Ponencia presentada por corresponsal de Resumen Latinoamericano en Europa Geraldina Colotti en la Mesa n. 6 del Encuentro Internacional de la Comunicación, realizado en Caracas, Venezuela, entre el 2 y 4 de diciembre de 2019. El título de la mesa fue: Ética de la comunicación en Venezuela y Nuestra América Este no es el lugar […]
Ponencia presentada por corresponsal de Resumen Latinoamericano en Europa Geraldina Colotti en la Mesa n. 6 del Encuentro Internacional de la Comunicación, realizado en Caracas, Venezuela, entre el 2 y 4 de diciembre de 2019. El título de la mesa fue: Ética de la comunicación en Venezuela y Nuestra América
Este no es el lugar para traer el debate filosófico sobre ética, moral y las posiciones que las diversas corrientes marxistas han tomado sobre el problema desde que Marx y Engels explicaron en la Ideología alemana que los comunistas no predican ninguna moral: porque toda moral es de naturaleza ideológica, falsa y sirve para enmascarar los intereses de la clase dominante. Por supuesto, el comunismo, el movimiento que apunta a abolir el estado actual de las cosas, se basa en grandes ideales, apunta a establecer una sociedad de hombres y mujeres libres porque están libres de la explotación capitalista, y por esto ha movilizado a las masas oprimidas e inspirado grandes revoluciones.
Reiterar que la realidad es el resultado de un enfrentamiento de intereses que se origina en la contradicción capital-trabajo, sirve para orientarse también en el mundo globalizado, en el que somos bombardeados por noticias contradictorias que dificultan identificar el origen de los errores y las razones. Un mundo en el que, lo que hablan de ética desde las clases dominantes son los que más la pisotean, los que hablan de paz, derechos humanos y pluralismo, son aquellos que preparan la guerra y que imponen un pensamiento único en nombre de la llamada libertad de opinión.
La ética del periodismo se ha discutido durante mucho tiempo, se realizan cursos sobre la legislación que regula la libertad de prensa en cada estado y se organizan exámenes de periodismo sobre este tema. La primera ley de la libertad de prensa del mundo fue adoptada en Suecia en 1766, cuando aún no se habían establecido los principios de la ética profesional. La asociación de periodistas de Suecia realizó el Código de ética periodística en 1923. Obviamente, desde entonces hasta la fecha se han hecho adiciones, aclaraciones y cambios, complicados por la llegada de la información en la web y en las redes sociales.
¿Por qué comenzamos desde tan lejos? Porque es precisamente de la muy civilizada Suecia que llega hoy un ejemplo de esa «moral al servicio de las clases dominantes» que mencionamos anteriormente. El caso del periodista Julian Assange, fundador del portal Wikileaks, obligado a refugiarse en la embajada de Ecuador en Gran Bretaña, luego de revelar el escándalo del Datagate, en 2010, es esclarecedor a este respecto. Gracias al trabajo periodístico de Assange, basado en la información transmitida por un soldado estadounidense, se había conocido el contenido de los cables militares estadounidenses, y se pudo mostrar desde adentro los intereses reales que impulsan al imperialismo, detrás la fachada «moral» con la qual se presenta.
En el silencio ensordecedor de los medios, Assange está desapareciendo lentamente en las cárceles británicas y está a punto de ser extraditado a los Estados Unidos. Su persecución se puso en marcha tras una acusación sin prueba de violencia sexual por parte de jueces suecos y amplificada por una poderosa campaña de medios internacionales. Ahora, una carta oficial dirigida al gobierno sueco por el relator especial de la ONU contra la tortura, Nisl Melzer, documenta el castillo de calumnias construido por el poder judicial y transmitido por los grandes medios de comunicación para justificar la entrega del periodista a Gran Bretaña por parte de Lenín Moreno. Pero ya antes, al periodista se le habían impuesto muchas prohibiciones para expresar sus opiniones, y muchos sabotajes cybernéticos habían golpeado a Wikileaks. Todo el sistema global de medios impulsado por los EE. UU. se puso en contra de Assange, que quiso contar la verdad .
