El colectivo independentista L’Accent ha abierto un breve reflexión internacionalista sobre un « análisis (o crítica) del papel de las izquierdas alternativas (parlamentarias o no) durante el estado de alarma y la crisis en general».
- Debemos impedir que el COVID-19 anule la memoria revolucionaria anterior al Estado de alarma, abriendo un abismo derrotista. La prensa tergiversa y silencia el ascenso de las luchas antes del 15 de marzo. Para superar este vacío aún podemos revisar lo publicado en el universo digital de la «sare gorria»; recupero este nombre en honor de Margari Aiestaran y Justo de la Cueva, comunistas e independentistas vascos, que hoy sonreirían felices. En la «red roja» anterior a la alarma aparecen multitud de llamamientos a luchas, concentraciones, debates, etc., contra el capital. Antes del estado de alarma se publicaron textos sobre el COVID-19, sobre las luchas obreras contra los cierres de empresas, sobre el autoritarismo al alza, sobre su impacto en las prisiones, etc.
- Las raíces del Estado en cuanto forma política del capital mostraban inquietantes signos de cuarteamiento: desde una corrupción espeluznante hasta una débil base económica desindustrializada, pasando por el empobrecimiento social imparable, sin olvidar la emergencia furibunda de múltiples resistencias aparentemente inconexas pero que nos remiten a la unidad y lucha de contrarios entre el capital y el trabajo. La densa y creativa «red roja», cada vez más vigilada y golpeada, registraba este ascenso y lo impulsaba.
- Pero impusieron el estado de alarma y en los primeros días flaqueó y dudó el grueso de la izquierda porque se enfrentaba a una situación cualitativamente nueva solo sospechada por muy contados grupitos. Otras fuerzas salieron inmediatamente en defensa del «sentido común», apoyando al gobierno y aceptando la realización de elecciones autonómicas impuestas por sendas burguesías conservadoras, cuando lo que debían haber hecho era activar una masiva campaña de boicot en defensa de la salud pública, negándose a obedecer al capital y defendiendo la vida. Ahora y en este contexto, la pregunta es: ¿un voto vale una vida?
- Sin embargo, relativamente pronto, viendo la situación caótica y la aplastante pedagogía del miedo aplicada por el poder, colectivos y personas de izquierda reiniciaron sus militancias y de nuevo, en pocos días, la reflexión crítica planteaba que no había que acudir al trabajo y que de hacerlo por la presión del hambre había que crear control obrero, soviets vecinales, nacionalización obrera de la sanidad, de la banca, etc., todo ello bajo el impulso de redes de ayuda mutua, de apoyo solidario, de recuperación de empresas puestas a funcionar para las necesidades populares, de cooperativas de producción y distribución directa…
- La «red roja», «sare gorria», empezó a bullir en propuestas y noticias, en medio de una creciente represión amparada por el «gobierno progresista» que no ha suprimido ninguna de las salvajadas del anterior gobierno del PP. Las protestas en los barrios populares eran aplastadas con multas y golpes, mientras que el fascismo se pasea por las calles. La prensa hacía esfuerzos desesperados por ocultar la realidad del malestar social creciente, de los pitidos en aumento a la podrida monarquía, de los rechazos frontales al fascismo, de las movilizaciones obreras y del sindicalismo sociopolítico contra la ferocidad patronal…
- No solos debemos restablecer la continuidad de las nuevas luchas con las de antes del COVID-19, sino que, sobre todo, debemos impulsar decididamente las tendencias revolucionarias (re)surgidas en estos meses que, definitivamente, han abierto un nuevo futuro cargado de nubarrones.
EUSKAL HERRIA 8 de julio de 2020