El Fondo Monetario Internacional (FMI) controlado y dirigido por las potencias económicas occidentales y en especial por Estados Unidos, está tratando de buscar fórmulas para continuar imponiendo sus medidas financieras al mundo. La razón fundamental de hallar caminos más sutiles de dominación es que la institución nacida en 1944 en la localidad estadounidense de Breton […]
El Fondo Monetario Internacional (FMI) controlado y dirigido por las potencias económicas occidentales y en especial por Estados Unidos, está tratando de buscar fórmulas para continuar imponiendo sus medidas financieras al mundo.
La razón fundamental de hallar caminos más sutiles de dominación es que la institución nacida en 1944 en la localidad estadounidense de Breton Wood, ha estado perdiendo espacios por la forma en que, para otorgar empréstitos, presiona, coacciona e impone a las naciones en desarrollo medidas de liberalización comercial y de privatizaciones que han resultado funestas para la mayoría.
El miedo ante un debilitamiento de la hegemonía financiera lo manifestó recientemente Raghuram Rajan, jefe de los economistas del Fondo, cuando manifestó la inquietud de la institución por la «incertidumbre política» que vive América Latina la cual puede llevar a la región a adoptar «medidas populistas».
Las referencias y críticas eran dirigidas hacia los gobiernos de Venezuela y Bolivia, en primer lugar, y a Argentina, Brasil y Ecuador que han llevado a cabo en los últimos tiempos, políticas económicas que favorecen a la mayoría de sus empobrecidas poblaciones.
Resulta que ahora el FMI atisba peligros cuando los países en desarrollo dedican parte de sus ingresos a mejorar la vida de sus habitantes para que puedan paliar las graves consecuencias padecidas durante años de explotación neocolonial, desigual intercambio comercial y gobiernos corruptos, muchas veces impuestos por la influencia y el control económico que ejercen sobre estos las naciones desarrolladas.
El acceso del pueblo a la salud pública, que va desde operaciones de la vista hasta consultas médicas gratuitas, así como también las campañas de alfabetización, ayudas gubernamentales para adquirir la canasta básica alimentaria, entre otros beneficios, son calificadoss por el Fondo como graves «medidas populistas».
También consideran así al hecho de que algunos países adquieran mayor ganancia al explotar sus recursos naturales,como el gas y petróleo, que han sido saqueados durante decenios por empresas transnacionales.
Con el objetivo de pegar algunos parches a su desgastada influencia y ante las «amenazas» que penden sobre el poder omnipotente mantenido tradicionalmente por la institución, el Banco Mundial y el FMI citaron a la reunión anual de otoño que tuvo lugar en Singapur del 15 al 20 último.
Si hace tres años el Fondo tenía a su haber una cartera de préstamos de 60 000 millones de dólares colocada entre varios países, en estos momentos es de solo 3 000 millones de dólares, lo cual provoca que el organismo tenga que enfrentar, paradójicamente, problemas para sostener su burocracia y operaciones, aseguró Eric Toussant, presidente del Comité para la Anulación de la Deuda Externa del Tercer Mundo.
El cónclave centró las discusiones en una reforma en la gobernabilidad y funcionamiento de la institución y en aras de una mejor credibilidad propuso aumentar la capacidad de voto de cuatro países: México, Corea del Sur, China y Turquía. Veintitrés naciones estuvieron en contra, entre estos Brasil, Argentina, India, Malasia, Irán y colombia.
Se buscaba además, la forma de continuar influyendo en las decisiones políticas de las naciones en desarrollo debido a que ya varios deudores han decidido pagar por adelantado (Argentina, Brasil, Venezuela) para no estar obligados a cumplir con sus recetas.
Al desviarse las conversaciones hacia ese punto, se dejaron a un lado los temas sociales que más afectan a sus miembros, contrariamente a lo que ocurrió durante la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados que durante seis días sesionó en La Habana ( del 11 al 16 de septiembre) la cual analizó los problemas medulares de las naciones en desarrollo y acordó medidas de colaboración y de solidaridad para comenzar a resolverlos.
En la Cumbre del MNOAL se planteó la creación de un Banco del Sur y de llevarse a efecto los más débiles podrían abstenerse de los acreedores del Norte y de los nuevos préstamos que los ataran.
En ese sentido, el cónclave de La Habana apostó por romper la dependencia financiera en relación con los poderosos del Norte, financiar proyectos de desarrollo en el Sur para repartir mejor la riqueza y llevar a efecto una globalización de la solidaridad, en la cual los 118 países miembros estuvieron de acuerdo.
Mientras esto ocurría en La Habana, el Banco Mundial y el FMI planteaban en Singapur impulsar los acuerdos de la reunión Doha, y el último, una resolución para otorgarle a México, China, Corea del Sur y Turquía, una migaja de cuotas y un poco más de voz en las decisiones institucionales.
Esa cupo determina el capital de suscripción de un miembro, su poder de voto, la asignación del monto de derechos especiales de giro (moneda del FMI) y la base de su acceso al financiamiento por la institución.
No obstante, la fuerza de presión y de voto lo ostenta Estados Unidos con 17,06%, en contraposición al de 90 naciones pobres del mundo que apenas abarcan el 4% de potestad dentro del FMI. Como se desprende, la diferencia es abismal, y además, como las decisiones en el organismo deben aprobarse con el 85%, una negativa norteamericana vetaría cualquier propuesta.
A Washington le siguen en ese orden, Japón con 6,3% de votos; Alemania, 5,9; Francia 4,95 al igual que Gran Bretaña. Además, estos son los únicos países con representantes propios en el directorio. Los otros 19 miembros son directores que simbolizan colegiadamente a los demás 179 estados miembros.
Pero innegablemente los tiempos van cambiando y ante las olas de reivindicaciones surgidas en gobiernos y pueblos del Sur, los representantes del Sistema Monetario Internacional capitalista nacido en la Conferencia de Breton Wood, intentan con urgencia arreglar su fachada aunque no su interior.