La clave de la importancia de retomar el debate (o la ruptura) que se produjo dentro de las corrientes de «izquierda» por la posición de algunos intelectuales en el asunto de la guerra de Libia y de Siria, me la proporcionó el propio Carlos Taibo con su manifiesta incomodidad al tratar de este asunto en […]
La clave de la importancia de retomar el debate (o la ruptura) que se produjo dentro de las corrientes de «izquierda» por la posición de algunos intelectuales en el asunto de la guerra de Libia y de Siria, me la proporcionó el propio Carlos Taibo con su manifiesta incomodidad al tratar de este asunto en una de sus charlas sobre decrecentismo. Aunque Taibo en este tema siempre ha mantenido cierto perfil bajo en contraste con Alba Rico, veamos lo injustificado de su enfado en el «affaire» de la guerra de Libia y de Siria cuando se le intenta relacionar en su toma de posición con la del otro filósofo.
Hay un manifiesto sobre Libia que fue suscrito por Carlos Taibo y muchos otros intelectuales en Abril del 2011, en el que aunque es cierto que cuestiona la guerra humanitaria, resulta que por otra parte se piden cosas que dejan un tanto en evidencia las competencias académicas de los firmantes en materia del derecho internacional y de conocimiento en la metodología sobre cual es el «procedimiento habitual» para esa petición de «expulsar del poder» a Gadafi. La perla del texto es la que recomienda, como un modo de efectuar el recambio de gobierno en Libia, que se podría «reconocer a los rebeldes»:
http://blogs.publico.es/altermundista/424/manifiesto-sobre-la-intervencion-humanitaria-en-libia/
En efecto, han sido conocidos y reconocidos por sus hazañas estos «rebeldes»…..menos por los que abogaron por ellos que han quedado en silencio salvo para….volver a apoyarlos en Siria:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=138712
En ese otro manifiesto sobre Siria, redactado por Santiago Alba Rico y cuyo contenido comparten todos los firmantes entre los que se encuentra Carlos Taibo, el delirio mayúsculo está contenido en esta apreciación. : «…no hay indicio alguno que permita conjeturar sobre una inducción exterior de las protestas«. Afirmar justo lo contrario hubiese sido quedarse corto, como ahora constatamos y entonces ya sabíamos.
No se trata de empañar el prestigio intelectual y libertario de nadie, pero hay necesidad de dudar sobre los criterios de los que generan opiniones vistos los resultados: El problema de estas deducciones erróneas, mejor dicho, de las conjeturas transmutadas en dato objetivo por el prestigio del emisor, es que si provienen de personas con ascendencia sobre otras, generan criterio en los demás….y resultados tangibles en la dificultad de actuación en las personas concienciadas de manera habitual contra la guerra. Por esos mismos resultados físicos y morales de estas guerras sabemos de los peligros de las opiniones no contrastadas sobre hechos objetivos. Uno de estos peligros, es este silencio atronador en el campo que siempre fue antibelicista respecto de la claridad de ideas con la que se movilizó todo el mundo contra la guerra de Irak, mientras las analogías inevitables (pretextos) entre todos estos recientes asesinatos en masa de Irak, Libia y Siria, son mayores cada día que pasa.
Un artífice de la guerra de Irak cómo el señor Tony Blair pide ahora disculpas, no por los miles de muertos ocasionados por esta carnicería, sino por los «errores» de estrategia, de «inteligencia» y por la contribución de ésta al surgimiento del Estado Islámico. Sabemos en que consiste esa petición de perdón, ni hay arrepentimiento real por los asesinatos en masa ni hay propósito de enmienda. También sabemos que hay que ir con cuidado en estos temas devenidos siempre en intoxicación informativa, puesto que relegar la existencia del estado Islámico sólo al hecho de su supuesta creación a partir de exmilitares iraquies, sólo sirve para despistar, echar balones fuera ahora que se han visto al descubierto con la intervención de Rusia contra sus mercenarios en Siria; y sale a la luz quién los creó en realidad, quién los ha apoyado, quienes los conforman en su gran mayoría y de qué manera tan burda no han sido combatidos en absoluto, al contrario, son y han sido apoyados por Occidente y sus títeres contra el gobierno y el pueblo sirio desde hace cuatro años.
Sería bueno también que los intelectuales de la revolución pendiente por delegación, que vieron revolucionarios idealistas dónde era evidente que había otra cosa, y luego siguieron contribuyendo al deformado discurso mediático del poder en el caso sirio, pidiesen también disculpas por sus «errores» de «inteligencia». Al igual que Tony Blair ve en el origen del Estado Islámico los «errores» cometidos en su carnicería de Irak, estos intelectuales deberían de comenzar a pedir disculpas por haber repetido los «errores» en su reconocimiento de «rebeldes», en Libia y a continuación en Siria.
