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Entrevista

Las nuevas pistolas de Pancho Villa

Fuentes: Granma

Este Pancho Villa es chileno y no lleva pistolas en bandolera, pero quiere completar el sueño de aquel mexicano que se enfrentó a la oligarquía y al intervencionismo en los primeros años del siglo pasado. Por armas, la guitarra, la poesía y la voz. Él mismo se define como «un activista político y social que […]

Este Pancho Villa es chileno y no lleva pistolas en bandolera, pero quiere completar el sueño de aquel mexicano que se enfrentó a la oligarquía y al intervencionismo en los primeros años del siglo pasado. Por armas, la guitarra, la poesía y la voz. Él mismo se define como «un activista político y social que canta».

Ha vuelto a Cuba por dos profundas convicciones. Una semana atrás participó en el histórico encuentro internacional Contra el terrorismo, por la verdad y la justicia, y ahora acaba de hacerlo en el IV Congreso Internacional Cultura y Desarrollo.

«Vengo de un país -explica- donde las huellas del terrorismo de Estado son muy profundas y hay sectores interesados en olvidar, en verlo como asunto del pasado. Aquí en La Habana se puso de manifiesto cómo el terrorismo, lamentablemente, sigue vivo y ha tenido sus mismos gestores ayer y hoy, porque los que alentaron a la Junta Militar y apoyaron la Operación Cóndor son los mismos que olvidan que Orlando Bosch es un criminal y están en manejos para que Posada Carriles no sea extraditado a Venezuela.»

«Pero también soy de los que piensa -añade- que la justicia finalmente se impondrá. Aunque no por generación espontánea. Cada uno de nosotros debe trabajar por ella. Traje mi voz a este Congreso porque estoy firmemente persuadido de que la defensa de los verdaderos valores culturales son indispensables para que se haga justicia social, para que el desarrollo tenga un rostro humano.»

La niñez de Francisco Villa, nacido en 1967 en Santiago de Chile, transcurrió entre los últimos días de la Unidad Popular y la larga noche del régimen fascista implantado por la CIA, el Pentágono y la Casa Blanca. Ya de joven, mientras estudiaba pedagogía, comenzó a proyectarse como cantor. Era el tiempo de las nuevas peñas culturales en la ciudad. El aparato represor no podía impedir que la cultura resurgiera insumisa al margen de los grandes circuitos controlados por la oligarquía o censurados por el control oficial. Ojalá y Rabo de nube, de Silvio Rodríguez, circulaban en casetes clandestinos y los emergentes trovadores descubrían la obra de Víctor Jara y la Nueva Canción Chilena.

En 1987 gana el Festival Violeta Parra y participa en el elenco de Chile Crea, Encuentro Internacional de la Cultura por la Democracia en Chile.

Con la transición democrática, que califica como un proceso incompleto y lleno de vacíos, Pancho se perfila como un cantautor de arraigo en las masas. Un tema suyo, Acerca del tiempo, que luego daría título a su primer disco, irrumpe en la final del programa de televisión ¿Cuánto vale el show? y derrota las propuestas banales que allí encontraban caldo de cultivo. En 1991 obtiene el tercer lugar y el reconocimiento al Artista más Popular, en el Festival Folklórico al Mar de Puerto Montt y graba para el Sello Ceibo en un homenaje a Víctor Jara. Desde entonces desarrolla una intensa vida como cantor y un activismo militante a favor de los derechos humanos, la recuperación de la memoria y la emancipación social.

«Los artistas -expone en La Habana- no debemos olvidar el poder de comunicación que está en nuestras manos. Se trata de utilizarlo en beneficio de los demás, de las ideas más justas, de las ideas revolucionarias. Yo reivindico el papel del arte como vehículo para hacer política y llegar a lugares donde el discurso político tradicional no es asimilado.»

Poco antes de esta visita a nuestro país, había resumido sus vivencias artísticas del siguiente modo: «He llegado a lugares y me he encontrado con que mucha gente conoce las canciones, y eso me emociona profundamente. Es algo que no pensé que iba a vivir, o que si alguna vez alguien que supiera de las canciones se iba a acercar a decírmelo o a contarme su experiencia personal a partir de las canciones que hice, y me pasa mucho y cada vez es más conmovedor porque la gente va reciclando las canciones. Eso confirma aquello de que una obra de arte no es solamente de quien la hace, sino que cada vez que un oído nuevo la escucha, en el caso de la música, y cuando la traspasa a otro, ya esa obra es más que la experiencia limpia del autor sino que está sumada la experiencia de quien la escuchó. Finalmente, la obra se transforma en un engranaje colectivo y eso lo encuentro alucinante».

En cuanto a Cuba, no vacila en decir: «Cuenten siempre conmigo. Mi deuda con este pueblo es impagable».