¿Cómo funciona este aparato? Aquí también, vale la pena volver a la esencia del capitalismo, que también reduce la información globalizada a una mercancía. La globalización capitalista, como se sabe, está estructurada en la profunda transformación productiva de las economías nacionales, subordinadas a los circuitos multinacionales. Las grandes corporaciones internacionales centralizan la producción y generan los componentes individuales de un producto final en varias partes del mundo, para minimizar los costos de producción. Como resultado, los productos circulan por todo el mundo y se definen, se transfieren de una compañía a otra hasta que finalmente se procesan en un país en particular.
Sin embargo, estas empresas son simplemente sucursales de grandes corporaciones. Esto también es cierto para la información- mercancía. Un sistema que, especialmente en Europa, donde la concentración monopolística entre los dueños de los medios y los dueños de la política es gigantesca, entrena a los periodistas jóvenes a autocensurarse. Y, por otro lado, considerando que, en Italia, obtener un trabajo remunerado para los jóvenes se está convirtiendo cada vez más en una quimera, aquellos que pueden permitirse el lujo de esperar un trabajo hasta los 40 años ciertamente no son hijos de familias pobres. ¿Y qué mirada tendrán esos periodistas? ¿Y cuánto estarán dispuestos a atreverse por decir la verdad?
El trabajo de Assange, luego continuado también por el portal web The Intercept, y sobre todo su historia, una vez más destacó el entrelazamiento del poder mediático con el poder judicial en la destrucción de opositores políticos y, en este caso, de periodistas incómodos. Un complot que, entre alarmas y «anticipaciones» de investigaciones judiciales e incluso sentencias aún no emitidas por los tribunales pero ya pronunciadas por los medio, pesó fuertemente sobre el golpe institucional contra Dilma Rousseff en Brasil y luego en la condena de Lula.
Un mecanismo que caracterizó la persecución de Cristina Kirchner poco antes del final de su último mandato como presidenta, cuando se intentó involucrarla en la muerte del juez Nisman, quien estaba investigando el ataque contra la Mutua Judía llevado a cabo en 1994. Una estrategia que preparó y acompañó las campañas sucias contra presidentes no subordinados a los Estados Unidos para construir sus derrotas, su despidos e incluso sus eliminaciones.
En este sentido, Venezuela es un paradigma. En este presente año, hubo un promedio de más de 3.600 noticias falsas por cada día difundidas en el extranjero: insultando sea la lógica que la inteligencia del lector, se difunde una sola versión, pero siempre en nombre del pluralismo informativo y de la libertad de opinión ¿La libertad de quién? Del gran capital internacional, que utiliza los monopolios mediáticos para ocultar la existencia concreta de una alternativa a su modelo devastador. Se ha visto durante las «guarimbas», cuando la rebeldía de los ricos se presentó en Europa como la reacción legítima de manifestantes pacíficos que luchavan contra la dictadura. Y se vieron personajes de los gobiernos capitalistas, y se vieron medios capaces de aplastar las cabezas de los manifestantes en su propio país o de encarcelarlos durante años, convirtirse en campeones de tolerancia cuando los líderes golpistas venezolanos fueron sancionados por la ley.
Para construir y difundir este gigantesco aparato de mentiras se encuentran dedicados verdaderos laboratorios de guerra, que difunden datos falsos a través de fundaciones y grandes agencias del humanitarismo, considerados como el verbo revelado cuando se tienen que elaborar informes anuales unidireccionales.
Los grandes centros de envenenamiento que tienen sus propias oficinas de prensa bien equipadas sirven a los intereses del complejo militar-industrial, y para ello invierten ríos de dinero para «ungir» los micrófonos o teclados correctos. Estos son verdaderos cinturones de transmisión del gran capital transnacional que, detrás de la pátina del capitalismo filantrópico y la defensa de causas específicas, incluso loables, o de «derechos humanos» difunden una filosofía dedicada a la preservación del mundo dividido en clases y la fragmentación de las sociedades: para evitar la formación de movimientos unidos en el conflicto por objetivos comunes. A veces, gracias a las nuevas tecnologías, construyen movimientos y personajes inofensivos, impulsan «revoluciones» como la de color.
