Recomiendo:
0

Las cuatro condicionantes de la Revolución Bolivariana

Fuentes: Rebelión

Las líneas que siguen pretenden sugerir algunas ideas para una discusión sobre las distintas limitaciones que expresa una parte de la situación del proceso revolucionario. Se llaman condicionantes porque cada uno de ellos puede impedir, desde la perspectiva del campo revolucionario, el alcance de los objetivos propuestos para la emancipación del conjunto de la sociedad […]

Las líneas que siguen pretenden sugerir algunas ideas para una discusión sobre las distintas limitaciones que expresa una parte de la situación del proceso revolucionario. Se llaman condicionantes porque cada uno de ellos puede impedir, desde la perspectiva del campo revolucionario, el alcance de los objetivos propuestos para la emancipación del conjunto de la sociedad venezolana. Si bien muchas de estas características se relacionan y se potencian en la dinámica de los asuntos «reales», se presentan aquí de forma separada para facilitar más su identificación conceptual. Los factores ubicados como condicionantes son el primer lugar el partido, en segundo lugar la burocracia, luego el personalismo político, y en cuatro lugar el contenido del «socialismo del siglo XXI».

Se excluyen de este análisis obstáculos de veras estructurales, como la definitiva superación de la condición dependiente que aun pesa sobre la economía nacional, porque se parte de la premisa según la cual si no se encaran con sensatez los condicionantes, con mucha más dificultad se podrían superar tales restricciones estructurales gestadas a través del tiempo. Demás está decir que esta discusión no le compete exclusivamente al movimiento revolucionario venezolano, al contrario, la clarificación de estos asuntos podría a contribuir a encararlos y superarlos con más suerte otras experiencias revolucionarias, algunas cercanas a nuestro proceso.

Se hace estratégico plantarse estos temas ahora mismo, y para ello se pueden esbozar una infinidad de razones muchas de ellas bastante convincentes. Aquí se mencionará apenas una: fue la revolución bolivariana y su líder el presidente Chávez, los responsables de que el socialismo revolucionario volviera a movilizar a multitudes, en la tarea histórica por desafiar el des-orden capitalista. La complicidad, en función de algún torcido criterio de obediencia, es también una forma de corrupción.

1. El partido

Uno de los objetivos más fundamentales para la trascendencia del proceso es la constitución de una organización política que logre convocar a una parte importante de quienes acompañan políticamente al proyecto bolivariano. La creación del Movimiento Quinta República fue incapaz de superar su condición de organismo electoral. Aunque cumplió un papel bastante relevante en distintas etapas, en parte también reprodujo los vicios de los partidos de la Cuarta República.

El surgimiento del Partido Socialista Unido de Venezuela representa un hecho notable en la historia de las organizaciones políticas. Nace en el contexto de una necesidad política y social considerable por dotar al proceso de una formación que se constituya como la referencia organizativa de la revolución. Si bien en un momento se aspiraba a construir un solo partido que reuniera a las formaciones de izquierda que hacen parte de la plataforma electoral bolivariana, pronto esto se haría bastante cuesta arriba.

En parte por la resistencia de algunos dirigentes de aparato que cuidan con una resolución digna de mejor causa, su pequeño espacio burocrático para negociar como siempre parcelas de poder, pero también porque el propio presidente desde el primer momento rechazó la posibilidad de entablar una ineludible discusión con los partidos aliados, con el argumento de que los dirigentes iban a dilatar, como estrategia velada, la unidad en largas e inútiles controversias intrascendentes.

Aunque el resultado a corto plazo quizás no fuera la soñada unidad resumida bajo las siglas del PSUV, al menos el intento de entablar conversaciones hubiera significado una muestra irrefutable de anhelo unitario, que quizá significaría para las bases de esos partidos la mejor demostración de que sus dirigentes revelan una visión política bastante mezquina. Y en consecuencia eventualmente en poco tiempo se incorporarían a la nueva propuesta. Se debe destacar aquí que los argumentos más serios para no acompañar por ahora las sugerencias por una unidad más orgánica, corrieron de parte del PCV.

Las elecciones para la escogencia de las candidaturas a las elecciones regionales del próximo noviembre, dejaron enseñanzas importantes para toda la militancia. Sin embargo, el momento político más importante para el partido y para la revolución es la elaboración de su programa, que defina al partido ideológicamente y contribuya a puntualizar el contenido del «socialismo del siglo XXI». Si no se encara la formación del partido desde este ángulo, el peligro de que el PSUV tome una dirección similar al MVR es un resultado previsible.

 

2. La burocracia

Uno de los problemas ubicados por el compañero Chávez una vez que se materializaron los resultados del referendo para la reforma constitucional de diciembre de 2007, fue el tema de la burocracia. A partir de esos acontecimientos se dice con más frecuencia que buena parte del funcionariado de la revolución no está interesado en adelantar transformaciones que supongan cambios en su propio status quo de empleados públicos. Se trata en buena parte de profesionales aventados de las universidades y formados al calor de algunos principios liberales e individualistas, adoptados de forma inconciente y básica, pero que defienden casi irreflexivamente como un derecho inherente y natural.

Es claro que, aunque sostengan un compromiso de lealtad sobre todo hacia la figura presidencial, no cuentan con ninguna educación política, ni «socialista» ni de izquierda, son ciudadanos abstractos, pero lo peor es que en estos años, casi nadie se ha preocupado por integrarlos en el marco de unas formas de proceder más acordes con los imperativos del momento. Con otras palabras, una parte de ellos podría ganarse a la revolución, si se toma la determinación de captarlos bien. Tales carencias en su formación las cubren con una entrega acrítica y sospechosa hacia «la imagen» del presidente.

