Salir criticando la devaluación desde la posición hipócrita de la derecha forma parte de su estrategia de sabotaje económico, y hay que tratar de enfrentarlos para evitar que siembren la confusión en las filas bolivarianas y en el seno del pueblo. Sin embargo, esto no debe cohibir la crítica desde las filas de la revolución, […]
Salir criticando la devaluación desde la posición hipócrita de la derecha forma parte de su estrategia de sabotaje económico, y hay que tratar de enfrentarlos para evitar que siembren la confusión en las filas bolivarianas y en el seno del pueblo. Sin embargo, esto no debe cohibir la crítica desde las filas de la revolución, y de las organizaciones populares, hacía lo que consideramos una incoherencia recurrente en política económica.
Los economistas que representan los intereses de los grupos económicos dominantes hicieron un aquelarre luego de que el gobierno bolivariano anunciara la modificación de la tasa de cambio oficial de las transacciones que se hacen por CADIVI y, al mismo tiempo, anunciara la eliminación del SITME. Como brujas en éxtasis, vociferaban acusando al gobierno de aplicar un «paquete rojo», y calificaron la fecha como «el viernes rojo», para tratar de comparar las medidas con el programa de ajustes neoliberal de Carlos Andrés Pérez en 1989, y con el «viernes negro» de 1984 cuando el gobierno saliente de Luis Herrera Campins dio fin a la tasa cambio fija de 4,3 bolívares por dólar que predomino desde inicios de la década de 1960.
Señalar al gobierno de aplicar medidas de ajustes ortodoxas, neoliberales, así como compararlo con los gobiernos antipopulares de la IV República, no sólo es una falacia sino un acto de cinismo, por parte de aquellos que han participado activamente en la elaboración tanto del programa económico que traía bajo el brazo el empleado Pedro Carmona Estangs, cuando encabezó el golpe de 2002, como del paquete de ajuste acordado por la élite de las fuerzas políticas que respaldaban a Capriles Radonsky.
Colocar a las medidas cambiarias anunciadas el pasado viernes, en el mismo nivel de las políticas económicas que se instauraron a partir de la década de los 80, y del destapado programa económico de Radonsky, forma parte de una estrategia de manipulación mediática planificada desde los últimos meses. Ciertamente, en aquellos tiempos, las políticas económicas de ajuste neoliberal estaban orientadas a crear las condiciones adecuadas para la acumulación de capital, impulsada por las ganancias capitalistas y con el tutelaje de los organismos financieros internacionales y los representantes del capital financiero internacional (FMI, Banco Mundial, BID, calificadoras de riesgos y banca de inversión). Esto último, significaba una pérdida de soberanía en la elaboración de la política económica que, a la par, implicaba la entrega de los recursos petroleros a al capital trasnacional. Si la de ellos era una estrategia de acumulación basada en el impulso de las ganancias, significaba que era altamente regresiva, afectando los ingresos y el empleo de los trabajadores. Ciertamente, lo que caracterizó a estas política fue su aversión a ajustar el salario mínimo, la promoción reformas laborales que flexibilizaron y precarizaron el mercado laboral, llevando a la ocupación informal a más de 50% de la totalidad de la ocupación. La consecuencia fue el deterioro profundo de los indicadores sociales debido al ensanchamiento de la desigualdad y de la pobreza. El modelo impulsado por los economistas de la del libre mercado, implica un resultado distributivo desfavorable a los trabajadores.
Igual, el fin de semana, los economistas corporativos resaltaron el alto porcentaje del ajuste, al fijarse la el precio del dólar oficial a 6,30 bolívares. La mayoría señaló que era un incremento fuerte y que esto afectaría el salario de los trabajadores. Esta rasgadura de vestiduras y la defensa a los trabajadores, es contradictoria con su complicidad, pública y notoria, en la estrategia especulativa desplegada principalmente por el capital financiero, y dónde estos economistas de la derecha han tenido un rol fundamental. Aunque alguno de ellos (Luis Vicente León), en un arrojo de sinceridad, dijo que el ajuste era insuficiente, es decir que si hubieran sido ellos el incremento hubiese sido mayor.
