Traducido para Rebelión por LB
Los medios de comunicación no han podido hacer una cobertura más desastrosa de la historia del fósforo blanco. Así pues, antes de ocuparme de las nuevas revelaciones llegadas desde Fallujah, me gustaría intentar aclarar algo respecto de las antiguas. No existen pruebas sólidas de que se utilizara fósforo blanco contra la población civil. La acusación fue realizada en un documental emitido por la cadena italiana RAI titulado Fallujah: La Masacre Oculta. En él se afirmaba que los cadáveres que aparecían en las fotografías que incluía «mostraban extrañas heridas, algunos estaban quemados hasta los huesos, a otros la piel les colgaba de la carne (…) Las caras se han disuelto literalmente, como otras partes del cuerpo. Las ropas aparecen extrañamente intactas». Estas afirmaciones venían sustentadas por un defensor de los derechos humanos que declaraba estar en posesión de una «licenciatura en biología».
Yo también poseo una licenciatura en biología, y al igual que él estoy tan cualificado para determinar la causa de la muerte de una persona como lo estaría para realizar una operación a corazón abierto. Así que le pedí a Chris Milroy, profesor de patología forense en la universidad de Sheffield, que viera el documental. Me informó que «a mi juicio, nada indica que los cuerpos hayan sido quemados». Se han ennegrecido y han perdido su piel «por efecto de la descomposición». Ignoramos aún cómo murió esa gente.
Sin embargo, existen pruebas consistentes de que se empleó el fósforo blanco como arma contra los combatientes en Fallujah. Tal como se reveló en esta columna el pasado martes, oficiales de infantería usamericanos confesaron que lo habían empleado para desalojar a los insurgentes. Un portavoz del pentágono manifestó a la BBC que el fósforo blanco «fue utilizado como arma incendiaria contra combatientes enemigos». Afirmó que [la bomba de fósforo] «no es un arma química. No están prohibidas ni son ilegales». Esta negativa ha sido aceptada por la mayoría de los principales medios de comunicación. Las convenciones de la ONU, dijo el Times, «prohíben la utilización [de estas armas] contra objetivos civiles, pero no contra objetivos militares». Sin embargo, la palabra «civil» no aparece en la convención sobre las armas químicas. La utilización de las propiedades tóxicas de un producto químico como arma es ilegal, con independencia del objetivo contra el que se utilice.
El Pentágono arguye que el fósforo blanco quema a la gente en lugar de envenenarla y que únicamente está incluido en el protocolo que regula el uso de armas incendiarias, el cual los EEUU no han firmado. Sin embargo el fósforo blanco es un producto a la vez incendiario y tóxico. El gas que produce ataca las membranas mucosas, los ojos y los pulmones. Como declaró la semana pasada a la BBC Peter Laiser, miembro de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, «Si (…) las propiedades tóxicas del fósforo blanco, sus propiedades cáusticas, se utilizan de forma específica como arma, eso está naturalmente prohibido, puesto que (…) cualquier producto químico utilizado contra seres humanos o contra animales que produzca daños o muerte por efecto de sus propiedades tóxicas es considerado como arma química».
El ejército estadounidense sabe que su utilización como arma es ilegal. En el Libro de Combate, publicado por la Universidad de Mando y Estado Mayor Estadounidense de Fort Leavenworth, Kansas, mi corresponsal David Traynier encontró la siguiente frase: «Va contra la ley de la guerra terrestre utilizar Fósforo Blanco (FB) contra objetivos humanos».
Anoche, la bloger Gabriele Zamparini descubrió un documento desclasificado del departamento estadounidense de Defensa con fecha de abril de 1991 titulado «Posible utilización de producto químico fosfórico». «Durante la brutal represión que siguió al alzamiento kurdo», afirma, «fuerzas irakíes leales al presidente Sadam pueden haber utilizado armas químicas de fósforo blanco (FB) contra los rebeldes kurdos y la población de las provincias de Erbil (…) y Dohuk, en Irak. El producto químico fósforo blanco fue disparado mediante proyectiles de artillería y desde helicópteros artillados (…) Estas informaciones sobre posibles ataques con armas químicas de fósforo blanco se difundieron rápidamente (…) cientos de millares de kurdos huyeron de estas dos áreas». En otras palabras, al Pentágono no le cabe la menor duda de que el fósforo blanco es un arma química ilegal.