Por el hecho de estar inmersos en una sociedad más alienada que nunca, es todavía más destructivo que determinadas opiniones en base al criterio de una especie de aura intelectual infalible y que es indiscutible de por si; el que ésta se enseñoree desde el supuesto pensamiento crítico con ese pequeño pero indispensable grupo de jóvenes que se atreven a pensar y que quieren actuar. Estas apreciaciones erróneas de ciertos intelectuales tienen su reflejo práctico en la falta de respuesta en estas dos últimas guerras cruciales, decisivas en el tránsito hacia formas superiores de exterminio, dónde se subcontrata la guerra a través de mercenarios, guerras de cuarta generación en Libia con un control mediático modélico, puesto que se ve auspiciado por las propias ONG occidentales y las malversadas buenas intenciones de la parte de población que las apoyan. Todo esto mientras no sólo contamos con la manipulación externa por omisión y tergiversación, sino que a través de un mecanismo de censura interior protofascista, nos anticipamos a la propia represión externa que ya se va configurando.
Los «errores» tuvieron su correlato en la vida y en la muerte de muchos. Hay modulaciones de ello ahora que releemos aquellos artículos y manifiestos que colaboraron en crear un estado de opinión favorable o indiferente hacia una guerra igual de perversa que la de Irak. Ya dijimos que con la guerra de Irak, al menos se articuló una respuesta mundial, movilizaciones enormes, inéditas…que atemorizaron a los generadores de muerte. Todavía no estaba implementado del todo el control férreo del pensamiento a través de las nuevas tecnologías y todavía existían resquicios para otras versiones informativas de lo que acontecía sobre el terreno. En el caso de la guerra de Libia trabajaron con astucia los centros de control social, le dieron forma humana a la masacre, y hasta fomentaron un discurso de «izquierdas» que apoyaría a las «primaveras árabes» desde la ensoñación revolucionaria. La pulsión de conciencias desde el «buenismo» les dio resultados impensables, mejores de los previstos, ante una desmovilización vergonzosa. Venía inscrito en este éxito y en nuestro silencio que el «modus operandi» libio pedía a gritos su repetición en Siria.
Tenemos por delante esa lucha por la paz, contra la guerra neocolonial. Este es el único ecumenismo posible, que lejos de dividir, une….no es expectativa juvenil (casi todas las corrientes políticas en boga son en su gran mayoría de expectación y de espectadores), es una realidad que si el activismo contra la guerra de Irak unió a millones de seres humanos de todas las edades y condición en todo el mundo, ahora puede seguir haciéndolo. Tanto el decrecentismo distópico cómo la socialdemocracia mediática parecen diseñadas para los jóvenes. Incluso me atrevería a afirmar que ambas y en apariencia disonantes corrientes, son coincidentes en ser un modo de dilapidación de la energía transformadora de estos jóvenes que ahí queda empantanada y esterilizada; sin poder ser operativa allí dónde la demanda de este tiempo más lo requiere: El antibelicismo. La lucha contra la guerra sin embargo fue y será intergeneracional. No nos promete más tiempo para hacer el amor, ni trabajar menos, ni nos asegura un «estado de bienestar»; pero permite hacer moralmente lo único correcto en este tiempo: Asegurar la vida humana sobre la tierra. Esto no aparece por ninguna parte mediante una respuesta uniforme y colectiva desde las distintas corrientes ideológicas diseñadas para jóvenes inquietos.
Uno de los principales filósofos marxistas, Domenico Losurdo, apunta en la dirección correcta cuando nos habla de la izquierda ausente y del riesgo de guerra, en esta entrevista:
http://domenicolosurdo.blogspot.com.es/2015/10/le-guerre-prossime-venture-unintervista.html
Citamos estas palabras de Losurdo en la entrevista:
«Hoy asistimos a una guerra neocolonial que algunos países de Occidente han desencadenado, que ha devenido en la destrucción de países como Irak, Libia o Siria. Analistas, investigadores y periodistas hablan ya de que nos encontramos en el preludio de otra guerra de gran envergadura. Es decir, que nos hallamos en una situación próxima a la de una gran crisis histórica: de un lado, el desmantelamiento del Estado social liberal, la austeridad, la penuria y del otro, los conflictos bélicos en curso de los que puede surgir otra guerra a gran escala».
Retomando a Gramsci en este asunto del activismo contra la guerra, Losurdo declara:
«Él (Gramsci) habla de la necesidad de construir un «bloque histórico» del que formara parte no solamente el proletariado sino también aquellas fuerzas populares interesadas en rebasar esta situación llena de peligros. Creo hoy en la necesidad de erigir un nuevo bloque histórico que una a las fuerzas populares, que en Occidente se hallan golpeadas por el paro, el endurecimiento de las condiciones de vida y la pobreza, así como los pueblos del Tercer Mundo que luchan por el desarrollo y contra las ambiciones neocoloniales del Occidente liberal. Deberá combatir contra la creciente polarización social y contra quienes acarician la ilusión de resolver los graves problemas mediante las guerras neocoloniales u otra de mucha mayor envergadura».
