Desde mediados del año pasado todos, casi sin excepción, hablamos de crisis. Sin embargo cuando se revisan los indicadores socioeconómicos a escala mundial surge inevitablemente la pregunta ¿Por qué recién ahora hablamos de crisis?. Efectivamente, se ha discutido mucho si se trata de una crisis que afecta sólo al sector financiero o alcanzará también a […]
Desde mediados del año pasado todos, casi sin excepción, hablamos de crisis. Sin embargo cuando se revisan los indicadores socioeconómicos a escala mundial surge inevitablemente la pregunta ¿Por qué recién ahora hablamos de crisis?.
Efectivamente, se ha discutido mucho si se trata de una crisis que afecta sólo al sector financiero o alcanzará también a la llamada economía real, si es por insuficiencia de crédito o por insolvencia, por codicia o especulación, y así de corrido. Finalmente ahora ya se reconoce que es una crisis del sistema como tal, que por efectos de la tan elogiada globalización no hay región de la tierra que pueda aislarse de la misma.
Transformaciones
Se trata como sabemos de una crisis del capital que aparece como culminación de un ciclo largo de la economía mundial iniciado a mediados de los años ’70 del siglo pasado. En poco más de tres décadas se llevó a cabo una profunda mutación de las estructuras del sistema, las nuevas tecnologías de capital intensivo, una fuerte ofensiva del capital sobre el trabajo, transformaciones en los procesos productivos y en la gestión de la fuerza de trabajo, junto con la relocalización de los espacios productivos y de servicios, fueron ejes centrales de esta transformación
Se fue definiendo así un modelo de acumulación y reproducción de capitales que, sostenido en la recuperación de la tasa de ganancia, redundó en una expansión generalizada de la economía mundial, y especialmente en la última década generó grandes ganancias para los capitalistas.
Indicadores
Pero al mismo tiempo este ciclo de crecimiento con alta rentabilidad resultó fuertemente concentrador de la riqueza y expansivo en cuanto a la pobreza. Esto se verifica cuando se pasa revista a los indicadores socioeconómicos que periódicamente brindan diversos organismos de Naciones Unidas.
La reestructuración capitalista elevó abruptamente la cantidad de desempleados en el mundo que llega según la OIT a 190 millones de trabajadores en tanto que el subempleo alcanza los 1300 millones. El 50 por ciento de la población activa mundial está subempleada o trabaja en condiciones de alta precarización.
Según cifras de la FAO a mediados de 2007 eran consideradas pobres 4750 millones de personas en el mundo, de estos el 20 por ciento pobres de pobreza absoluta. En América latina 205 millones de personas perciben ingresos por debajo de la línea de pobreza, 53 millones de ellos sufren de desnutrición crónica. En Argentina son pobres unos 12 millones mientras que la indigencia alcanza a 4 millones de personas. Para la UNESCO 113 millones de niños no acceden a la educación formal, mientras que 815 millones de adultos son analfabetos.
Crisis alimentaria
En 2007 sobrevivían en el mundo 923 millones de personas hambrientas, un 30 por ciento eran niños. Durante los últimos dos años la producción mundial de cereales creció casi un 8 por ciento, llegando a las 2.200 millones de toneladas. Según estudios reconocidos este tonelaje es el doble del necesario para alimentar a la población mundial, sin embargo la FAO se vio obligada a convocar una reunión cumbre el año pasado para discutir cómo incrementar la producción frente a la crisis alimentaria mundial, señalando que hay 20 países cuyas poblaciones padecen de hambre crónica.
Las metas establecidas años atrás por la FAO de reducir para el 2015 a la mitad el número de personas con hambre en el mundo es ya un gran fracaso, por el contrario en la última década el número de personas que padecen hambre se incrementó un 10 por ciento. Hoy 1300 millones de personas están bajo riesgo de inseguridad alimentaria y desnutrición, constituyen los nuevos migrantes en busca de agua potable, tierras fértiles o comida.
Crisis Ambiental
El uso abusivo de los combustibles fósiles, desechos industriales y cloacales sin tratamiento alguno por falta de infraestructura adecuada, el desmonte de bosques con su correlato de sequías e inundaciones, carencia de servicios esenciales en los conglomerados urbanos, las nuevas técnicas de la explotación minera, la agricultura en base a los nuevos paquetes tecnológicos, provocan lluvia ácida, contaminación de los cursos de agua potable, el calentamiento global… ponen límites al crecimiento económico y poblacional.
Para la OMS el 40 por ciento de la población mundial no tiene acceso directo a servicios sanitarios, en tanto que el 45 por ciento no tiene agua potable. Según esta organización de la ONU 13 millones de personas mueren al año a causa del deterioro del ambiente. El actual modelo de desarrollo, hegemonizado por las grandes corporaciones internacionales, no es sustentable en el tiempo.
¿Por qué ahora?
Todos los datos aquí consignados no sólo son oficiales sino que han sido procesados con anterioridad a que se desatara la crisis que hoy nos preocupa. Volvamos entonces al principio ¿por qué ahora se habla tanto de la crisis?
¿Será porque está en juego el destino mismo de muchos capitalistas? Se habla de la falta de crédito, de la insolvencia de los deudores, de la caída de ventas y la acumulación de stocks, de las eventuales quiebras empresarias, pero poco y nada se dice de que esta crisis del capital engrosará los ya de por sí dramáticos indicadores socioeconómicos. Incluso cuando se informa de nuevos aumentos de la desocupación, se lo hace pensando en que se pierden consumidores y no que se arroja a la exclusión a miles y miles de personas.
Las medidas que todos los gobiernos están tomando van orientadas según los intereses del capital: subsidios a los bancos y a las empresas, líneas de crédito blandas para financiar el consumo y sostener la demanda preservando la tasa de ganancia de los capitalistas, todo con dineros públicos. Poco es lo que se orienta hacia los trabajadores y las clases subalternas, mientras que la riqueza se sigue concentrando.
Una vez más salvar a los trabajadores y a los pueblos y no a los bancos y las empresas es el reclamo más urgente que seguramente estará presente en el Foro Social Mundial que esta misma semana está reunido en Belem do Pará, Brasil.