Tal como lo menciona Eva Golinger en sus escritos, las constantes y perennes mentiras sobre Venezuela y su popular Presidente Hugo Chávez se pueden distinguir mejor encabezando una estrategia integral de desestabilización y para un «cambio de régimen» de esta nación rica en petróleo y de orientación socialista. Estas constantes y repetitivas mentiras tienen su […]
Tal como lo menciona Eva Golinger en sus escritos, las constantes y perennes mentiras sobre Venezuela y su popular Presidente Hugo Chávez se pueden distinguir mejor encabezando una estrategia integral de desestabilización y para un «cambio de régimen» de esta nación rica en petróleo y de orientación socialista.
Estas constantes y repetitivas mentiras tienen su precedente: En 1960 el entonces senador chileno, Salvador Allende, en un discurso pronunciado en el Senado dice que fue testigo de «la brutal… [e] intencionada propaganda… con que día a día y minuto a minuto las agencias informativas controladas por el capital norteamericano han deformado y deforman lo ocurrido en Cuba». Naturalmente, los medios de comunicación administrados por grandes compañías privadas no podían contemplar ninguna opinión simpatizante con la revolución socialista.
Sin embargo, el peligro principal de estas constantes mentiras sobre la Isla caribeña, señaló Allende, es que reproducían los preparativos del temprano derrocamiento por los Estados Unidos del gobierno democrático y reformista de Jacobo Arbenz en Guatemala. Al golpe de 1954 le siguieron décadas de dictaduras avaladas por la Casa Blanca y la matanza de más de cien mil personas en ese país centroamericano. Allende acertó correctamente. En 1961 la Administración de John F. Kennedy lanzó la invasión de Cuba, pero falló en respaldarla con tropas terrestres y fracasó. Más tarde el mismo Salvador Allende, como Presidente de Chile, electo en comicios populares, enfrentó feroces ataques de las agencias informativas antes de ser asesinado en 1973 en un golpe militar con respaldo de la CIA.
En el caso de Venezuela, no se requiere ir más allá de la revista The Economist, con base en Londres, para ver buenos ejemplos de la conducta deshonesta y calculada de los medios de comunicación. Ésta favorece más los intereses de inversionistas británicos, europeos y (cada vez más) los asiáticos, que aquellos de compañías norteamericanas. Sin embargo, en la cuestión de oponerse al gobierno socialista de Venezuela, existen intereses mutuos y la ética periodística es similar.
Veamos el reciente artículo titulado: «La política exterior de Venezuela: sueños de un mundo distinto», subtitulado «Las armas y el tirano» (The Economist, septiembre 19, 2009:52). En un artículo breve logran introducir al menos cuatro mentiras de importancia, junto con un par de mentirijillas.
Primero, se dice que el Presidente Chávez, en una gira mundial que incluyó la compra de armas a Rusia: «obtuvo lo que parecía estar buscando: la atención de los Estados Unidos». The Economist informa que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, mostró ‘preocupación’, ya que la compra de armas por Venezuela «podría desencadenar una ‘carrera armamentista’…con serios desafíos a la estabilidad» de la región.
La ventaja de esta opinión centrada en la visión estadounidense del mundo («de llamar la atención de los EEUU» como primer objetivo) es que prescinde de la necesidad de explicar los verdaderos motivos. El artículo no hace mención del despliegue de la Cuarta Flota cerca de las costas venezolanas, y un párrafo más adelante no le da mayor importancia al aumento de bases militares por la administración de Obama en la vecina Colombia. Tampoco menciona que Washington, a pesar de apoyar el golpe contra Chávez en el 2002, podría ser una amenaza a la democracia de la nación petrolera. Por medio de este estratagema, la revista londinense presenta la compra de armamentos para defensa de la soberanía venezolana como única amenaza a la estabilidad regional, pero no se hace mención de la amenaza hegemónica imperial encaminada hacia el continente suramericano.
Segundo, la gira mundial de Chávez presentada como «las armas y el tirano» y una amenaza a la Casa Blanca, así, la «principal política externa» del Presidente Venezolano es «forjar una alianza antiamericana con Irán, Siria, Bielorrusia y Rusia». El objetivo mayor se dice ser «causar problemas para los estadounidenses de una vez en varias regiones». Más adelante, la revista declara que la compra de armas por Chávez «pareciera ser una repuesta precipitada a un acuerdo realizado el mes pasado en el cual Colombia le hace entrega a Estados Unidos de siete bases para operaciones antidrogas».
Lo cierto es que ningún observador sensato creería tal majadería: que siete bases militares norteamericanas en Colombia serían para fines «antidrogas». Por el contrario, el cultivo y tráfico mundial (desde Vietnam a Afganistán a Colombia) y al por mayor de drogas, se expandió con la presencia militar del Pentágono. De igual modo, es absurdo llamar ‘precipitada’ la respuesta venezolana a tales amenazas, siendo que en el último siglo los EEUU intervinieron militarmente en cada país de Latinoamérica, alguno de ellos varias veces, incluso en Venezuela bajo el gobierno del Presidente Chávez.
