Nunca tan a propósito como en estos días la llegada de un libro a tierras del MERCOSUR como el de los mexicanos John Saxe-Fernández y Gian Carlo Delgado, ‘Imperialismo Económico en México: las operaciones del Banco Mundial en nuestro país’. Justo cuando Brasil, Argentina y Venezuela acaban de reclamarle al Banco Mundial (BM) que agilice […]
Nunca tan a propósito como en estos días la llegada de un libro a tierras del MERCOSUR como el de los mexicanos John Saxe-Fernández y Gian Carlo Delgado, ‘Imperialismo Económico en México: las operaciones del Banco Mundial en nuestro país’.
Justo cuando Brasil, Argentina y Venezuela acaban de reclamarle al Banco Mundial (BM) que agilice sus créditos para el desarrollo y deje de sumarse a las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI), este trabajo editado en México viene a echar luz sobre la verdadera naturaleza del superbanco.
El presente artículo analizará diversos aspectos de la mencionada confrontación ‘grado uno’ entre los países sudamericanos y el BM, pero antes, y para comprender mejor el escenario, conviene destacar los valiosos aportes realizados por la obra de Saxe-Fernández y Gian Carlo Delgado.
‘Imperialismo Económico en México’ fue presentado en la capital azteca por el sello Debate y sin lugar a dudas se convertirá en un texto clave para comprender la dialéctica del saqueo que operan los organismos internacionales de crédito, comandados por Estados Unidos y su sistema económico-financiero de carácter corporativo.
Alejados de los discursos en boga sobre la ‘globalización’, los autores ofrecen un minucioso análisis de la intervención e incidencia del Banco Mundial en México, dejando al desnudo que esa misma operatoria es aplicada en el resto de América Latina. Las recientes manifestaciones de Venezuela y de los dos socios mayores del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), Brasil y Argentina, contra el BM y las contradictorias respuesta dadas por los voceros de éste convalidan, como si acaso hiciera falta un ejemplo más, las aseveraciones de los catedráticos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Saxe-Fernández y Delgado muestran, con documentación de primera mano, cómo el Banco Mundial y otras instituciones -el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otras- operan en su país, de un modo que sólo puede calificarse de ‘administración de corte colonial, cuya función se centra en la promoción de intereses de Estados Unidos y sus socios en Europa y Asia’.
Es notable la contribución al esclarecimiento del modus operandi imperial por medio del análisis de empresas e instituciones gubernamentales. Sus autores no dejan nada fuera del tablero: explican cómo, a partir de 1982, el BM ejerció el cogobierno de México, y cómo apunta sobre la petrolera Pemex, producto de la primera nacionalización de hidrocarburos en la historia de América Latina que actualmente está en la mira de la corporaciones estadounidenses, con la complicidad del gobierno de Vicente Fox, según se desprende de un reciente artículo publicado por The Wall Street Journal Americas.
Apelando a un recurso conocido – si no hacen lo que decimos les sobrevendrá el diluvio, cuando el diluvio sobrevino cada vez que América Latina hizo lo que el BM y el FMI dijeron -, The Wall Street Journal Americas publicó el pasado día 15 un extenso artículo titulado ‘Un arraigado nacionalismo en México hace peligrar la supervivencia de Pemex’.
‘El riesgo en la producción de crudo y gas es tan alto, que por primera vez en los 67 años de la compañía, la gerencia de Pemex dice públicamente que México debe abrir las puertas a acuerdos con extranjeros’, aseguró el diario neoyorquino, habitual portavoz de la corporaciones económicas y financieras de Estados Unidos.
En ese mismo sentido, el periódico del Dow Jones resaltó los siguientes dichos de Luís Ramírez Corzo, quien asumió la jefatura de la empresa en noviembre pasado: ‘ Los mexicanos llevamos el nacionalismo petrolero en nuestro ADN. Pero si no comenzamos una apertura inteligente, vamos a estar entre la espada y la pared, y tendremos que vender nuestras reservas de petróleo’.
Según The Wall Street Journal Americas, Pemex es el tercer productor mundial de crudo y la mayor compañía de América Latina, con ingresos anuales de 69.000 millones de dólares y 142.000 empleados. El año pasado contribuyó con 42.000 millones de dólares a las arcas del tesoro mexicano, un tercio del total de los ingresos por impuestos.
En otro orden de cosas, el libro del politólogo Saxe-Fernández y del economista Gian Carlo Delgado revisa el entramado que trazó el Banco Mundial para controlar la política agrícola mexicana y cómo es que esa institución, actualmente presidida por Paul Wolfovitz -un ultraderechista de la administración de George Bush (h) y codiseñador de la invasión y del genocidio que sufre Irak- actúa como un verdadero ‘partido político’ de la Casa Blanca, en clara articulación con la Central Estadounidense de Inteligencia (CIA).
‘Imperialismo Económico en México’ presenta entonces una fiel radiografía de las acciones imperiales orquestadas desde el Banco Mundial a favor de empresarios extranjeros en diversos rubros, que van desde el petróleo y el gas hasta el agua y la biodiversidad, situación que sólo es posible con la colaboración de los gobiernos de la región que se dejan influir en sus tomas de decisiones por las políticas del BM.