Ese Tercer Mundo que de forma interesada apenas aparece en los discursos del decrecentismo distópico ni en la socialdemocracia mediática, tan pendientes de su ombligo; y menos todavía, en unión al primer mundo, en esta tarea histórica de conjurar en común los peligros principales y evidentes.
Restarle importancia a los riesgos de guerras generalizadas o de una guerra nuclear, entra en extraña contradicción con el núcleo milenarista de las ideas sobre el colapso maltusiano que mantiene Taibo con su teoría del decrecimiento. ¿Podemos desaparecer por sobrexplotación de los recursos y no por una guerra nuclear? ¿Es más importante la profecía autocumplida del colapso por sobrexplotación de los recursos que el hecho del colapso en si mismo por motivos distintos? Taibo no ignora los peligros de un neofascismo producto histórico habitual de situaciones cómo la presente, no desconoce que la guerra imperialista es la manifestación emergente, el verdadero colapso de la civilización, fruto de esos bienes «escasos»….para aquellos que los ambicionan todos. ¿Se traduce esta profecía del colapso en una denuncia de la guerra neocolonial concreta durante las charlas de Taibo por toda nuestra geografía en locales juveniles, centros libertarios, en debates, libros, artículos?… Es extraño: No. Si algo está fuera del pensamiento débil de la época, es precisamente la cuestión de la guerra de rapiña anglosajona y la del necesario frente común de la población occidental y de los países del Tercer mundo contra ésta. Un hecho que chirría por pura ausencia. Si sale a relucir, siempre es en equivalencia y equiparación respecto de la actitud defensiva de Rusia. Por mucho que busco no encuentro en Taibo esa inclusión en su noción de colapso del riesgo de guerras generalizadas o de guerra nuclear. De hecho, su parábola del padre de familia diligente que actúa siempre ante la mínima sospecha de riesgo y que ciñe al ámbito medioambiental y de sobrexplotación de los recursos, no es aplicable a si mismo en su condición paternal de promotor de la idea de colapso, cuando el riesgo a considerar es bélico.
Mantener que entre los bloques la similitud de sistemas capitalistas interconectados hace muy difícil una confrontación armada, es ignorar de manera deliberada la historia. ¿Qué fue la Segunda Guerra Mundial en su correlación y colusión con otros países capitalistas desde la Alemania de entonces, sino una carnicería inimaginable pero cierta?
La omisión del papel belicista principal del bloque hegemónico en lo militar y de los riesgos que supone para el mundo esta agresiva conducta repetida hasta la saciedad, ampliamente documentada en millones de muertos desde la segunda guerra mundial, ¿qué garantías absolutas ofrece de que aquí no pasará nada puesto que hay «líneas rojas que no pueden de ser traspasadas»? Taibo en sus reflexiones y juicios sobre Rusia, desde los clichés de su discurso en esta cuestión, equipara en el imaginario colectivo la voracidad belicista occidental con la actitud defensiva de este país, y que no va inscrita en su condición o no de estado socialista; sino que tiene que ver con la supervivencia, ante la amenaza latente de agresión de las potencias occidentales que quieren hacerse con sus vastos recursos. Y esto es ajeno a las condiciones de similitud o diferencia entre las clases dominantes presentes en los gobiernos de los distintos estados: La Alemania nazi compartía sistema económico y relaciones de explotación con muchos países también capitalistas y eso no fue un inconveniente para «traspasar la línea roja» de la guerra de invasión y el saqueo.
Lo que más me confunde es que estoy seguro que entre los intelectuales con predicamento entre jóvenes inquietos, lo que podemos saber el común de los mortales, para ellos es una evidencia todavía mayor. Sus libros y escritos forman y conforman la conciencia de miles de jóvenes en facultades y universidades, en las lecturas que recomiendan otros profesores dado el prestigio alcanzado. Saben quienes pusieron los muertos para derrotar al nazismo y saben de dónde son los muertos que provoca el imperialismo neocolonial, saben de los 50 millones de muertos desde la segunda guerra mundial ocasionados casi en exclusiva por el bando o banda anglosajona en sus aventuras imperiales. El criterio marxista elemental aquel de «¿a quién beneficia?», para a partir de ahí tirar del ovillo hasta los responsables evidentes del mal, algo tan simple, les falla y nos falla cada vez más a menudo.
Sin embargo, en las cuestiones de la admisión del «error» reconozco estar de acuerdo con Taibo en su apreciación genérica de que las ciencias sociales no son ciencias. Si lo fueran, gozarían de la humildad habitual en los científicos, capaces de asumir sus equivocaciones si la testaruda realidad u otra teoría verificada echa por tierra su paradigma.