La necesidad de Hugo Chávez y de su gobierno de construir relaciones financieras y de inversiones alternativas queda clara en una historia de innegable y constante agresión de los señores del norte contra gobiernos independientes en América Latina y últimamente por el colapso financiero. Las recientes visitas incluyeron otros países además de los mencionados, incluyendo a China.
La política externa prioritaria va lejos de ser «antiamericana», y es la de construir una alianza de países soberanos en toda América: el ALBA. Existen en el continente americano 35 países – sólo la visión centrada norteamericana identifica «América» con EEUU. El aeropuerto de la Ciudad de México realza este punto, y los tableros de vuelo leen «los Estados Unidos de Norteamérica.»
La tercera mentira desmesurada concierne a Unasur, la reciente unión de gobiernos suramericanos, a la cual Venezuela pertenece. The Economist asevera que «[Chávez] una vez más fracasó en obtener de Unasur la condena explícita del acuerdo entre Colombia y EEUU sobre bases militares».
En verdad, no hubo unanimidad en la reunión de Unasur. Colombia reafirmó su derecho a crear nuevas bases militares y rehusó proveer información a Unasur. También es cierto que Hillary Clinton utilizó la compra de armas a Rusia por parte de Venezuela para desviar la atención sobre las nuevas bases militares (téngase presente que los norteamericanos se negaron a suministrarle repuestos a las fuerzas armadas venezolanas).
Aun así, la mayoría de los países suramericanos, incluyendo países aún no afiliados al ALBA como Brasil, Argentina y Chile, denunciaron en forma enérgica la creación de nuevas bases en Colombia. Los nueve miembros del ALBA afirmaron su rechazo a «la instalación de bases militares norteamericanas en Latino América y el Caribe…[porque ellas] ponen en peligro la paz, amenazan la democracia y facilitan la interferencia hegemónica» del Pentágono en los asuntos de la región. El Presidente Chávez de ninguna forma ha fracasado en su diplomacia, en cambio, es el régimen de Álvaro Uribe el que se está aislando de sus vecinos.
Otras mentiras secundarias adornan el escrito. La revista critica a Hugo Chávez por reconocer Abjasia y Osetia del Sur, afirmando que estos dos estados «fueron talados de Georgia el año pasado por tropas rusas». En verdad, después de la fragmentación de la Unión Soviética, Abjasia y Osetia del Sur nunca fueron incorporadas al país caucásico en forma efectiva. Fue el intento del régimen georgiano (presionado por los Estados Unidos) de incorporar a la fuerza (y con la OTAN) estas dos regiones lo, que con la ayuda de Rusia, fracasó rotundamente en el 2008.
Así también se afirma que la generosidad del país petrolero de proveer hidrocarburos a precio reducido a países en vías de desarrollo es debido a que «las refinerías venezolanas hacen esfuerzos por abastecer el mercado interno». Esto es falso y absurdo. Venezuela posee una gran capacidad de refinamiento y el precio de los combustibles es el más económico de toda América.
La cuarta mentira grande se ha dejado para el último, y sigue la gran tradición de los mayores violadores de derechos humanos quienes acusan a otros y así desvían la atención sobre ellos. Se dice que Chávez «cultiva» regímenes caracterizados por «elecciones fraudulentas, censurar los medios, criminalizar la disensión y liderar de por vida». Ni una pizca de ironía, mientras que los escuadrones de la muerte en Colombia asesinan sin restricción a sindicalistas y dirigentes de derechos civiles; Obama evita comprometerse con el régimen en Honduras (el que depuso a un aliado de Chávez); las elecciones fraudulentas y las sangrientas guerras continúan en Afganistán y el imperio lanza ataques con misiles contra Paquistán.
Puede ser tedioso documentar tales mentiras. Son tan comunes y, no tanto sale un grupo al aire al día siguiente otras tantas se publican – si no en el The Economist, en el Washington Post, The Australian o The Times. Estos monopolios cuentan con los vulnerables que, no poseen acceso a fuentes de información alternativas, no leen historia y pueden ser manipulados por instigaciones vulgares y a veces racistas.
En un amplio panorama, este es un proceso de deslegítimo, está organizado por monopolios de comunicación privados que, en su odio contra democracias populares como la dirigida por Chávez (y como Allende en el pasado), preparan el terreno a golpes militares, guerras de intervención y conquista. Ya ha sucedido antes y, mientras estos permanezcan sin restricción, sucederá nuevamente.
* Nota del traductor. Este es un análisis del artículo en inglés: «La política exterior de Venezuela: Hugo Chávez sueña con forjar un nuevo orden mundial» y subtitulado: «Amigos del Bajo Fondo» publicado en la revista The Economist. Traducido por Marlene Obeid.