Este trabajo compartido por los dos académicos de la UNAM, y de notable envergadura, como así también ‘Agua y Seguridad Nacional’, de Gian Carlo Delgado y recientemente editado en México por el sello Debate (lo comentaremos en un próximo artículo), transitan coincidentes andariveles teóricos e informativos con los libros de los argentinos Stella Calloni y Víctor Ego Ducrot, ‘Recolonización o Independencia: América Latina en el siglo XXI’ (Editorial Norma, Buenos Aires, 2004) y ‘La invasión a Irak’ (Desde la Gente, Buenos Aires, 2003). Pueden encontrarse también puntos de acuerdo con ‘Bush & Ben Laden’, de quien esto escribe y publicado por la Editorial Norma a fines de 2001.
Como se afirmó al comienzo de esta nota, la obra de Saxe-Fernández y Gian Carlo Delgado llegó a la mesa de trabajo de APM en un momento que no pudo ser más oportuno, pues ayuda a comprender a fondo cuál es la verdadera trama que se desarrolla entre el Banco Mundial y los países miembros y asociados del MERCOSUR.
El pasado 12 de este mes, Brasil, Argentina y Venezuela reclamaron que los bancos multilaterales de crédito ‘agilicen el otorgamiento de créditos para proyectos de infraestructura y se despeguen de las exigencias del FMI.
Los ministros de Economía de los tres países -Antonio Palocci, Roberto Lavagna y Nelson Marentes respectivamente- afirmaron que el BM y el BID deberían otorgarle mayor peso a sus opiniones, reducir los costos administrativos y la exigencia de aportar fuertes contrapartidas presupuestarias al otorgar préstamos internacionales.
De los dichos de los tres ministros en un conferencia de prensa conjunta realizada en Buenos Aires se desprende que esta crítica al BM y al FMI surgida desde el seno del MERCOSUR se presenta a dos velocidades.
Por una lado Brasil y Argentina, cuyos actuales programas económicos ofrecen aristas de confrontación con el sistema financiero mundial pero no por eso dejan de estar inscriptos en ellos y en su dictados y políticas. Por el otro Venezuela, que apuntó con claridad al corazón del problema: la dependencia de nuestras economías y estructuras políticas a los trazados de los organismos multilaterales de crédito, atados al diseño hegemónico de Estados Unidos.
Esa diferencia, que es mucho más que de matices pero que por ahora juega como motor político del MERCOSUR, quedó expresada en la siguiente diversidad de miradas: Venezuela impulsa la creación de un banco sudamericano, en fusión con la Corporación Andina de Fomento (CAF) y otras entidades regionales independientes del BID, mientras que el país anfitrión del encuentro, Argentina, se encargó de ponerle paños fríos a la iniciativa de Caracas.
De acuerdo con su homólogo brasileño, el ministro Lavagna dijo ‘no se descartan ideas de futuras estructuras, pero nos concentraremos, siendo muy realistas y con los pies en la tierra, en ver cómo podemos mejorar nuestra acción conjunta con los organismos que ya existen’.
El problema radica en que, justamente, ‘los organismos que ya existen’ son el FMI, el BM y el BID, controlados por Estados Unidos y al servicio operativo de los grandes conglomerados transnacionales.
Cuando se habla de control por parte de Estados Unidos y del conjunto de países hegemónicos del sistema capitalista central no se habla de un control más o menos abstracto, basado en presiones y juegos políticos.
Saxe-Fernández y Gian Carlo Delgado recuerdan lo siguiente: ‘El caso del FMI es ilustrativo. Según el artículo III (de su reglamento), Cuotas y Suscripciones, sección 2, inciso C, se requiere de 85 por ciento de los votos para la aprobación de cualquier iniciativa, esquema en el que Washington cuenta, por el capital que aporta, con 17,16 por ciento del poder de voto. Esto contrasta con la posición de China e India que, pese a que entre las dos suman cerca de la tercera parte de la población mundial, sólo cuentan, juntas, con poco menos del 5 por ciento del poder de voto’.
Más allá de los discursos políticamente correctos y de los reclamos oficiales de Estados Unidos, del FMI, del BM y del BID sobre lucha contra la corrupción y por la transparencia de la gestión pública en los países que reciben ‘créditos para el desarrollo’, lo cierto es que la corrupción política se ubica en la matriz propia del trazado de esos organismos, pues requieren de funcionarios y gobiernos que sigan comprando sus recetas.
Para comprobarlo no sólo basta con revisar los balances y rendiciones de cuentas que acepta el BM sino rastrear el verdadero destino que, en los países receptores, tiene la mayor parte de los fondos ‘para el desarrollo’: comisiones a consultoras y contratos y pagos a funcionarios y técnicos que suelen engrosar el universo de los clientelismos vernáculos.
Por supuesto que el BM respondió a las quejas planteadas por Brasil, Argentina y Venezuela.
Justamente de paso por Buenos Aires, la flamante vicepresidenta del BM para América Latina y el Caribe, Pamela Cox, contesto que, ‘en los últimos dos años, el banco expandió sus líneas de crédito para infraestructura en la región’.
Respecto de las ataduras del Banco Mundial con el FMI, la funcionaria se limitó a reconocer que ‘tenemos programas de inversión que no tienen vínculo con el Fondo, pero hay algunos de rápido desembolso que requieren un acuerdo macroeconómico sólido. Nuestra experiencia indica que en estos casos se necesitan acuerdos con el FMI’.
Evidentemente, esta saga continuará. Mientras tanto, bienvenidos sean los libros y todos aquellos análisis y revelaciones que ayuden a desnudar la verdadera trama de poder hegemónico que los funcionarios del BM y de las agencias internacionales de crédito en general encubren detrás de sus discursos técnicos y tan bien educados.