Una evaluación más general debe analizar el funcionamiento de las instituciones. En la medida en que el proceso revolucionario ha asumido la resolución de las demandas de los sectores más marginados, al mismo tiempo ha crecido la certeza de que buena parte de las instituciones del Estado no responden con suficiente prontitud y transparencia a las solicitudes más acuciantes. No se trata aquí, sin embargo, de despachar irresponsablemente un asunto más bien complejo, con el llamado maximalista de derrumbar a los Estados constitucionales. Con todo, la existencia de engorrosos procesos burocráticos representa una tentación para escoger las aparentemente más expeditas vías para la resolución de problemas puntuales, donde seguramente aguarde la pura y simple corrupción. Lo paradójico es que el relajamiento de tales esquemas administrativos, puede convertirse también en la licencia esperada para la legitimación de las trampas más insólitas. Como se verá, no es fácil…

 

3. El personalismo político

Propender hacia una progresiva despersonalización del poder no puede ser vista como una «desviación pequeño burguesa». No se encara con seriedad los problemas de la revolución si desde un principio en la propia discusión entre revolucionarios se descalifica al contradictor despachando de esta forma cualquier inquietud. El cuestionamiento que desde sectores del movimiento popular se viene haciendo y que apunta al problema creciente del incremento del culto a la personalidad, no es sólo una preocupación expresada en nombre de llamados más bien abstractos. El punto es que el culto a la personalidad y el asfixiante personalismo político inciden sobre la marcha y los alcances del proceso revolucionario. Ahora se tiene la certeza de que, por ejemplo, algunas gestiones en los ministerios han terminado por hacer orientar sus esfuerzos concentrándose exclusivamente en las demandas del compañero Chávez. En consecuencia, parece inevitable que las áreas en las que el ministerio debería atender queden relegadas, producto de la permanente emergencia que generan los requerimientos presidenciales.

Afecta también la capacidad de respuesta que pueda producir el gobierno revolucionario, en la medida en que mientras más marcada sea la impronta personalista, la relación que establece Chávez con el funcionariado de las instituciones estará penetrada por marcados elementos de subordinación que poco tienen que ver con el reconocimiento al liderazgo que Chávez ejerce sobre la conducción del proceso. El resultado de unas relaciones signadas por esa sumisión acrítica, en el marco de acciones que profundizan el culto a la personalidad, generan la producción casi espontánea de adulantes profesionales, tan hábiles en su cometido por ocupar cargos de responsabilidad, como incompetentes en las tareas que se les encomiendan. Es claro que esta es una de las causas del incremento de la ineficiencia administrativa. Lo más preocupante es que si se hace dominante el criterio de la lealtad irracional hacia un individuo, quien quiera que este sea, gradualmente esta dinámica podría terminar por desplazar a los «revolucionarios» dentro del liderazgo del proceso, sustituidos sucesivamente por la «derecha endógena».

 

4. El contenido del socialismo del siglo XXI.

El socialismo más cercano a la propuesta marxista es una respuesta a los rigores y perversiones del sistema de explotación capitalista. De sus propias contradicciones estructurales se debían generar las condiciones necesarias para su superación histórica. Se trata pues de una propuesta de sociedad bastante mundana, en el sentido de que la reflexión parte del análisis sobre las relaciones de producción que establecen los hombres en una sociedad determinada, en este caso, en la moderna sociedad burguesa.

La pregunta decisiva es cómo producen los hombres para tener una idea aproximada del tipo de sociedad que construyen y de las contradicciones que se generan. El concepto fundamental dentro de la tradición marxista que vincula al hombre con la naturaleza y con el resto de los hombres, en la función crucial de producir, es «el trabajo humano». Es mediante esa función creadora, cuando se forman y se transforman las bases materiales e ideológicas de la sociedad, pero también cuando se forma y se transforma el propio ser humano.

La propuesta del socialismo que se le escucha recurrentemente al compañero Chávez muestra consideraciones no tan mundanas. Si bien tiene un poderoso efecto legitimante y movilizador la asociación de Bolívar y Cristo con el socialismo, en el empeño de acercar a las mayorías hacia una proposición que hasta la víspera suscitaba rechazos y miedos, vinculándola además con los mitos fundacionales de la nación, es claro que tratar de plantearse el socialismo desde presupuestos tan místicos, termina por confundir las cosas desde el principio.

El pensamiento de Bolívar no es socialista, entre otras cosas porque para el momento en que incursionó en la historia, el país en rigor no hacía parte del sistema capitalista. Las relaciones de producción que practicaba aquella sociedad «colonial» tenían poco que ver con el capitalismo que vio Marx muy de cerca. El esfuerzo principal de las elites durante el siglo XIX, transcurrió precisamente en ligarse estructuralmente con ese proceso cada vez más mundial, ubicado principalmente en Europa y en Estados Unidos. No se trata de desdeñar esta cuestión delicada, tomada truculentamente como una disgregación teórica inútil. Si no se piensa el socialismo desde una perspectiva secular, producto de las urgencias que genera la explotación capitalista global, el resultado puede ser la presentación de un intento fundamentalmente fallido. Conviene en todo caso no dejar al presidente sólo en esta faena, corresponde en primer lugar a las instituciones del Estado encargadas de la producción cultural, a los intelectuales con que cuenta el proceso, la presentación de algunas propuestas teóricas que garanticen un rumbo progresista.