Si sigue el conflicto bélico, las cosechas para el año que viene se van a ver comprometidas, y con ello el acceso a los alimentos de millones de seres humanos.
Hace unos días, en una charla de café con un gran amigo, seguidor de estas letras y físico de formación, me sugirió un aspecto del que solo se habla en ciertos ambientes, los problemas agrícolas y las hambrunas que se derivarán de esta maldita guerra. Me explicaba lo simples e ingenuos, por no decir ignorantes, que somos los economistas a la hora de, por ejemplo, abordar la transición energética o las consecuencias alimentarias de la guerra de Ucrania.
Respecto a la transición energética, su punto de vista es que simple y llanamente ya es tarde, el medio ambiente es totalmente incompatible con el capitalismo y no hay recursos para implementar tal transición. Me recomendaba seguir las investigaciones de dos grupos de investigación. Uno, en la Universidad de Zaragoza, alrededor del Instituto CIRCE (Centro de Investigación de Consumos y Recursos Energéticos) y del catedrático en Ingeniería Energética, Antonio Valero. En 2021 publicaron un libro divulgativo con muchos datos, bajo el título Thanatia, Límites Materiales de la Transición Energética (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2021) donde la conclusión es muy clarita. O cambiamos el modelo de desarrollo humano, reorientando la ciencia y la tecnología por un humanismo que contemple el futuro del planeta, o esto se va a pique. La transición energética es una mera coartada para que todo continúe igual. El segundo grupo de investigación que me recomendaba, de la Universidad de Valladolid, era el Grupo de Investigación en Energía, Economía y Dinámica de Sistemas (GEEDS). Aún no he empezado a leer sus estudios.
Guerra de Ucrania, agricultura intensiva y hambrunas
Pero volvamos a lo sustancial de la charla, el impacto de la guerra de Ucrania en las futuras cosechas agrícolas, y no solo de cereales, donde la agricultura intensiva que nos hemos dotado depende de tres elementos, recogidos bajo las siglas en inglés (NPK) -Nitrógeno, Fósforo, Potasio-, y fertilizantes derivados de los mismos como la Urea. Todos ellos son ofertados por los países en guerra, de manera que si sigue el conflicto bélico las cosechas para el año que viene se van a ver comprometidas, y con ello el acceso a los alimentos de millones de seres humanos. Fue categórico, habrá hambrunas. Le escuchaba atentamente, si bien con cierto escepticismo, hasta que esa misma tarde Joe Biden, en una conferencia en Polonia soltó la bicha al afirmar que la escasez de alimentos “va a ser real”.
Alarmado por lo que se nos viene encima empecé a bucear sobre si ya había estudios alrededor del impacto alimentario de la guerra de Ucrania, y, para mi sorpresa, haberlos haylos. Me tope con dos, uno, del 16 de marzo, publicado por la organización intergubernamental de Naciones Unidas UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development) con el sugerente título “The impact on trade and development of the war in Ukraine”. El segundo, del 21 de marzo, un blog amplio de autores del think tank europeo Bruegel: “The impact of the war in Ukraine on food security”.
Las prohibiciones de exportación, los altos precios y el aumento de los costes de transporte impedirán que los países vulnerables se abastezcan suficientemente de alimentos
Las ideas son muy parecidas. Las prohibiciones de exportación, los altos precios y el aumento de los costes de transporte impedirán que los países vulnerables se abastezcan suficientemente de alimentos. Será necesario adoptar medidas que garanticen el acceso mundial a los suministros de alimentos más escasos e impulsar la producción de cereales. Ambos análisis se enfocan sobretodo en los alimentos que exportan Rusia y Ucrania, pero también abordan las consecuencias de no disponer de los componentes NPK necesarios para la agricultura intensiva moderna, la nuestra incluida. Es decir, habrá hambrunas en los países más pobres, pero también habrá escasez de alimentos en el mundo desarrollado.
En febrero de 2022, antes de la invasión, los precios de los alimentos estaban ya en un nivel récord, exacerbados por unos mercados de derivados en subida libre. De ello ya hemos hablado, pero los burócratas de Bruselas o Washington, que todo lo fían al mercado, mirando a otro lado. La guerra en Ucrania y las consiguientes sanciones significa que los precios altos de los alimentos se mantendrán. Añadan a ello la duplicación de los precios del combustible para el transporte marítimo y de las tarifas de flete en comparación con el año pasado.
Impacto en cereales y aceites vegetales
Los productos básicos en los que Rusia y Ucrania desempeñan un mayor papel son el trigo, la cebada, el maíz, las semillas de girasol y los aceites de girasol. Teniendo en cuenta los precios del combustible para el transporte marítimo y de las tarifas de flete, los países que actualmente dependen de las importaciones de cereales ucranianos y rusos, baratos y accesibles, encontrarán especialmente difícil y costoso sustituirlos.
Los más vulnerables son los países de Oriente Medio y del Norte de África que dependen casi exclusivamente de las importaciones para mantener su consumo de cereales
Los más vulnerables son los países de Oriente Medio y del Norte de África que dependen casi exclusivamente de las importaciones para mantener su consumo de cereales, e importan más del 10% de sus cereales de Ucrania y Rusia. Los más expuestos, excluyendo los países de renta alta, son Jordania, Yemen, Israel y Líbano. Algunos países de Europa y Asia Central tienen una mayor proporción de producción nacional de cereales, pero dependen completamente de Ucrania y Rusia para los cereales que sí importan. Entre ellos se encuentran Armenia (92% de las importaciones de ambos países), Georgia (85%) y Azerbaiyán (77%).
