cortocircuitos recurrentes entre Buenos Aires y Brasilia, que alcanzaron otro pico de tensión en los últimos días, son una consecuencia insoslayable de estos desequilibrios.
Más aún cuando, a diferencia de gestiones anteriores, el gobierno de Kirchner cuestiona este patrón de especialización, contradictorio con un país urgido por bajar la desocupación y la pobreza. «No queremos una Argentina desindustrializada y proveedora de materias primas en el Mercosur», planteó hace unos meses Roberto Lavagna a la administración Lula, y creyó haber sido comprendido. Más allá de la negociación puntual de medidas de protección para algunos sectores, ésta será la discusión que atravesará la agenda de la reunión de presidentes del Mercosur, que se inicia este viernes en Ouro Preto.
Las cifras del comercio bilateral son diáfanas como un cristal:
– Según datos oficiales del Centro de Estudios para la Producción (CEP), dependiente de la Secretaria de Industria, entre 1998 y 2004 las exportaciones de manufacturas de origen industrial (MOI) a Brasil cayeron un 42 por ciento. En cambio, aumentaron a los principales países latinoamericanos fuera del Mercosur (Chile, México, Perú, Venezuela, Colombia) entre un 43 y un 290 por ciento. También crecieron las destinadas al NAFTA (88 por ciento) y a la Unión Europea (45 por ciento). – En el 2004, las ventas industriales a Brasil repuntaron, pero están lejos de revertir la tendencia estructural.
– «Parte de la débil performance de las exportaciones de manufacturas industriales durante el año 2003 estuvo asociada a la desaceleración de la economía brasileña, pero ello no parece ser un fenómeno sólo coyuntural», advierte un informe del CEP. «Si bien Brasil continúa siendo el principal destino de las exportaciones MOI, su participación en el total exportado por Argentina al mundo de este tipo de productos ha caído sistemáticamente desde el año 1998», agrega.
– Entre los rubros de ventas industriales a Brasil que se derrumbaron sobresale «vehículos y autopartes», que en conjunto cayeron unos 1800 millones de dólares. Tal situación se explica por el éxodo de inversiones de las multinacionales automotrices a Brasil, donde aprovechan «economías de escala» y el acceso directo al mayor mercado del bloque, entre otras ventajas. – Pero «aun destacando este factor decisivo, el análisis de las MOI al Mercosur muestra que, con la excepción de químicos y plásticos, todos los rubros experimentan retrocesos entre 1998 y 2004», sostiene el documento oficial. Por ejemplo, los envíos de «máquinas, aparatos y material eléctrico» se achicaron un 35 por ciento; los de «papel, cartón, impresos y publicaciones» un 42 por ciento, y los de «textiles y confecciones», un 38 por ciento.
– En la última década la balanza bilateral del sector manufacturero fue (salvo en el 2002) desfavorable a Argentina. Según las estimaciones presentadas ayer en un seminario organizado por la Cepal, este año el déficit bilateral de la industria argentina rozará los 4000 millones de dólares, frente a los 1957 millones del año pasado.
A la especialización primaria de la Argentina en la división del trabajo regional, se le suma este año la reaparición de un problema «macro» para la política económica: por primera vez en diez años, el saldo consolidado de la balanza comercial bilateral será negativo para el país en unos 1800 millones de dólares. Esa situación contrasta con el abultado superávit que muestran las cuentas comerciales con cualquier otro país o región: desde Chile hasta China, pasando por la Unión Europea y el Nafta.
La explicación de semejantes desequilibrios ya no puede buscarse en el tipo de cambio bilateral (la paridad desde la devaluación es inédita), ni en la desigual evolución de ambas economías, que transitaron este año un sendero de crecimiento elevado.
Tal vez haya que rastrearla en la relocalización de inversiones ocurrida en los últimos años que, replicando el modelo automotor, se ha dado también en otros sectores manufactureros: desde electrodomésticos y metalmecánica hasta alimentos. Es la lógica de un Mercosur guiado por las fuerzas del «mercado» o, si se prefiere, de las multinacionales. Dicho de otro modo: cada vez resulta más evidente que, sin mecanismos de promoción y salvaguardas consensuados a nivel regional, Argentina jamás podría competir con Brasil por un modelo de desarrollo industrial.