Traducido para Rebelión por Caty R.
Durante la transmisión de su programa dominical Aló Presidente, Chávez advirtió a la dirección del PSUV (su partido, creado en 2006) del riesgo del «caudillismo». Dijo que no se pueden edificar proyectos personales sobre la esperanza del pueblo. Llamó al PSUV a no apropiarse de los movimientos sociales, sino a coordinarlos.
El seguimiento de la forma en que Chávez redescubre las necesidades de la lucha revolucionaria es rico en enseñanzas en estos tiempos en los que todo debe ser reconstruido. Elegido sobre el rechazo de los partidos, compartiendo la desconfianza popular en ese ámbito, Chávez ha navegado durante mucho tiempo sobre las agrupaciones informales, simplemente electorales, y a menudo agrupando ambiciones individuales. Sin embargo, su orientación cada vez más firme hacia el socialismo y la conciencia del enemigo le llevaron a la decisión, en 2006, de crear un partido, el PSUV. Si el Partido Comunista venezolano, de donde emana el comunicado que citamos, ha rechazado unirse al PSUV, es porque todavía ve un lugar para las ambiciones personales y no el vector de la clase obrera que coordine los movimientos sociales para construir el socialismo. El fracaso del referéndum y después, en las elecciones, el rechazo a ciertos alcaldes y cargos regionales, han puesto de manifiesto la realidad de este diagnóstico. Chávez tiene un gran mérito, avanza al compás y en total simbiosis con el pueblo venezolano porque tiene claro su objetivo; aunque su política haya podido parecer limitada, se plantea oportunamente las cuestiones más fundamentales. Así, en este caso, el miedo al «caudillismo» y la necesidad de elevar la conciencia de los militantes y directivos del PSUV.
«Hay que alejarse de la vieja tendencia del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), no podemos permitir que nos contaminen el sectarismo, el «grupismo»; aunque es positivo que existan las corrientes internas, debe ser sobre la base de un fundamento político, no de casos personales», ha dicho el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías (1)
Durante el programa Aló Presidente nº. 329, que se emitió desde la parroquia de Macarao, en el municipio Libertador, en Caracas, el jefe del Estado ha rechazado los «ismos» que podrían aparecer en el PSUV, en referencia a las posibles corrientes personalizadas, y al mismo tiempo señaló que el único «ismo» debe ser el socialismo.
De la misma forma, explicó que la militancia del PSUV está llamada a denunciar y combatir el vicio de la aparición de caudillos regionales; en ese sentido, Chávez precisó que hay que ser muy consciente de dichos errores para combatirlos y contar con un gran partido de masas pero que tenga al mismo tiempo una conciencia política elevada.
«No podemos permitir que algunos formen un grupo de incondicionales y sobre las esperanzas del pueblo estén construyendo sus carreras personales», ha declarado.
El presidente ha dicho que el partido no puede pretender apropiarse de los movimientos sociales, sino que debe coordinarlos. El partido debe ser una fuerza coordinadora del movimiento obrero, de la juventud, los estudiantes, las mujeres, los campesinos, los pueblos indígenas, de todos los movimientos sociales, señaló.