La Agencia de los Estados Unidos para la Ayuda al Desarrollo (USAID), hace unos años, creó un twitter contra Cuba por medio de un intrincado sistema que involucró a empresas de primera línea y expertos en nuevas tecnologías. Con un juego de palabras cínico, lo llamaron ZunZuneo, porque en Cuba el colibrí se llama zunzún. La USAID ha intentado crear una base de usuarios de Twitter en Cuba, utilizando noticias deportivas y aduaneras, esperando, en una segunda fase, enviar mensajes de contenido político para provocar protestas contra el gobierno y una «revolución de color».
ZunZuneo captó a más de cuarenta mil suscriptores cubanos, pero se estima que su alcance superó los 400 mil, quienes solo después se enteraron que el servicio había sido creado por el gobierno norteamericano. Contratistas y la USAID recopilaban información con propósitos políticos. «No se mencionará en lo absoluto la participación del gobierno de Estados Unidos. Es totalmente crucial para el éxito a largo plazo del servicio y garantizar el cumplimiento de la Misión», dice un informe de la contratista Mobile Accord.
Como recordó una investigación reciente de Le Monde diplomatique, Guaidó en Venezuela, al igual que los asesores de su homóloga autoproclamada en Bolivia, ha sido entrenado por la organización Canvas, una emanación de la CIA que enseña tácticas para derrocar a los gobiernos bajo la aparente máscara de «no violencia». Varios miembros del equipo de Guaidó fueron capacitados en Belgrado en 2007: Geraldine Álvarez, su gerente de comunicaciones; Elisa Totaro, quien trabajó en la comunicación del movimiento estudiantil inspirado en los métodos y la identidad gráfica de Otpor! Rodrigo Diamanti, jefe de ayuda humanitaria de Europa. Canvas es un derivado de Otpor, uno de los motores de las «revoluciones de color» en la ex Yugoslavia. Enseñan cómo crear unidad, incitar a la desobediencia civil, organizar boicots, qué eslóganes elegir y con qué técnicas implementar.
Se fueron a Venezuela después de la reelección de Chávez en diciembre de 2006, respaldaron el llamado movimiento juvenil venezolano Generación 2007. Ya en septiembre de 2010, Canvas había identificado la principal debilidad estructural del país, el suministro de electricidad. Después de la muerte de Chávez en marzo de 2013 y el empeoramiento de la economía debido a la guerra economica, los intentos de desestabilización se acentúan.
En marzo de 2019, la central hidroeléctrica Simón-Bolívar tiene una falla. Caracas y la mayor parte de Venezuela permanecen en la oscuridad. El deterioro de la infraestructura, ya conocido en 2010, fue tal que cualquier intervención externa, incluso de naturaleza informática, podría pasar desapercibida. Y los medios se han dedicado a lanzar esta versión, así cómo, el 4 de agosto, escribieron que el magnicidio en grado de frustración contra Maduro fue «inventado».
Sin embargo, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Michael Pompeo, no tardó a espresarse en Twitter: «Sin comida, sin medicinas y ahora sin electricidad. El siguiente paso, sin Maduro. «» La luz volverá cuando cese la usurpación «, concluyó Guaidó, lanzando un llamamiento a las fuerzas armadas. Un llamamiento aprovado por William Brownfield, ex embajador de los Estados Unidos en Caracas e inmediatamente aceptado por los grandes medios: «Por primera vez tenemos un líder de la oposición que envía un mensaje claro a las fuerzas armadas y al poder legislativo. Él quiere que defiendan a los buenos «, dijo Brownfield.
Los objetivos de Canvas son perfectamente compatibles con los que el gobierno de los Estados Unidos promueve a través de la (USAID) y la Oficina de Iniciativas de Transición (Oti). En una nota de noviembre de 2006 revelada por WikiLeaks, Brownfield describió la estrategia de Estados Unidos en Venezuela: «Fortalecimiento de las instituciones democráticas; infiltrarse en la base política del régimen; dividir el chavismo; proteger los intereses vitales de los Estados Unidos, aislar a Chávez internacionalmente «. Y finalmente concluyó:» Estos objetivos estratégicos representan la parte más importante del trabajo de Usaid y de Oti en Venezuela «.
