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Entrevista con Wamidh Nadhmi, profesor de la universidad de Bagdad, portavoz de los sectores laicos y religiosos “nacionalistas y moderados”, que querían el voto, pero no el impuesto por los EE.UU. y que llaman al boicot, explicando el por qué:

«Las del día 30 no son verdaderas elecciones»

Fuentes: Il Manifesto

Traducido para Rebelión por Rafael Morales

El gobierno de los EE.UU. y los medios de comunicación «presentan a Irak como un pueblo primitivo dividido en tribus y sectas y que tiene solamente dos sujetos: las fuerzas democráticas favorables a las elecciones y los extremistas tipo Zarquawi que se oponen. Nada más lejos de la verdad. Al contrario, son precisamente las fuerzas de ocupación, primero con la introducción de criterios confesionales y étnicos en el consejo de ministros y ahora rechazando la gestión unitaria y democrática de las elecciones, las que intentan empujarnos a la lucha fraticida para poder dominarnos mejor. Los demócratas y progresistas árabes hemos elegido el boicot sólo cuando hemos tenido claro que las elecciones servían únicamente para legalizar la ocupación». Con estas duras palabras sobre los comicios del próximo 30 de Enero Wamidh Nadhmi, director del departamento de ciencias políticas de la universidad de Bagdad que además es un exponente de la corriente «nacionalista árabe moderada» y portavoz del Congreso para la Fundación nacional de Irak, nos introduce en el amplio mundo de movimientos, partidos, intelectuales, representantes religiosos y laicos que han decidido unir sus fuerzas para crear una alternativa a los partidos pro-ocupación del gobierno y evitar que el país caiga en un torbellino étnico y confesional.

Resistencia legitima

Nos recibe en su casa años sesenta, con jardín que desciende suavemente hacia el Tigris, en un tranquilo salón burgués con varios títulos académicos, fotos de hijos y nietos adornando las paredes y, en la que esta detrás del sofá adamascado, un viejo retrato de Nasser.

Wamidh Nadhmi representa a un sector de la sociedad civil y política bagdadí, superviviente a los innumerables episodios sangrientos del país y que trabaja desde 2003 para tratar de dar una respuesta «nacional» a la ocupación y una representación política a quienes se oponen a ésta. En lo que se refiere a la resistencia a las fuerzas de ocupación, el miembro de la oposición y su movimiento sostienen su absoluta legitimidad, pero condenan sin dudarlo aquellas acciones de grupos tipo al Qaeda que la aíslan tanto de la población como a nivel internacional.

El lento pero inexorable fortalecimiento de esta tendencia, ignorada tanto por los medios de comunicación como por las fuerzas de ocupación, se debe indudablemente a la autoridad y prestigio de sus líderes, conocidos por su oposición o independencia frente al régimen anterior.

Entre los componentes principales de esta creciente área política, nos dice Wamidh Nadhmi, podemos contar con: la escuela chiíta de Khadimyia del jeque Jawad al Khalisi, cuna de la revuelta antibritànica de 1920, la corriente nacionalista árabe, el jeque Hareth al Dari líder de la asociación de ulemas ( que representa unas 300 mezquitas sunitas en el país), el partido para las reformas democráticas, formado por ex miembros del Baath perseguidos por el régimen, un primer núcleo del nuevo partido demócrata-cristiano, algunos intelectuales progresistas y marxistas que no comparten la subordinación del partido comunista a la ocupación americana, además de representantes de las diferentes nacionalidades.

Después de recordar su rechazo en 2003 a formar parte del gobierno provisional-«porque he estado siempre en contra del embargo y de la guerra y porque no creo en la democracia impuesta a punta de bayoneta especialmente si son americanas o británicas»- el líder nacionalista árabe habla de nuevo sobre las razones del boicot: «Queremos elecciones. Pero estas han de formar parte de un proceso que no legitime la ocupación sino que por el contrario ayude a superarla. ¿Cómo es posible convocar elecciones sin siquiera un censo? ¿Con tropas extranjeras que patrullan o bombardean nuestras ciudades? ¿Con listas de las que conocemos solamente los dos o tres primeros nombres, siendo todos los demás secretos? ¿Con una comisión electoral, nombrada por el ex procónsul americano Bremen, la cual detenta el poder de impedir a cualquier lista o candidato la participación en las elecciones? ¿Con un colegio nacional único que excluye a todas las minorías locales?». A continuación el representante de la oposición iraquí se detiene sobre las exigencias de su movimiento para llegar a unas elecciones minimamente creíbles: «Hemos propuesto a la embajada de los JUL y a la ONU celebrar las elecciones después de una amplia consulta, la formación de un gobierno de garantía, o por lo menos bajo la tutela de un organismo internacional compuesto por figuras como Jimmy Carter, Nelson Mandela, Joshka Fisher, Amr Moussa. En lo que atañe a la comisión electoral, nos hemos limitado a pedir que a los miembros nombrados por Bremen se incorporen algunos famosos juristas iraquís. Para poder llevar a cabo este proceso hemos pedido, además, retrasar algunos meses las elecciones, un alto el fuego, la retirada- excepto en las ciudades- de las tropas de ocupación. O al menos un calendario para la retirada». Las propuestas de los demócratas iraquís habrían tenido, prosigue Nadhmi, una acogida muy positiva incluso en la prensa internacional pero la respuesta de los USA llegaría, días después el 8 de noviembre, dando vía libre al ataque final a Faluya. Llegado este punto el Irak Nacional Foundation Congress con otros 75 grupos, partidos y asociaciones de diferentes orientaciones, ha propuesto el boicot»dejando libres a los ciudadanos para votar o no, sin caer en la trampa de un enfrentamiento político sangriento entre iraquíes».

«Tras el ataque a Faluya, prosigue, la situación se ha precipitado y los EE.UU. se han quitado la máscara. Un grupo de reconocidos representantes políticos, incluso del partido del primer ministro Allawi- algunos de ellos ministros-reunidos en casa de Adnan Pachachi- que estuvo al frente del desaparecido consejo de ministros- en un intento in extremis de mediación para retrasar unos meses las elecciones, lo que permitiría el concurso de todas las fuerzas del país en el proceso electoral, había llegado a un acuerdo, pero esa misma tarde una declaración del presidente Bush bloqueó todo y cerró la puerta a cualquier dialogo.»