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Entrevista a Sam Pizzigati, editor de "Too Much"

«Las necesidades de los ricos están marcando la politíca actual»

Fuentes: Diagonal

Este periodista investiga desde 1995 las evasiones fiscales de las grandes fortunas. Para los «super ricos» asegura Pizzigatti, la crisis no ha sido sino un «insignificante traspié».

DIAGONAL: ¿Es posible gobernar de modo responsable sin detener la evasión a gran escala que llevan a cabo los denominados super ricos?

SAM PIZZIGATI: Desde luego que no. El pasado otoño, con el derrumbamiento del sector financiero, el pillaje económico que sufren nuestra sociedades se hizo demasiado evidente para ser ignorado. Mucha gente llegó a comprender el problema que supone permitir que la riqueza y el poder se concentren en unos pocos bolsillos. Y esto es lo que está pasando, especialmente en los EE UU. Los estadounidenses más ricos (el 1%) acumulan más riqueza que el 90% de la población junta; y esto trae consigo un tipo de política que gira casi de modo exclusivo alrededor de las necesidades de los ricos y poderosos. Por ejemplo, desde septiembre de 2008 las administraciones de Bush y Obama han concedido a las grandes corporaciones bancarias y aseguradoras 17,5 billones en rescates financieros. En comparación, la ciudadanía media ha recibido sólo un billón en ayudas similares.

D.: ¿Se puede combatir la evasión fiscal de estos magnates?

S.P.: Desde luego, si los Gobiernos endurecen su actitud y comienzan a colaborar con otros países con medidas serias. En Alemania, por ejemplo, los evasores que se entreguen voluntariamente a las autoridades pueden obtener descuentos en las penalizaciones que se les aplicarían de modo ordinario. También existe una organización internacional con base en Gran Bretaña, The Tax Justice Network, que realiza un gran trabajo coordinando los esfuerzos de multitud de grupos de activistas que luchan contra la evasión fiscal y los paraísos fiscales en el ámbito global.

D.: En lo local, ¿qué se debería hacer para disminuir la sangría fiscal?

S.P.: La herramienta clásica sigue siendo la aplicación de impuestos progresivos, siguiendo la idea de que cuanta más riqueza acumules, más impuestos debes pagar. Durante las dos décadas que siguieron a la II Guerra Mundial, el 91% de los estadounidenses con rentas superiores a 400.000 dólares pagaron sus impuestos. Hoy hablamos de un 35%. Este porcentaje debería ser mayor, esto está claro, pero creo que los movimiento actuales de justicia fiscal pretenden ir más allá. Cada vez está más presente el concepto de «salario máximo». En Reino Unido, un grupo de personalidades progresistas han exigido al Gobierno la creación de una comisión de Grandes Salarios para explorar la posibilidad de desarrollar «criterios sobre rentas máximas», entre otras tareas.

D.: ¿Cómo funcionaría esta idea?

S.P.: El año pasado en Ecuador , se aprobó la legislación necesaria para crear una «remuneración máxima» para empresas y agencias subsidiadas por el erario público. Este nuevo tope limita el salario de los altos ejecutivos de este sector hasta un máximo de 25 veces el sueldo mínimo del país. En los EE UU se ofrecerán descuentos fiscales a aquellas compañías que paguen a sus ejecutivos por debajo de cien veces el sueldo de sus trabajadores de base. Hoy en las grandes compañías estadounidenses esta relación es de 319 a 1. También en Holanda se está desarrollando un criterio para que nadie que cobre en dinero público pueda ganar más que el equivalente al sueldo del primer ministro, esto es, 265.000 dólares anuales.

D.: Los medios sugieren que más impuestos acarrean más tasas de evasión. ¿Cual es su opinión?

S.P.: Si esto fuera cierto, entonces unos impuestos más bajos deberían disminuirlas. Pero resulta que hoy tenemos impuestos bajos para la gente rica y ello tampoco impide que estos sigan engañando al fisco de igual modo. En general, los ricos no utilizan servicios públicos y les molesta tener que pagar por ellos. Sólo entre 2000 y 2007, en los EE UU se evadieron 50.000 millones de dólares procedentes de las grandes fortunas del país, a través de entidades financieras como Swiss USB. Ésta, junto a otros dos grupos bancarios de Suiza ayudaron a ocultarle a las autoridades fiscales estadounidenses 50.000 millones de dólares de beneficios gravables, procedentes de las mayores fortunas de los EE UU.

D.: ¿Es usted optimista sobre la posibilidad de reducir la influencia de los más ricos en el futuro?

S.P.: Soy optimista porque la historia nos da razones para serlo. A principios del siglo XX, los super ricos de los EE UU eran tan poderosos como los de hoy en día. Pero a mediados del mismo siglo habían perdido mucha influencia sobre la política y la economía del país. En otras palabras, se ganó una batalla de primer orden contra la concentración del capital, y esto es algo que creo podemos conseguir otra vez.

«Se deben limitar los sueldos de los ejecutivos»

S.P.: Muchas de las propuestas de reforma que están recibiendo atención hoy en día resultan, bajo una mirada más crítica, bastante insuficientes. Por ejemplo, en Estados Unidos los medios de comunicación están prestando gran atención a una iniciativa para que los accionistas de las compañías tengan voz y voto a propósito de los sueldos que se asignan a sus altos ejecutivos. Sin embargo, esta idea ya se está aplicando en otros países sin que haya conseguido limitar el alza de estos salarios. De todos modos, a partir de esta idea se podrían elaborar instrumentos útiles para la reforma fiscal, como ha sugerido el antiguo director económico del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, Willem Buiter. Por ejemplo, establecer un tope según el cual aquellos ejecutivos cuyos paquetes salariales hayan sido rechazados por el accionariado de su empresa tengan que cobrar un máximo equivalente al sueldo del jefe de Estado. Para ilustrar este punto hay que tener en cuenta que los altos ejecutivos de las 20 mayores empresas que rescató el Gobierno de EE UU el año pasado, cobran de media 34 veces el salario del presidente Obama.