Los insurgentes [irakíes de Fallujah], naturalmente, estarían igual de muertos hoy si hubieran sido muertos por otros medios. Entonces, ¿es realmente importante saber si se utilizaron armas químicas junto con otro tipo de municiones? Sí lo es. Cualquiera que haya visto esas fotografías de hileras de veteranos ciegos en los actos de homenaje a los caídos en la I Guerra Mundial seguramente comprenderá el sentido de la legislación internacional y los peligros que encierra socavarla.
Sin embargo, no deberíamos olvidar que la utilización de armas químicas fue un crimen de guerra dentro de un crimen de guerra envuelto en un crimen de guerra. Tanto la invasión de Irak y el asalto de Fallujah fueron actos ilegales de agresión. Antes de atacar la ciudad, los marines impidieron abandonar la ciudad a los varones «en edad militar». Muchas mujeres y niños se quedaron: el corresponsal del diario Guardian calculó que quedaron en la ciudad entre 30.000 y 50.000 civiles. Los marines trataron a Fallujah como si todos sus habitantes fueran combatientes. Arrasaron millares de edificios, denegaron ilegalmente la entrada a la Media Luna Roja irakí y, según el comisionado especial de la ONU, emplearon «el hambre y la deprivación de agua como armas de guerra contra la población civil».
He estado leyendo relatos del asalto publicados por el Marine Corps Gazette. Los soldados parecen haberse creído todo lo que el Gobierno usamericano les dijo. Un artículo afirma que «la ausencia de civiles hizo que los marines pudieran emplear armas de demolición antes de entrar a casas que se habían convertido en fortines y ya no eran hogares». Otro decía que «en la ciudad se quedaron menos de 500 civiles». Y proseguía: «La heroicidad [de los marines] será el tema de muchos artículos y libros (…) La auténtica clave de esta victoria táctica la constituyó el espíritu de los guerreros que libraron la batalla con coraje. A ellos corresponde todo el mérito de la liberación de Fallujah».
Pero enterrada bajo ese manto de palabrería yace una grave revelación. Una de las armas de asalto que emplearon los marines había sido montada con cabezas que contenían «cerca de un 35% de explosivo novel termobárico (EN) y un 65% de explosivo convencional de alta potencia». Los estadounidenses desplegaron este arma «para derrumbar los techos de las casas y aplastar bajo los escombros a los insurgentes en las habitaciones interiores». Y fue utilizada repetidamente: «El gasto de explosivos para limpiar las casas fue enorme».
Los marines difícilmente pueden alegar que ignoran el efecto de esas armas. Un artículo publicado en el 2000 en la Gazette describe en detalle los efectos de su uso por parte de los rusos en Grozni. Las armas termobáricas, también llamadas de «aire-combustible», dice el artículo, forman una nube de gases volátiles o de explosivos en polvo fino. «Esta nube se detona y la bola de fuego resultante achicharra el área circundante consumiendo el oxígeno de esa zona. La falta de oxígeno crea una sobrepresión enorme (…) Toda persona situada bajo la nube muere literalmente aplastada. En el exterior del área que cubre la nube la onda expansiva se desplaza a una velocidad de unos 3.000 metros por segundo (…) Como resultado, una bomba de aire-combustible puede producir el efecto de una bomba nuclear táctica sin dejar radiaciones residuales (…) Las personas atrapadas directamente bajo la nube de aerosol mueren por efecto de las llamas o de la sobrepresión. Aquellos situados en la periferia de la explosión pueden resultar gravemente heridos. El resultado pueden ser quemaduras, huesos rotos, contusiones provocadas por escombros volantes y ceguera. Más aún, las heridas aplastantes consecuencia de la sobrepresión pueden provocar embolia de los vasos sanguíneos, conmoción, hemorragias internas múltiples en hígado y bazo, pulmones colapsados, tímpanos reventados y desplazamiento de los ojos de sus órbitas». Es difícil ver cómo se podrían utilizar estas armas en Fallujah sin matar a civiles.
Esto se me antoja una explicación convincente del daño producido a Fallujah, una ciudad en la que probablemente se refugiaron entre 30.000 y 50.000 civiles. Podría explicar también las víctimas civiles mostradas en la filmación. Así que ahora la pregunta se amplía y se convierte en esta otra: ¿hay algún crimen que las fuerzas de la coalición no hayan cometido en Irak?
Texto original inglés en: