En la génesis del Banco Central Europeo, BCE, se encuentra el ADN del Bundesbank alemán. Alemania, aterrorizada tras los excesos que su Banco Central cometió en los años 20 y que llevaron a un periodo hiperinflacionario que finalmente dio paso al ascenso del nacionalsocialismo de Hitler, veía con gran recelo que los bancos centrales pudieran […]
En la génesis del Banco Central Europeo, BCE, se encuentra el ADN del Bundesbank alemán. Alemania, aterrorizada tras los excesos que su Banco Central cometió en los años 20 y que llevaron a un periodo hiperinflacionario que finalmente dio paso al ascenso del nacionalsocialismo de Hitler, veía con gran recelo que los bancos centrales pudieran estar al servicio de los Gobiernos, promoviendo de esta forma la independencia de los bancos centrales del poder ejecutivo.
Tras la crisis de la década de los 70 en la que se produjeron episodios de estanflación en muchos países, el triunfo del neoliberalismo se extendió en la mayor parte de los países occidentales. En este momento triunfa la tesis de la independencia de los bancos centrales del poder político. De este modo, Alemania ya tenía sentadas las bases para que el futuro Banco Central Europeo se rigiera bajo la premisa de la supuesta independencia política y tuviera como principal objetivo el mantenimiento estable de los precios. En 1998 nace el BCE hecho a imagen y semejanza del Bundesbank, estableciendo su sede en Frankfurt y prohibiéndose expresamente su capacidad de comprar deuda soberana de los Estados miembros en los mercados primarios.
A pesar de estos supuestos, es interesante hacerse la pregunta de si realmente existe tal independencia política por parte del Banco Central Europeo. El Presidente del BCE, Mario Draghi, se empeña una y otra vez en remarcar en sus diferentes declaraciones, que las medidas impulsadas desde el BCE son medidas de carácter tecnocrático, es decir, medidas de carácter técnico que no están supeditadas ni a la política ni a la ideología. Pero ¿cómo podemos pensar que las medidas que van a determinar las condiciones de vida de millones de ciudadanas y ciudadanos no tienen un contenido político? Si vemos las medidas adoptadas desde el BCE en los 5 años de crisis económica, social, financiera, y por qué no decirlo, crisis civilizatoria del modelo europeo, el BCE ha dirigido sus esfuerzos hacia la salvación y el rescate de la banca privada y el gran capital, mientras que son el resto de ciudadanos los encargados de pagar las facturas de los excesos cometidos por los grandes capitales.
En la rueda de prensa ofrecida por el Sr. Mario Draghi el pasado jueves 4 de abril a propósito de la crisis chipriota, éste, ante el asombro de gran parte de los ciudadanos europeos, reconocía en un primer momento que las medidas adoptadas por los países de la periferia europea, parte de los mismos eufemísticamente llamados países rescatados, no estaban funcionando. A estas alturas, en Europa, cualquier reconocimiento de culpa del establishment o grupo dominante, causa el asombro y la sorpresa de cualquier ciudadano. Sin embargo, poco después, Mario Draghi continuaba explicando que las medidas no estaban funcionando porque estos gobiernos de la periferia no han sabido aplicar las medidas adecuadas y que «el BCE no puede suplir a los Gobiernos ante su inacción al aplicar las reformas estructurales». Curiosa interpretación que desde al BCE se hace sobre su papel en la aplicación de las medidas, puesto que participa directamente en el diseño y el control de las mismas.
Hay que recordar que los programas de rescate (bancario) y austeridad fiscal a los que se ha visto sometida gran parte de la periferia Europea, deben ser aprobados y son controlados por la llamada Troika. Es decir, por ese grupo tricéfalo de «bienintencionados» formado por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea. ¿No era el BCE independiente del poder político y aséptico a las ideologías? El Fondo Monetario Internacional es uno de los máximos defensores del neoliberalismo a lo largo y ancho del globo, con resultados lamentables de sus medidas para las periferias. Así lo sufrieron en la década de los 80 la mayoría de los países de América Latina. En éstos la aplicación de las medidas que desde las diferentes instituciones radicadas en Washington, entre ellas el FMI, culminaron en un aumento de la desigualdad, la pobreza y la debilidad institucional de los países de la región, configurándose lo que se conoce como la década pérdida de América Latina.
Las medidas tecnócratas en la política no existen. Cada acción, cada medida, cada intervención está impregnada de ideología. Estas medidas pueden ir desde la idea de alcanzar unos mayores niveles de justicia social y redistribución de la riqueza, hasta la de seguir incrementando el poder de las élites dominantes. El neoliberalismo se empeña en vestirse con un manto «aséptico», pero la realidad es que las medidas que promueven van a salvar a unos pocos que poseen mucho, y que sean los otros muchos que no tienen tanto los que deban hacer frente a la factura de los primeros. El Banco Central Europeo, por mucho que se empeñe su Presidente Mario Draghi, hace política, presiona a los Estados y mina la soberanía de los Pueblos de Europa. Finalmente se cumplió la máxima alemana tras la II Guerra Mundial, los bancos centrales en Europa no están al servicio de los Gobiernos. Por el contrario, ahora son los Gobiernos de la periferia Europea los que quedan al servicio de los intereses y la ideología del Banco Central Europeo.
Sergio Martín Carrillo es candidato a Doctor en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y colaborador de la Fundación CEPS.