Varios países del África subsahariana también son vulnerables porque, aunque dependen de Ucrania y Rusia sólo en una medida limitada para los cereales, tienen poca capacidad económica para adaptarse al aumento de los precios y a las interrupciones del suministro. Entre ellos se encuentra especialmente Sudán, pero también el Congo Brazzaville.
Por otro lado, Rusia y Ucrania representan conjuntamente el 57% de las exportaciones mundiales de aceite de girasol. Los precios de los aceites vegetales ya estaban en máximos históricos en febrero de 2022, resultado de una combinación de mal tiempo, mala cosecha, especulación y aumento de los precios de la energía.
Impacto de la guerra en nuestro suministro de alimentos vía fertilizantes
La invasión también repercutirá en el suministro de alimentos a través del abastecimiento de fertilizantes. Los precios de los fertilizantes ya estaban en alza antes de la guerra, alcanzando niveles no vistos desde la crisis financiera mundial. El repunte de los precios se debió sobre todo al aumento de los precios del gas, que frenó la producción de importantes insumos para la producción de fertilizantes, como el amoníaco.
Rusia y Bielorrusia son, respectivamente, el primer y el sexto exportador mundial de fertilizantes, y representan un total del 20% del suministro mundial
Rusia y Bielorrusia son, respectivamente, el primer y el sexto exportador mundial de fertilizantes, y representan un total del 20% del suministro mundial. Rusia representa casi una décima parte de los fertilizantes nitrogenados y fosfatados mundiales, y junto con Bielorrusia representa alrededor de un tercio de la producción de potasa. La guerra tendrá un impacto directo, ya que Rusia ha anunciado la prohibición de exportar fertilizantes a “países no amigos”. La alteración del mercado mundial de fertilizantes tendrá importantes repercusiones en el rendimiento de las cosechas y en los ingresos agrícolas. En la UE, los agricultores se verán afectados tanto por el aumento de los precios como por las nuevas restricciones comerciales. La UE introdujo, por ejemplo, sanciones a las exportaciones de potasa bielorrusa.
Mirando al medio y largo plazo
Además de la interrupción a corto plazo de las exportaciones de Ucrania, éstas también podrían verse limitadas a medio y largo plazo debido a los daños causados por la guerra en las infraestructuras y sobre todo por la imposibilidad de sembrar este año. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación prevé hasta ahora que entre el 20% y el 30% de las tierras habitualmente destinadas a los cereales, el maíz y las semillas de girasol no producirán cultivos para la cosecha del próximo año.
En el peor de los casos, Ucrania necesitará todo lo que pueda producir a nivel nacional y las exportaciones se reducirán en un 100%. En el segundo escenario más desfavorable, Ucrania aún podrá llevar la mitad de su producción normal a los mercados de exportación. Y en el mejor de los casos, que probablemente sólo se materialice si las hostilidades terminan rápidamente, Ucrania podría perder sólo el 33% de sus exportaciones. En cuanto a las exportaciones rusas, los tres escenarios prevén una reducción de los envíos del 10%, 20% y 30%. Los riesgos se concentran en las restricciones a la exportación. Hasta ahora, Rusia ha cerrado el Mar de Azov a los buques comerciales, pero ha mantenido abierto su puerto del Mar Negro, desde donde se envía la mayor parte de sus cereales. Ante el aumento de los precios de los alimentos, Rusia comenzó a frenar las exportaciones ya en diciembre de 2021. En marzo de 2022, se suspendieron las exportaciones de cereales a Asia Central.
Un déficit de fertilizantes implicaría una reducción de la producción de alimentos en todo el mundo, lo que provocaría un aumento de las necesidades de importación en los países importadores y una reducción de las exportaciones en los productores
Por último, un déficit de fertilizantes implicaría una reducción de la producción de alimentos en todo el mundo, lo que provocaría un aumento de las necesidades de importación en los países importadores de alimentos o una reducción de las exportaciones de los países exportadores. En el peor escenario, las exportaciones de fertilizantes de Rusia y Bielorrusia se detendrían en gran medida y los altos precios del gas reducirían sustancialmente la producción de fertilizantes en otros lugares. Suponemos que la pérdida resultante sería del 10% de los volúmenes de exportación de alimentos a nivel mundial. En el peor de los casos, más de 30 países perderán más de una cuarta parte de sus importaciones normales, mientras que en el mejor de los casos sólo se verán afectados los siete países más vulnerables, que perderán más del 10% de sus importaciones normales.
Como conclusión, la disminución de la oferta de alimentos y el aumento de los precios persistirán en los próximos meses. La inflación mundial se disparará con el aumento histórico combinado de los precios de la energía y los alimentos. A medida que aumenten los precios de los alimentos básicos, aumentarán las necesidades humanitarias y los riesgos políticos. La última vez que los precios de los alimentos alcanzaron los máximos actuales, prepararon el terreno para las revueltas de la Primavera Árabe. Varios países ya están aplicando restricciones a las exportaciones para asegurar sus propios suministros, al tiempo que agravan los problemas de los países más vulnerables. El impacto total no se sentirá hasta la temporada de cosechas del próximo otoño. Anticiparse a futuros déficits podría ayudar a suavizar el golpe y limitar el impacto humanitario de las crisis de suministro de alimentos. Veremos.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/analisis/juan-laborda-hambrunas-otra-consecuencia-invasion-de-ucrania