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Las consecuencias económicas de la «dolarización»

Fuentes: CELAG

¿Por qué es necesario desdolarizar las economías latinoamericanas? En primer lugar, porque los países en desarrollo son grandes consumidores de divisas externas. Las divisas son necesarias para el desarrollo; se necesitan para adquirir insumos intermedios y bienes de capital importados que aumentan la capacidad productiva. También se necesitan para satisfacer la demanda de importaciones de […]

¿Por qué es necesario desdolarizar las economías latinoamericanas? En primer lugar, porque los países en desarrollo son grandes consumidores de divisas externas. Las divisas son necesarias para el desarrollo; se necesitan para adquirir insumos intermedios y bienes de capital importados que aumentan la capacidad productiva. También se necesitan para satisfacer la demanda de importaciones de bienes de consumo, que aumentan a medida que crece el ingreso interno. Si se utilizan las divisas para otros usos, como el ahorro interno o para constituir reservas internacionales, habrá menos divisas disponibles para los fines señalados y necesariamente se retrasará el proceso de crecimiento y se afectará el estándar de vida de la población.

Lamentablemente, la falta de coordinación monetaria global, exige a los países en desarrollo demandar divisas para acumular reservas internacionales con las que enfrentar los ataques especulativos y estabilizar el valor de las monedas internas. Lamentablemente, la inestabilidad monetaria global también ha incentivado la demanda de dólares con motivo de ahorro interno.

Nuestros países están expuestos a estos ataques y enfrentan la amenaza aumentando los stocks de reservas internacionales, auto-asegurándose frente a la inestabilidad financiera. La descoordinación monetaria global ha provocado que la cantidad de reservas óptimas que debe tener un país haya aumentado desproporcionadamente.

Si imperara un mínimo de sensatez y coordinación internacional, un país macroeconómicamente equilibrado solo necesitaría conseguir el abastecimiento de dólares necesario para cubrir su demanda de importaciones. La demanda adicional para enfrentar los ataques especulativos es solo el resultado de la descoordinación internacional liderada por el FMI que no ha cumplido su rol original en este sentido.

El stock de reservas global representa una descomunal cifra en torno al 10% del PIB global, una suma de dinero inmóvil que podría destinarse a fines más útiles. Estos ahorros se invierten en activos financieros líquidos, como depósitos a corto plazo, billetes y metales, que tienen bajo o nulo rendimiento y no contribuyen a expandir la demanda global de inversión y de consumo. En definitiva, las reservas internacionales representan filtraciones al flujo económico que representan un derroche de recursos que Keynes bautizó brillantemente como la «paradoja de la frugalidad» pero aplicado a escala planetaria. El nivel de reservas aumentó desde un 3% del PIB en los Países en Desarrollo (PED) en los 80s a valores en torno al 20% en los PED de renta media, al 9% en los de renta baja y al 40% del PIB en el caso de China.

Esa acumulación de reservas es la prueba palmaria de que esta globalización no tiene como contrapartida una institucionalidad financiera coordinada. Si el FMI cumpliese su rol original y permitiese a los países asegurarse frente a la especulación cambiaria y ante desequilibrios transitorios de balanza de pagos, estos fondos se liberarían para fines más útiles y terminarían redundando en un fuerte impulso a la economía mundial.

El efecto puede aproximarse empleando el modelo del multiplicador keynesiano que nos indica cuál es el impacto sobre la economía que derivaría del impulso de un mayor gasto público, financiado, por ejemplo, con estas reservas excedentarias. De acuerdo a estimaciones validadas por la literatura, el multiplicador podría ubicarse entre 1,5 y 5 para un período de 5 años (probablemente más cerca del límite superior si tenemos en cuenta que el multiplicador es mayor cuando se trata de una economía cerrada como la planetaria y de un período recesivo como el actual). Así, si la economía global coordinase algún mecanismo que permitiese liberar esos fondos para utilizarlos en gasto u otras formas de inversión en bienes públicos globales, el efecto final sería que el PIB global aumentaría entre 15% y 50% en unos 5 años.

Esta cifra descomunal sin duda está subestimando el efecto total, porque la coordinación y desdolarización resultantes disminuirían la demanda de dólares para ahorro en los países en desarrollo. La mayoría de estos dólares ahorro, se colocan en activos de baja o ninguna rentabilidad (el colchonbank, por ejemplo), por lo que si fuesen utilizados para hacer transacciones o inversiones, el impacto multiplicador sería mucho más relevante.

En próximos artículos, seguiré abordando el por qué no existe una coordinación monetaria global y las alternativas que disponemos para lograr la desdolarización.

Guillermo Oglietti es doctor en economía aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona, postgraduado del Instituto Torcuato Di Tella de Buenos Aires y Licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba, Argentina). Dirigió el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Territorio, Economía y Sociedad de la Sede Andina de la UNRN en Bariloche. A lo largo de su vida académica, se ha concentrado en problemáticas del desarrollo económico como la inmigración, la inversión extranjera, la relación ahorro-inversión y la enfermedad holandesa en los países latinoamericanos y, recientemente, ha orientado sus trabajos al área de la economía del turismo y, las finanzas y la economía urbana.

Fuente: http://www.celag.org/las-consecuencias-economicas-de-la-dolarizacion/