La necesidad del debate y la crítica revolucionaria en la política económica
El modelo de crecimiento impulsado por el gobierno bolivariano apunta estratégicamente hacia la inclusión de la gran mayoría de la población (pobres, pobres extremos, sectores medios…), a través de la distribución popular de la renta petrolera. Como lo señalamos en el artículo anterior (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=163508&titular=devaluar-o-no-devaluar%85-%BF%E9ste-es-el-problema?-) es un modelo basado en el respaldo del ingreso familiar y en el empleo. Las políticas económicas que se han implementado han sido se manera soberana, sin la necesidad de un acuerdo con el FMI. Ni siquiera empezando el gobierno, en 1999, cuando el barril de petróleo estaba en 7 dólares, se acudió al FMI ni se aplico un ajuste ortodoxo. Lo que sin duda alguna, si iba a hacer el gobierno de la MUD si ganaba las elecciones. Tenemos como evidencia el acuerdo firmado por la élite de la MUD en año pasado, hecho público por un desertor de sus filas que denunció la agenda paralela que implica un plan de ajustes neoliberal. Este documento era un pacto con los grupos dominantes internos y extranjeros. Ese documento era una carta de intención con el FMI. Ellos iban a devaluar con más intensidad porque los intereses de su financistas así lo requería, porque creen que esta es la única forma de corregir los desequilibrios.
Salir criticando la devaluación desde la posición hipócrita de la derecha forma parte de su estrategia de sabotaje económico, y hay que tratar de enfrentarlos para evitar que siembren la confusión en las filas bolivarianas y en el seno del pueblo.
Sin embargo, esto no debe cohibir la crítica desde las filas de la revolución y de las organizaciones populares. Por eso insistimos que las devaluaciones significativas que el gobierno termina aplicando, luego de un severo ataque cambiario, tienen ganadores y perdedores. Entre éstos últimos están los trabajadores. Las devaluaciones terminan creando un círculo vicioso de inflación-devaluación-inflación. Son incoherentes con el modelo económico promovido porque afectan el ingreso familiar y el empleo, al mismo tiempo que beneficia al capital financiero especulativo y parasitario. El salario laboral será afectado, y hecho que esto lo digan los economistas de la derecha, no significa que sea mentira sino lo que ellos por oportunismo se aprovechan de la coyuntura. El hecho es que ellos lo harían peor, por convicción, por los intereses de clase que ellos defienden.
No tiene sentido defender la devaluación con los argumentos fondomonetaristas de «promover las exportaciones y disminuir las importaciones», ni de «mejorar la competitividad».
El gobierno bolivariano posiblemente hará lo que ha hecho en las últimas devaluaciones, con respecto a los efectos nocivos sobre la población trabajadora. Es decir, aumentará el salario mínimo. Aunque hay un porcentaje importante de la población ocupada que no percibe el salario mínimo porque está ocupado en el sector informal. Por tanto, hay que tomar medidas que atenúen la caída del ingreso y del consumo de las familias de los sectores populares, de los sectores medios.
Hay que profundizar las medidas de carácter estructural que promuevan el logro de metas de producción agrícola y manufacturera; hay que fortalecer la capacidad de gestión y la eficiencia; hay que reducir el poder de los grupos emergentes que controlan el negocio de la importación, de los dólares y de las contrataciones en complicidad con funcionarios del aparato del Estado; hay que disminuir el inmenso poder del capital financiero especulativo y de los bancos privados que están controlando el mercado paralelo; hay apoyar a los que quieran producir para el mercado interno.
La creación del Órgano Superior para la Optimización del Sistema Cambiario es un paso positivo, si este lleva a mejorar los niveles de eficiencia del control cambiario. Tal como señaló el Vicepresidente, Nicolás Maduro, si se mejoran los controles previos y posteriores CADIVI puede funcionar mejor. Si se crea un sistema integrado entre CADIVI, el SENIAT y el BCV se le daría un golpe al sector especulador que se ha enquistado en la economía. Este es uno de los anuncios más importantes, por lo tanto hay que tratar de que funcione. Un gobierno de la oligarquía desmantelaría el control de cambio cuanto antes.
La medida de la apertura de las cuentas en dólares debe ser reconsiderada. Esto es un error porque promueve la dolarización de la economía. Se debe promover las cuentas en bolívares, para promover el ahorro y no seguir expulsado al bolívar fuerte.
Es importante que el debate sobre las medidas económicas recientes se lleve a cabo con un espíritu crítico-constructivo. El año pasado, algún asesor, con aliento derechista, recomendó el incremento del IVA. Y hasta el presidente Chávez lo anunció, pero nunca se llevó a cabo esta medida. Seguramente, porque el presidente escuchó los escritos que señalaban que este impuesto era incoherente con una política económica que promueva el mercado interno, la distribución del ingreso y la producción nacional.
* Simón Andrés Zúñiga es economista venezolano, miembro de la Sociendad de Ecomomía Política Radical (SER)
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