Aislar a Venezuela y Cuba, imponiéndoles una especie de apartheid que facilita su agresión sin testigos, también parece explicar lo que sucedió con la que habla, que fue bloqueada dos veces en el aeropuerto de Roma, primero para Cuba y luego para Venezuela «por orden de Whashington». Obviamente, solo los periodistas que acompañan a las «misiones militares» pueden circular …
La del «humanitarismo», con el apoyo de los medios de comunicación, es hoy un gran negocio calculado en alrededor de 150 mil millones de dólares al año. En América Latina, uno de los continentes con la tasa de desigualdad más alta del mundo, hay alrededor de un millón de ONG y fundaciones. Las grandes multinacionales del humanitarismo influyen directa o indirectamente en las políticas y la opinión pública. Algunas fundaciones, cuyos presupuestos superan los de muchos países combinados, sacan la política nacional e internacional del control democrático.
Esto se vio en Brasil, un país donde el número de estas fundaciones impulsadas por la CIA ha crecido exponencialmente en los últimos diez años. Esto se puede ver en la influencia que ciertos informes anuales (de Amnistía Internacional, Human Rights Watch y similares) tienen sobre las sanciones decididas por los Estados Unidos contra países que, como Cuba y Venezuela, no se arrodillan a sus deseos. También se puede ver en la situación actual en los diversos países de América Latina.
Como en los tiempos de la Unión Soviética, la retórica sobre los «derechos humanos», amplificada por los grandes medios de comunicación, vale unilateral: lanza señales solo contra aquellos países que no se mueven dentro de la órbita de Washington, mientras mira a otro lado cuando la represión y la tortura se perpetra en países como Chile, Colombia, Honduras o cuando hay golpes de estado, clásicos o nuevos. La influencia nociva de estos laboratorios de guerra construidos en los centros de poder mediático, financiero y militar se vio en la preparación de la guerra en Libia y en el asesinato de Gadafi, y también en la guerra en Siria, al difundirse en la red de falsas masacres perpetradas por el gobierno, construidas como en un set de Hollywood.
El desarrollo de nuevas tecnologías también es una espada de doble filo, que permite a quienes no tienen los medios para contrarrestar la información dominante incluso con un video desde un teléfono móvil, pero también para pilotar falsas «revoluciones», haciéndolas parecer espontáneas y nacidas «desde abajo «; o para construir personajes mediáticos como la Greta de turno, inofensivo o patrocinados por los que causan un problema sistémico como la destrucción de la naturaleza.
La indudable democratización producida por el desarrollo de la web, sin embargo gestionada por grandes corporaciones lideradas por Estados Unidos, intenta contrarrestar la «post-verdad» en la que todo parece ser igual a todo, sin jerarquías de valores. Cuando, después del referéndum que debería haber decidido si la formula Morales-Linera podría volver a presentar su candidatura, estalló el escándalo del falso hijo de Morales, se produjeron lágrimas y declaraciones. ¿A quién creer? Sembrar dudas y desorientación ya es un gran logro.
Una tarea a la que también se dedican los grandes medios de comunicación europeos, sobre todo cuando se trata de demoler la imagen de Nicolás Maduro y Venezuela: es suficiente llamar siempre «regímenes» a los gobiernos que no les gustan a Washington y dictadores a sus presidentes, y siempre llamar «democracias» a los Estados forajidos pero amigos de los Estados Unidos. Es suficiente apropiarse de los símbolos de las revueltas reales y ponerlos al revés a favor de las falsas revueltas, las rebeldías de los ricos. El problema, como siempre, es el control y, por lo tanto, el poder: en los medios de producción y en los monopolios mediáticos que sirven a los intereses de esas 60 familias que gobiernan el mundo. Y no debemos ser engañados por la llamada «neutralidad» de la información, que se combina con el mito de la «alternancia» en el juego político de la democracia burguesa.
Una bonita caricatura circula que dice: «Si Fulano dice que llueve y Fulanito dice que hay el sol, ¿qué debe hacer un periodista? Abrir la maldita ventana y ir a ver «. Pero, ¿qué hacer si ese periodista no tiene más ojos para ver y oídos para oír? Aquí, la palabra pasa a la lucha de clases, aquí hablan los pueblos.