En la tierra de nadie de la doble negación (Ni OTAN, ni Gadafi), quedaron a salvo o eso creen los autores intelectuales de ese ninismo, los supuestos juicios puros y ecuánimes de sus teorías equiparativas entre bloques, dictaduras e imperialismos; pero la realidad es que los seres humanos de carne y hueso son los que quedaban atrapados entre el sofisma e indefensos ante la guerra de agresión, sin el apoyo habitual de la mayoría de organizaciones de izquierda occidentales y de los jóvenes antibelicistas. Sin embargo, en América Latina tuvieron las cosas muy claras desde el principio, ni más ni menos que del mismo modo que toda la población mundial respecto de la guerra de Irak en su día.
Y en esta parálisis antibélica estamos todavía: Lo más parecido a la verdadera solidaridad internacionalista del no a la guerra, es una caridad hacia los refugiados que desvirtúa esa solidaridad y retroalimenta las agresiones bélicas; puesto que siempre estarán los bienintencionados occidentales incapaces de parar la máquina de guerra occidental, pero siempre dispuestos a través de sus ONG a poner las vendas en las heridas que infligen sus gobiernos. Para ganar alguna revolución, primero tenemos que parar la guerra, evitarla. Y esta victoria sobre el belicismo será el primer acto revolucionario contemporáneo, la plasmación valiente de la única solidaridad real hacia todos los oprimidos de la Tierra.
Hasta Putin, ese denostado y supuesto hombre de paja de oligarcas rusos en los clichés de los medios de comunicación occidentales y también concebido de este modo en las teorías equiparativas y equidistantes entre bloques con independencia de su voracidad y beligerancia, ha optado por un mensaje alternativo al de la confrontación. Tiene propuestas este «Che Guevara del siglo XXI» , tal y cómo lo denomina Taibo de manera mordaz hacia quienes vemos, en realidad sin falsas expectativas revolucionarias (esas expectativas han sido el «error» de otros); un factor de equilibrio mundial en su actuación. «Aquí o nos salvamos todos o no se salva nadie», afirma Taibo de manera formal y obviando la guerra. En el mensaje de Putin si que se implementa la condición de la supervivencia de todos, puesto que es el modo de asegurar la de Rusia. Si que reconoce los vientos de guerra y ve ese peligro de colapso concretado en ellos. Ha sido en la Conferencia de Sochi de hace unos días sobre «La guerra y la paz en el siglo XXI: El ser humano, el estado y la amenaza de un gran conflicto en el siglo XXI»», donde Putin ha planteado lo que muchos intelectuales no mencionan: Las armas nucleares no permiten un ganador en un conflicto global, la existencia de una guerra mediática de acoso a Rusia en la que tantos intelectuales participan, el trato de EE.UU. a sus socios cómo el de amo/vasallo, el apoyo a mercenarios para cambiar a través de una violencia bárbara los gobiernos que no son del agrado de Occidente, etc…También ha dicho eso que queda tan bien de que «o nos salvamos todos o no se salva nadie», pero el resto de sus declaraciones, y hasta el título mismo de la conferencia, hace pensar que en este caso si se cree la sentencia. Ya sabemos que siguiendo la consigna de Serrano Suñer, una gran parte de la intelectualidad tiene la tarea asignada de repetir hasta la saciedad aquello de que «Rusia es culpable». Pero ahora mismo la resistencia a esos planes hegemónicos que proviene de Rusia es la que hace albergar alguna esperanza en un mundo multipolar y por lo tanto no sometido al dictado de los ejemplares gobiernos democráticos occidentales, de altos valores sobre el papel untado en sangre.
En relación a esos valores ilustrados con pretensión de universales, alguien tendrá que explicar cómo y de qué manera los principios democráticos formales y de los derechos humanos, que en la práctica niegan los gobernantes dentro y sobre todo fuera de sus fronteras, tienen luego como principales valedores a cierta intelectualidad; esa que reniega dentro de su país de estos principios burgueses por tramposos e insuficientes y sin embargo luego se atreven a exigir como un salvoconducto, e incluso por encima del derecho a la vida, su estricto cumplimiento en otras latitudes. Por lo general, en aquellos países con gobiernos que no son del agrado del poder occidental.
Sería bueno que la izquierda ausente (Losurdo dixit) empezase a comparecer en este asunto que tanto le atañe, incluso aunque no haya intelectualidad que la respalde; por razones de su propia supervivencia y de la de los demás. La Internacional del siglo XXI es esta lucha final, la que debe reunir a todo el género humano, incluso sin vínculo ético: Sólo el biólogico de ese compartido instinto ciego de la mera supervivencia.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.