Chávez confirmó que está considerando «la redefinición de muchas cosas dentro del partido» (…). Ha exhortado a las autoridades del PSUV a perseguir el fortalecimiento de las escuelas de directivos y las formaciones ideológicas que están en la base de la organización, y citó al militante e intelectual italiano Antonio Gramsci (2)
Esa toma de conciencia de la necesidad de la organización y de la formación ideológica de los militantes y ese rechazo al caudillismo, aparecen como una nueva etapa en el avance político sobre la vía del socialismo y como una sana visión de las realidades del terreno ¿Será suficiente su llamamiento? El caudillismo es una vieja tentación en América Latina, el agrupamiento alrededor de un jefe, a menudo militar y en todo caso autoritario, de grupos, de clientes que esperan una redistribución económica y de privilegios. A menudo nacidos de la revolución popular contra los abusos de la oligarquía, esos fenómenos se vuelven fácilmente en beneficio de la citada oligarquía contra el pueblo. Por más de una razón, en Venezuela acecha esa tentación. Existen grandes zonas que todavía permanecen bajo el dominio de los propietarios terratenientes con grupos paramilitares vinculados con el tráfico de drogas. También existe la estructura económica del país y la forma en que la riqueza petrolera ha generado una economía de redistribución de los beneficios del petróleo, en todos los estratos de la sociedad, bajo una forma clientelista y a veces mafiosa. Fenómeno al que, paradójicamente, se puede añadir el de la descentralización, incluyendo la incidencia de la autogestión otorgada en las comunidades o en las empresas. Está el hecho de que, durante mucho tiempo, alrededor de Chávez sólo ha habido formas de organización vinculadas a las campañas electorales. Eso es lo que todavía hay que señalar y es la realidad en la mayoría de las experiencias latinoamericanas; es el carácter todavía limitado de las medidas tomadas, y no únicamente al principio de su presidencia; durante dos años, Chávez sólo ha procedido a las reformas constitucionales, porque incluso después de nacionalizar las petroleras y emprender una tímida reforma agraria, que provocó de inmediato el golpe de Estado, su política permanece dentro de los límites de la socialdemocracia. Sin embargo, siempre ha avanzado en el mismo sentido y ha recibido el beneplácito del pueblo que, por primera vez, ha sido realmente beneficiario de una distribución más justa.
Pero eso que ocurre en Venezuela y en toda América Latina también debe hacernos reflexionar sobre la situación política mundial y la que vivimos en Francia. Estamos en un período de gran expansión del descontento popular, pero bajo las formas exasperadas, revertir la falta de organización y las culturas individualistas, en realidad el descontento se puede desviar hacia cualquier forma de fascismo, porque desde los años ochenta han tenido lugar la destrucción de las organizaciones y el debilitamiento ideológico. Esta disgregación social ha extendido otra que, a pesar de las apariencias, iba en el mismo sentido, a saber: que el imperialismo en crisis debería ceder el puesto a la posibilidad de proceder a una reconquista sobre esas bases individualistas y mercantilistas. Mientras que a principios de los años setenta se reposó la cuestión del socialismo, en los años ochenta, mientras se profundizaba la crisis del capitalismo, asistimos a la contrarrevolución neoliberal bajo la égida de las multinacionales financieras. El análisis de este «giro» nunca se ha hecho realmente. Pero Fidel Castro no ha dejado de lanzar señales a partir de la experiencia de la resistencia cubana, sin la cual lo que ocurre en Venezuela y América Latina sería incomprensible.
Fidel, no dejo de repetirlo, va más lejos, mucho más lejos que todos nosotros, y sin duda está preocupado por el futuro de los procesos latinoamericanos. El politólogo Atilio Borón, a quien Fidel ha recibido personalmente y que por lo tanto ha estado más o menos encargado de prevenir a los revolucionarios y progresistas, ha explicado (Clarín, 12 de marzo de 2009): «Fidel está muy preocupado por el impacto de la crisis en toda América Latina, porque cree que cualquier proceso que consiste en una inclinación real hacia la izquierda o el centro izquierda, se verá afectado por una crisis que va a golpear duramente a la región. Fidel es un gran analista de la situación y teme un retorno de la derecha en el contexto de la crisis, así como otro período especial como el que surgió tras el hundimiento de la Unión Soviética».
Hay que consolidar el proceso, crear desde ahora el parapeto político, organizativo e ideológico. Fidel no deja de insistir en este análisis. Así, en uno de sus últimos textos sobre el Uno de Mayo, muestra que las armas del imperialismo son la división y el economismo. Mientras que se trata de cambiar la sociedad, se pretenden dividir las fuerzas entre países ricos y países del Tercer Mundo -la querella china-soviética es un ejemplo-, dividir la clase obrera y los movimientos progresistas, aislar a los comunistas que habrían podido y debido coordinar. Sería necesario reflexionar a partir de las formas organizativas actuales, lo que hace Chávez, y también Morales, Ortega y todos los demás líderes progresistas. A este efecto de división, agrega Fidel, ha venido a añadirse el compromiso permanente con las ventajas económicas, consumistas y de beneficios conferidas por el imperialismo para sobrevivir mientras que lo esencial es el cambio político y por lo tanto la creación de una fuerza organizada y un alto nivel de conciencia. No hay posibilidad de redistribución sin un cambio social. Una reflexión en ese aspecto nos ayudaría a entender mejor los topes actuales de la lucha sindical.
También hay que seguir analizando la manera en que la lucha contra el imperialismo, incluso a nivel internacional, empuja a Chávez hacia una profundización del marxismo en el contexto particular de América latina (3). La cuestión es saber si a pesar de su buena voluntad y la adhesión de las masas venezolanas lo que se está construyendo estará a la altura de las expectativas.
Nosotros estamos aquí y ahora frente a la crisis del capitalismo, que prosigue su labor de división preconizando el choque de las civilizaciones, señalando racistamente chivos expiatorios y devolviendo a los sistemas de clientelismo y autoritarismo personales las exigencias populares. Pero también, y esto concierne en particular a Francia, tratando de circunscribir las protestas populares a marcos inadecuados, incapaces de hallar resultados; entre esas formas es claramente necesario preguntarse sobre el sindicalismo tanto como sobre los partidos políticos que parecen destinados a asegurar el relevo de aparatos estatales al servicio del capital. En este sentido, el pueblo francés posee una combatividad y las tradiciones que pueden ayudarle: Francia es el país de la lucha de clases, a pesar de que, como lamentaba Marx, es más bajo los aspectos «revolucionarios» que organizativos, pero también dijo que Francia es el país de la acción política donde «Kant se convierte en Robespierre». Lo que nunca se ha podido digerir de la Revolución francesa es el hecho de que las masas hicieran la historia. Francia tiene, a ese respecto, tradiciones republicanas que pueden contrarrestar las corrientes fascistas, racistas o antisemitas siempre latentes. Pero esto pasa por la búsqueda de una perspectiva política que le ayudaría a sobrepasar el simple economismo, así como la permanente tentación francesa de ignorar la situación internacional. Encerrado en un pseudo universalismo abstracto que empuja a ignorar la realidad mundial, la del capital como la de las luchas, el «eurocentrismo» no es más que un avatar de esa ignorancia. Sin embargo, el ejemplo de América Latina está ahí para poner de manifiesto, al mismo tiempo, el rechazo del modelo y la necesidad de comprender los cuestionamientos procedentes de diversos horizontes. Ellos, por lo menos, intentan actuar.
(1) Hugo Chávez Frías gana más apoyo del pueblo venezolano en su gestión; una encuesta reciente, realizada entre el 13 y el 23 de abril por el Instituto Venezolano de Análisis y datos Estadísticos (IVAD) de Félix Seijas, constata un 65,1% de personas satisfechas. Es decir, un incremento del 10%. Al mismo tiempo, la encuesta señala al PSUV como la fuerza más importante, pero sobre la que no se refleja en absoluto la popularidad del jefe del Estado, puesto que el partido registra una aprobación del 31,8%. Esas cifras fueron transmitidas el domingo 3 de mayo por el periodista José Vicente Rangel durante el programa «José Vicente hoy», de Televen.
(2) Caracas, 3 de mayo de 2009, Tribuna Popular TP/YVKE.
(3) Una vez más, no podemos dejar de sentirnos impresionados por la forma en que Chávez va a China para, a la vez, establecer nuevas relaciones comerciales y construir un nuevo sistema financiero y al mismo tiempo la atención que concede a la escuela del partido y la formación de los directivos del mismo. También es necesario leer los textos de Fidel y fijarse en lo que expresa, en un escrito reciente, sobre la aportación del leninismo que extiende a lucha de clases a través del análisis del imperialismo. Nos hallamos frente a una tarea inmensa que, lamentablemente, no tiene la debida consideración en Francia.
Texto original en francés: http://socio13.wordpress.com/2009/05/04/les-lecons-de-lexperience-politique-venezuelienne-par-danielle-bleitrach/