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Las lagunas de Maastricht

Fuentes: Público

Más de un autor advirtió de los peligros que entrañaba la adopción de una moneda común -el euro- por un conglomerado heterogéneo de países. Se señaló que la moneda única se resquebrajaría en tiempos de crisis, porque la carencia de unidad política y de cohesión social dificultaría el consenso a la hora de acordar medidas […]

Más de un autor advirtió de los peligros que entrañaba la adopción de una moneda común -el euro- por un conglomerado heterogéneo de países. Se señaló que la moneda única se resquebrajaría en tiempos de crisis, porque la carencia de unidad política y de cohesión social dificultaría el consenso a la hora de acordar medidas para apoyarla. Desgraciadamente, la realidad ha empezado a dar la razón a estos pronósticos agoreros. Así lo atestiguan las enormes dificultades por las que ha atravesado la UE para acordar dar a Grecia un préstamo en varios plazos ¡al 5 %! de 80.000 millones de euros. Es decir, de una cantidad que no llega a suponer ni siquiera el 1 % del PIB de la eurozona y que se sitúa muy por debajo de la que el Estado español había puesto, sin apenas discusión, a disposición de la banca en forma de ayudas y avales. Este panorama lamentable arranca de ciertas lagunas de Maastricht sobre las que se levanta el euro.

El tratado de Maastricht y sus posteriores desarrollos hablan de cohesión, pero no prevén cómo asegurar la cohesión económica más elemental evitando la bancarrota de un país miembro. Un país soberano difícilmente puede suspender pagos al ser capaz de fabricar dinero a discreción, alimentando la inflación y la depreciación de su moneda y de sus deudas. Pero el hecho de que los países del euro no puedan recurrir a la inflación y a la devaluación de la moneda para aligerar sus deudas acentúa el peligro de que suspendan pagos, haciendo más flagrante la laguna antes indicada. Otras lagunas tienen que ver con esa mezcla de ingenuidad y permisividad que caracteriza la disciplina con la que se creía preservar de la insolvencia a los países de la eurozona. Pues, además de haberse relajado, esta disciplina se apoya en agregados formales del cuadro macroeconómico que soslayan el grueso de las prácticas especulativas que operan a su margen.

Se controla así la deuda pública, pero no la privada, mucho más voluminosa. Se vigila la inflación de los precios al consumo, pero se deja que los precios de los activos bursátiles e inmobiliarios vuelen formando burbujas especulativas… O se ignoran los inventos de la ingeniería financiera para maquillar balances y presupuestos dentro de la legalidad vigente. ¿Servirá la crisis actual para subsanar las lagunas indicadas haciendo de la UE un espacio más cooperativo y virtuoso, o para atizar en su seno la diáspora del sálvese quien pueda?